Capítulo 6, parte 5, invierno
Miku POV:
—Pero Len...
Después de que nos cerró la puerta en la cara, Kaito y yo decidimos irnos a comprar regalos, aunque sea sencillos. Todo el dolor que habíamos vivido estos últimos días no quitaba que era navidad, una fecha alegre y para celebrar.
Él y yo nos habíamos separado para comprar los regalos en el centro comercial, así que aproveché para de una vez comprarle su regalo a Kaito. Después de todo, ya tenía dinero ahorrado.
Fui a una tienda de ropa. Realmente no sabía que regalarle, así que tuve que pensar un rato que le iba a comprar.
Al final me decidí por una bufanda azul. Me pareció adecuada para él, ya que la única que tenía ya estaba por romperse, y además, el azul combinaba perfecto con sus ojos.
Me dirigí a la caja a pagar la bufanda.
—Buenas tardes, ¿sería todo?
—Sí.
—¿Efectivo o tarjeta?
—Efectivo.
El hombre que atendía recibió el dinero que le di.
Entonces, lo miré a los ojos.
—Un momento... Usted es...
—¿Miku? ¿Eres tú, hija?
—¿Eres tú, padre?
Nos miramos a los ojos.
No podía creerlo. Después de años de no vernos, por fin nos volvíamos a encontrar.
—Eres tú... Padre.
Mi padre derramó una lágrima y tomó mis manos. Yo solo lo miraba sorprendida, intentando asimilar la situación.
—Mi pequeña niña... Por fin puedo verte otra vez...
Terminamos saliendo de la tienda y sentándonos en una banca que estaba afuera de esta.
—¿Cómo has estado, cariño? —me preguntó.
—Estoy bien.
La verdad no me interesaba mucho hablar con él. Ya no quería verlo nunca más, pero de todos los lugares en los que podía trabajar resultó que era un empleado de esa tienda.
Y el tiempo y el destino se las arreglaron para hacer que nos encontráramos justo en navidad. Mi mala suerte amenazaba de nuevo.
Mi padre me empezó a hablar de muchas cosas, que desde hacía unos años se había recuperado, y había empezado a trabajar en esa tienda. También mencionó que no sabía nada de mi hermano ni de mi madre.
—Pero hablando enserio, tengo que disculparme contigo. Como tu padre, te pido perdón. Sé que no vas a perdonarme nunca, y que mis disculpas no serán suficientes para compensar el dolor que te causé.
—... Mi vida fue un infierno. Roda mi infancia lo fue... Yo te necesitaba y dependía de ti... Pero tú nunca hiciste nada. Solo me ignoraste y no me creíste cuando te conté que mi hermano me maltrataba. Dijiste que era una estúpida por decir eso de mi hermano...
—Fui un idiota hija. Debí creerte, nunca debí dejarte sola. Todo lo que te pasó es mi culpa. No es la tuya.
—Viví tanto tiempo en las calles, me mataba de hambre y estaba llena de miedo. Odiaba a todo el mundo y trabajé en lugares denigrantes... Como una prostituta.
—Sufriste demasiado...
—Nunca me creíste. Mikuo me violó por más de tres años... Salí de la escuela porque tenía que trabajar...
—Es todo mi culpa... Pero hija, quiero decirte que ya he cambiado. No soy la misma persona de antes. Ya no soy ese hombre borracho y malhumorado que conocías. Ahora soy otra persona. Por favor, déjame estar en tu vida.
—Yo... No.
—Pero...
—Acepto tus disculpas. En ese entonces estabas deprimido. Llorabas todo el tiempo por mamá.
—...
—Sin embargo, no quiero verte, nunca más. No quiero que estés en mi vida. Estoy empezando a vivir otra vez. Y tú no estás en ella.
—... Lo entiendo.
—... Voy a... Voy a tener una hija.
—Eso es... Maravilloso.
