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capítulo 4, parte 4, otoño

Miku POV:

*Advertencia: este capítulo puede tener escenas fuertes para algunas personas, pero son necesarias para contar la historia.*

-Tengo sueño... -dije a mi misma estirándome en el sillón mientras veía la tele.

Kaito todo el día había estado afuera, salió temprano en la mañana y desde entonces no regresaba. Ya contaba las horas de su regreso porque en verdad me sentía aburrida y un poco insegura, a pesar de que ya no habían amenazas para mí.

-Bueno, al menos tú estás conmigo. -le dije a mi vientre mientras lo acariciaba- Serías un buen niño si no hicieras engordar a mamá.

Me levanté y fui a la cocina por unas galletas a la despensa. Me senté a comerlas en la barra.

-¿Vamos a comer lo mismo hermanito?

Por un momento, recordé a mi yo de la infancia.

-... ¡Pero no te preocupes! Esta vez te voy a dar mi parte de las galletas. En la escuela una de mis compañeras me dio la mitad de su sándwich.

-¡Gracias hermanito!

Recordar esa escena me puso un poco feliz, cuando convivía con mi hermano y las cosas eran pacíficas entre ambos.

-¿Hoy va a venir mamá a visitarnos?

-En un rato...

Di un bocado más fuerte a la galleta, reprimiendo cualquier
recuerdo después de esa corta charla con mi hermano.

-¡Mamá! ¡Hola mamá... ¿Quién es ese señor?

-¡Guarda silencio! ¡Voy a estar en el cuarto de arriba y más les vale que ni se les ocurra entrar!

Esa noche mi madre llevó a un hombre a casa, era la primera vez que lo hacía. Siempre que le tocaba visitarnos, aprovechaba que estaba en casa para hacer lo que quisiera.

Mejor decidimos salir a jugar al parque, era mejor tomar aire fresco a oír como mamá gritaba el nombre de ese hombre. Mi hermano consiguió comprarme un helado que compartimos y nos sentamos a comerlo en el pasto.

-Voy al baño. Hermana, espérame aquí.

- hermano.

-No hables con desconocidos. Quédate aquí sentada.

-.

Cuando mi hermano se alejó, obedecí y me quedé donde él me dijo. Como estaba algo aburrida, me le quedaba viendo a las personas que pasaban, se veían felices, otras apuradas, y... Creo que ya no recuerdo a quién vi después... ¿O sí?

-¡Hey, ! ¡Ven acá!

-¿Quién es usted señor?

-¿Tienes hambre?

-No.

Ese tipo me regaló un plato con un sándwich y varias uvas. No sabía el por qué, pero ahora que lo pienso, tal vez yo no me veía muy bien vestida y nutrida en ese entonces.

-Muchas gracias señor.

-No agradescas. Mejor dime, ¿cómo te llamas?

-Me llamo Miku.

-¿Por qué no comes nada?

-Lo estoy guardando para mi hermano mayor. Hoy él me dio la parte de sus galletas.

-... Ya veo.

-¡Pero no sienta lástima por nosotros! Mamá y papá son buenos padres, sólo que están tristes.

-Deben ser buenos padres, porque criaron a una niña muy amable.

-Gracias. Señor, y-

-¡Miku! ¿¡Qué te dije sobre hablar con extraños!?

-Hermanito... Perdón, mira, él nos regaló esta comida.

-¡No aceptes nada de desconocidos! ¡Te dije claramente que no te levantaras de ahí!

-Lo siento...

-Oye, no te preocupes. Ella no habló conmigo, yo fui quien la llamé. Bueno, me tengo que ir. Adiós, fue un gusto conocerte.

-...

-¿¡Qué esperas!? ¡Vámonos!

Antes de irme, me fijé en que en la banca donde antes estaba sentado ese señor había una caja de música plateada. La tomé y la guardé.

-¡Te eh dicho que no hables con desconocidos!

-Ya te dije que lo siento.

-¿¡Lo sientes!? ¡Ese tipo pudo hacerte algo!

-Pero no lo hizo, así que no es malo.

-... ¡De seguro esta comida también está envenenada!

-¡No! ¡No la tires a la basura! ¡La guardé para ti!

-¡No estamos seguros!

-Ya la tiraste... Se veía tan rico...

Continuamos caminando, yo con una enorme tristeza y él con un enojo, jalándome del brazo llegando a lastimarme.

-¡Te he dicho que no hables con otra persona que no sea yo!

-...

-¿¡Te quedó claro!?

-...

En casa, las luces estaban apagadas y parecía que se oían risas en el piso de arriba. Yo y mi hermano nos quedamos en mi cuarto.

-Escucha hermana, sabes que no me gusta que hables con desconocidos.

