Capítulo 2, parte 4, verano
Gumi POV:
Las vacaciones de verano ya casi llegaban a su fin. Claro, queríamos aprovecharlas al cien por ciento, por esa misma razón habíamos rechazado la opción de mi madre sobre visitar al señor Kaito y a la señorita Meiko.
Realmente, yo quería estar un rato relajada, alejada de la mirada de las personas, cosa que no había logrado desde que empezaron las vacaciones. Este día era mi mayor oportunidad.
Me encontraba perezosamente recargada en una banca del parque, escuchando música vieja mientras bebía una Coca-Cola. Mi abuelito jugaba con mi hermana en los columpios, o bueno, eso pensaba yo, ya que, al estar tan lleno de niños, era imposible poder fijar tu vista en algo sin que pasara otra cosa.
Pero pronto, mi vista se volvió un poco desenfocada en ellos y se volvió hacía alguien más.... O debería decir, otros más.
-Ese es...
No lo creía.
No, debía ser imposible.
Papá estaba caminando por las calles despreocupadamente, con una sonrisa de oreja a oreja, conversando con una chica joven de dos coletas color turquesa, pasando desapercibido entre la multitud. Por instinto me levanté del lugar y corrí a través de la gente para poder alcanzarlo.
-¡Padre! ¡Padre!
Gritaba para llamar su atención, pero él ni se daba cuenta de mi presencia.
Llegué a la orilla de la banqueta, lista para poder atravesar la calle. Sin embargo, una tipa se interpuso chocando conmigo, haciendo que las dos cayéramos al suelo y yo perdiera de vista a mi padre.
-¡Cuánto lo siento jovencita! ¿Estás herida? –me preguntó la mujer con la que choqué, ofreciendo su mano para que yo me levantara.
-Yo eh... No, estoy bien, no se apure. –acepté su gesto y me paré de nuevo.
Miré de cerca a la chica, quien tenía unos grandes ojos rosados y dos coletas rizadas del mismo color que sus ojos.
-Pero si... ¡Eres la pequeña Gumi! ¡Mira qué grande has crecido! –exclamó la chica abrazándome bruscamente.
Yo no recordaba haber conocido a ninguna persona con sus características.
-Gracias....
-¿Y qué tal ha estado tu padre? –preguntó separando nuestro abrazo y mirándome con una encantadora sonrisa de oreja a oreja.
-¿Mi padre? Él está...
-¡Oh, señor León! ¿Qué tal van las cosas con ustedes? –fui interrumpida por la chica, que se volteó hacia mi recién llegado abuelo.
-Gumi, te estaba bus... ¡Señorita Teto! ¿Qué hace usted por aquí? –preguntó mi abuelito tomando la mano de mi hermanita pequeña, quien traía un helado en su mano.
Nos quedamos un rato de pie, conversando. O más bien mi abuelo y esa mujer llamada Teto lo hacían. Al parecer ella era una amiga de la primaria de mi padre, y ambos eran grandes amigos, pero que ella se había ido a vivir a otra ciudad. Parecía que el abuelo se llevaba bien con esa mujer....
Mientras esperaba sentada a que terminaran su conversación, yo no podía dejar de pensar en qué diablos hacía mi padre caminando con OTRA mujer... ¿O chica? Se veía mucho más joven que él, como de unos veinte años.
"Tal vez es una amiga del trabajo" pensé... Pero no era posible, porque iban de la mano...
-¡Pero bueno! Mira, nos hemos alargado. Deberías venir algún día, Lenka y Lily se pondrán felices de verte.
-Estaría encantada. Bueno, yo no los interrumpo más. ¡Nos vemos!
Teto se despidió y volvió a emprender su camino, dejándonos atrás.
-Perdón niñas. Vamos a casa.... ¿Te sientes bien Gumi? Te ves pálida. –mi abuelo colocó su mano en mi frente.
-Estoy bien abuelo, solo tengo algo de frío.
-Ah, pero si está haciendo un calor insoportable.
-Soy muy rara a veces jeje. –respondí intentando dejar de lado el tema de lo de mi padre.
-Le diré a tu abuela que te de algún remedio. Volvamos a casa. -mi abuelo tomó las manos de ambas y nos hizo caminar en dirección a la casa de la abuela.
Caminando, no paraba de pensar en quién era esa mujer, la de coletas.
¿Me abre equivocado en mi visión? No, reconocería a papé siempre.
Solo en pensar que esa mujer fuera algo de mi padre me revolvía el estómago.
Todo este tiempo me había esforzado mucho en no odiarlo, pero él estaba haciendo esto ahora... No debía pensar eso de él porque era mi padre, ¿verdad? No debería pensar que era una escoria.
-¡Llegamos! ¡Hola abuelita! –exclamó mi hermana abrazando a la mencionada.
-¿Y qué hay de mí niña? –mi tía reclamó cruzando los brazos, con una expresión enojada.
-¡Y a ti también tía! –Yuki corrió a abrazarla igual- Y también señor Rinto..
-Jaja, te dijeron señor. –rió Lenka.
-Hola Yuki. –contestó el novio de mi tía acariciando la cabeza de mi hermana y mirando a mi tía enfadado.
Todos reían. Todos excepto yo. Nadie lo notaba, como si fuera alguien invisible ante ellos.
Para pasar desapercibida, me mezclé entre sus risas e hice una buena actuación frente a ellos.
-Gumi, hoy no saludaste eh... Te ves algo roja, ¿es por un muchacho? –preguntó en broma Lenka abrazándome por la espalda.
-¡¿Eh?! No, claro que no. –contesté velozmente deshaciéndome de su abrazo.
-¡Entonces vuelve a la tierra! –se rio aventándose al sofá- ¡¿Jugamos algo?!
-No, gracias, en verdad estoy algo cansada.... –respondí bostezando.
-Qué decepcionante. –se quejó- Entonces ve a dormir a mi cuarto, corre.
Obedecí y me dirigí a la habitación de Lenka, o más bien, su antigua habitación, ya que hace unos tres meses se había mudado al departamento de su novio Rinto.
Me aventé en la cama envolviéndome entre las colchas a pesar de no hacer frío.
Todo tenía sentido ahora, las salidas tan repentinas y las llegadas tan tardías de mi padre lo hacía evidente todo...
Pa-Len le era infiel con esa muchacha a mi mamá.
Me quedé llorando toda esa tarde.
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