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Capítulo 6, parte 2, invierno

*Advertencia: este capítulo contiene descripciones sexuales explícitas. Si eres sensible, pasa a la siguiente parte*.

Kaito POV:

-Déjame quedarme a dormir aquí... -murmuró Miku, sin separarnos del abrazo.

-¿Quieres dormir conmigo aun con mi madre y mi hermano en casa?

-Lo dices como si fuésemos a tener sexo.

Me quedé un rato estático. Al pasar unos segundos volví en mí.

-¡Yo no me refería a eso! -exclamé con un ligero sonrojo.

Ella soltó una pequeña carcajada.

-No vamos a hacer nada -dijo.

Miku sonrió al mirarme, pero unos instantes después su sonrisa se tornó a una mueca de desagrado.

-... Si es que no quieres hacerme nada... -completó la frase.

Nos soltamos del abrazo. La miré, algo preocupado de su insinuación anterior.

-Sabes que nunca te tocaría sin tu permiso. Por favor, no digas eso.

-Perdón. No sé por qué dije lo que dije.

En ese momento no podía leer muy bien sus sentimientos. No entendía si tenía remordimiento o si tenía miedo.

-Ya no quiero regresar a mi cuarto -. Caminó a un pequeño silloncito y se sentó en él-. Está demasiado lejos.

-Está al final de este pasillo.

-No tengo ánimos de atravesarlo.

Procedí a sentarme en la orilla de la cama.

-Tus excusas para quedarte en mi cuarto son demasiado malas.

-A veces no me salen las mentiras.

Se levantó del sillón y comenzó a desabotonar su blusa. Yo la miré con una ceja levantada y con algo de seriedad.

-¿Qué haces?

-Estoy quitándome esta ropa. Me incomoda para dormir.

Finalmente quedó en ropa interior. Se recostó en un extremo de la cama y me dedicó una sonrisa.

-Eres demasiado terca.

Fui al armario y saqué de este una camisa de pijama.

-No quiero que duermas así conmigo al lado.

-¿Y por qué? ¿Te da miedo?

-No hay ningún motivo para sentir miedo.

-... Creo que tiene sentido. No hay necesidad de que me ponga eso. Puedo cubrirme con la colcha.

Rodé los ojos.

La verdad si sentía un poco de pánico, porque a pesar de ser respetuoso con las mujeres y ser lo que los demás considerarían "buena persona", no soy un muñeco de madera.

Puedo sentir lo que todos los humanos sienten, y también tengo deseos carnales.

El problema es que no quería que salieran a la luz, y peor teniendo a Miku a mi lado. Lo que menos quería en el mundo era lastimarla.

-¿Por qué no te acuestas?

-Dormiré en el sillón -dije mientras me desabrochaba la corbata.

-Me quedé aquí solo para dormir contigo -musitó.

-No es... No es apropiado.

-Ya dormimos juntos, ¿cuál es la diferencia ahora?

-La diferencia es que ahora estás semidesnuda.

Los ojos se me abrieron de par en par al darme cuenta de que lo había dicho en voz alta.

-Mira, yo... Yo sé que no lo crees de mí pero... También soy un ser humano. Siento cosas...

-Entiendo.

Asentí y bajé una cobija.

-Aún así duerme conmigo.

-Ya te expliqué mis razones...

-Tienes algo que se llama autocontrol, ¿verdad? Úsalo.

Ella tenía razón. Mis motivos eran estúpidos. Me sentía como un maldito puberto.

-Ya qué.

Quité mis zapatos y mi camisa. Me recosté en el otro extremo de la cama.

-Hasta que por fin.

-Ya estoy aquí, ahora duérmete.

-¿No te vas a quitar eso? -dijo señalando mis pantalones.

-Estoy bien así.

-Ya te dije que no hay ningún problema. Puedes quitártelos.

Suspiré, levantándome de la cama y quitándome los pantalones. Mientras me los bajaba, me di cuenta que mi pene comenzaba tener una erección.

-Buscaré un pantalón de pijama.

-Ya así. La colcha te va a cubrir.

Sin haber logrado ponerme el pantalón de la pijama, me metí en la cama y tapé mi parte baja lo más posible.

Cerré mis ojos, tratando de pensar en cualquier cosa menos un Miku.

Pero unos minutos después sentí que ella me abrazaba. Abrí los ojos y me topé con su cabeza enfrente de mí.

Pegó más su cuerpo con el mío. Esa acción no me incomodaba como tal. Lo que sí me sobresalto fue sentir su muslo desnudó rozar mi entrepierna, lo cuál solo procvocó que mi pene se pusiera más duro.

