Fantasy
One Shot de tu pareja favorita
El rey del inframundo, sentado portentoso en su trono, mostrando sin pudor alguno aquel torso trabajado que ningún mortal podría tener, su corona de espinas reluciendo peligrosamente sobre sus cabellos grises, tan peligrosas y afiladas como los ojos que en ese momento me estudiaban desde arriba.
Y ante toda aquella magnanimidad yo estaba completamente indefenso, amarrado fuertemente a la silla y rodeado por otros tres de sus secuaces, no había nada que pudiera hacer.
—Así que, pequeño humano, has tomado algo que no te correspondía y ahora estás aquí, —habló aquel dios.
Me revolví furiosamente contra las cuerdas, aunque fuera inútil.
—No era "algo", era alguien, y ella me correspondía.
—La profecía era clara, ella pertenecía a Cha HakYeon, actuaste contra el destino al tomarla.
—¡HakYeon había muerto!
—Y ahora tú estás en su lugar y él ha vuelto al mundo de los humanos para tomarla como esposa; como puedes ver, nadie puede actuar contra el destino.
Dejé de luchar entonces, él tenía razón, ningún humano tenía el poder de cambiar el destino. Pero tras la muerte de mi amigo yo pensé que aquella profecía había estado equivocada, así que tomé lo que en su vida le había sido más preciado.
Pero entonces HakYeon regresó de la tierra de este dios y me acusó de la mayor de las traiciones, condenándome a esos instantes.
No me di cuenta en qué momento el dios había abandonado su lugar y llegado frente a mí, postrando su sombra amenazadora sobre todo mi cuerpo.
—Pero no lo entiendo, te he seguido por un tiempo y no parecía que fueras alguien capaz de hacer algo así. Quiero entender... ¿por qué lo hiciste TaekWoon?
Por unos momentos me quedé mirando aquellos profundos ojos oscuros, no había ya mayor razón para mentir, todo estaba hecho, todo había acabado.
—Ella... era todo lo que quedaba de Yeonie, pensé que sí ya no podía tenerlo a él... al menos podría tener aquello que más había amado.
La risa con la que contestó a mi confesión fue acompañada por la caída de las cuerdas que me sujetaban. Sorprendido solo atiné a verle hasta que acabó de reír.
—Me lo imaginaba, puedo ver tu corazón y eres demasiado noble como para cometer semejante traición
—¿Ver mi... corazón?
—Soy un dios ¿recuerdas? Puedo leer el corazón de todos aquellos que se adentran en mi reino para poder descubrir a dónde deben ir. Por ejemplo... —terminó de inclinarse sobre mí— pude leer perfectamente cómo admirabas mi cuerpo hace unos momentos.
Me quedé helado, no había manera de poder negarlo o defenderme, no había escapatoria. Solo pude desviar la mirada, sintiendo como mi rostro enrojecía.
—Ustedes humanos y su absurda moral humana —lo escuché quejarse antes de que tomará mi barbilla para que volviera a verlo directamente—. A los dioses nos tiene sin cuidado el género, mucho menos nos preocupan sus absurdas reglas sociales; lo único que nos importa es la belleza, y tú mi pequeño amigo eres bastante bello.
Antes de que pudiera reaccionar a sus palabras y a lo que significaban, sus labios se posaron sobre los míos con fría posesión. Comenzó un beso demandante al que yo no podía hacer otra cosa que entregarme mientras una de sus poderosas manos me detenía por la nuca.
A pesar de todas mis fantasías nunca había besado realmente a otro hombre, y ahora este delicioso dios del inframundo me besaba con pasión en lugar de castigarme por mis afrentas.
Cuando se separó un poco volví a abrir los ojos y me tope con su mirada aún más oscurecida aunque no por la rabia o el enojo sino por la pasión, pero ¿cómo era eso posible? Yo solamente era un humano cualquiera, peor que eso, era un desviado...
El golpecito que me dio en el rostro borró mis pensamientos.
—Voy a castigarte pero por esos pensamientos tan feos que tienes, ya te lo dije, me pareces hermoso, tanto con tu cuerpo como con tu corazón. Y dado que tu castigo por tentar al destino es pasar la eternidad en mi reino, puedo decir claramente que ahora eres mío.
Volvió a besarme, impidiendo que alegara nada al respecto de sus palabras. En esa ocasión tomé un poco más de valor y dejé que por fin mis dedos tocaran aquel cuerpo tan disfrutable como prometía.
Su piel parecía ser de roca cubierta por una capa de terciopelo o de satén, era así de suave y a la vez dura y fría. Lo sentí sonreír aun contra mis labios y sin dejar de moverse contra mí, y cada vez que nuestras pieles se tocaban una descarga eléctrica recorría todo mi cuerpo, viajando hasta alimentar cada vez más mi entrepierna; ese era el poder de un dios.
Todo su cuerpo empezó a temblar de pronto y se alejó, abrí los ojos asustado solo para encontrarme con que estaba riendo, ¡Se estaba riendo de mi!
—¡Eres tan tierno! —dijo entre una carcajada y otra—. No te das cuentas de tus propios atractivos ¿cierto?
—¿Mis... atractivos? Yo no...
Terminó de enderezarse e hizo una seña, los otros tres dioses presentes se acercaron hasta quedar frente a mí.
—¿Qué opinan ustedes muchachos?
Los tres dioses se acercaron, tocándome por todos lados con caricias suaves, pasando por mi rostro, mi cabello y toda mi piel en general. Uno de ellos incluso se atrevió a posar sus labios en mi mejilla. A pesar del escalofrío que su contacto me ocasionó intenté no moverme ante aquel descarado escrutinio sabiendo que había sido orden de mi dios del inframundo.
Él volvió a reír mientras los otros se alejaban solo un poco, quedando a mi lado.
—¿"Tu" dios del inframundo? —desvié la mirada, avergonzado porque siguiera leyendo mis pensamientos cuando yo no podía controlarlos.
—Yo... yo no...
—¿Entonces chicos? —me interrumpió de nuevo sin siquiera verme.
—Me gusta, sí. —dijo el que parecía más joven de los cuatro.
—A mi también, incluso si no lo quieres puedo llevármelo, —afirmó el que me había besado, la mirada que le dedicó mi dios daba a entender que no iba a dejar que me llevaran.
—¿Tendría algún sentido que yo me negara ahora? —inquirió el último con una sonrisa franca, acompañada de un par de hoyuelos—. Bueno, de todas formas no lo haría, me agrada bastante como para que nos acompañe por los eones venideros.
—¿Eones? —pregunté sorprendido, el último que había hablado me dedicó otra sonrisa pero no me contestó.
Mi dios se acercó de nuevo a mi mientras arrancaba una puntiaguda espina de su corona.
—Está decidido entonces, a partir de ahora serás completamente mío—. Los otros dioses me sujetaron de los brazos, pude sentir las manos del más jóven en mis hombros: estaba completamente inmovilizado de nuevo.
Aterrorizado sólo podía ver cómo la peligrosa espina se acercaba a mi ojo derecho, por un momento temí que todo fuera una mentira y que en realidad iban a torturarme por mis afrentas al destino, pero mi dios había dicho que no lo haría.
Clavé la vista en él dejando de revolverme, si había dicho que no me castigaría debía confiar en él ¿o no?
Él sonrió, como si respondiera a mi pensamiento antes de clavar por fin la espina en mi carne, justo en el ojo derecho a pesar de que por inercia lo cerré. El dolor me atravesó aunque el agarre de los otros dioses me impidió moverme o hacer otra cosa que no fuera gritar. A pesar de todo no despegué la vista de mi dios peliplateado con el único ojo que aún funcionaba.
Lo sentía remover la pequeña espina negra, pronto la sangre se sumó a las lágrimas que caían por mi rostro y el dolor se mantenía quemando aquella zona y moviéndose hacia la parte de atrás.
Luego de algunos instantes así que me parecieron más una eternidad, se alejó por fin y los otros me soltaron. Me llevé las manos a la zona herida y de inmediato se llenaron con mi sangre, pero también podía sentir algo más, una especie de parche hecho con las mismas espina que la corona de mi rey.
Me di cuenta entonces que los otros portaban la misma marca, aunque con la forma de un collar, una pulsera y un pendiente respectivamente.
—Aunque me gusta mucho el apelativo de "mi dios" ahora puedes referirte a mi como Ravi, y ellos son Hyuk, Ken y Hongbin. —Me tendió una mano para ayudarme a ponerme de pie—. Y ahora tú eres uno de los nuestros, eres mi Leo.
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Pequeñas notas:
Al inicio me costó escribir más de mil palabras, estaba algo trabada pero vi la imagen de Leo con el parche y la inspiración llegó jaja así terminó el One Shot.
Sé que el que tiene la "pulsera" de espinas es N y no Ken, pero no pude encontrar dónde tenía él el adorno de espinas, por eso lo puse así.
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