Capítulo 5, parte 5, invierno
Kaito POV:
-Aquí tienes Kaito -la señora Lily me extendió un café.
-Gracias señora.
Ya habían pasado dos días desde que internaron a Rin. Ella todavía no despertaba, pero todos rezábamos que lo hiciera pronto.
Le di un sorbo al café y solté un amargo suspiro. Dentro de unos minutos, entraría a verla. En ese momento Len se encontraba en la habitación, junto a sus dos hijas.
-Hijo, ¿cómo estás? -oí decirle León a Len, quien traía una cara muy amarga, y, francamente, una cara muy muy triste.
-Estoy bien...
A su lado solo estaban Gumi y Yuki, la más pequeña lloraba y era consolada por su hermana mayor, quien también lloraba en silencio. Len no derramaba ninguna lágrima, pero parecía ser más por fortaleza que por una desición propia.
-Kaito -Len se dirigió a mí-, entra a verla si quieres.
-Sigue inconsciente, ¿verdad?
-Sí...
Asentí y palmee su hombro. Caminé al cuarto de Rin y entré en este.
Y ahí estaba ella, recostada en la cama con los ojos cerrados, como sumida en un sueño. Podía observar su pecho subir y bajar por las respiraciones.
-Hola Rin.
Intenté saludarla. Sabía que ella no me respondería, pero aún así trataba de hablar con ella e imaginarme de que estaba despierta.
-Te traje esto.
Al lado de su cama coloqué una foto de nosotros dos cuando éramos niños.
-Pensé que sería lindo recordar esos momentos.
Observé la foto con detenimiento. Éramos dos niños pequeños, con alegría y llenos de vida. Y esperanza del mundo. Ya de adultos, fuimos engañados por la vida.
-Esa tarde mi papá nos llevó a pasear al parque, y nos compró un helado. El mío se calló y comencé a llorar, entonces tú me diste tu helado de vainilla. Luego papá nos sacó esta foto.
Sin poder evitarlo, las lágrimas invadieron mi cara, haciéndome soltar ligeros sollozos.
-Así que por favor, tienes que despertar y recuperarte. Todavía te debo un helado de vainilla... Y todavía tienes que cuidar de tus hijas. No puedes irte aún.
Tomé su mano cálida y me senté en una silla al lado de su cama.
-No puedes irte, porque ni siquiera te he dicho mis sentimientos por ti. Todavía tengo que decirte que te amo.
Devolví su mano a la cama y besé con cuidado su frente.
-Pero, eso no es tan importante... Lo único que quiero es que despiertes.
Acaricié su mejilla y acomodé su cabello.
-Tengo que irme, Miku me está esperando en casa y tengo que cuidarla. Vendré mañana, ¿sí?
No me respondió, obviamente.
-Nos vemos.
Salí del cuarto secándome las lágrimas.
En la sala de espera estaban sentados León, Lily, Len y la hermana menor de Rin, Neru, junto al que yo suponía que era su novio. Decidí acercarme a Len.
A pesar de todo, Len era el más lamentable de nosotros. No comía desde que Rin entró en coma, y permanecía todo el tiempo en el hospital.
-Len, ¿quieres algo de comer?
-Estoy bien así, gracias.
-Al menos deberías ir a casa a bañarte y arreglarte.
-No quiero irme. Tengo que quedarme aquí.
Me quedé callado un rato.
-Vamos afuera.
No respondió.
-Te vez demasiado pálido. Vamos, solo un rato.
Soltó un ligero suspiro y se levantó de la silla. De inmediato me levanté también. Salimos al jardín del hospital. Hacía un poco de frío, puesto que era invierno, pero no se sentía tan molesto.
-¿Cigarrillo? -saqué una cajetilla de cigarrillo del interior de mi bolso, junto con un encendedor.
-Sí.
Ambos tomamos un cigarrillo y los prendimos con el encendedor.
Aún seguía enfadado con Len, pero en estos momentos, no me la podía pasar discutiendo con él. En verdad parecía estar muy frustrado y desesperado. Y sobre todo, yo era su mejor amigo. Debía estar ahí para él.
-Parece hasta hipócrita que me preocupe tanto, ¿no es así?
-...
