El cielo de noche es azul, pero el cielo diurno es celeste. Normalmente mi cielo diurno estaba nublado; cubierto de grises nubes de lluvia, que en cualquier momento desearían llorar mi desgracia. Sin embargo, luego mi precipitada y atrevida acción, parece que las nubes grises decidieron tomarse unas vacaciones para darle paso al brillante y adormilado sol.

Aun así, se me presentó un problema todavía más complicado. Cada vez que trataba de acercarme a Junie, Soraru se la llevaba. Nunca terminé sabiendo si hablaban de mí cuando estaban juntos, aunque era lo más probable.

Volví a quedarme solo, sin saber cómo, porque incluso Araki-san se alejó de mí. Mafumafu-san también dejó de hablarme, tal vez por influencia de Soraru-san. Y volví a quedarme atrapado en la isla solitaria en la que siempre había vivido. Sólo acompañado de un lápiz y un papel.

Mi soledad me brindó fuerza los últimos meses del año. Ya nadie me despertaba cuando me quedaba dormido y ya eran menos las veces en las que me llegaba una enorme dosis de inspiración.

Además, los ojos de todos volvieron a mirarme cuando decidí despojarme de mi largo cabello. Shin ya no podría decirme nada. El tinte rosado seguía ahí, pero la mayor parte de mi cabello estaba de tonos oscuros. Mi época de brillar terminó.

Me volví a encerrar en mi mundo; continué escribiendo sobre los fantasmales sentimientos que tenía. volví a sacar notas aceptables. Volví a estar sano... Y fue entonces cuando me pregunté: ¿Mi sufrimiento fue culpa de Junie? No. Sacudí mi cabeza de un lado a otro. Ella no tenía la culpa, sino yo, por brindarme un espacio limitado a mí mismo, por no pensar bien las cosas. Por deprimirme demasiado rápido...

Un día, de la nada, se materializó frente a mí la verdadera causante de mi suplicio. La primera y única novia que había tenido hasta entonces. Pensé que era una ilusión, mas supe que no cuando me abrazó. No supe porqué lo hizo hasta que se apartó y vi sus lágrimas.

— ¿Terminaste con Piko-san? —Asintió.

—Naruse —susurró—. Perdón por lo de antes, pero... ¿quieres volver?

Ja. Esa fue la gota que derramó el vaso. ¿Qué fue eso? Ella me pareció un niño que rompió una vasija y luego decidió arreglarla con pegamento.

—No me jodas —murmuré, con toda la rabia acumulada.

Traté de analizar la situación. Y entonces fue cuando concluí que ella estuvo conmigo por simple interés... o que de repente cambió su forma de pensar y se volvió alguien superficial.

—Después de desecharme y pisotearme, ¿crees que voy a aceptarte de nuevo? No soy así de idiota —espeté—. Apártate de mí.

—Sin mí estarás solo para siempre —sollozó, aferrándose a mi camisa.

—Lo sé... ¡¿Y qué?! Prefiero quedarme solo que estar contigo cuando tú no me amas.

Luego de eso, a pesar de que su llanto se volvió más fuerte, me alejé de aquella bruja a la que alguna vez entregué mi corazón, y quien terminó por estrujarlo entre sus manos.

Me sentí terrible por ello. Un egoísta, un maldito egoísta que no piensa en más que en sí mismo. Por más malo que quisiera haberme visto, jamás lo lograría sin sentir una pizca de culpa.

Me odio.

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