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「 Día 23 」

Yume no mata yume


Las estrellas lucen más bellas en la noche oscura, hey, ¿lo sabes?

Mafumafu estaba muy cansado; demasiado para su gusto. Tenía muchas ganas de dormir, pero la noche estrellada lo estaba llamando. Sus exhaustos ojos le exigían un descanso, mas quería quedarse observando el cielo.

Quizás la inspiración llegara de aquello que comenzó a sentir al observar los brillantes astros de luz que, para el ojo humano, son simples puntitos. Quizás todas sus preocupaciones desaparecieran en aquel preciso instante. Quizás la pluma que había empezado a mover fue puro instinto.

En la noche estrellada sin luna, con fondo casi negro y pequeños destellos esparcidos por doquier, las ganas de escribir canciones de este individuo lejano a la realidad fluyeron con demasiada naturaleza.

Su principal musa fue protagonista de su imaginación, recitando los poemas de luna y repartiendo por el veraniego Japón las estrellas del cielo; caminando por las invisibles nubes y visitando el sol antes de su partida.

Con el viento se ondeaba su oscuro cabello no muy largo, que por efecto de la noche era casi imperceptible. Sus ojos marrones seguían mirando atontados la tenue silueta que se posó cerca suyo. Como una sombra, quien fue protagonista de hermosas canciones como Yume hanabi y Kyoka suigetsu, narrando su propia nostalgia y melancolía, se fue acercando.

El "no me dejes solo", seguido del "a merced de mis sueños", aparecía una vez más en los pensamientos del compositor, que no hacía más que plasmar lo que estaba sintiendo.

Quizás aquel muchacho no merecía seguir sufriendo y, luego de haber perdido a quien tal vez fue su primero y más profundo amor, merecía un final más apropiado. Así fue como el alter ego de Mafumafu conoció al posible alter ego de Nisa, y se unieron una vez más en una nueva canción.

Ahí fue cuando se dio cuenta por fin que Yume no mata yume y Shikioriori ni tayutaite eran historias mucho más alejadas de las anteriores, e incluso de Ringo hanabi to soda no umi. Eran completamente diferentes, y por ello merecían finales distintos.

El sueño de otro sueño y el a merced de mis sueños eran dos cosas apartadas, aunque fueran concebidas por un mismo autor en una época.

Casi a las diez de la noche, hora en la que ya debería estar soñando, Mafu tuvo que ser capaz de levantarse de su silla para abrir la puerta de su departamento, molesto ya por demasiados golpes. Al ver quién era la persona que estaba allí, recordó que debía darle una copia de la llave a su novia para que cosas así no ocurrieran.

—Vaya, no esperaba que estuvieras despierto —murmuró, entrando—. ¿Qué haces?

—Ey, Nisa-san. Ya sabías que las estrellas son más bellas en la noche, ¿verdad? —cuestionó, ignorando lo que dijo la chica.

—Claro que sí —rió ella—. ¿A qué viene eso?

—Míralo tú misma.

Pasaron al cuarto del muchacho. La clásica cortina de estrellas que Nisa ya estaba acostumbrada a ver no se encontraba en su lugar. Se había abierto para darle paso a una hermosa noche estrellada que, tristemente, no se veía todos los días.

Sonriente y radiante, la chica se dedicó a mirar el cielo. No tenía la menor idea de la existencia de aquel enorme ventanal, o al menos jamás había pensado que había uno en tal lugar.

Fue entonces cuando el otro decidió compararla con una estrella. Igual de pequeña y resplandeciente. Igual de frágil y a la vez fuerte.

La abrazó una vez más, como si hubiera leído su mente.

—Te dedico esta noche —susurró en su oído, encendiendo sus rebeldes mejillas una vez más.

Ambos sonriendo, siguieron apreciando el cielo nocturno durante varios minutos, hasta que el sueño decidió vencer a Mafu por fin.


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