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Capítulo 1 parte 4, primavera

Len POV:

Los cuatro caminábamos lentamente, Yuki tomando mi mano, y Gumi mirando a todos lados con una cara amarga.

-¿Puedes llevarme por un helado al parque papi? –me preguntó Yuki mirándome con sus grandes ojos expresivos.

Me quedé un rato en silencio sin responder, pensando en qué hora era.

-Está ocupado Yuki, no puede llevarnos. –le respondió Gumi a Yuki y esta puso su cara a una de desilusión.

-Oh... ¡No te preocupes papi! –de nuevo puso su cara feliz, y Gumi solo hacía gestos de desagrado con el rostro.

-De hecho, si, hay que ir. Hace tiempo que no voy. –me rasqué la nuca nervioso, mientras que Gumi puso una expresión de sorpresa, de seguro no se esperaba que las llevara a pasear.

-¿De verdad? –a mi pequeña hija menor le brillaron aún más los ojos.

-Si. –respondí con una sonrisa cálida.

-¡Yei! –gritó de alegría y los tres caminamos en dirección al parque.

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El día estaba algo airoso, y los árboles proporcionaban una sombra fuerte. Estaba sentado en una banca mientras veía jugar en los columpios a mi hija, y Gumi a mi lado le yendo un libro de ficción.

-¿Y cómo te fue hoy? –le pregunté tratando de romper la tensión que teníamos.

-Cómo siempre... Estudiar, estudiar y estudiar. –me respondió sin apartar la vista de su libro, restándole importancia.

-Oh... Parece que te llevas bien con Oliver.

Al escuchar la palabra Oliver Gumi rápidamente dejó de leer y me miró.

-S-sí, somos amigos cercanos.

-Qué bueno que ya lo conozco en persona.

-Sí jeje –rio nerviosa cerrando su libro.

-Ya debemos irnos, su madre dijo que llegará a más tardar a las tres.

-Sí. –ambos nos levantamos y fuimos por Yuki.

-¡Papi! Mira, me encontré estas flores. –la pequeña Yuki levantó sus manitas y me mostró unas pequeñas flores amarillas- A mami le gustarán.

-¿Piensas dárselas? –pregunté tomando su mano.

-Sí.

-Vamos con ella. –dije y los tres ahora sí, regresamos a casa.

Durante el camino era lo mismo, Yuki hablaba de esto y aquello, yo le respondía, y Gumi iba callada.

Aunque no lo pareciese, los dos, Gumi y yo éramos bastante similares, tanto físicamente como mentalmente. Claro, la única diferencia era el color de su pelo y ojos, que la hacían destacar de entre toda la familia.

Ella de cierta forma, me recordaba a cuando yo mismo era joven, serio, socialmente malo, y enfocado en los estudios. De pequeña tenía un gran y extraño gusto por las zanahorias, y se la pasaba todo el rato cantando canciones para Rin y yo. Amaba el patinaje artístico, y solíamos ir a patinar juntos a las pistas de hielo cada dos semanas....

Ciertamente, ahora era diferente. No la culpo, yo fui el que causó la separación entre nosotros, si de seguro mi padre me ignorara así yo también actuaría como Gumi. Ahora solo deseaba fuertemente, volver a tener la misma relación que llevábamos antes, pero siempre estaba fracasando...

Todo en mi vida era un completo fracaso, mi experiencia laboral, mis estudios, y hasta mi familia. Y todo era mi culpa, porque yo mismo, las había alejado de mí. A Yuki, Gumi, mamá, papá, mi hermana, y Rin...

Llegamos a nuestro edificio y subimos en él, hasta el sexto piso, que era donde se hallaba nuestro apartamento. Lo abrí y los tres entramos. Gumi se tumbó cansada en el sillón, y Yuki se sentó a su lado.

-Tengo hambre. –dijo Gumi acariciando su estómago.

-Hay espagueti con ensalada y sopa en frío en el refri. De postre pueden comer gelatina de fresa. –me dirigí al baño para ducharme. Al terminar me cambié de ropa y regresé a la sala, donde en el comedor estaban mis hijas sentadas comiendo.

-¿No vas a comer papá? –me preguntó seca Gumi.

-No, tengo que salir.

-¡Qué te vaya bien papi!

-No salgan de aquí, ¿de acuerdo? –me acerqué a la puerta y la abrí- Las quiero.

-Si papá...

Escuché a Gumi murmurar eso y cerré la puerta, alejándome del piso bajando las escaleras.

Ya abajo, miré por un segundo el edificio, y lanzando un suspiro, caminé a mi destino.

Perdón niñas...

Perdón Rin...

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Mi respiración era lenta y tranquila, solo acariciaba los cabellos de la hermosa chica peli aqua a mi lado, que igual solo se abrazaba a mí, tapándose con las cobijas.

Abruptamente, esa tranquilidad se rompió, porque ella se levantó de mi lado y empezó a hablar.

-Tengo que irme ya, se me hace tarde para el trabajo.

-¿Ya es hora?

-Sí, voy algo atrasada.

-Entonces hay que irnos. Yo también tengo que volver a mi casa.

-... Sí, vamos.

Los dos nos vestimos correctamente y Salimos del hotel en el que nos encontrábamos. Tomamos un taxi, y ambos subimos. En el camino, ninguno decía nada, ella solo miraba por la ventana, haciendo dibujitos en el cristal empañado.

-No pensé que hoy llovería. –murmuró sin mirarme.

