Después de todo lo que habían pasado, Itou y Mandii decidieron permanecer juntos por todo un día. Se lo merecían, porque se distanciaron mucho debido a la presencia de Ichizu y a los malentendidos que provocó.

Decidieron, para ese día, tener un pequeño picnic cerca del castillo. Bria los ayudó a prepararlo y también se encargó de cuidar a Mimi y a Pon para que el príncipe no se preocupara en nada más que en complacer a su reina.

Sentados en el césped, disfrutando de las deliciosas frutillas que la muchacha había recogido, se los podía ver muy felices. Un ligero rubor cubría las mejillas de la castaña, provocándole increíble alegría a Itou.

—No sabes cuánto extrañé tu compañía —susurró ella; su voz era música para los oídos del otro.

—No sabes cuánto me arrepiento de los días en que te dejé sola, mi reina —dijo, y le dio un beso en los labios.

Acto seguido, la abrazó con sumo cuidado, colocando el brazo sobre sus hombros. Juntó sus cabezas y se quedaron así unos momentos, ambos sonrientes. Hace tiempo no sentían así de cerca el calor del otro.

— ¿Cuándo nos casaremos?

—Cuando tú quieras.

—Te amo, Kashi.

—Yo más...

El viento se presentó en forma de brisa, corriendo suave y volviendo más ameno el momento. Con deseos de que se congelara allí mismo, Mandii cerró los ojos. Quería conservar todos los momentos que tendría con su rey, a partir de entonces, desde antes y hasta siempre.

Su amor demostró ser fuerte tras pasar por tales obstáculos, y sin dudas merecían casarse. Cada lágrima valía la pena con tal de que ese momento llegara.

Una vez las nubes cubrieron el sol, con intenciones de despertar la lluvia, ambos decidieron que era mejor acabar allí. Recogieron todas las cosas y las trasladaron al interior del castillo. Apenas entraron, las primeras gotas hicieron su aparición, provocándoles risa.

Recuerdos como ese eran los que Mandii quería almacenar en su mente y tener presentes en todo momento y lugar.

Lo mismo pasaba con Itou quien, a pesar de ya no verse tan afectado y habérselo perdonado, seguía lamentando la traición de su parte.

—Perdón —murmuró otra vez.

—Kashi, basta... —Ella colocó la mano en su mejilla—. Olvidemos esto, ¿sí?

No muy seguro de si podría hacerlo, asintió.

—Creemos nuevos recuerdos.