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Primera navidad

Si a Jimin le preguntaran por quién metería sus manos al fuego sin pensarlo, ese sería Jeon Jungkook.

El chico se había ganado su corazón con el paso de los años, compartiendo anécdotas, comidas entre clases y juegos en el parque a la salida del colegio. Habían compartido toda una vida juntos y ahora, casi trece años después de conocerse, sabe que no puede sentir a nadie más como su hermano que a aquel con el que no comparte ningún lazo sanguíneo.

—¿Y bien? ¿En qué universidades presentaron examen?

Es la tarde de un cálido viernes y ambos se encuentran en la casa de la abuela Park, comiendo una sopa de lentejas que no sabe como ninguna otra. No saben qué la hace diferente, pero las lentejas de la abuela Park son el ejemplo perfecto del delicioso sazón que no todos poseen pese a años de práctica. La anciana mujer tenía ambas, sazón y experiencia.

—Solo presentamos examen en las dos universidades locales, abuela —dice Jimin antes de llenarse la boca con dos cucharadas de sopa.

La mujer frunce el ceño al verlo, pero no comenta nada al respecto.

—¿Y para qué carreras se postularon?

—Medicina, abuela —responde Jungkook, pendiente de que su amigo no se atragante con la comida—. Jimin sigue insistente de que puede con la carrera.

—¿¡Qué estás tratando de decir!? —grita el mencionado, aventando junto con su saliva parte de las semillas que no han sido masticadas.

—¡Jimin! —exclama la mujer, exaltada por la falta de modales.

—Tranquila, abuela, ya estoy acostumbrado a que me escupa —dice haciendo una mueca—. Este loco no puede mantener la comida dentro de su boca ni una sola vez —murmura entre dientes.

—¡Ey, respeta a mi abuela!

—¡Tú respeta a mi abuela!

—Dios mío. —La dulce anciana no puede hacer más que negar mientras se levanta de la mesa, dejando al par de jóvenes peleando en medio de comida y saliva volando entre sus dientes—. Solo recojan todo cuando terminen.

—¡Si, abuela! —gritan ellos al unísono, sin apartar la vista el uno del otro.

El breve duelo de miradas se alarga por unos segundos más antes de que se decidan —por mutuo acuerdo silencioso— que deben terminar con lo que les queda en los platos antes de levantarse de la mesa.

Jimin no sabe en qué momento, pero Jungkook se coló en su vida, entró por una pequeña fisura en medio del muro que resguarda su corazón, de la seguridad que le otorgaban sus padres y el pequeño círculo familiar apenas conformado por sus abuelos y dos tíos.

Jeon Jungkook, a este punto de su vida, conocía a toda su familia, conocía sus aficiones, sus horarios, sus gustos y disgustos, sus problemas médicos, sus virtudes y sus defectos. El chico se mantenía tan unido a él que ni siquiera era consciente de la importancia de su presencia, de lo que implicaba tener al alto azabache a su lado día con día.

Ahora lo sabe —o cree saberlo—, es un momento de iluminación que le ha llegado de la nada. Es consciente de la situación en la que se encuentra cuando ve al chico pasándole los platos recién lavados para que él los seque y acomode.

Jungkook se abre paso en su casa diariamente, con tanta confianza como si fuera la propia y aprovechándose de que solo se encuentran a la distancia de un cruce de acera. Los fines de semana los pasan juntos en casa de la abuela Park, sobre todo ahora que la mujer ha quedado sola. Entre semana se la pasan juntos en el colegio y a la salida de este se divierten en un parque cercano.

Si hay alguna justificación para tanto enrollo es el trabajo de los señores Jeon, que los obliga a estar fuera de la ciudad todo el tiempo. El pequeño Jungkook no podía quedarse solo desde tan joven y la amistad entre ambas familias fue como una oportunidad caída del cielo.

«¿En qué momento?», se pregunta Jimin. «¿En qué momento llegó a tomar tanta importancia?»

—Jimin, ¿estás bien? —cuestiona el más alto, sacándolo de su letargo con ayuda de un codazo en su cintura.

—Claro, ¿por qué lo dices?

—Bueno, te he dado el mismo plato desde hace un rato y no me escuchas.

«¿En qué momento?», se pregunta otra vez.

—¿Jimin?

—No es nada.

—¿Ok…? Estás raro —menciona.

Él no quiere tomarle tanta importancia, pero ahora que lo ha descubierto piensa que no hay vuelta atrás. Jungkook es parte de su familia, es como el hermano que nunca tuvo. Ese pensamiento lo emociona y trae consigo otros sentimientos que no sabe expresar.

—Iremos juntos a la universidad —dice sin girar a verlo, centrando su completa atención en la taza entre sus manos.

—Por supuesto —responde de inmediato—, estudiaremos lo mismo, en la misma universidad, nos quedaremos cerca de tus padres y de la abuela.

—Si, eso se escucha bien.

—¿Sucede algo? ¿Es por lo que le dije a la abuela?

Jungkook suelta la esponja y centra su mirada en él, recargándose sobre el borde del lavaplatos mientras se saca las manos con el paño de cocina.

—No lo sé, de repente me entró la ansiedad. —Su risa breve da a entender justo eso, pero no puede hacer nada para ocultarlo—. Estaba pensando en qué pasaría si no quedamos los dos en la misma universidad.

El más alto sonríe al escucharlo y se acerca para encerrarlo en un fuerte abrazo, descansando su barbilla en la coronilla ajena mientras palmea su espalda.

—Tranquilo, seguramente los dos estaremos en la misma universidad. —Toma el dulce rostro entre sus manos y sonríe para él, conforme con el sonrojo que empaña esas mejillas claras—. Y si eso no funciona, pues repito el examen el próximo año hasta estar en la misma universidad que tú.

Ambos sonríen y el calor se instala. Una nueva sensación se abre paso y Jimin lo siente claramente en su pecho, sin atreverse a decir nada.

—Estaremos juntos siempre, ¿no?

—Por supuesto, Minnie. Por supuesto.











Nota de autor:
No he escrito en algún tiempo por lo que quizás tenga más errores que nunca, de todos modos, muchas gracias por darse el tiempo de leer.

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