Capítulo 5, parte 10, invierno
Kaito POV:
—Vas a estar bien.
Rin negó. No iba a estar bien.
—Claro que vas a estar bien.
Yo sabía que no. No iba a estar bien. Iba a morir.
—Me da mucho miedo, Kaito... Me da mucho miedo dejar a mis niñas.
Derramó una lágrima.
—No quiero dejarlas. Ni a Len, ni a ti. Me aterra tener que irme. Todos ustedes me necesitan.
La abracé sentí mis lágrimas correr por mis mejillas también.
—¿Recuerdas la canción que mi padre nos cantaba? —le dije para intentar tranquilizarla.
—¿Cuál de todas?
—La que decía... —me aclaré la garganta para cantar— "Si las flores florecen hoy, seguiré viviendo".
—"Si las flores se marchitan mañana, también seguiré viviendo" —completó la letra de la canción.
—"Si los pájaros cantan hoy, seguiré viviendo".
—"Si los pájaros no cantan mañana, también seguiré viviendo".
—"Si hoy el sol brilla, seguiré viviendo".
—"Si el sol no brilla mañana, también seguiré viviendo".
Y terminamos la canción cantando la última frase: "Porque de eso se trata la vida, de seguir viviendo".
Los dos nos soltamos a reír.
—Hace mucho que no cantamos esa canción —dijo entre risas.
—Sí... Olvidaba lo hermosa que era la letra.
—Y lo hermoso que se siente cantarla.
Nos quedamos en silencio, con una sonrisa melancólica. Probablemente pensando en cosas diferentes: ella en sus hijas, y yo en ella.
—En diez días va a ser navidad. Quiero salir aunque sea ese día.
—Claro que sí. Sino vendremos todos y celebraremos navidad aquí contigo.
—... Gracias.
—De nada —acaricié su cabeza como cuando éramos niños.
Sonrió y soltó un ligero suspiro.
—... ¿Y cómo está Miku?
—... Bien. Está bien.
—Me alegro.
Me miró a la cara, como examinándome.
—Estás enamorado. Puedo verlo en tus ojos.
—¿Mis ojos? Mis ojos están normales.
—Cuando estás enamorado tus ojos brillan más fuerte. Y te pones tu camisa favorita. Y tu bufanda azul si es invierno.
Miré mi vestimenta. Sí, así era. Siempre me ponía mi camisa favorita y mi bufanda.
Pero lo raro es que siempre usaba esa camisa. Y esa bufanda, si era invierno. Solo en ocasiones especiales me ponía otra cosa, pero siempre estaban conmigo.
—Pero si siempre uso esto.
—No, solo las usas cuando estás enamorado.
—No estoy enamorado de ella.
—... Tus ojos siguen delatándote.
—Debo tener sueño. Tal vez por eso me brillan los ojos.
—No. ¿Cuántos años crees que llevo conociéndote?
—Lo digo enserio.
—¿Ah, sí? No lo niegues. Si no es ella, ¿entonces quién más?
—Eso no te lo puedo decir...
Rin mostró una pequeña sonrisa.
—Dímelo.
—Es que...
¿Valía la pena decírselo? ¿Valía la pena decírselo sabiendo que es una mujer casada? ¿Valía la pena decírselo si estaba a punto de morir?
No quería que Rin se fuera con una mala impresión mía. Pero tampoco quería que se fuera sin haberle dicho mis verdaderos sentimientos.
—Siempre has sido tú —dije, sintiendo mis mejillas calentarse.
La expresión de ella cambió drásticamente. Sus ojos se abrieron de la sorpresa, e igual se sonrojó.
—¿Qué quieres... decir con eso?
—Siempre me has gustado tú. Tal vez desde que nos conocimos. No, desde que nos conocimos. Siempre te he amado en secreto. Incluso cuando te enamoraste de Len, incluso cuando te casaste con él y tuviste hijas. Yo siempre estuve enamorado de ti. Y lo estoy.
Se quedó boquiabierta.
—Perdóname —dije bajando la cabeza.
—¿Por qué nunca me lo dijiste?
—Porque no quería arruinar nuestra amistad.
Me acerqué más a su cama.
—Yo...
La interrumpí dándole un beso en la boca. Como si fuéramos dos adolescentes besándonos por primera vez.
Sabía que no era lo correcto hacer eso cuando se estaba muriendo. Pero no podía resistirme. La amaba, y quería que lo supiera, aunque eso significara traicionar a mi mejor amigo.
—Perdón. No debí haber hecho eso.
Me alejé lo más rápido que pude de ella. Rin se llevó los dedos a la boca y tocó sus labios; unos labios quebradizos y cálidos.
—Yo también sentía algo por ti.
La miré sorprendido.
—Pero... Estaba muy asustada. Me daban miedo los hombres... Y no pude decirte que me gustabas.
—Comprendo.
—Y ahora yo... Amo a-
—Lo entiendo. Está bien. Solo quería que lo supieras —sonreí apretando su mano.
—Gracias por entenderlo.
Nos quedamos unos minutos en silencio, mirando a través de la ventana. La ciudad nunca se había visto más bella. Tal vez por el hecho de que ahora valoraba más la vida.
—Cuídala mucho —murmuró—. Si la amas, te darás cuenta. Porque así como yo, tu ya no me amas. Estás enamorado de alguien diferente.
Voltee hacia ella. No dejaba de mirar el cielo gris.
—Kaito, prometo que aunque el día sea nublado mañana, también seguiré viviendo —dijo con la voz más dulce que jamás había escuchado.
—Promételo.
—Lo prometo. Juro seguir viviendo.
Miró atentamente su reloj.
—Y si no cumplo mi promesa...
—No digas eso.
—Tú sigue viviendo. Y sé feliz. Cásate con esa chica y azla sentir amada. Porque ella te adora, y lo único que necesita es sentir amor.
—No sé si-
—Si puedes. Tú puedes.
Asentí. Ella me sonrió y me regaló otra sonrisa.
—Gracias por venir.
—Te quiero —le dije.
Besé su frente. Luego miré su rostro. Toqué sus manos, quizá por ultima vez. Las ganas de llorar me carcomían por dentro, pero no quería hacerla sentir mal otra vez. En lugar de eso, sonreí.
—Recuerda que vivirás —me dijo.
—Sí. Seguiré viviendo. Es una promesa.
Miré por ultima vez el cielo gris por la ventana. La miré a ella.
—Nos vemos —me despedí.
—Adiós.
Salí del cuarto con un nudo en la garganta. No quería hablar con nadie, a pesar de que afuera estaban la hermana de Rin, Lenka, Lily, León y Len. Solo les hice una seña de despedida y me dirigí al estacionamiento.
Conduje a casa con las lágrimas recorriendo mi rostro. Hasta el cielo lloraba conmigo, las gotas de lluvia caían y se metían al auto por las ventanas abiertas mojando mi cara.
Estaba molesto, porque también sabía, que a lo mejor al dia siguiente ya no podría escuchar su voz.
Porque a lo mejor al día siguiente ya no podría tomar sus manos.
Porque a lo mejor al día siguiente, el día amanecería nublado.
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