-Perdón hermanito... No lo volveré a hacer.

-Prométeme que no vas a hablar con ningún hombre... No quiero que te fijes en otro hombre que no sea yo.

-No voy a hablar con nadie más que .

Debí notarlo, desde ese momento, las cosas con él se ponían cada vez más extrañas... Supuse que se trataba de su protección como hermano mayor pero... Desde ese entonces las cosas en su cabeza no estaban del todo sanas.

-Tengo sueño...

-Vamos a dormir.

Sí. ¿Cómo tardé tanto en deducirlo? ¿Era porque era una niña inocente? ¿O porque era ingenua? Pensándolo ahora, él siempre insistía en hacer cosas extrañas... Pedía que nos bañaramos juntos o que durmieramos juntos sin nada de ropa... Y le gustaba vestirme y verme desnuda...

-Hermano... ¿Mamá nos quiere?

-, claro que .

-Quiero pensar eso... Al menos te tengo a ti a mi lado... que tu nunca me vas a dejar.

-...

-Descansa Mikuo.

- también.

Dormimos juntos. Claro, mamá estaba en el piso de arriba y no parecía querer venir. Papá no regresaría hasta la tarde del día siguiente.

-Buenos días hermano...

-...

-Todavía no despiertas. Voy a ver a la cocina a ver si hay algo para desayunar.

-Qué tenemos aquí... ¿Eres la hija de Miki?

- señor... Usted es el hombre que está con ella.

-...

-Bueno, voy a ir a la cocina.

-... Espera.

-¿Eh? Suélteme. Me lastima señor.

-Miki tiene una hija muy hermosa... Sería una lástima que no la disfrutara.

-Por favor, suélteme.

-Oh, no te preocupes bonita, la pasarás muy bien conmigo.

-No, por favor...

-Vas a sentir tan rico... Te vas a retorcer de tan solo verlo.

-No... Señor no me toque así... ¡Me duele! ¡Me duele!

No grites! ¡Harás lo que yo te diga o mataré a toda tu familia!

-¡No! ¡No les haga daño!

-¡Entonces cierra la boca!

Ese hombre intentó violarme. Ni mi hermano ni mi madre aparecían, pero yo sentía que estában demasiado lejos. Me manoseaba sin ningún cuidado en el suelo y me decía una mierda de cosas... Yo me retorcía en llanto...

-Ahora... Me vas a dar una mamada...

-Por favor... No.

-¿¡Qué demonios está ocurriendo aquí!?

-Mamá... Quítamelo de encima.

-¡Suéltala idiota! ¡Eres un maldito degenerado! ¡Lárgate de aquí!

-¡Me das asco, maldita zorra!

En mucho tiempo, era la primera vez que mi madre me defendía de algo.

-Mamá... Tengo-

-¡Cállate! ¡Maldita estúpida, eres una hija de puta! ¡Por tu culpa él se fue!

-... Perdón mamá.

-¡No me llames mamá! ¡Debí haberte abortado! Mejor hubiera dejado que te violara haber si así aprendías la lección. ¡Eres una maldita mierda!

Me golpeo tan fuerte como pudo. Esa paliza, nunca la olvidaría. Yo era un mar de lágrimas mientras esperaba a que mi hermano llegara y me defendiera.

-¡Madre! ¡Miku! ¡Vete de aquí!

-Hermanito...

-¡Haber si así aprendes a respetarme y a no tentar a los hombres, zorra! Mejor me voy.

-Mamá...

-¿¡Estás bien!? ¿¡Qué te pasó!?

-Ese hombre era malvado...

-Ya... Está bien... Estoy aquí.

-...

-Por eso es que nunca debes de acercarte a otros hombres.. Porque son malos y intentan aprovecharse de ti.

-Ya no me voy a acercar a nadie mas que a ti.

-, yo nunca te haré daño.

"Yo nunca te haré daño".

-Hijo de perra...

Me solté a llorar. Había cosas, que por más que yo quisiera borrarlas de mi memoria, nunca desaparecerían por completo. En cada momento de mi vida, seguirían así. En cambio, los buenos momentos eran casi nulos y apenas podía recordarlos.

Parecía como si dios quisiera que me pudriera y disfrutara verme sufrir. La felicidad que me quedaba y para lo único que vivía era para este bebé. En verdad, no podía decir al cien que lo odiaba, pero lo quería un poco, y, además, estaba decidida a darle una vida más cómoda, como la que yo nunca pude tener. No quería que él o ella sufriera los maltratos y abusos que yo sufrí. Quería que tuviera una infancia feliz, como la de cualquier otro chico de su edad y que se sintiera orgulloso de tener una madre, lo que yo nunca pude tener.

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