—Sí... Estoy viviendo con un amigo... Y tal vez me vaya a casar con él...
—Me alegro que estés bien.
—Sí, ahora soy muy feliz.
—Espero que seas feliz por el resto de tu vida, hija.
Nos dimos un abrazo.
—Adiós, y, feliz navidad. Siempre serás bienvenida en la casa.
Me dio un pequeño beso en la frente y acarició mi cabeza. Entro a la tienda de nuevo, pero antes, le grité algo.
—Feliz navidad también, papi.
Asintió y me despedí de él con la mano.
Me dieron ganas de llorar, pero esta vez iba a contenerme. Al menos había hecho las pases con mi padre. Eso demostraba que aunque lo había sacado de mi vida, ya no tenía rencores con él.
—¿Terminaste de comprar? —Kaito se apareció delante de mí.
—Sí. ¿Tú también?
—Sí.
—Entonces regresemos a casa —dije tomando un poco de aire.
—Bien. ¿Qué pasa? ¿Estás bien? Te noto decaída.
—No tengo nada —sonreí—. Tu madre debe estar batallando preparando la cena. Tengo que ir a ayudarle.
—Es cierto. A este paso deben ser un desastre.
Tomó mi mano y salimos al estacionamiento. Nos metimos en el auto y fuimos de regreso a casa.
Ahí estaban Akaito y la madre de Kaito, acompañados de Lenka, la madre de Len, el padre de Len y las dos pequeñas niñas.
—¡Holaaaa señorita Miku! —la pequeña Yuki fue la primera en correr a abrazarme—. Ah, y hola bebita.
Yuki puso sus manitas en mi vientre y lo acarició. Sonreí y moví sus cabellos.
Yuki me soltó y saludé a todos los presentes, incluída Gumi.
—¿Puedo ayudar en algo, Lenka? —le pregunté mientras entraba a la cocina.
—Claro. ¿Puedes pelar estas papas por mí? Son para el puré —me respondió mientras pelaba unas zanahorias.
—Por supuesto.
Tomé un mandil y me lo coloqué. Comencé a pelar las papas tal y como pidió.
—Vaya, lo hiciste demasiado rápido.
Lenka me sonrió. Luego, la señora Lily entró en la cocina y se puso a ayudarnos.
Una persona más entró: era el señor León. También comenzó a ayudarnos a cortar manzanas en cubitos.
Kaito y su madre entraron también, y ayudaron a sazonar la carne.
Mientras tanto, Gumi, Yuki y Akaito hacían la ensalada.
A ese paso, acabaríamos con la cena de navidad en menos de una hora.
Al terminar, Lenka se quedó preparando el ultimo postre juntona la señora Lily y los demás nos pusimos a decorar.
Kaito sacó todos los adornos navideños del garage. El árbol, varias series de luces, cojines, tapetes, esferas, peluches (demasiado lindos) y un nacimiento.
Acomodé este en la mesa de centro de la sala. La pequeña Yuki se me acercó y miró el nacimiento con atención.
—Hum... ¿Por qué la virgen María tiene ropa tan bonita? —me preguntó tomando la figurita de la virgen en sus manitas.
—Bueno, porque ella es la reina —respondí un poco sarcástica.
—¿Pero qué no se supone que la virgen era pobre? Mi abuelito me dijo que no tenía dinero.
—Tal vez es porque quieren representar a la virgen como una reina.
—Pero eso no tiene sentido... Se supone que ella no tendría el dinero para comprarse esa ropa tan cara... Me gustaría ver a la virgen María de verdad.
Yuki volvió a poner en su lugar a la figura de María.
—Mi mami me decía que la virgen no existía. Ni dios ni Jesús. Me dijo que solo eran personas que los humanos crearon para tener algo en que creer y en que temer. Pero no entiendo a qué se refería mi mamá...
—Tal vez... —miré a la pequeña con algo de tristeza— tal vez tu mamá tenía razón...
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