June

Nunca tuve la intención de alejarme de Naru-chan... Pero dadas las circunstancias, necesitaba ordenar un poco mis pensamientos y sentimientos. Esa fue la única razón por la que estuve evitándolo casi un mes. Claro que me sentí muy mal por ello, y me eché la culpa a mí misma todo el tiempo.

No debí dejarlo solo.

Las primeras dos semanas todo pareció marchar bien. Era como si hubiese logrado readaptarse a su primer hábitat natural, por lo cual creímos que estaba en perfectas condiciones. Sin embargo, un repentino día, empecé a notarlo un poco más decaído y desanimado.

Según yo, quería darle tiempo, pero me estaba hartando de verlo así.

Se encontraba recostado sobre el pupitre, con los ojos cerrados. Sus pestañas se veían muy bonitas, y su cabello estaba desordenado sobre su frente. Fue una imagen muy tierna.

—Naru-chan. —Toqué su mejilla repetidas veces, esperando una reacción de su parte.

Poco después, abrió los ojos y se acomodó. Bostezó, y luego me miró con pereza.

— ¿Mm?

Su mirada se transformó en una de pena, y fue allí cuando comprendí que quizás lo que necesitaba era un pilar donde sostenerse. Se encontraba solo, y no tenía a nadie para apoyarlo... Me sentí terrible.

Lo confirmé después de decidir darle un abrazo. Abrí los brazos, pero ni siquiera se inmutó. Negó con la cabeza.

Aun así, como no me gustaba verlo de esa forma, me agaché y fui yo quien lo abrazó. Pareció corresponder, porque no dijo nada. Y, luego de unos segundos, empezó a llorar. Sabía que algo no andaba bien.

—Soy un maldito egoísta —murmuró, entre sollozos.

—No lo eres, Naru-chan —le dije al oído—. Cuéntame qué pasó. ¿Por qué te sientes así?

—Yo... El otro día...

Después de separar el abrazo, secar sus lágrimas y parar sus tartamudeos, me explicó lo que había sucedido hace poco con la perra que se hace llamar su ex-novia. Sentí el coraje en mis venas, pero no podía hacer más que quedarme quieta, a su lado, acariciando su cabello.

—No te preocupes. Ella no te merecía —susurré—. Vales mucho, y ella no te apreció. Ya perdió su oportunidad.

—Y, ¿quién la tiene ahora?

— ¿Eh? —parpadeé varias veces seguidas.

Luego de ello, me besó.

♪ ˗ˏˋ ♡ ˎˊ˗

—June, hablemos —dijo Sorarun.

—Naru-chan, espérame un rato —le sonreí—. Ya voy~

Me tomó de la mano, sin mostrarme ningún tipo de sonrisa, y me encaminó hacia un pasillo escondido. No entendí del todo qué quería hacerme, o porqué era necesario ir tan lejos.

— ¿Qué pasa? —inquirí, con algo de miedo.

—Tengo que... Esto es difícil —suspiró, y sentí que su voz tembló por un instante—. Yo... No, tú... Agh. Escúchame, sólo lo diré una vez. Esto ya no está funcionando. Tú congenias mejor con Naruse, aunque me duela decirlo, y... creo que estarías mejor con él. Sabes a lo que me refiero, ¿verdad?

Eso no era cierto... ¿Acaso él...?

— ¿Es... eso? Te refieres a eso...

—Sí —cerró los ojos—. Terminamos.

Mi cabeza voló hasta Júpiter por un instante, volviéndome incapaz de reaccionar. Sorarun había visto mis interacciones con Naruse, todas y cada una de ellas... Él sabía cómo me estaba sintiendo, y creo que fue algo considerado de su parte sobreponer mis sentimientos a su propia felicidad... No supe cómo se lo pagaría después.

—Sorarun...

—Hemos estado hablando de esto. Quizás es lo mejor para ti... Lo siento.

Huyó. Al menos no fue como lo que le sucedió a Naru-chan.

Me sentí rota por unos instantes, hasta que recordé las buenas intenciones con las que lo decía. Y luego sonó la campana.

♪ ˗ˏˋ ♡ ˎˊ˗

Soraru

— ¿Terminaron?

—Ya era hora.

—Soraru-senpai, llévame contigo~

Todas decían lo mismo. Malditas insensibles... No podían ver a través de mí, así que no sabían cuánto me había afectado. Todo lo oculté bajo una máscara de indiferencia, por supuesto. Aunque, en cualquier momento se rompería y dejaría ver a mi devastado yo.

Al final del día, mientras pensaba, mis ojos se toparon con los de June. Los aparté enseguida. Y luego me marché, evitando así la vergüenza de llorar.

♪ ˗ˏˋ ♡ ˎˊ˗

Naruse

Junie terminó con Soraru-san. En parte eso me ponía feliz, porque toda la competencia se había ido. Sólo quedábamos ella, yo, y un enorme vacío en cada uno de nuestros corazones.

Poco a poco, me fui reponiendo gracias al apoyo de ella. Y, así mismo, hice lo posible por ayudarla también.

Todavía no quería dar el paso de pedirle ser mi novia, pero al menos ya la tenía asegurada, así que sólo me restaba cuidarla hasta reunir el valor.

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