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[Día 25]: Trono.

Las campanadas de la iglesia eran audibles por casi todo el centro del reino; indicaban que había llegado el medio día, tiempo perfecto para la realización de una boda.

El príncipe Itou ya estaba esperando con ansiedad en el altar a su querida Mandii, imaginándose qué tan bella estaría, puesto que no le dejaron verla durante casi un día. El nerviosismo que sentía era mucho más del esperado, incluso las piernas estuvieron a punto de temblarle.

Se había esforzado los últimos días por organizarlo todo; su padre y sus hermanos encajaron horarios, invitaron gente y planearon la coronación. Era cierto, ese día no sólo sería su boda, sino también el día en que se convertiría en rey.

Una extraña sensación de nostalgia lo invadió, imaginándose que los días habían pasado demasiado rápido.

Con el sonido del piano de Kain, Mandii entró de repente a paso lento, acompañada del hombre a quien Kashitaro tuvo que enfrentar hace casi un mes para pedirle la mano de su hija. Fue un poco cómico el momento, a decir verdad.

Sonrió cuando pudo notar un poco mejor sus rasgos bajo el velo; ya estaba muy cerca de ella. Inclinó un poco la cabeza y le soltó un susurro que nadie oyó.

—Estás hermosa.

—Gracias —dijo, de igual forma, sonrojándose.

El sacerdote anunció la boda, y dio comienzo a la ceremonia. Itou estaba tan nervioso que no prestó demasiada atención hasta el momento de los votos.

—...en la salud y en la enfermedad, hasta que la muerte los separe? —terminaba de decir el hombre, aclarando un poco la mente del castaño.

—Sí, acepto —sonrió.

—Y usted —se dirigió a Mandii—, ¿acepta al señor Kashitaro como su esposo para cuidarlo y protegerlo en la salud y en la enfermedad, en la pobreza y la riqueza, hasta que la muerte los separe?

—Sí, acepto —declaró, aunque la voz le tembló un poco de la emoción.

—En ese caso, con la autoridad que Dios me confiere, los declaro marido y mujer —anunció—. Puede besar a la novia.

Itou pareció pedir permiso con la mirada, a lo que ella asintió. La tomó de la nuca y acercó sus labios en un suave y dulce beso que no duraría mucho debido a los aplausos de los presentes. Entonces, el sacerdote volvió a decir:

—Ahora empieza la ceremonia de coronación.

Hashiyan y los demás hermanos de Kashitaro aparecieron con la famosa corona en una almohadilla roja con rebordes dorados. Así mismo, Bria y otras muchachas conocidas del castillo se encargaron de la que le pertenecería a Mandii.

El rey tomó la palabra y dedicó un discurso sumamente elaborado a su hijo, como compensación por lo sucedido antes con Ichizu. Hablando de ella, se encontraba en uno de los puestos traseros de la iglesia, sonriendo al igual que todos los demás presentes.

Las coronas fueron puestas en las cabezas de ambos. Mafu recordó el momento en que él y Sou fueron coronados, y no pudo evitar sonreír.

—Por fin eres mi reina —dijo Itou, muy emocionado.

Mandii sólo asintió con la cabeza y soltó una pequeña risilla.

—Ahora debes comprometerte, como hijo mío, a seguir el legado del trono y a ser fiel a tu reino en todo sentido —dijo el padre de Kashitaro—. Sin más, te declaro el nuevo rey de este pueblo.

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