「 Día 2 」
Resfriado
No había pasado ni siquiera un día, y Mafumafu seguía inquieto por haber conocido a aquella chica. El verano había llegado ya, pero el clima lluvioso provocaba suaves lloviznas. Sus ojos contemplaban el bonito paisaje que estaba creando. Miró su muñeca una vez más. De vez en cuando sangraba, mas estaba bien. La herida parecía ser muy profunda.
Tomó una vez más el pañuelo que Nisa le dio y lo ató en su antebrazo. No estaba seguro de cuándo se lo devolvería, aunque tenía muchas más maneras de ocultar su herida. Decidió que lo haría en ese preciso instante.
Buscó en su celular el contacto que ella le había dejado guardado justo antes de marcharse, y envió un mensaje. La citó en una pequeña tienda variada que había a unas pocas cuadras y no era muy transitada, lugar perfecto para alguien como él. A los pocos segundos, la chica contestó, confirmando que iría pase lo que pase.
Ya pudo suspirar tranquilo. Fue a darse una rápida ducha para aliviar sus melancólicos pensamientos. Tomó un paraguas por si acaso volvía la lluvia que había cesado, y se colocó el único abrigo que seguía teniendo limpio, para por fin salir de casa.
Hacía algo de frío, así que sus piernas temblaron por un instante. Sostuvo con fuerza el paraguas y caminó lentamente. Acomodó la mascarilla que llevaba en la cara varias veces, porque se sentía un poco incómodo. ¿Qué le diría a Nisa, con exactitud? Debía pensarlo bien.
De repente, muy de repente, llegó al lugar en el que había citado a la chica. Sucedió tan rápido que casi pasa de largo, ignorando la sonrisa que ella le estaba mostrando.
—Harou~
—Hola —intentó contener su risa el muchacho.
— ¿Tenías algo que decirme? —preguntó Nisa, demasiado rápido—. ¿Querías salir conmigo para decirle a Soraru-san que tienes novia? O... ¡¿Quieres que aparezca en tu nuevo video musical?! Sería un honor, pero no, gracias. —Hizo una pausa—. Bueno, ya, lo siento, sé que hablo mucho.
Él, con las mejillas encendidas, balbuceó—: Quería... quería devolverte el pañuelo. —Se lo tendió, con la mano temblándole, aunque no sabía bien si era por el nerviosismo o por el frío.
La muchacha lo agarró casi enseguida, aunque se detuvo un instante.
— ¿Ya se cerró tu herida? Déjame ver.
—No te preocupes, ya encontraré cómo cubrirla...
—Hm. Buscaré una pulsera —dijo, y por fin tomó la pieza de tela que le pertenecía.
—No es necesario que te molestes —sonrió Mafumafu.
Entonces, pequeñas gotas cayeron y los cubrieron a los dos.
—D-Deberías ir a casa ahora, antes de que llueva...
Justo cuando murmuró eso el chico, la lluvia se hizo más fuerte. De lo que eran unas simples gotas, se creó un aguacero en poco tiempo... De verdad que hago magia, pensó él.
—Nisa-san, ten. —Le tendió el paraguas que había tomado por si acaso, creyendo que le sería mucho más útil a ella.
—Oh, gracias... —Ahora había un objeto más que los unía—. Pero...
— ¡Nada de peros...! Ya que te tomaste la molestia de venir hasta aquí por mi culpa, al menos quiero que llegues sana a casa —dijo él.
—Aw, qué lindo —sonrió la chica, achinando sus ojos—. Entonces lo acepto con gusto~
—Gracias por todo.
—Gracias a ti~
Dicho esto, se marchó, justo a tiempo para no escuchar a Mafumafu soltar un desobediente estornudo. El frío traspasó de alguna manera las capas de ropa que llevaba puestas, lo cual provocó tal reacción. Debía apresurarse volviendo a casa. De lo contrario, terminaría con un resfriado.
Una vez llegó, se sentía un poco mal, así que decidió que lo mejor que podía hacer era dormir. Eran cerca de las cuatro de la tarde, mas le dio igual y se echó en la cama.
No esperó despertar a las diez de la mañana, al día siguiente, debido a la vibración de su celular. Ignorando las tres llamadas perdidas de Soraru, se fijó en el único mensaje de Nisa. En éste le pedía su ubicación.
Como sentía los párpados pesados y quería seguir durmiendo, no se preguntó porqué, y sólo dio unos cuantos toques a su pantalla para enviarle lo que le pedía. Después de eso, cerró los ojos una vez más.