-Pero, ¿sabes? En verdad sí me lastima mucho. Es una lástima que solo pasando por estas circunstancias me de cuenta de lo mal y lo equivocado que estaba respecto a Rin.
Miré al cielo y contemplé las nubes grises que estaban sobre nosotros.
-Me da pena admitir que fui un imbécil con todos, no solo con ella. Ofendí a mi padre, lastimé a mi madre y hermana, descuidé a mis hijas, te traicioné a ti, insulté a Miku y abandoné a mi esposa. Y solo ahora que estoy por perder todo me doy cuenta de lo mal que me porté.
-No digas eso. No vas a perder a nadie, estarémos contigo, y Rin se va a recuperar, ya verás.
-Eso espero.
-Debes ser fuerte. Tienes a tus hijas. Imagínate, si tú estás así, ¿cómo se sentirán ellas? Te necesitan en este momento.
-Lo sé, pero no sé cómo hacerlo.
-Y tu mamá y papá también. Todos nos sentimos mal. Pero si seguimos deprimiéndonos no lograremos salir adelante.
Terminó su cigarrillo y lo lanzó a un bote de basura. Pasamos varios minutos sin decir nada, solo contemplando el paisaje.
-En verdad quiero que despierte para pedirle perdón. Quiero que sepa que la amo -dijo sujetando una hoja que cayó sobre su cabeza.
No respondí nada ante su comentario. Igual mi cigarrillo se acabó y lo lancé al bote de basura.
-Ve a casa. Tus hijas están allá y necesitan verte. Y tú necesitas comer algo saludable.
-Pero-
-Tus papás están aquí, y la hermana de Rin también. Si algo pasa ellos estarán aquí.
-¿Y tú?
-Tengo que regresar a casa.
-Está bien. Tienes razón.
-Me despides de todos.
-Claro.
Caminó a la entrada del hospital.
-Y tú también perdóname. También te debo unas disculpas a ti.
Sonreí un poco. Como siempre, tan orgulloso. Nunca volteaba a verme.
-Sí que te perdono.
Desapareció de mi vista.
Me dirigí al estacionamiento para ir en camino a casa. Iba calmado, reflexionando sobre toda mi plática con Len.
Al llegar a casa, Salem me saludó recargando su cabeza en mis pies. Estos últimos días casi no lo mimaba por la misma situación. Así que esta vez lo cargué y lo acaricié.
-Yo también te extrañaba.
Miku no estaba en casa. Ella tenía un trabajo de medio tiempo y por eso últimamente no estaba en la casa por las mañanas.
Cuando Salem se cansó de mis cariños, fui a la cocina y me hice el desayuno: un sándwich a la parrilla con jugo de naranja y fruta.
Esta vez "rompí las reglas" y me senté a comer en el sillón (uy, Kaito, yo siempre rompo las reglas). Esta vez me puse a ver contenido de calidad en lugar de programas baratos de televisa... Digo, televisión.
Al acabar, lavé mis platos y salí a la cochera.
-A ver...
Me la pasé buscando algo en mis cosas, hasta que por fin logré encontrarlo.
Era una cerreola en muy buen estado. La había comprado hacía dos años porque una amiga mía estaba embarazada, pero nunca se la di.
-Qué bueno que nunca la regalé.
De hecho, este mismo día íbamos a ir a descubrir cuál sería el género del bebé.
Cando acabé guardé todo en su lugar y regresé a la casa. En el camino, cuando pasé por la entrada me topé con Miku.
-Llegaste muy temprano -dije después de saludarla.
-pero si ya son las cuatro de la tarde, Kaito.
-¿¡Eh!? Vaya, veo que cuando me concentro mucho en algo pierdo la noción del tiempo.
Soltó una carcajada.
-¿Qué estabas haciendo en la cochera?
-Buscaba esto -le enseñé la carreola.
-¿Tenías una carreola?
-Está nueva. Deberíamos usarla para el bebé. Y hablando de bebés, ya deberíamos ir a la cita. Ya van a ser las cinco.
-Sí. Hay que irnos ya.
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
Wooa, después de tanto hacer sufrir a los personajes, este capítulo me da un poco de tranquilidad. Lástima que solo será por este.
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