Solté un ligero gruñido y me levanté de la cama con molestia.

-¿A dónde quieres llegar con todo esto? -le pregunté con enfado-. ¿Por qué quieres dormir conmigo? ¿Por qué estás semidesnuda? ¿Por qué te me pegas así?

-No hay-

-Lo estás haciendo con intención. Si lo que quieres es que tenga sexo contigo no lo conseguirás.

Ella se hincó en la cama y se quedó frente a mí.

-¿Por qué no?

Me miró a los ojos, con los ojos cristalinos.

-No quiero hacerte daño. Yo-

-¿Por qué me harías daño?

-Miku, ya basta. Dormiré aquí contigo pero solo eso.

Volvió a recostarse dándome la espalda. Justo en ese preciso momento, un rayo de luz iluminó su cuerpo, dejándome ver con más detenimiento su espalda.

Tragué saliva ante la inminente crueldad que se hallaba frente a mis ojos. No podía creerlo. No podía creer que la maldad de un ser humano podría llegar a tanto.

En su espalda baja estaba, a modo de cicatriz, escrito: "propiedad de M". Probablemente esa cicatriz se la había hecho su hermano con algún objeto punzante.

Miré más atento su cuerpo. En sus muslos habían cicatrices de quemaduras, como si hubiesen sido hechas con metal caliente.

-Eso lo hizo él la quinta noche que abusó de mí. Llevó a sus amigos y lo hizo como entretenimiento para ellos a cambio de dinero... Los malditos cerdos se masturbaban mientras yo gritaba de dolor -su espalda comenzó a temblar-. Se reían mientras yo lloraba de dolor.

Escuché su voz más quebrada.

-Esos bastardos me golpearon hasta dejarme casi inconsciente, y después se turnaron para follarme...

-Ya no sigas.

-Eyacularon encima del cuerpo de una niña de catorce años... Me insertaron un dildo en el ano y me azotaron con un látigo...

-No hables más.

-Me lanzaron una botella de alcohol y me hicieron masturbarme frente a ellos.

La cabeza me daba vueltas y en mi cabeza se oía un pitido cada vez más fuerte.

-Me insultaron y me llamaron putita. Me maquillaron como una zo-

-¡Ya no hables! ¡Ya cállate!

A ese punto yo ya estaba topandome los oídos. Mis ojos se estaban llenando de lágrimas.

Escuché los sollozos que emitía. La luz dejó de iluminar su cuerpo.

-Sé que no quieres tener sexo conmigo porque te doy asco. No mereces a una puta como yo.

Con esa frase bastó para que yo me pusiera a llorar como un niñito. Me puse flácido, y todo el deseo que antes había sentido ser desvaneció.

-Soy un sucia perra. Alguien como yo no se merece tu amor.

Sus sollozos se oían cada vez más fuerte, al igual que los míos.

Me acerqué a su espalda y la abracé, sintiendo los.temblores de su espalda.

-No digas eso... No te menosprecies así.

-Es la verdad. No hay parte de mi cuerpo que no halla sido profanada... Yo... Permití que las cosas ocurrieran. Si hubiese sido más fuerte-

-Eras... una niña pequeña... No podías hacer nada. Eras... Una niña de 14 años... 14 años.

14 años. No podía imaginarme a qué clase de degenerado lo gustaría violar a una niña.

-Te amo, Kaito. Perdóname por eso. Discúlpame por no saber otra forma para demostrar mi amor. Perdóname por amarte, pero no pude evitarlo. Tu fuiste el único que me extendió la mano para ayudar a levantarme.

Se giró para quedar frente a frente. Secó las lágrimas que caían de mis ojos, y procedió a besar la comisura de mis labios.

Fue repartiendo besos por toda mi cara, masajeando mi espalda con sus frías manos. Entonces tomé mi rostro con sus manos y seque sus lágrimas, para acto seguido besar sus labios con suavidad.

La besé con amor y tristeza. Ella me besó como si un gran peso se cayera de sus hombros.

-Por favor, quiero que tú también me ames. No hace falta que yo te guste. No importa si usas mi cuerpo para satisfacerte. Solo quiero estar a tu lado.

-No estaré contigo por mi egoísmo, o mi deseo sexual. Lo que quiero es que seas feliz y mires el mundo con ilusión, no con desesperanza.

Miré el pequeño bultito en su vientre y lo acaricié. Todavía estaba muy pequeño, y apenas y se notaba.

