Hola, sí, soy nuevamente yo.

Por enésima vez, como cada noche desde que te fuiste, estoy observando (nos) y cada vez es más fácil entender que ya no estás. No lloro, no pregunto, no quiero una respuesta a nosotros, simplemente busco una salida, la salida al camino que algún día fue de dos.

Pasan los días como si la prisa fuese consecuencia de nuestros pasos, como si con extrañarte ya no fuera suficiente. Sí, lo admití, te echo mucho de menos, pero ya no para pedirte de vuelta, a veces solo extraño mi ser cuando estaba a tu lado;

Preguntas: ¿alguna vez sentiste ese revoloteo en la barriga al escuchar mi nombre?, ¿alguna vez te quedaste dormido imaginando una historia conmigo? ¿Algún día te quedaste al lado del enchufe con el celular ahí conectado solo por no dejar de hablar conmigo? ¿alguna vez te vestiste solo con la intención de verte apuesto para mí?

Respuesta: Yo digo sí, a todas las anteriores.

Pasando los días entendí que aunque quisiera con todas mis fuerzas hacerte feliz, no es suficiente querer, y ahí aplica lo de querer NO es poder, ni para querer a los amores de nuestras vidas. Y de estos, los últimos mencionados, me atrevo a decir que quizá no serán para tener en nuestra vida, a veces son solo para llevarlas en el alma y el corazón, para sonreír al traer un recuerdo (o para reclamarle a Dios, al destino o lo que sea en que creamos) que ya no está a nuestro lado.

Escribiendo esto para ti, y a sabiendas que no llegará a su destino, te imploro como siempre que seas feliz toda tu vida, vida mía, aún sin mí. Quizá en unos años nuestro camino se cruce, ante lo contrario y mirándote a los ojos, gracias y perdón.

Un placer, siempre.