Capítulo 2, parte 2, verano
Kaito POV:
Len conducía lentamente, para no marear a Meiko. Ella miraba por la ventana el paisaje, ignorando todo lo demás. Pronto, llegamos su casa. Mi amigo estacionó el coche afuera de la casa, y los tres descendimos de él.
-Venimos por tus cosas Meiko, te ayudaremos a llevar lo necesario.
Asintió con la cabeza y de debajo de un tapete sacó una llave de repuesto. Con ella abrió la puerta. Los tres entramos y por primera vez, vimos el interior de su casa. Había muebles tirados, platos rotos, cosas aventadas por todos lados.
Solo viendo esto era cuando me daba cuenta de lo dañada que estaba Meiko, y que su salud mental era más grave de lo que creíamos.
-No tengo mucho que quiera llevarme de aquí así que solo me llevaré ropa.
-Te ayudamos.
-Gracias.
Subimos al segundo piso. Ahí las cosas no eran mucho mejores. Había papeles tirados por todos lados, polvo y muñecas. Sin embargo, la castaña no prestaba atención a todo esto y se metió en un cuarto. Dentro todo era igual, un desastre. Fotografías tiradas, ropa, zapatos, libros.
-Tengo una maleta aquí. –de una esquina de la habitación sacó una maleta y comenzó a llenarla con ropa, mientras que nosotros la ayudábamos.
Pasamos muy poco rato así, ni siquiera se fijaba en que cosas metía en la maleta, así que Len y yo teníamos que agarrar lo más favorable. Al acabar salimos con la maleta del cuarto y ella entró en una que estaba al lado.
-Esperen un poco.
Los dos asentimos y esperamos afuera.
Al parecer la habitación en la que había entrado era la de su difunta hija, ya que estaba decorada como tal. Cuando salió, en sus manos llevaba una muñeca muy bonita.
-Ya es todo, podemos irnos.
Luego de decir eso, Meiko, Len y yo salimos de la casa. Nos subimos en el auto y tomamos camino a mi casa. Mientras avanzábamos Meiko solo observaba a la muñeca, acariciando su cabello y peinándolo. Parecía una niña pequeña haciendo eso, incluso llegué a escucharla susurrar algunas cosas, sonriendo.
-Hemos llegado. –exclamó Len estacionando el auto en la cochera.
Bajamos del auto y entramos a la casa.
-Vaya, tu casa es enorme. –dijo Meiko mirando todo a su alrededor.
-Ahora es nuestra casa. –contesté palmeando su hombro.
-¿Estás seguro de que no será un problema si me quedo? Puede molestar a tu familia. –preguntó preocupada.
-Verás, mi familia no vive conmigo. Ellos están en el extranjero.
-¿No tienes familia aquí?
-No, bueno, están tú, Len, Rin, las niñas y Salem.
-¿Salem?
-Oh, ese es el nombre de mi gato. Es muy tierno, le gustarás. ¿No te había contado de él verdad?
-No. Me gustan los gatos.
-¿Ves? Le agradarás.
Avanzamos hasta la habitación que tenía preparada para ella, Len siguiéndonos por detrás con la maleta.
-Aquí es.
Empujamos la manija y entramos en el cuarto.
-Disculpa lo sencilla que es, pero la tuve que arreglar de último momento.
-Es muy linda. Gracias.
-Pondré esto aquí. –Len puso la maleta de lado de la nueva cama de Meiko.
-Gracias Len y Kaito... Por su ayuda. –lágrimas caían por su rostro, mientras intentaba mantener su sonrisa.
-Eres nuestra amiga, así que haremos lo que sea por ti. –después de decir eso, los dos la abrazamos fuertemente.
-¿No necesitas ayuda para acomodar tus cosas? –pregunté y los tres nos separamos.
-No, puedo hacerlo sola.
-Bien, entonces te esperamos abajo para almorzar. Deberías descansar un poco después de ordenar.
-De acuerdo.
Len y yo asentimos con la cabeza y salimos del cuarto, dejando a Meiko sola.
-Me pregunto si debemos dejarla. –preguntó Len cuando ya estábamos en el primer piso, tomando un vaso de agua.
-El doctor dijo que teníamos que prestarle atención, pero no podemos estar presentes en cada cosa que haga. Hay que darle su espacio.
-Pero y si vuelve a intentar...
-No lo menciones. –interrumpí- Eso no pasará, los dos nos aseguraremos de eso.
