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Capítulo 3, parte 9, otoño

Kaito POV:

-Ella en verdad es hermosa. -Miku se acostó en la cama sin algo de cuidado, suspirando.

-Muy hermosa.

-Pienso que, en verdad, ellos algún día se separaran. Tendrás una oportunidad con ella.

-No lo creo en verdad. Es complicado...

-¿De qué manera es complicado?

-Yo ya soy un hombre adulto. A diferencia tuya, yo ya no soy un jovencito.

-¿Y eso qué? Len tampoco era muy joven... Las personas pueden hacer cosas aunque sean mayores.

-No sé si pueda cumplir un rol de pareja o esposo. Lo mismo es lo de ser padre.

-¿No te agrada que las niñas no tengan tu sangre?

-Eso no me importa, lo que en verdad no sé es como actuar.

-Pienso que serías un buen papá. Len es un completo cretino que no le presta atención a sus hijas, y aún así lo llaman "padre". Tú serías mucho mejor.

-...

-Bueno, no hablemos más de eso. Es algo en lo que yo no debo meterme.

Se levantó de la cama y se estiró.

-¿Quieres hacer algo? -pregunté igual poniéndome de pie.

-No lo sé. ¿Tienes algo de trabajo?

-No. Pero si quieres podemos salir o algo.

-Oh, ¿no será peligroso?

-No.

-De acuerdo. Podemos ir caminando a la plaza más cercana.

-Está bien. Yo ya estoy lista.

-Yo igual. Vamos.

Asintió y los dos salimos del cuarto. Abajo, salimos de la casa.

-Espera, olvidé a Salem en el patio trasero. -Miku entró en la casa y fue a sacar a Salem.

Mientras esperaba, una vecina se me acercó. Paseaba a su pequeño perro, pisando algo de mi césped y desacomodando las piedras apiladas.

-Buenas tardes, señor Kaito. -saludó poniéndose enfrente de mí.

Estaba por decirle que bien, pero en eso Miku llegó.

-¡Oh, pero que mujer más bonita! -exclamó mi vecina, poniendo su mano en su cara.

-Eh, gracias... -contestó confundida la de coletas, mirando a mi dirección.

-¿Es su novia? ¡Es realmente bella! Aunque extraño a la anterior, a Meiko.

Miku, más que sorprendida, se vio algo avergonzada, sonrojándose y sonriendo de forma extraña. Yo, igual me puse nervioso, pero no por lo de que Miku fuera mi novia, mas bien por la mención de Meiko. Ahora temía que Miku me preguntara sobre ella.

-Si... Yo también la extraño. -solté sin pensarlo, causando una confusión entre las dos mujeres.

-¡Pero bueno! Los dejo, adiós señor Kaito.

La mujer se fue dejándonos a Miku y a mí confundidos.

-Ya, vamos.

-Sí.

Ambos caminamos a la plaza, en silencio. Ella parecía estar feliz, miraba para todos lados y caminaba animada. Por un momento se vio como una niña, abriendo sus ojos y mostrando una gran sonrisa.

-Veo que estás feliz, -mencioné.

-Me siento bien. Hace mucho que no salia. Tú también te ves feliz.

-¿No lo había estado?

-Bueno, casi todo el tiempo te vez triste y serio...

-Ya veo... Supongo que mi cara es así jeje.

-Pero... ¡No te ves mal! ¡Eres bastante guapo! -dijo poniéndose enfrente de mí negando con las manos, caminando para atrás.

Me reí y caminé a su lado. Llegamos a la plaza y vimos varios puestos, de ropa, de dulces o de cosas al azar. Terminé comprándole algo de ropa de su talla, ya que la que le daba de mi madre le quedaba grande, y ni de broma pensaba llevarla al bar.

-No tienes por qué comprarme ropa, no es tu obligación gastar dinero en mi.

-Necesitas ropa, esa te queda grande.

-Si trabajara podría pagarlo por mi cuenta.

-Pero si trabajaras te pondrías en peligro. Además, es bueno que de vez en cuando descanses del trabajo.

-Mi trabajo era agotador aunque no lo creas.

-Todos los trabajos cansan.

-Era una carga difícil, el tener que estar a las espectativas de los clientes, y llevar la carga emocional de que tal vez ellos tienen familias y esposas. Las primeras veces, me entristecía pensar eso... O me asustaba el pensar en que me podría contagiar de una enfermedad o embarazarme.

-Ese trabajo no te gustaba mucho, ¿verdad?

-No es que no me gustara, digo, estaba acostumbrada a eso... -se agachó un poco y se detuvo.

-Pero... No tienes que hacer eso más.

-Eso espero. Es lo único que sé "hacer bien".

-....

-...

-¿Quieres algo de cenar?

-Tal vez... Un pastelillo estará bien.

Pasamos a la pastelería y compramos dos rebanadas de pastel de tres leches.

Vimos un par de tiendas más y al ver que estaba oscureciendo, regresamos a casa. Entramos y nos derrumbamos en el sillón a comer el pastel mientras platicabamos de más cosas. De un momento a otro, la cara de ella se tornó un poco verde, y comía con desesperación el pastel.

