Tras escuchar todos los consejos de Rin, Mandii decidió que tenía que ser acompañada por ella para devolver a Itou a la normalidad, por si el plan fallaba. Aunque la chica le sugirió que fuera con Mizuki, debido a que podía usar la magia de hielo.

—Es eso o que me arriesgue a usar un hechizo de tiempo en él —rió.

—Prefiero ir contigo, Rin-san. Si no es ahora, puedo perderlo para siempre —musitó.

—Está bien —sonrió—. Ya tengo un plan infalible~

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Kashitaro estaba en su habitación todavía, porque no llegaba la hora del desayuno. Entonces fue cuando apenas se dio cuenta que faltaba algo muy importante.

Buscó por todas partes, pero ninguno de sus gatos aparecía. Recordó que le había pedido a Bria que los llevase a otra parte, así que fue a buscarla. Ella tampoco estaba.

Imaginando lo peor, llegó a la habitación de su padre, en donde se encontraba hablando con Hashiyan.

—Padre —pronunció—, ¿dónde escondiste a Mimi y Pon?

— ¿Qué?

— ¡Mis gatos! No están...

—Debieron haberse escapado —murmuró Hashiyan, impresionado—. Pero creí que los dejabas encerrados para que no salieran.

—No, se los dejé a Bria-san...

—Hm. No la vi ayer.

La cabeza de Itou empezó a pensar en muchas cosas. Quizás Bria se había ido con sus gatos, lo cual significaba que estaban seguros. Se calmó un poco.

En ese momento, Ichizu tocó la puerta.

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Rin, Mandii y Bria emprendieron el camino de regreso después de habérselo comunicado a Mafu y a los demás. La castaña estaba preocupada porque algo le hubiera pasado a su amado; después de todo, estuvo un día sin verlo y la princesa podía haberle hecho otro hechizo.

No tardaron mucho en llegar, ya que los caballos fueron muy rápidos. Cuando estuvieron frente al castillo, notaron un montón de guardias. Itou también estaba cerca, y cuando vio a Bria se le iluminaron los ojos y se acercó corriendo.

— ¡Bria-san! —exclamó—. ¡Mimi, Pon!

La muchacha le devolvió sus gatos.

—Mandii-san, es tu oportunidad —susurró Rin.

Entonces, lo que menos deseaban sucedió. Ichizu se acercó y rodeó el cuello de Itou, provocando que él la besara. Al ver eso, el corazón de Mandii volvió a estrujarse y le dieron inmensas ganas de llorar.

Rin frunció el ceño, a la vez que analizaba a aquella que apareció ante sus ojos. Sin dudas no tenía magia, así que sonrió cuando se dio cuenta que podría resultar su plan en el momento y lugar correctos.

—Rin-san, estás aquí —se impresionó Kashitaro—. ¿Vas a quedarte unos días?

—Sí —sonrió—, acompañaré a Mandii-chan.

A Ichizu no le agradaba Rin.

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