-... Tienes razón.
Le di un sorbo final a mi vaso, y lo dejé en la mesa.
-¿Rin y tus hijas vendrán? –cambié el tema, no quería continuar con esa plática de antes.
-Sí, llegarán después del almuerzo. Mi hermana también amenazó con venir. ¿No hay problema con eso?
La cara de Len se tornó un poco melancólica, como siempre que hablaba de su familia, más bien no siempre, sino últimamente.
Nuestra unidad era muy grande. Era el mejor amigo que tenía, en el que más confiaba. Nos conocimos en la universidad, hace catorce años. Él tenía 20 años, y yo 18. Estudiábamos lo mismo, leyes, así que nos veíamos a menudo. Todo el tiempo se veía nervioso, era tímido y estaba realmente solo, tratando a todos como si fuera alguien inferior, un sirviente. Al hablarle por primera vez, me di cuenta de que era alguien muy inteligente y amable, además de ser muy amistoso.
Cuando pisó mi casa por primera vez, su cara era sorpresiva y bastante emocionada, preguntando cosas a mis padres, y sintiendo una gran admiración por mi papá. Los dos eran bastante parecidos, centrados, directos y algo arrogantes, por eso siempre se llevaron bien; Len era como el hijo que papá nunca tuvo. Desde esa vez acudía a mi casa muy seguido, y estudiábamos juntos.
Un día de entre todos esos, una vieja amiga mía estaba presente en casa, Rin. Ahí fue cuando ellos dos se conocieron, y de un día paro otro, los tres salíamos a pasear y entre ellos dos comenzó a surgir algo.
-¿Por qué habría un problema? Sabes que son bienvenidos. –hablé deteniendo mis recuerdos.
-Gracias.
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-¡Tío Kaito! –la pequeña Yuki me saludó abrazándome- ¡Hace mucho que no te veía!
-No seas tan exagerada, pasaron apenas tres días.
-¡Parecía una eternidad!
-Jajajajaja. –reímos los dos.
-Hola señor Kaito. –me saludó Gumi, sonriendo gustosa.
-Ah, Gumi, también viniste.
-Dijeron que iban a dar comida así que...
Fue interrumpida por Rin, quien le dio una pacha en la cabeza.
-¡Gumi! Compórtate, no digas esas cosas.
-¡Auch! -Gumi se quejó de dolor tocando la zona donde Rin la había golpeado, mientras todos reíamos.
-No le pegues, Rin. –apoyé mi mano en su hombro- De todos modos fue honesta.
-Ah, Kaito. Tu no lo entiendes. –ella besó mi mejilla saludándome.
-Claro que sí.
-Cuando tengas hijos lo entenderás. –respondió con lo típico que diría una madre.
Jejeje, tener hijos.
No era una mala idea.
Sin embargo, a este punto ya estaba resignado a quedarme soltero por el resto de mi vida. Hace apenas un tiempo me había dado cuenta de que yo solo servía para el trabajo. Mi vida se resumía solo a eso.
Seguido veía la familia de Rin y Len, y me entraban unas enormes ganas de formar una también. La idea de tener a alguien a mi lado para amar e hijos para criar sonaba muy bien. Siempre me habían gustado los niños...
Cuando era joven a menudo me decía que yo tendría una familia como la mía, me casaría con la mujer que amaba y tendríamos muchos hijos. Pero la mujer que yo quería que fuera mi esposa en este momento ya no podía serlo. Ahora ella tenía un esposo y dos bellas hijas.
-Bueno, ¿y dónde está Meiko? –Rin preguntó carraspeando un poco, interrumpiendo el silencio.
-Está dormida. En un momento voy a despertarla.
-No es necesario, yo lo haré. –dijo subiendo las escaleras, con destino al cuarto de Meiko.
-Bien... Será mejor que preparemos la mesa. –dijo Len por primera vez luego de estar callado por un rato.
Cada quien se puso a preparar la mesa, Len y yo poniendo el mantel y Yuki y Gumi acomodando los cubiertos en cada lugar. Acabando cada quien nos sentamos en un lugar y bajando las escaleras pude ver a Meiko acompañada de Rin.
-Perdonen la tardanza, deben estar hambrientos. –habló Meiko con una sonrisa tierno.
-¡Señorita Meiko! ¡Hola! –saludaron Gumi y Yuki alegres levantando sus manos.
-Hola pequeñas.
Las dos, Meiko y Rin tomaron asiento con nosotros.
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