-¿Te sientes bien?

-Yo... -antes de acabar la frase, corrió al baño tapándose la boca y apretando su estómago.

La seguí inmediatamente. Llegamos al baño, abrió la tapa y vomitó. Respiraba agitadamente, tomó un pedazo de papel higiénico y se limpió la boca. Bojó la palanca y volvió a ponerse de pie.

-¿Qué fue...? Te llevaré a un doctor.

-¡No no no! No quier-

Se desmayó.

-¡Miku!

La cargué y la llevé al auto. Conducí a un hospital cercano. Ella seguía inconsciente, respirando relajada. A mitad de camino, finalmente reaccionó.

-Ah, ¿qué pasó? -miró confundida tallándose los ojos.

-Te desmayaste.

-¿A dónde vamos?

-Vamos a un hospital.

-¡No quiero ir a un hospital! ¡Me aterran los hospitales!

-Estás enferma, Miku. Desde que te quedaste conmigo estabas muy extraña.

-Pero-

-Sin peros. Vamos a ir.

Se quedó callada, recargando su cabeza en el respaldo y mirando por la ventana.

Al llegar estacioné el auto y los dos bajamos. Noté que ella estaba bastante nerviosa, las manos le temblaban y sus pasos eran muy débiles.

-Tranquilízate, todo estará bien.

Caminamos hasta la sala de espera, en emergencias.

-¿Te asustan mucho los hospitales?

-Sí... La última vez que vine mi madre casi moría.

-...

-No me aterraba que muriera, sino que siguiera viva. Deseaba que muriera...

-...

-Perdón por eso.

-Todo saldrá bien.

Finalmente llegó nuestro turno. Un doctor de bata blanca y de mediana edad nos hizo pasar a su consultorio y nos sentamos enfrente de su escritorio.

-Buenas noches, ¿quién necesita mi ayuda?

-Ella.

Miku miro tímida al doctor y este le sonrió amable.

-Bien, ¿cuál es su nombre señorita?

-Me llamo Miku Hatsune.

-¿Y su edad?

-Tengo 24.

-¿Qué le sucedió?

-Hace un rato me vomité y desmayé.

-Ah, ya veo. Si es así, entonces venga, por favor.

Hicieron una chequeo como de costumbre.

-Bueno, usted parece tener una infección en el estómago. Por favor, le recomiendo que...

-Doctor... Ella no sólo estuvo enferma hoy.

-¿A sí? Dime, joven cita, ¿desde cuando?

Ella me miró algo molesta, pero yo la ignoré. No estaba dispuesto a que tacharan sus malestares como una simple infección.

-Hace una semana más o menos.

-¿Y qué síntomas tiene?

-Los mismos... Solo que menos molestos.

-Ah estado vomitando mucho también. -dije.

-Eh... Me duele mucho el vientre y siento como si me pellizcaran.

-Ya veo... ¿Él es su pareja?

-No, soy su amigo.

-Oh, entonces es alguien de confianza. Digame: ¿notaste algo en tu periodo últimamente?

Al hacer esa pregunta, desvíe la mirada y me puse nervioso. Ya me temía lo peor...

-No. Todo estaba en orden.

-¿Estaba?

-Me refiero a que todavía no es mi día. Así que no sé si algo esté raro.

-¿Usa métodos anticonceptivos?

-Sí... Pastillas.

-¿Las has consumido últimamente? Tal ves sean síntomas de haber dejado repentinamente de tomarlas.

-No... Aunque...

Sus ojos se pusieron acuoso, y sus lágrimas invadieron su cara.

-Dejé de usarlas un tiempo porque, estuve muy estresada y olvidé tomarlas.

Se secó las lágrimas y volvió a mirar al doctor.

-¿Has tenido relaciones?

-Sí.

-Me gustaría hacerte un ultrasonido y unos exámenes de orina.

-¿Qué es lo que tengo?

-No puedo asegurarselo sin tener pruebas, pero basándome en lo que dice creo que está embarazada... Pero no se asuste, tal vez sea otra cosa.

Miku volvió a sollozar.

-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-

De camino a casa, no decíamos nada. El aire se sentía incómodo y su lágrimas seguían cayendo.

-Hey.. No te frustres tanto, todavía no sabemos qué es. -dije intentando tranquilizarla.

-Ya sé que estoy embarazada... No necesito hacerme un exámen para saberlo... Ya viste el ultrasonido.

-Pero...

-Nada, Kaito.

-...

-No quiero un bebé, no quiero a este bebé. No si es de ese maldito. -lloró más tapando su cara.

-¿De...

-¡El me volvió a violar! ¡Por supuesto que es el padre!. Lo hizo sin condón... ¡No quiero esto! ¡El es mi sangre, esto es fruto del incesto! No quiero tener algo que involucre a ese imbécil, no quiero un hijo que al verlo me recuerde su cara. No quiero recordar cada día de mi existencia que soy una mujer violada.

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