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Una carta y muchas explicaciones


Camilo llegaba de su práctica de fútbol, pero antes de entrar a casa, un mensajero lo llamó y le entregó un pequeño sobre blanco. Él no le dio mucha importancia, pensó que era para alguno de sus padres. Al entrar y dejar las llaves sobre la repisa en la pared, llamó a su madre para darle el sobre, pero fue allí cuando vio que llevaba su nombre, rápidamente subió a su habitación y se dispuso a leerla.

Barranquilla, Atlántico 3 de junio-2012

Mí querido Camilo:

Sí, lo sé, es difícil creer que yo escriba una carta y mucho más que sea a ti quien te la envíe. Pero creo que ha llegado la hora de responder este gesto que tú has tenido ya muchas veces conmigo. No sé cómo tenga que empezar una carta, o qué se deba decir, pero lo intentaré.

Creo que de entrada podría darte las gracias. Porque siempre has estado a mi lado, apoyándome hasta en mis más locas decisiones y siempre cubriéndome la espalda, como aquel día en que decidimos irnos a la piscina y mi madre te llamó y dijiste que sí, que estábamos en tu casa todos, cuando supe que hiciste eso por mí, uff, no supe ni como agradecerte, sabes cómo se pone de intensa mi mamá. Pero bueno, en realidad ponerme a recordar eso ahora, como que no es lo ideal, te escribo por otra cosa.

Cami, tu más que nadie sabes lo triste que he estado últimamente. Lo mucho que me ha costado superar el no haber logrado calificar para el concurso de la Universidad, tu más que nadie sabías cuanto lo quería, y súmale a eso descubrir el engaño de Jesús, que aun con todo yo lo apreciaba. Y precisamente allí está el problema. Sentía una especie de aprecio, no lo amaba. Aunque mi mamá dice que a esta edad uno no podría llegar a conocer que es el amor. Pero ¿sabes? Creo que al final sí lo comprendí.

¿Recuerdas la primera vez que nos conocimos? Fue en tercer grado. Cuando acababas de llegar al colegio y fui yo tu compañera de escritorio, recuerdo que esa misma tarde de regreso a mi casa empezó a llover, me ofreciste tu paraguas y me acompañaste a casa, sin incluso conocernos bien, pero creo que eso bastó para empezar una linda amistad. De ahí en adelante creo que no tengo ningún momento en mis recuerdos en el que no hayas estado junto a mí. En el que no estuvieran tus palabras, tus manos para levantarme e invitarme a seguir adelante.

Pero creo que lo menos que quieres saber son esas clases de virtudes, sé que buscas en esta carta algo que explique el beso que nos dimos ayer. Y sí, en realidad a eso han venido estas líneas. Camilo, sé que te gusto, que sientes algo más que un sentimiento de amistad hacia mí. Te escuché cuando se lo dijiste el lunes a Andrea, le dijiste que no podías dejarme así de deprimida, y ella te pregunto el por qué del interés exagerado en mí, creo que en ese momento no mediste las palabras y simplemente lo dijiste; "porque la amo. Porque yo no la veo como una amiga más. Porque me importa". Lo recuerdo muy claramente. Te confieso que en ese momento me sorprendí tanto como tú al decírselo a Andrea. Es por eso que esta semana no he logrado mirarte de la misma forma, no sé cómo dirigirme hacía ti, y sé que lo notaste, pero que pensaste en que aún era por lo deprimida que estaba.

Jamás te dije cuanto sufrí al verte en el hospital sin ningún tipo de reacción luego de tu accidente aquella vez. Jamás me había preocupado así con alguien, jamás había sentido como mi corazón se arrugaba al verte allí, o cuando saliste con aquella chica de la academia, no sabes cómo me molestaba cada vez que te veía junto a ella. Esas cosas fueron las que pasé por alto, las que nunca quise ver y siempre estuvieron ahí.

Ayer cuando estabas en mi casa leyéndome tu más reciente poema, te miraba fijamente, saboreando cada una de las palabras que componían ese poema hermoso, y en ese instante recordé algunos de nuestros mejores momentos. Sentí de nuevo algo en mi pecho, pero esta vez no era mi corazón arrugándose, era el mismo corazón latiendo muy fuerte, enviando una señal que luego se convertiría en un impulso que al mismo tiempo terminaría en un beso. Ni siquiera sé explicar cómo me sentí. Aunque creo que podrías bajar y así sería más fácil decírtelo...


Camilo rápidamente se levantó de su cama, miro por la ventana y alcanzo a ver a Fernanda, quien lo esperaba debajo de la sombra del árbol que estaba afuera de su casa. Camilo arrojó la carta a un lado y bajo rápidamente las escaleras, abrió de un golpe la puerta y allí fue cuando la vio, a la chica que hace algún tiempo amaba en silencio y que ahora parecía por fin tener.

Los dos chicos se acercaron tímidamente, los ojos marrones de ella y los negros de él parecían jamás haberse visto, sus miradas se cruzaban como un amor a primera vista. Solo se les ocurrió sonreír, él luego llevo su mano y entrecruzó sus dedos con los de ella, haciendo de nuevo regresar el latido fuerte en su pecho, regresando al mismo impulso y terminando en un beso, uno más profundo. 

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