-Yo tampoco.

-...

-....

-¿Dejaste solas a tus hijas en casa?

-Rin dijo que regresaría temprano del consultorio...

Miku lanzó un ligero suspiro.

-Tú esposa...

-...

-Len...

-¿Ah?

-¿Tú me amas?

-Yo... Sabes que sí.

-¿Y qué hay de Rin?

-Yo ya... ya no la amo.

Ahora si volteó a verme con una cara seria, enfocando sus ojos en el anillo que tenía en el dedo.

-¿Entonces por qué sigues usando tu anillo de matrimonio?

-... Es solo una corazonada.

-Hum.. Si en verdad me amaras ya te habrías divorciado de ella.

-Sabes que no es fácil.

-No pretendo ser la número dos Len. Me dijiste que te divorciarías lo más pronto posible y no ha habido resultados de tu parte.

-Lo sé. Te prometo que antes de que finalice el año, estaremos casados.

-Eso espero.

Llegamos a su trabajo, el bar donde la conocí por primera vez. Ella descendió del auto y se despidió de mí con la mano, para lo que yo imité su gesto.

-Nos vemos mañana.

Grité eso antes de que se alejara y el auto avanzara nuevamente.

Mientras nos dirigíamos a mi casa, me puse a pensar seriamente en lo que me dijo Miku.

"No pretendo ser la número dos, Len", esa frase resonaba en mi cabeza una y otra vez, intentando pensar en una solución.

Amaba a Miku, mis sentimientos eran completamente genuinos. Estaba enamorado de ella como una vez lo estuve de Rin, en mi juventud.

Pero yo sabía más que nadie que no podía decirle simplemente "me cansé de ti, quiero el divorcio", no era una persona tan cruel. Era una decisión difícil, teniendo dos hijas, no quería lastimarlas en lo absoluto. Y tampoco quería lastimar a Rin, ella... Era la madre de mis hijas, no podía dañarla, pero...

De todas formas, ya la estoy lastimando desde ahora.  

Llegué a casa, el día empezaba a acabarse, así que estaba un poco oscuro. Abrí la puerta y dentro pude ver a Rin junto a mis hijas, Gumi viendo la televisión, Yuki haciendo algo en la libreta, y Rin leyendo una revista. La primera en notar mi presencia fue Yuki, quien corrió inmediatamente a abrazarme.

-¡Has vuelto!

-Perdón por tardar tanto. –contesté quitándome el suéter que traía puesto poniéndolo en un perchero.

-Llegaste más pronto que de costumbre. –Rin musitó un poco bajo.

-Sí, bueno, me desocupé un poco antes. –cerré la puerta detrás de mí y me acerqué a Rin, sentándome a su lado.

-Entonces hay que cenar ya.

Rin se veía algo nerviosa y decaída, no como siempre, que me recibía con una sonrisa. Espero que no haya ocurrido algo malo...

-De acuerdo. Niñas, vengan a sentarse. –dije y ellas obedecieron.

-Mira papi, hice un dibujo de nosotros. –Yuki puso enfrente de mí una hoja con un dibujo que mostraba dibujados a ella, Gumi, Rin y yo, muy felices, con sonrisas grandes. Sonreí un poco.

-Está hermoso.

-Gracias. –me respondió orgullosa con una mano en el pecho- ¡Mamá, ¿puedo ponerlo en el refri?!

-Si hija. –le contestó Rin poniendo un plato de comida para mí y para Gumi.

-Lo pondré ahora mismo. –mi pequeña hija tomó un imán que estaba pegado en el refrigerador y adhirió el dibujo a este- ¡Listo!

Ya estando todos sentados y con nuestra comida, empezamos a comer en silencio. Yuki decía una que otra cosa, pero aun así las cosas se sentían muy tensas, en especial por Rin, que solo jugaba un poco con la comida y de vez en cuando daba bocado. Me quedé fijo en ella y pude ver su cara más detalladamente, sus ojos estaban medio llorosos, y su cara estaba un poco pálida.

Me preocupé, porque eso no era para nada normal en ella. Eso significaba que hoy había pasado algo... ¿Qué sería?

Al acabar la cena, Yuki fue a darse un baño y Gumi se metió en su cuarto, de seguro a dormir. Los únicos que quedaban éramos Rin y yo. Estábamos frente a frente, pero no sabía que preguntarle, o más específicamente, como preguntárselo. Tal vez desde que empezaba a serle infiel había perdido la capacidad para hablar correctamente con ella.

-Ejem y... ¿Cómo te fue?

-Bueno me...

-¿Pasó algo malo?

Se quedó un minuto pensativa, volteando a todos lados, como buscando una respuesta para darme.

-No... Está todo en orden. Solo estaba un poco mal de la garganta. –respondió con una sonrisa, como siempre.

En mi mente sentí un gran alivio y me levanté de la mesa.

-Me alegra. ¿Te dieron algún medicamento?

-Solo unas pastillas.

-De acuerdo. –dije caminando en dirección a mi cuarto.

-¡Espera! –me detuvo jalando mi mano hacía ella- Y... ¿Dónde estuviste tú?

-Yo estuve en... -¿qué excusa debía poner?- Con un viejo amigo.

-Ya veo...

Rin recogió lentamente los platos sucios y los puso en el lavadero.

-Fue bueno que hallas llegado pronto. –alcancé a escuchar antes de abandonar completamente la cocina.

Y lo que vino después fue...

Realmente doloroso.         

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