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Capítulo 6, parte 3, invierno

Len POV:

Mi celular sonó. Era una llamada entrante de mi madre. Decidí ignorarla porque no tenía ánimos para contestarle.

Ya habían pasado casi tres días desde el funeral de mi esposa. Seguía en mi casa sin comer, en desorden. Prácticamente, yo mismo trataba de matarme. Estaba deseando que en algún momento mi corazón fallara para irme de este mundo.

Levanté mi cabeza de la barra. A mi lado se encontraba un cenicero desbordando de cigarrillos acabados.

Saqué una cajetilla más de mi bolsillo y prendí uno de ellos con el encendedor. Por un segundo, pensé en quemar el departamento, pero en ese caso, los vecinos quedarían en peligro igual que yo, y de seguro más de uno moriría.

El timbre sonó. No quería abrir, pero al final, lo hice. Gran error.

—Hola, Ren —. Frente a mí se encontraba Luka, la madre de Rin (o al menos su intento de madre).

—... Váyase de aquí.

—¿No me dejarás pasar? Qué maleducado eres. Hice un largo viaje en auto solo para venir hasta acá y tú ni siquiera tienes la desencia de dejarme pasar a tu casa.

—Es mi casa. Yo decido quién entra en ella.

—¿Ah, sí? Dime, ¿qué has estado haciendo estos últimos días? Te ves horrible. Luces igual que mi marido cuando llegaba de su mediocre trabajo.

—¡No se atreva a compararme con ese hombre!

—Agh, la verdad que eres un desastre. Siempre le dije a Rin que tú no eras el indicado. ¿Pero qué hizo ella? Se acostó contigo y quedó preñada. Y encima me dejó en la ruina.

—Ya cállese —le iba a cerrar la puerta en la cara, pero dijo algo que me hizo enfurecer.

—Era mejor que se casara con Kaito, el es mucho más superior a ti. Pero mira, no me hizo caso y acabó tres metros bajo tierra.

—¡Deje de decir estupideces! ¿¡Qué demonios le pasa!? ¡Era su hija! ¿¡Por qué tanto odio hacia ella!? —grité exasperado.

—¿Odio? No, Ren, yo buscaba lo mejor para mi hija. Algo que ella se mereciera, no un muchacho pobretón que ni siquiera tenía un hogar estable.

—¡Se equivoca! ¡Lo único que usted quiso era el dinero! ¡A usted no le importaba nada más que venderla a esos bastardos!

—¡No me grites de esa manera, estúpido!

—¡Ella era su único medio de negociación para conseguir sus ingresos! ¿¡Y aún así se dice ser su madre!? ¡Para mí no es mas que una vieja degenerada!

Me cacheteó.

—¡Vuelve a decir eso y juro que te mato ahora mismo!

—¡Quiero ver que lo intente, vieja zorra!

La mujer sacó unas tijeras de su bolso, pero cuando estaba por encajármelas en el hombro, se detuvo por el grito familiar de alguien.

—¡Deténgase! —eran Miku y Kaito. Kaito arrebató las tijeras a Luka y Miku se puso delante de mí.

—¿Qué estaba tratando de hacer, señora? —le dijo Kaito a la madre de Rin, quien luchaba por obtener sus tijeras.

—Oh, pero si eres tú, Kaito. ¿Cuánto va que no nos vemos? ¿3 años?

Kaito no dijo nada. Sólo la miró con un gesto de desagrado. Luka se quedó quieta y esta vez miró a Miku, quien no se había quitado de enfrente de mí.

—Y veo que también eres amigo de la prostituta. ¿Qué hiciste, cariño? ¿Se las mamaste para acercarte a ellos? Porque de cualquier otra forma no me explico cómo alguien podría tratarte bien.

Kaito apretó los puños, pero luego se tranquilizó.

—¿Usted qué puede saber de tratar bien a una persona, ah? Usted no es más que una aprovechada avariciosa. Usted jamás trató bien a una persona que no le ofreció dinero. Ni siquiera a su esposo.

—Kaito, querido, yo te aprecio mucho, así que por favor, no menciones al imbécil de mi marido ahora.

