[Día 13]: Rosado.
Como mi vida había perdido ya casi todo el sentido y, a pesar de no quererlo, empecé a resaltar por ser un mal alumno, decidí que ya no me importaba. Por ello, fui a la peluquería un viernes en la tarde. El monótono cabello negro japonés me aburría, así que decidí cambiarlo.
El peluquero me preguntó qué quería hacerme, y primero le pedí que lo pintara de castaño. El ritual sobre mi cabello fue largo, así que me puse a jugar Plantas vs. Zombies mientras lo tenían. Me encantaba ese juego...
Una vez terminó, me sentí satisfecho con el resultado, porque además lo peinó, y se veía muy bien. Estaba suave, lacio y de un nuevo color. A pesar de eso, me puse la capucha camino a casa.
Por supuesto, cuando mamá me vio se sorprendió y me regaló por gastar dinero en cosas innecesarias. No le di importancia porque invertí mis propios ahorros, los que gané a lo largo de cinco duros años.
Pasé todo el fin de semana debatiendo sobre si lavarme el cabello o no. Terminé haciéndolo porque me dio calor.
El lunes, cuando Junie se fijó en el cambio, me dijo que me quedaba bien. Y Mafumafu-san tuvo una divertida reacción también.
—Bien hecho, discípulo mío —dijo, sonriente—. Así empecé también~
Fue así como me contó la historia de todos y cada uno de sus colores de cabello, e invertí todo mi descanso en prestarle atención. Y, es cierto. Desde que lo conocí, se ha teñido el cabello de diversos y variados colores. Desde azul oscuro hasta plateado, pasando por rubio, castaño y también rosado...
Pensando en eso, me di cuenta que quería ir más lejos que el simple color marrón... Quería un cambio todavía más drástico...
Así que, me atreví a molestar al peluquero otra vez. Decidí teñir varios mechones de mi cabello de color rubio, de modo que formasen un patrón con el castaño. Sentí que quedaría bien.
Permanecí con ese "minúsculo" cambio otros cinco días, durante los cuales me pregunté si debía seguir el siguiente paso. Lo que realmente quería.
Rosado. Quería que mi cabello fuera rosado.
Acudí a la peluquería por tercera vez; a ese paso me volvería un cliente habitual o algo por el estilo.
— ¿Qué desea esta vez? —preguntó el peluquero, ya cansado de mis constantes cambios.
—Rosado.
Fue así como las mechas rubias se transformaron en mechas fucsias, un tono fuerte de rosado. Me sentía genial, así que también pedí que lo ondularan para ver cómo se veía. Por supuesto, mis ahorros se fueron a la mierda, pero valió la pena.
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