Capítulo 4, parte 10, otoño
Kaito POV:
-Voy a subir las cosas al auto. -dije a Miku.
La verdad quería dejarla hablando con su amiga, ya que de seguro querían hablar de cosas distintas, y tal vez estando yo ahí no podrían hablar tan a gusto.
Metí las cosas en la cajuela y me recargué en esta. Saqué un cigarrillo y el encendedor y me puse a fumar tranquilamente. Varias personas caminaban tranquilamente.
Independientemente de que un club nocturno se hallara aquí, la gente caminaba bastante por los días, e incluso parecía una bonita plaza para pasear.
Entonces, un niño rubio llamó mi atención. Ese niño lo había visto en algún lado.
-Así es... ¡Oliver! -me acordé de el pequeño Oliver, mi chofer y empleado- ¡Hola Oliver! ¿Qué haces por aquí?
Oliver iba acompañado de una mujer, quien lo tomaba severamente de la mano. Él por un momento me miró, pero rápidamente desvió la mirada y siguió caminando acompañado de esa señora. Se veía bastante nervioso.
La mujer parecía charlar con él, aunque debo de destacar que el niño no se veía para nada cómodo. Cuando estaban por salir de mi vista, vi algo terriblemente aterrador. Esa mujer puso sus manos en la espalda baja del niño, mientras esbozaba una terrorífica sonrisa.
Tal vez era mi imaginación queriéndome jugar una muy mala broma, pero, habría jurado que vi la cara totalmente triste de Oliver.
-Basta Kaito, ya te imaginas cosas. -me dije a mí mismo.
-He vuelto. -Miku regresó con una gran sonrisa de oreja a oreja- ¿Con quién hablabas?
-Ah, con nadie. Ya sabes, yo hablo solo muchas veces.
-Vámonos ya.
Apagué el cigarrillo y me subí en el auto, acompañado por Miku en el asiento copiloto. Conduje de regreso a casa mientras hablábamos de varias cosas.
A pesar de respirarse un buen humor entre los dos, yo no dejaba de pensar en Oliver y esa rara mujer que le acompañaba.
Tal vez sea su madre y lo estaba regañando.
-Hey Miku... ¿Gakupo permite que niños se prostituyan en el club?
Miku se quedó pensando un buen rato, pero finalmente respondió negando con la cabeza.
-No, él nunca haría eso. Ni lo hace. Podría meterse en problemas.
-... Ok. Pero -recordé entonces el día en que fuimos a visitar a Rin en su apartamento. Si no mal recordaba... Miku y Oliver se miraron de forma muy muy sospechosa- ¿por qué te viste tan raro con Oliver la vez que fuimos a casa de Rin?
Tragó saliva y me miró con una cara un poco más afligida.
-Él me recordó a alguien. Eso es todo.
No quise preguntar más. No quería arruinar el buen momento para ella.
-¡Ah, al fin en casa! -Miku se estiró y sentó en el sillón bostezando.
-¿Tienes ganas de hacer algo?
-No lo sé. Estoy algo cansada. Ir por un helado no es mala idea.
-¿No hace mucho frío para comer helado?
-Antojos de embarazada. Pero me da pereza ir por el. Mejor comeré galletas.
-Voy por el helado. -dije.
-No es necesario, dije que mejor comeré galletas.
-No es ninguna molestia para mí.
-Pero acabamos de llegar y tienes que irte. No es justo. No puedes estar cumpliendo cada uno de mis caprichos.
-Está bien, no es problema. Tengo que ir por más cigarrillos de todos modos.
-Bueno, si insistes. Solo no te vayas para siempre.
Salí de la casa y caminé a la tienda más cercana. Tomé un bote de helado de vainilla y una cajetilla de cigarrillos. La mujer que atendía me cobró amablemente y salí de la tienda.
Aunque el día era frío, los pequeños rayos del sol golpeaban mi piel haciéndome sentir una gran calidéz. Me senté en una banca.
-El día es hermoso ¿verdad?
Alguien me preguntó. Voltee bruscamente a mi lado y me topé con una hermosa mujer de pelo castaño y muy bien vestida. Llevaba una cálida sonrisa y tenía un vestido rojo muy bonito.
-Sí, lo es.
Sonreí hacia ella, pero, minutos después no pude soportarlo más y me solté a llorar. Ella me abrazó y acarició mi cabeza.
-Mei, eres tú. Estás bien.
-Kaito, sí, estoy bien. Estoy bien.
Me separé de ella y toqué suavemente su cara. Ella seguía sonriendo, pero el hecho de poder saber que ella estaba delante de mí me confirmaba que no era un sueño.
-¡Perdóname! ¡Perdóname por favor! Meiko, perdóname por favor.
Yo no dejaba de llorar. Era como un niñito que se acababa de caer llorando en el pecho de su madre.
-Estoy bien Kaito, estoy bien. -dijo con una voz muy suave y dulce.
Nos quedamos un rato más abrazándonos, mientras yo lloraba y le pedía perdón.
-¿Dónde estuviste todo este tiempo? -pregunté intentando tranquilizarme.
-Por un tiempo estuve en las calles, pero, una mujer de una fundación logró rescatarme y darme lugar en un albergue. Recibí mucha ayuda. Gracias a eso logré convertirme en una buena aseguradora de bienes raíces.
-¿Sigues viviendo en el albergue?
-No, ya puedo pagar mi propio apartamento.
-Mei...
-No es tu culpa, Kaito. No estoy molesta contigo. No tengo ninguna razón. Tú hiciste todo por mí.
-Pero yo nunca dejé que te explicaras.
-Yo habría actuado igual que tú.
-¿Entonces por qué te fuiste?
-Porque entendí que... Entendí que no debía molestarte. Solo te causaba problemas.
-No fue así.
-No podría estar dependiendo de ti siempre.
-Si te hubieras quedado...
-No existe un "hubieras". Kaito, no me arrepiento de mi desición, porque tarde o temprano lo habría hecho. Lo único para lo que he tenido valor en mi vida es el haberte dejado.
-No sabes cuanto te extrañé.
-Y yo también.
Ella se puso de pie.
-¿Qué hacías por aquí? -pregunté al mismo tiempo poniéndome de pie.
-Venía a verte. Quería agradecerte, pero pues estabas aquí. Que suerte, ¿no?
-Sí, muy buena suerte.
-Qué bueno que podré verte.
-No lo digas así, parece como si nunca nos volviéramos a ver.
Ella puso una cara un poco triste. Inmediatamente entendí de qué se trataba todo esto.
-Y también. -sacó algo de su bolsillo- venía a despedirme.
Me entregó lo que había sacado. Era un libro, el del principito. Yo se lo había prestado antes, así que supongo que nunca me lo devolvió.
-Tenía que devolverlo.
-Gracias, Mei.
-Gracias a ti.
Nos abrazamos. Tal vez por última vez en nuestra vida.
-Salúdame a Rin y Len. Y a sus niñas.
-Te voy a extrañar mucho.
-Yo también.
Hice una pausa momentánea y la miré a los ojos.
-Se feliz. -le dije.
-¿Eh? Ya lo soy. Espero que tú también lo seas uno de estos días.
Se despidió de mano, y así, se fue, caminando hacia adelante.
-Sí, seré feliz Meiko.
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