Sintiéndome observado por alguien, caminé hacia algún lugar. No corrí por pereza, pero lo habría hecho si me encontrara en una situación distinta. Traté de marcharme rápido de la escuela, a la que había logrado asistir una semana más. 

Vi a los conserjes salir; ya era muy tarde. Me quedé dormido otra vez, por alguna razón. Tendría que recurrir de nuevo a la mentira de "me uní a un club". Suspiré con pesadez, puesto que ya estaba cansado de todo.

Ese día sólo ocurrió una cosa particular, camino a casa.

Pasé por un sucio callejón, repleto de basura y varias cajas. No me llamó la atención en absoluto hasta que oí un maullido. Me quedé quieto para ver si se repetía. Esperé un momento y volví a escucharlo.

Me acerqué con lentitud, hasta que pude ver una caja con tres gatitos: uno gris, uno blanco y uno de tonos naranjas. Los dos últimos eran mucho más pequeños que el gris, así que asumí que el primero era su madre. Impresionado, miré la caja con horror al darme cuenta que algún ser humano fue tan cruel como para dejarlos en la basura.

— ¿Naru-chan? —susurró Junie, cerca de mi oído.

— ¿Qué haces aquí? —le pregunté.

—Es que... no quise irme hasta ver que tú estuvieras bien... E-Espera, eso son... ¿Gatitos?

—Sí. Son muy pequeños... ¿Quieres que los adoptemos?

— ¿Eh? ¿Podemos...? —me miró con los ojos brillantes.

—Los dejaron aquí, así que supongo que no los querían... ¿Qué tal si nos llevamos uno cada uno?—propuse.

— ¿Y su mamá?

—Umm... Supongo que podría cuidarla también. No creo que moleste a alguien.

— ¿Estás seguro? Porque podría hacerlo yo...

—No te preocupes por eso, yo me encargaré. ¿Cuál quieres? —pregunté.

—Eh... —miró fijamente a los gatitos—. Mmm... Me gusta el naranja —concluyó en un susurro.

Levanté la caja y ella tomó al gatito entre sus manos. Éste maulló y Junie comenzó a acariciar su cabecita. Al poco tiempo, se encariñó con ella y empezó a ronronear. Fue una escena muy bonita de ver.

Acompañé a mi amiga a su casa, con caja en manos. En algún punto del camino se me ocurrió ponerme a silbar una melodía cualquiera. De repente, June habló:

— ¿Cómo los llamaremos?

—No lo sé... ¿Qué te parece si les buscamos nombres parecidos?

— ¡Buena idea! —exclamó—. Me pondré a buscar~ Hasta pronto, Naru-chan.

—Hasta luego —sonreí.

Terminé volviendo muy tarde a casa, razón por la cual me gané otro regaño. Y recibí uno extra por llevar a los gatitos, aunque mi madre los aceptó de todos modos. Dijo que tendríamos que llevarlos al veterinario para verificar su estado, y yo asentí.

Ese día sentí que hice una buena acción. Por fin me sentí útil.

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