Soraru-san se irá dentro de unos días, pero sigue sin hablarle a Junie. Yo se lo pedí, pero no lo ha hecho. Araki-san y Mafu-san también trataron de convencerlo, pero seguía negándose.

—Por favor hazlo. Ella te aprecia y dudo que le guste que no te despidas.

—No tengo nada que decirle.

—Pero te sientes solo.

Me miró con confusión por un instante—. ¿Qué estás diciendo?

—No lo escondas. Lo sé porque yo también me sentí así... cuando la besaste.

—Mm.

Bajó la cabeza. No supe qué tenía en mente, porque se marchó sin explicarme.

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La semana de sufri— digo, de exámenes, empezó antes de lo previsto por mi abrumada mente. Por supuesto, no me esforcé en estudiar: dejaría mis notas a la suerte. Aunque mi diez en Música estaba asegurado.

El problema era que no había examen final de Música.

Sí, estaba condenado. A pesar de eso, no hice absolutamente nada para cambiar esa situación. Allí me cuestioné porqué Junie me prefirió a mí. Porque Soraru-san sí se esforzaba, y yo no.

Cada vez que lo veía, tenía entre las manos un cuaderno o un libro. Estaba solo todo el tiempo, y no devolvía mirada alguna. Si lo molestaban, se iba a algún lugar más tranquilo. Quizás quería terminar bien.

Por su parte, Araki-san decía tener una memoria fotográfica, por lo cual no se preocupó; y Urata-san estudiaba un poco en casa; así que los tres permanecimos juntos. Porque Junie estudiaba con Mafu-san, quien se había ofrecido a ayudarle.

El miércoles, al final del descanso, cuando volvíamos al salón, vimos a Soraru-san dormido en una de las mesas de la cafetería. Supe que era el momento idóneo.

—Despiértalo —le dije a June.

Ella asintió y se acuclilló a su lado.

—Sorarun —susurró.

Tocó su cabello, y también su mejilla —como hacía conmigo—; al cabo de unos minutos, él abrió los ojos. Parpadeó un par de veces antes de situarse en el mundo real. Haciendo caso omiso a quienes nos encontrábamos a su alrededor, se levantó y caminó como sonámbulo hasta el pasillo principal.

—Lo acompañaré —suspiró Araki-san, y se marchó.

—Espero que esté bien —murmuró Junie.

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Al día siguiente también vimos a Soraru-san dormido. Y al siguiente. Y al siguiente. Vi en él el reflejo de mi yo anterior, sólo que menos inútil. Él se estaba esforzando mucho más de lo que debía. Quizás era porque ya no le quedaba nada más.

—Soraru-san. —Decidí hablarle a la salida, al jueves siguiente; faltaban -sin contar ese- tres días escasos para su graduación.

— ¿Mm?

—No estás solo. Tal vez sientas que lo estás... Pero no lo estás. Si necesitas ayuda, puedes pedírnosla, y te apoyaremos. Para eso están los amigos, ¿no?

—Mm.

— ¿Hablarás con Junie? Ya casi... es hora —suspiré y me mantuve en silencio unos segundos—. No pensé que te afectaría tanto esto.

—No me afecta.

—Lo hace.

—No.

Parece que tomó valor después de esa conversación porque, al día siguiente, decidió por fin hablar con Junie. Los vi sonriendo, y supe entonces que todo iría bien, que ya eran amigos otra vez.

Por ello, el lunes asistimos gustosos a su graduación. Además de haber sido invitados por Araki-san y Urata-san. El primero dejó escapar lágrimas; ya no nos regalaría más manzanas. El segundo nos prometió que nos regalaría mapaches bebés a todos. Y Soraru-san me aseguró que me volvería un rapero famoso algún día.

Sonreí.

—Adiós —dijo, antes de marcharse con los demás.

Aunque esa despedida no tenía que ser dramática porque estaba claro que nos volveríamos a ver. En especial en vacaciones.

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