-Quiero cuidarla a ella también -dije.

Le di un beso rápido en los labios.

-Yo también te amo. Perdóname por no habértelo demostrado.

Ella besó mis labios con más intensidad, provocando que un escalofrío me recorriera el cuerpo. El corazón me comenzó a latir como loco. Posé mis manos en su espalda, dándole caricias.

Poco a poco sus besos fueron bajando hasta mi cuello, laiméndolo y provocando que soltara un gemido. Enredó sus piernas a mi cintura y comenzamos a besarnos con mucha lujuria.

Con una mano comenzó a jugar con el elástico de mis boxers, mientras que con la otra tocaba mi abdomen.

Yo, con algo de temor desabroché su sostén, revelando sus suaves y firmes pechos. Los acaricié con mucha timidez.

Su mano izquierda bajó a mi entrepierna. Comenzó a masajear mi miembro por encima de los bóxers, a lo que gruñí de placer.

-Te amo.

-Yo también.

No salimos de la habitación hasta la mañana siguiente.

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-Buenos días.

Escuché justo al abrir mis ojos.

-Buenos días -respondí.

Miku me observaba con una sonrisa se oreja a oreja. Yo también. Me acerqué a sus labios y los besé.

-¿Qué hora es?

-Son las... -miró el despertador- seis de la mañana.

-Te levantaste temprano...

-Tuve ganas de vomitar.

Dijo mientras se sonrojaba.

-¿Todavía te sientes mal? -pregunté.

-No. Estoy bien. Debe ser porque no cené anoche.

-Entonces deberíamos bajar a desayunar.

-Bien.

Ella se estiró en la cama y se levantó. Estaba desnuda. La cara se me puso toda roja de recordar lo que habíamos hecho anoche.

Abrió el armario y sacó una de mis camisas. Como si nada, la dejó en la cama y procedió a buscar uno de mis shorts.

-¿Tu crees que... nos escucharon? -pregunté, refiriéndome a mi madre y hermano.

-Tal vez sí, pero considerando que las paredes de la casa son muy gruesas, tal vez pudo sonar como simple ruido blanco.

Me levanté de la cama y me coloqué unos pantalones de dormir del armario y una camisa.

-Deberías ir a tu cuarto a ponerte tu propia pijama.

-Sí, pero solo es en lo que me voy.

Caminó al cuarto de baño, dejándome frente al armario.

-Lo siento por anoche.

Di un respingo. Voltee bruscamente a donde estaba. Se ponía crema en la cara.

-Siento que... Te calenté y... No estuvo bien. Fue forzado.

Mi ceño se frunció.

-Si quieres, podemos olvidarlo y hacer como si nada hubiese pasado. No tienes por qué tener algo serio conmigo si no te apetece.

Dejó de hacer lo que estaba haciendo y se miró al espejo de cuerpo entero.

-Aunque creo que-

-¿Por qué piensas que no quiero salir contigo?

Salió del baño y se colocó la ropa que había aventado a la cama.

-No lo sé.

Me acerqué al lado de ella.

-¿Por qué?

-Te dije que no hay un porqué.

-¿Es enserio?

-Sí.

Amarró su pelo en sus dos coletas de siempre.

Contestaba con una indiferencia olímpica hacia mí. Aunque suene ridículo, me sentí utilizado.

-¿Crees que tendría sexo con alguien porque sí?

-Supongo que no... Aún así, te entiendo. A lo mejor estás confundido por eso y crees amarme... No soy la chica que necesitas.

-¿¡Qué demonios te pasa!? ¿Por qué estás diciendo eso?

Me senté en la orilla de la cama.

-Si querías algo de una sola noche debías decírmelo.

-Si te lo decía así no habrías aceptado.

-¿Entonces sí fue de una sola noche?

-No, Kaito.

-¿Cómo esperabas que yo pensara que no iba enserio? Te abracé, me dijiste que me amabas y yo también te dije que te amaba. Te dije que nunca te dejaría sola y que cuidaría de nuestra hija.

Me levanté y caminé al baño.

-Te vi desnuda y me viste desnudo, e hicimos el amor. Te entregué la prueba máxima de mi amor, ¿y aún así piensas que no te quiero?

-Lo siento...

-Yo sí voy enserio. Ayer te hice el amor porque te amo, y quiero que estemos juntos.

Se acercó a mí y me abrazó. Sentí una de sus lágrimas humedecer mi hombro.

-Lo siento. Tenía miedo de que me dijeras que no me amas.

Le correspondí el abrazo.










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