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Final

Omnisciente:

—¡Es hora de abrir los regalos! —exclamó Lenka.

Todos se acercaron alrededor del árbol.

—¡Primero la más pequeña!

Yuki fue al árbol y miró los regalos que habían debajo de este. Localizó una cajita envuelta en un papel navideño rojo, que tenía una tarjeta que decía: para Yuki.

La niña abrió la caja con algo de felicidad y entusiasmo. Al acabar de retirar todas esa envoltura, se encontró con un listón blanco.

Yuki no tardó ni un minuto en reconocerlo: era el listón que su madre usaba para atar su cabello. La pequeña no aguantó las lágrimas.

—Es el listón de mi mami...

La niña abrazó el listón mientras corría a los brazos de su padre, quien la acogió en sus brazos.

—Papi... ¿Tu crees que mami está en el cielo?

—... Sí. Claro que sí.

—¿Y crees que es muy feliz?

—Ella es muy feliz allá, cariño.

—... Si mamá está feliz entonces yo también, papá.

Yuki sonrió y secó las lágrimas que caían del rostro de su padre. Él sonrió en automático.

La entrega de regalos siguió. Todos, sin excepción recibieron sus regalos. Lenka, varios instrumentos para cocinar tal y como lo había pedido, la señora Lily recibió varios conjuntos de ropa. León obtuvo una caja de herramientas nueva, y Gumi recibió por parte de Oliver un bonito peluche de gatito. Gumi le regaló a Oliver un abrigo amarillo, que se colocó esa misma noche.

Miku recibió por parte de Kaito unas botas de invierno negras, y ella le dio una bufanda azul. Kaito la recibió con mucho cariño.

Todos regalaron algo de ropa de bebé, claro.

El único que no recibió un regalo de navidad fue Len. Pero él lo recibiría más adelante.

Len tomó el regalo de navidad para Gumi. De parte de su madre. Una cajita muy sencilla, con solamente un listón dorado amarrándola.

Entró al balcón donde se encontraba ella.

—Hija... Yo...

—No quiero verte. Vete.

—Tu madre te dejó esto.

La niña volteo de inmediato y se acercó al misterioso regalo.

—Ábrelo.

Gumi tomó la cajita entre sus manos y quitó el listón que la envolvía. Abrió la cajita y observó lo que había adentro.

—Este es... El collar de mamá.

—Ella quería que lo tuvieras.

Los ojos de Gumi comenzaron a cristalizarse. Su padre también tenía ganas de llorar, sin embargo, no lo hizo.

—No puedo hacer que me quieras, pero a tu mamá le hubiera gustado que fuéramos una familia.

—...

—A partir de ahora seré un mejor padre, y una mejor persona. Tu no tienes por qué perdonarme, no me lo merezco... Pero quiero que sepas que te amo, y que eres lo más importante que tengo en este mundo, hija.

—Es que... Todo el tiempo me dejaste tan sola. Me apartaste por completo... —dijo Gumi con un tono de reclamo.

Derramó varias lágrimas, y siguió hablando.

—Yo hacía todo lo posible para no odiarte, pero cuando me enteré de lo que hacías a espaldas de mamá no pude evitarlo. Lo siento mucho.

Len abrazó a su hija, quien seguía llorando como si fuera una niña pequeña.

—Nada es tu culpa. Todo fue mi culpa, hija.

La niña, por primera vez en mucho tiempo, abrazó a su padre con alegría y cariño.

Tal vez, las cosas entre ellos estarían mucho mejor.

Padre e hija regresaron a la sala principal. Gumi tenía puesto un collar plateado muy bonito en forma de clave de sol. Ambos con una sonrisa.

—Son las... 12. ¡Es navidad!

Todos tomaron sus copas y brindaron por la navidad.

Cada uno de ellos se dieron una abrazo, mientras se decían feliz navidad.

Miku abrazó a Len, con algo de inseguridad. Pero él ya no se sentía mal. Ahora, estaba listo para pedirle perdón.

—Lamento lo que te dije esa vez. No era cierto, y siempre te tuve lastimada.

—... Lo más importante es que aceptaste tus errores. No tienes nada de qué disculparte.

Luego, Len abrazó a su amigo.

—Y a tí también.

—No hay problema. Por eso somos amigos, ¿no?

—... Claro.

Gumi y Oliver se abrazaron. No se dijeron nada, pero parecía que se estaban diciendo más de lo que nunca antes se habían atrevido a decirse.

Len, Lily, Lenka y León se dieron un abrazo grupal. Se sentían felices, quizá como nunca antes lo habían estado. Era la primera navidad en casi tres años que la pasaban juntos, y, tal vez, de ahora en adelante así sería siempre.

Todos en esa casa se sentían felices, llenos de amor y esperanza.

Una a una, las personas que estaban ahí se fueron retirando. Oliver fue el primero en irse, ya que su padre fue a recogerlo.

A partir de esa noche, oliver sabía que jamás dejaría sola a Gumi, y sabía que nunca volvería a meterse en trabajos humillantes.

Neru y su novio salieron de la casa. A partir de ahora, sabían que podían estar juntos y ser felices los dos, sin importar lo que opinara Luka.

Lily y León salieron de la casa. Sabían que su hijo podía ser una persona diferente a partir de ese momento.

Lenka y Rinto salieron. Felices por finalmente, anunciar su compromiso.

Akaito y su madre tomaron sus maletas y se fueron. Vendrían a visitar a Kaito y a Miku más a menudo.

Len, Yuki y Gumi salieron de la casa tomados de la mano. A partir de ese momento, serían una familia unida y feliz, como siempre debió de ser. Ese era el mayor regalo para Len.

Todos se fueron, dejando solo a dos personas: Miku y Kaito.

Ambos estaban derrotados. Todo el día había sido muy ajetreado. Sin embargo, se sentaron en el patio trasero a contemplar las estrellas.

Ella se veía hermosa. Su vestido azul hacía buen juego con sus ojos, brillantes y expresivos.

Y él también se veía muy guapo. Su bufanda azul combinaba perfectamente con su cabello.

—La luna se ve hermosa hoy —dijo Miku viendo la luna con una sonrisa.

—Me recuerda mucho a ti.

Miku soltó una pequeña risita.

—Gracias por las botas. En verdad me hacían falta.

—No agradescas. Me gustó mucho esta bufanda.

—Lamento solo haberte comprado eso.

—No importa. En verdad me gusta.

Él miró el rostro de Miku. "Hermosa, como siempre".

—Tus ojos son hermosos.

Miku al instante se ruborizó.

—Por fin puedo ver el brillo en ellos.

—Los tuyos también... Se ven más brillantes.

—... Oh, se me olvidó darte otro regalo.

Kaito husmeó dentro de su saco. De este, sacó una pequeña cajita rojiza.

—Miku... Cuando nos conocimos... Nunca pensé que fueras a cambiarme tanto. Me alegra tanto haberte conocido, porque gracias a ti, valoro más la vida y tengo una razón más para vivir.

Kaito abrió la cajita, rebelando un hermoso anillo, con un diamante incrustado en el centro de este.

—Sé que es repentino pero... Quiero que sepas que en verdad estoy enamorado de ti. Lo estaba desde hace mucho tiempo, pero hasta ahora acepté eso. Quiero pasar el resto de mi vida contigo.

Se incó enfrente de ella.

Miku miraba con asombro y emoción a ese hombre enfrente suyo.
























































































































































































—¿Te casarías conmigo?

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