Al mismo tiempo, en un lugar distinto, la muchacha revisaba su respuesta. Tomó el paraguas que iba a devolver y salió de casa apresurada. Por suerte, el departamento no quedaba tan lejos.
En realidad lo de la ubicación era sólo un complemento, puesto que lo que quería descubrir era el número de la puerta de su departamento.
Mientras entraba al edificio, sus ojos se toparon con una figura familiar que, sin embargo, sólo había visto en fotos. Al principio no se lo creyó, porque pensó que podría haberse confundido con alguien. No obstante, al ver parte de la blanca piel de sus manos, se dio cuenta que estaba en lo correcto.
Siguió a la figura, quien optó por el elevador en lugar de las escaleras. Entró junto a él de modo que pareciera una coincidencia, razón por la cual no alcanzó a ver su rostro. Tampoco tenía la altura necesario como para mirarlo sin levantar la cabeza.
Estaba a un metro de él, lo cual la puso nerviosa. El ascensor se detuvo, depositándolos en el tercer piso. La chica continuó caminando tras la figura, aunque todo seguía pareciendo plena coincidencia. Se detuvieron en la puerta número cuarenta y tres.
— ¿Por qué me sigues? —dijo la voz grave del hombre, sólo confirmándole su identidad.
Ella se quedó paralizada por un instante, y después contestó:
—V-Vine a ver a Mafu-san.
—Aléjate o llamaré a la policía —espetó.
— ¡No, no soy una fan! —dijo Nisa, en voz baja—. B-Bueno, no es que no lo sea... Pero no vengo por eso.
—Vete. —Sacó su celular.
— ¡Soraru-san! —exclamó—. Vine a devolverle este paraguas...
—Hm.
No muy convencido, cedió, guardó su teléfono y tocó el timbre.
La muchacha seguía estando nerviosa, así que mantenía la cabeza agachada y las manos dentro de los bolsillos. Podía sentir la amenazante mirada del utaite sobre ella, de hecho.
Apenas un rato después, la puerta fue abierta. Un adormilado Mafumafu de cabellos despeinados y ojos medio cerrados los recibió a ambos.
—Soraru-san, Nisa-san —murmuró—, okaeri.
— ¿Por qué no contestabas desde ayer? —preguntó Soraru.
La respuesta del otro fue un estornudo en el momento oportuno—. Pasen...
Básicamente, se había enfermado. No tenía muchas ganas de moverse, porque le dolía todo el cuerpo, pero tampoco era como si quisiera hacerles saber.
—Nisa-san, puedes sentarte si quieres —dijo, cuando notó que la chica seguía parada cerca de la entrada.
—No te preocupes. Ten~
Le tendió el paraguas con una sonrisa. Todas sus expresiones gritaban: ¡Gracias!
— ¿Te sientes bien? —preguntó cuando notó que él no había tomado todavía el paraguas.
— ¿Eh? Ah, sí, lo siento...
Como si hubiera ignorado su contestación, Nisa tocó una de sus mejillas. Mafu se sonrojó y se puso aún más nervioso cuando sintió la fría palma de la chica sobre su otro cachete.
—Estás calentito —susurró, con una ligera sensación de placer.
Poco después se dio cuenta de lo que estaba haciendo, y dejó caer sus brazos, después de bajar la cabeza, avergonzada.
—Perdón.
—No te preocupes —rió él, nervioso.
—Pero, ¿de verdad te sientes bien?
Soraru, aunque no participaba, estaba escuchándolo todo desde lejos, y miró a Mafumafu porque sintió que le interesaría esa respuesta.
—Mm... —El rubio sabía que su amigo estaba ahí, y que no le gustaba que le mintiera, en especial sobre esas cosas, así que se vio obligado a decir la verdad.
En lugar de hablar, negó con la cabeza.
—Ve a dormir~ Lamento que te sientas así...
—Estaré bien —suspiró él—. ¿Soraru-san, no te molesta que me vaya a dormir ahora?
El mayor se encogió de hombros.
—Oyasumi nasai —murmuró, caminando hacia su habitación.
Por si acaso, Nisa lo siguió. El otro ni siquiera se tomó la molestia, aunque ocuparía su casa un rato más.
—Nisa-san...
—Acuéstate; sólo ignórame, no haré nada malo.
Él asintió y se acurrucó en la cama. Varios segundos después, ella se sentó al borde de esta... El instinto maternal que tenía dentro surgió de repente, y se dedicó a acariciarle el cabello, como si para el muchacho fuera una sensación reconfortante que le ayudase a dormir.
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