—¿Ahora sí le tiene tanto respeto? Puede ser que su esposo era una mala persona con usted, pero eso no justifica que el trato que le dio a sus hijas fue una mierda.

—¿Cómo te atreves a decir eso, Kaito? Sabes que yo di todo por mis hijas.

—Nunca dio nada. Nunca educó a Rin como se debía, sin embargo, ella terminó siendo la mejor persona que pude conocer —dijo Miku, haciéndose a un lado.

—¡Tú no te metas, zorra! ¡Esto es entre él y yo!

—¡No le diga zorra! —Kaito hizo voltear a Luka.

—¡Eso es lo que es! ¡Todos tienen su lugar en el mundo y eso es lo que ella es! ¡Por mucho que pretenda ser una persona diferente siempre será una prostituta!

—¡Pues entonces usted entienda su lugar aquí!

—¡No puedo creer que seas igual de insolente que ese estúpido de allá! ¡Incluso cuando creí que tú eras el indicado para mi hija!

—¡Pues no lo soy! ¡Nunca lo fui, señora! Y si usted piensa que soy un buen prospecto para su hija, solo es porque tengo dinero.

Ya no quería oírlos. A ninguno de los tres. Ojalá ahora mismo el sol explotara y nos matara a todos.

—Ya cállense. Por favor, señora, váyase de aquí —dije entrando de nuevo a mi apartamento, sin cerrar la puerta.

—¿Qué pasa? ¿¡Ya no tienes ánimos de enfrentarme!?

—... Si se dice ser una buena madre, al menos irá a llevarle flores a su hija. No vuelva a toparse en mi vida ni en la de mi familia. Y con familia incluyo a esos dos —dije en calma, apuntando a Miku y Kaito—. Ojalá nunca la vuelva a ver.

Cerré la puerta, para acto seguido, tumbarme detrás de esta. Mi cigarro seguía en mi mano, así que no tuve problemas en quedarme a terminarlo ahí, mientras escuchaba como afuera los tres seguían discutiendo.

—Len, ya se fue. Ábrenos —. La voz de Kaito sonó al otro lado de la puerta.

—Por favor. —es era la voz de Miku.

Al acabar mi cigarro, y luego de oír súplicas de que abriera la puerta por parte de Kaito y Miku, decidí abrirla.

—¿Qué quieren?

—¿Que qué queremos? Que salgas, maldita sea. Llevas casi tres días enteros encerrado. Ignoras las llamadas y no sabemos si tienes señales de vida.

—Perdón. Si solo venías a verificar que no me he suicidado pueden irse —dije.

Antes de cerrar la puerta, Kaito puso su mano y detuvo mi acción.

—Len, entiendo que estas en tu duelo pero... Pero recuerda que tienes que ser fuerte. Tus hijas están muy preocupadas por ti.

—Ellas están mucho mejor sin mí. Si vuelvo a aparecer en sus vidas de seguro las arruino.

—Te equivocas. Tu madre se la pasa llorando todo el tiempo porque no contestas las llamadas ni los mensajes, y aun así decidió no venir a verte para no interrumpirse con tu duelo.

—Dile que me perdone. Un día de estos iré a visitarla.

—¡Escucha, pedazo de idiota! ¿No entiendes que te necesitamos? ¡Hoy es navidad! Tus hijas al menos desean que vayas a verlas.

—También a ellas pídeles perdón de mi parte. Dile a Yuki que su regalo de navidad se lo daré en otro momento, y a Gumi que... Perdone a su padre. No, no le digas eso. Mejor dile que la quiero mucho, y que lamento no ser el padre que ella merece.

—Todos estamos deprimidos —dijo Miku—, pero no podemos quedarnos estancados. Tan solo mírate, tienes la misma ropa de hace tres días, tu casa huele a humo de cigarrillo, tienes ojeras y estás pálido.

—...

—... Vamos a hacer una pequeña cena de navidad en mi casa —. Kaito tomó a Miku de la mano—... Si en verdad amas a tus hijas, irás a verlas esta noche.

—...

—Si vas a ir, no llegues después de las doce. Y ve decente.

Kaito tomó la manija de la puerta y la cerró. Finalmente, los dos se habían ido.

Y me habían dejado solo.





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