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Capítulo 2, parte 7, otoño

Kaito POV:

En el almuerzo las cosas se sentían realmente tensas. Ambos, Meiko y yo, no decíamos ni una sola palabra. Desde que ocurrió la inesperada visita de su ex marido, las cosas entre nosotros andaban por mal camino. No le había dirigido la palabra en toda la semana, y no había recibido una explicación de su parte tampoco. Ella solo miraba cabizbaja su almuerzo y procedía a comer.

De un momento a otro, paró repentinamente su comida y dirigió su mirada a mí, con firmeza. Dejó su tenedor en el plato y finalmente, habló.

-Yo... Yo no tengo ya nada que hacer aquí... Tomé la decisión y... Me iré. No necesitas ser molestado por mí.

-...

-En verdad lamento mucho los problemas que te causé. Entiendo que tú no quieras perdonarme.

Sin decir nada más, se levantó de su asiento y se fue dejándome solo.

Yo sin mirarla más mejor proseguí con mi comida. Si se iba o no, realmente ya no me importaba mucho. Me había engañado y hecho caer muy bajo. Incluso cuando ya me había encariñado con ella.

Pensaba que tal vez, si me hubiera contado todo desde el principio, las cosas habrían sido diferentes.

Pero hasta yo sabía que nunca podría aceptar completamente ese comportamiento de su parte. No era propio de mí, aceptar el hecho de que ella hubiera privado la vida a esos niños.

Ladeando la cabeza, me levanté de mi lugar y recogí los trastes de la mesa para lavarlos. Al acabar de hacer la lavación, me metí en mi oficina para poder trabajar en trabajos imaginarios.

Era una maña mía.

Desde que vivía solo, estaba deprimido. Yo había tenido la oportunidad de irme con mi madre y hermano, pero escogí quedarme por puro capricho, y por la amistad que tenía aquí con Rin y Len. Sin embargo, nunca supe por qué me deprimí, ¿era algo que yo mismo había provocado? Sí, así era.

Es por eso, que, en mi ansiedad por estar siempre metido en algo, comencé a trabajar compulsivamente. No importaba lo cansado que me sintiera o el tiempo que le dedicara, no me sentía completo. No tenía la más mínima necesidad de hacerlo, después de todo, yo era el jefe, y bien alguien más lo podría hacer por mí.

Tal vez, me deprimía el sentirme tan solo. El sentir que ya lo tenía todo, una casa grande, un trabajo increíble y todo el dinero que necesitaba. Incrementaba mis dudas existenciales. Con el tiempo, llegué a la conclusión de que lo que en verdad necesitaba era a alguien. Por años intenté buscar pareja, y no descartaba la posibilidad de adoptar un hijo, pero yo tampoco sería realmente feliz. ¿De qué serviría tener una esposa si no era alguien que amaba?

Y cuando Meiko llegó a mi casa, poco a poca ese vacío se fue llenando. Nuestra amistad se había fortalecido, y ya no me sentía tan solitario. Pero volví a caer en el pozo, y tardaría mucho tiempo en salir.

-Agh... ¡Ahg! ¡Soy un idiota!

Grité fuertemente dejando de lado mi "trabajo" y golpeé fuertemente la mesa, arrancando un gran ruido que resonó en todo el lugar. Luego, me dejé caer en mi asiento y me llevé las manos a la cabeza, tratando de tranquilizarme. Mi respiración se volvió muy rápida y traté de concentrar mi mente en otra cosa.

-Son las... Son las ocho... Es muy tarde.

Suspiré, sintiendo mi cara roja para acto seguido salir de mi estudio y encaminarme a la cocina por un vaso de agua.

Me lo serví y tomé relajado, sintiendo muy pero muy amarga mi boca. Acabando dejé el vaso en la barra y me senté.

-Necesito salir.

Volví a ponerme en pie y mejor tomé mi abrigo. De camino a la salida, me fijé en la mesa y vi un sobre. Decía "para Kaito" en la parte trasera, y debajo estaban otros dos, uno que decía "para Len" y otro "para Rin". Al lado de los sobres estaba un montón de billetes amarrados a una liga.

-Si se fue...

Sin abrirla, volví a poner la carta en la mesa y mejor salí de la casa.

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-Eres realmente atractivo, Kaito. –me habló confiada la chica peli aqua frente a mí- Me encantan los hombres así...

-Solo lo dices porque es tu trabajo... Te dedicas a seducir hombres solamente.

Me miró un poco sorprendida, pero luego volvió a su sonrisa fantástica.

-Eso es cierto, pero, no puedo mentirte... Me encantan los hombres como tú. –colocó su mano en mi hombro y acercó su cara a mi cuello, sintiendo su respiración- No me gusta mentir...

Lamió mi cuello y bajó su mano a mis piernas, casi tocando en medio de estas, a lo que yo la aparté rápidamente y la miré molesto.

-Creí que eras un poco más decente.... No estoy buscando sexo en estos momentos.

-Vamos, no digas mentiras. Nadie se me ha negado nunca.

-Pues es hora de que pongas los pies en la tierra, princesa. –dije bromeando y dándole un sorbo a mi bebida- A todo esto, ¿cuál es tu nombre? No lo has mencionado.

-Me llamo Miku.

Suspiré un poco y vi como ella se relamió el labio, lo que causó una pequeña risa de mi parte.

-¿De qué demonios te ríes? –preguntó molesta.

-Oh, no es nada. Solo que ya lo viste, princesa. No voy a perder mi tiempo contigo.

Se levantó rápidamente y murmuró.

-Púdrete.

Se alejó de mi mesa caminando velozmente, pero a la vez sensual.

-Idiota.

Le di otro sorbo a mi bebida, pensando en cuantas ya había tomado. "No importa, nunca bebes" me dije y proseguí con lo mío. Era un momento perfecto para desahogarme, todo lo que había estado ocurriendo estos últimos días me tenía realmente agotado.

Miku era una chica hermosa, sin embargo, no era una con la que quisiera acostarme o salir. Sin embargo, su aspecto jovial me hacía preguntar qué clase de vida podía tener ella para estar en esas condiciones, de tener que permitir que alguien tenga relaciones contigo por dinero.

Me le quedé viendo, para saber cuál era su próximo movimiento. Vi cómo se les acercaba a varios tipos, algunos que claramente tenían intenciones con ella, u otros que igual que yo, la mandaban al diablo.

-Jajajaja.

No sabía si ya estaba ebrio, pero si era así, me sentía de maravilla.

De entre todos los tipos a los que se le acercó, uno llamó enormemente mi atención. Un hombre rubio, de ojos azules y piel clara, con un traje color marrón. Miku al verlo, se lanzó a él y le dio un apasionado beso.

-Es una put...

Justo cuando iba a decir eso, pude reconocer a el hombre al que estaba besando Miku.

-¿Pero qué... -me quedé sin palabras al comprobar que no se trataba de otro más que Len, acariciando el cabello de la peli aqua y besándola vulgarmente.

Mis músculos se tensaron y mi cara comenzó a temblar. La necesidad de levantarme y golpearlo se hacía cada vez más fuerte.

Pero, logré controlarme.

Decidí que no debía meterme, quería desquitarme con algo.

Mi mejor amigo le estaba siendo infiel a Rin, a la persona que yo más amaba y por la que velaba por su felicidad.

Ah, la vida nos dio tantas vueltas, ¿eh? Pero me aseguraré de que te vayas al infierno, Len.

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