17/09/2001
No lo soporto más. Esto me está consumiendo poco a poco.
Si no hago algo ahora, seguiré así para todo la vida, y, al final, acabaré sucumbiendo ante la muerte.
¿Un vestido estará bien?
Creo que no. Estamos en otoño, las calles son frías. Convendría más un abrigo y unas botas... Pero las únicas botas que tengo ya ni siquiera me quedan.
Al menos tengo el viejo abrigo de mi madre para cubrirle la cabeza. Y también el gorro de lana de mi padre.
Una vez mi abuela me hizo unos guantes azules. Dijo que combinaban con mis ojos. Aún me quedan, así que podría usarlos.
Mejor dicho, no. Digo, dejaron de ser útiles hace dos años. Mi hermano los cortó en pedacitos.
Lloré porque eran lo único en el mundo que me recordaba a la abuela. Sentí que la había traicionado al no haber conservado tan bien sus guantes.
¿La abuela estaría molesta conmigo si se enterara de lo que le pasó a los guantes?
Tal vez sí. Probablemente no. Después de todo, la abuela dejó de respirar hace un tiempo.
La maleta tiene un gran agujero en la tapa. La reparé con cinta.
Un abrigo, unas botas de hace cinco años, un libro, una cobija, una revista, unos guantes azules recortados, una caja music-
Puedo escucharlo.
Está aquí.
¿Por qué?
¿Por qué justo hoy llegó temprano?
Espera...
Silencio.
...
...
...
Viene con alguien más.
Están subiendo las escaleras.
Abren la puerta.
Están adentro.
Son cuatro, contándolo a él.
Sal de aquí, por favor.
Ten piedad de mí.
¿...?
No quiero-
¡Suéltame!
¡Dile a tu amigo de mierda que me deje!
...
...
...
Te lo mereces, cabrón.
Me voy.
No, no pienso quedarme contigo.
Nunca te lo perdonaré.
Dile a tus amigos que se la chupen entre ellos.
Sé que no soy una zorra, valgo más.
Hasta nunca.
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