Capítulo 2, parte 8, otoño
Sin intentar llamar la atención, me puse de espaldas a donde estaba ella con Len y me moví a una mesa más alejada para que él no notara mi presencia.
Los estuve observando un rato, casi como una hora, hasta que finalmente Len se levantó y le dio un beso de despedida a Miku (supongo). Ella lo acompañó a la salida del bar y cuando se fue volvió a entrar. Ni lento ni perezoso acudí a su encuentro, y con una mirada sorpresiva me habló.
-Oh, Kaito, sigues aquí. –colocó sus manos en mi pecho, coqueta- ¿Te arrepentiste de haberme rechazado?
Me quedé por unos segundos pensando. En primer lugar, ¿qué quería hacer? Ni yo tenía idea.
-Bueno...
-¿Cambiaste de opinión, jeje?
-Esto... Sí, verás, fui un idiota hace un rato. De verdad lo siento mucho, princesa.
Al escuchar esas palabras salir de mi boca, sonrió con los ojos brillosos y dando un pequeño brinquito.
-¡No te preocupes! No hay que pedir perdón.
Sabía que era menos arriesgado preguntarle a Len directamente sobre su relación con esta joven, pero prefería no hacer tanto alboroto, lo que no quería era que el débil corazón de Rin sufriera, mucho menos el de sus pequeñas hijas.
-Entonces, ¿podemos...
-Oh, claro que sí. Ven, te guiaré. –jaló mi manga hacia ella y desaparecimos por una puerta. Detrás de esta, se hallaban unas pequeñas escaleras de madera bastante empinadas y que, si pisabas mal, de seguro podías romperlas.
Al legar arriba, caminamos por un pasillo con varias habitaciones, y entramos en una de ellas. Cerró la puerta detrás de mí y pude ver el interior del cuarto. Había una cama matrimonial, un armario y otros cuantos muebles.
Poniéndose enfrente de mí, levantó una mano y colocó su mano en mi hombro.
-Pero antes... -extendió su mano- El cliente debe asegurar pagar.
-S-sí, toma. –un poco nervioso por la cercanía tan peligrosa de la chica en mi persona, saqué de mi bolsillo un bulto de billetes y los puse en su mano sin saber la cantidad.
-Veo que debes de estar muy necesitado jaja. –miró los billetes mientras los dejaba en otra mesita- No te preocupes, lo pasarás muy bien.
Se acercó a mí para darme un beso en el cuello, pero finalmente reaccioné y la quité de enfrente.
-Pero... Pero ¡¿qué haces?!
-Yo perdón, pero... Te mentí. En realidad, yo no quiero tener... Esto contigo.
Me miró confundida retrocediendo, para luego fruncir el ceño y apretar los puños.
-Acaso... ¡¿Acaso eres gay o solo te resistes?! ¡Joder! ¡Solo quiero hacer mi puto trabajo bien! –reclamó cabreada apretando su apretado y corto vestido- ¡¿Entonces qué coño quieres conmigo?!
-Hey... No te molestes... No te quitaré el dinero.
Cuando dije eso pareció calmarse y recobrar la compostura original, mirándome fijamente a los ojos y poniendo sus manos en su pecho.
-¿Entonces qué quieres de mí?
-Lo que quiero, es información.
-¿Información? ¿Qué información?
Caminé al otro lado de la habitación y me senté en un sillón, mientras que ella se giró a mi dirección, sentándose en la cama para quedar cara a cara.
-Ese hombre rubio... El de ojos azules y traje marrón... ¿Qué es de ti?
Su expresión tranquila pareció esfumarse y solo se formó una cara nerviosa, rascándose la nuca y jugando con su cabello.
-¿Por qué quieres saberlo?
-¿Debería decírtelo? Tú no eres la que está preguntando.
-Sí, bueno, pero eso es más personal... Tú no eres nadie como para preguntarme lo que quieras. –dijo amenazante y molesta, pero con su sonrisa perfecta.
-Ah, es una lástima, -me quejé levantándome del sillón- será mejor que me vaya, ya que no estás dispuesta a hablar.
Tomé los billetes que estaban encima del mueble donde los dejó y caminé a la puerta para salir del cuarto.
-¡Olle olle! ¿Qué diablos haces con MI dinero? –me detuvo jalando mi brazo débilmente, recalcando la palabra "mí" en su frase.
-¿"Tú dinero". No princesa, este dinero lo di para pagar por un servicio que no me estás ofreciendo, así que tienes que devolverlo.
-¡Pero lo que se regala ya no se quita!
-Yo no te lo regalé, te lo pagué.
Un poco triste, bajó la mirada, aún sin soltarme.
-¡Le diré a Gakupo que no pagaste y te detendrá! –volvió amenazante cruzando los brazos parándose enfrente de la puerta.
-¿Gakupo? ¿Ese es tu jefe?
-¡No responderé a eso si no me devuelves el dinero! ¡Estaría respondiendo tu pregunta!
Si fuera una persona débil de voluntad y palabra, esta mujer fácilmente me habría logrado vencer. Era muy inteligente.
-¿Me amenazas con eso? Tú no tienes la más mínima oportunidad. Parece que no lo sabes, pero yo soy Kaito Shion, y puedo hundirte hasta el centro de la tierra con mi palabra.
-¿Kaito... Shion? ¿Eres ese?
Ahora me miraba con miedo e inferioridad, con sudor que resbalaba de su frente.
-Sabes de mí. Sabes el poder que tengo... ¿Aún puedes desafiarme? –sonreí acercándome a su rostro y notando su cara de terror.
Suspirando, se apartó de la puerta y se sentó a orillas de la cama.
-Sí te lo digo, ¿Dejarás de joder y me darás tu dinero?
-Eso haré.
Con la cabeza me hizo ademán de que me sentara en el mismo sillón donde había estado anteriormente, a lo que yo hice caso.
-Ahora sí, responde ¿qué era de ti ese tipo?
-Él es... Es un cliente.
-Hum... ¿Te llevas tan bien para ser un simple cliente?
Tragó saliva mirando para todos lados.
-Es uno habitual y...
-No sabía que Len fuera así.
Al escuchar el nombre de mi "amigo", se puso roja y apretó sus manos en sus rodillas.
-¿Por eso me conoces? Debió contártelo. Ese imbécil se lo tenía muy bien guardado. No me engañas querida, no te voy a juzgar o algo así, responde a la pregunta y solo te haré una más.
-Es mi... Él es mi amante. –susurró tapando su cara en su flequillo.
-¿Es así? ¿Desde cuándo?
-Desde hace unos siete u ocho meses... No lo recuerdo.
-¿No recuerdas cuándo te acostaste por primera vez con tu amante?
-¡Dijiste que solo sería otra pregunta! ¡Ahora dame el dinero!
Se puso de pie y me jaló de la camisa furiosa, encajando sus pequeñas pupilas en mi mano que sostenía los billetes.
-¿Podrías responder lo que te pregunto?
-¡No! ¡Ya dame ese dinero, lo necesito!
Me arrebató los billetes de la mano, cayendo al suelo sin compostura, rompiendo un poco su vestido. Lo apretó contra su pecho y retrocedió furiosa poniéndose de pie.
Respiraba algo agitada y sus ojos estaban algo acuosos.
-Ejem... Eso fue lo que dijiste. –habló intentando calmar su acelerada respiración.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro