Regla 8: Olvida lo que piensen los demás.
La mañana siguiente estuvo intensa, Ellie y yo nos habíamos duchado y vestido para reunirnos con mis hermanas en el jardín, teníamos planeado visitar el nuevo restaurante de mi hermana Roma, muy cerca de la casa. Cuando nos acercamos a la zona del lugar, parecía que estábamos en el ombligo del mundo, con tanto silencio y el mar de fondo, hasta el punto de que parecía un lugar desierto y abandonado.
—Entonces, ¿esta noche pagarás la cena en El Dorado? Leí en internet que es el mejor restaurante cinco estrellas de Mount Desert Island —me propuso Ellie.
— ¿Hoy? —le pregunté mirándola a los ojos.
—Sí, de lo contrario le cuento la verdad a tu familia, escoge —se echó a reír.
—De acuerdo… —asentí con poco entusiasmo, pero me di cuenta que mis hermanas nos miran y cambié de expresión —. Aférrate a mi brazo —dije de repente, mientras le pasaba mi brazo por la cintura.
— ¿Qué? ¿Qué haces? —me preguntó molesta.
—Mis hermanas nos miran —añadí.
Ellie levantó su mirada para comprobar si decía la verdad. Sus dedos se entrelazaron con los míos con un suave apretón que me calentó por dentro. Fue una extraña sensación volver a caminar de la mano con una mujer. De manera instintiva mi pulgar acaricio su mano hasta llegar a donde se encontraban mis hermanas sentadas.
—Ian, te presento a Dillon, mi novio —me dijo mi hermana Roma, la cual jamás me había presentado un novio en su vida.
Nos dimos un apretón de manos y el chico me invitó a tomar algo en la barra del restaurante que inauguraba mi hermana. Miré a Ellie un poco preocupado mientras me alejaba. Esperaba que mis metiches hermanas no lo hiciesen ninguna pregunta incomodo que ella no supiera responder. Por suerte, la barra del lugar estaba solo a dos metros de la mesa donde las chicas se encontraban sentadas, por lo que podía escucharla toda la conversación e interceder si fuera necesario.
—Puedes quitarle los ojos de encima, nadie se lo robará —rió mi hermana Julianna.
—Creo que Ellie piensa que nuestro hermano es un enorme trozo de carne y no quiere que nadie le robe un pedazo —bromeó Hanna —. Venga, vamos a conversar solo las chicas, es momento de interrogar a Ellie.
Vi como el camarero les llevaba unas margaritas y ellas se mostraban sonrientes y felices. Desde luego, Ellie es la chica perfecta para mí.
—Y cuéntanos, Ellie, ¿cómo vas con mi hermano? Ya sabes, de todo —le preguntó Hanna algo sonrojada.
—No entiendo, ¿qué quieres decir? —le respondió Ellie confusa.
—Ya sabes. Me refiero al sable —apuntó Hanna.
Las mejillas de Ellie ardían mientras mis hermanas soltaban risitas y bebían de sus copas. Desde luego se estaban llevando muy bien todas.
—Muy bien. Todo bien ahí abajo.
Me estremecí tan solo de pensar en ello, en cómo sería ver a Ellie completamente desnuda después del subidón de ayer al verla con ese pijama tan sexi. Seguro que sería un espectáculo digno de fotografiar.
— ¿Y ya? Cuéntanos más detalles —pidió mi hermana Roma.
—Por dios, me están poniendo nerviosa —espetó Ellie.
—No es nuestra intención, Ellie. —insistió Julianna.
—Además, se trata de su hermano.
Justo en ese instante, decidí que ya era el momento de irrumpir en la conversación, ya esta se estaba tornando distinta. Dejé el vaso que llevaba en mi mano encima de la barra.
—Oh, hermanito, le estábamos preguntando a Ellie cómo se conocieron —dijo Hanna.
— ¿No se los has contado? —miré a Ellie y ella negó con la cabeza —. Fue en un restaurante. Fue a almorzar con un amigo que es compañero mío y al final terminamos todos sentados en la misma mesa. Fue un flechazo, ya saben, amor a primera vista, en ocasiones cupido puede ser un cabrón en pañales. La vi y me enamoré de ella, hice muchas cosas para que se fijara en mí y nunca lo conseguía, hasta que lo logré.
Mientras relataba todo aquello con mi voz ronca, tenía mi intensa mirada fija en ella. La vi sobresaltarse al notar mi mano posándose de forma “casual” en su rodilla mientras mis hermanas suspiraban rezumando amor hasta por los ojos.
—Parece un amor de película —dijo Roma.
—Sí. Tuve la sensación de que ella era la mujer de mi vida, por eso me arriesgué y le pedí una cita, pero ella dijo que no. tuve que currármelo varios meses hasta que finalmente me dio una oportunidad —le dirigí una mirada juguetona y traviesa mientras mi mano descendía por su pierna. Ellie ahogó un jadeo mientras yo no podía evitar que los latidos de mi corazón se dispararan —. La primera cita terminó con nosotros en la cama.
—Hace calor — dijo Ellie abanicándose con su mano.
—Sinceramente, estamos muy contentas de que nuestro hermano pase página. Ya era hora de que se alejara u poco del trabajo y follara más.
Escupí el trago que acababa de darme. Acababa de acordarme de mi jefe.
— ¡Joder! Tengo que hablar con mi jefe —exclamé y me levanté corriendo a buscar mi teléfono.
—Oh vamos, Ian. Es fin de semana, no le respondas —recalcó Ellie.
Ella tiró de mi mano consiguiendo que me volviera a sentar. Se estremeció cuando la rodee con los hombros y le planté un beso en la mejilla, tan cerca que por un momento pensé en besarla en los labios. Ellie tuvo intenciones de levantarse para retirarse, pero yo se lo impedí agarrándola del brazo.
—O te estás tranquila disfrutando con mis hermanas o te daré un beso delante de todos —le susurré.
Me dio un codazo cuando los demás empezaron a hablar de sus cosas y dejaron de prestarnos atención. Sonreí, porque este fin de semana estaban siendo divertidas y muy entretenidas.
— ¿Qué planes tienen para esta noche? —preguntó Roma.
—Hemos pensado ir a El Dorado —respondió Ellie de inmediato.
— ¿Y a qué te dedicas, Ellie? —preguntó Hanna.
—Doy clases de español en el colegio local.
—Bonito trabajo, con niños —dijo Julianna.
—Mi hermano estudió arte en Royal College of Art, es un actor poco conocido.
Ellie casi se atragantó con su bebida, tanto que Roma tuvo que darle unos golpecitos suaves en la espalda. Claro, ella no se había tomado la molestia de conocerme realmente, de saber cosas sobre mí. Inspiró hondo, se terminó la copa y puso lo mejor de ella para pasar una tarde tranquila hablando con mis hermanas.
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