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Capítulo Único.


Jungkook bajó la vista apenado, ocultando su ruborizado rostro detrás de su largo cabello oscuro, cuando el chico frente a él volvió la cabeza en su dirección. Aún cuando no lo miró directamente, trató de ocultarse, con temor de ser –posiblemente– atrapado viéndolo fijamente. A pesar de que él lo sabía mejor: el chico nunca lo veía.

Él nunca lo veía, incluso si estaba parado justo frente a él.

Y eso en un metro, era algo muy común.

Sólo que... bueno, no es como si para él fuera una sorpresa. Era un chico normal, de esos que la gente raramente notaba porque nunca destacaba, simplemente deslizándose en el montón, junto con los demás, siendo lo más invisible que podía. Como un fantasma.

Así era él, ese era su día a día.

A veces, Jungkook se preguntaba cómo sería ser todo lo contrario a lo que él era: una persona despampanante, que brillaba allá a donde iba. Una persona que cuando pasaba, la gente la volteaba a ver, o por lo menos, ser lo suficientemente bonito como para resultar agradable a la vista.

Sólo que con él, aún si fuera ese porcentaje necesario de "agradable", sabía que no haría mucha diferencia. Jungkook vivía con una molestia en su ser, una incomodidad dentro de él, con su persona, con su cuerpo, que le resultaba imposible moverse entre los demás con naturalidad.

Era como si llevara una carga pesada en su pecho de manera constante, como si estar, existir, no fuera para él. Como si no perteneciera.

Como ser incorrecto.

Por lo que pasar desapercibido era lo que hacía, porque era demasiado tímido como para manejar la atención de una buena manera.

A cambio, Jungkook se dedicaba a mirar a los demás. Específicamente a cierto chico con el que compartía el metro cada mañana. No es que él fuera un acosador, no, claro que no. Sólo que el chico era tan apuesto... una obra de lo que suponía él, era Dios.

Piel perfecta y seguramente suave, por cómo se veía, con el bronceado adecuado para no parecer pálido, como él. Unos rosados labios gruesos, perfectamente proporcionados, no como los suyos. Ojos rasgados, ligeramente pequeños, no como los de él, que eran tan grandes que a veces parecían ser lo único que resaltaba en su insípido rostro. Tenía hombros y brazos musculosos y definidos pero no exageradamente voluminosos, él ni siquiera tenía alguna definición. Unas piernas trabajadas y torneadas, y unos muslos tan gruesos y tonificados que cuando se movía, se paraba o se sentaba, se marcaban en la tela de sus pantalones. Él ni siquiera volteó a mirar las suyas, no había nada qué mirar.

El tipo era perfecto, de una manera juvenil y elegante, totalmente sexy.

Por supuesto que, para él, eso no era lo más destacable. Esas sólo fueron cosas que fue notando con el tiempo, en los treinta minutos que pasaba a su lado cada día. Lo primero que Jungkook notó en todo el tiempo que puede recordar, es haber visto la curva de sus labios, su mejillas sonrosadas elevándose y sus brillantes ojos desapareciendo en una sonrisa tan deslumbrante que simplemente se supo perdido en el instante en que lo presenció.

Era tan... sublime. Él nunca había creído en la veracidad de esa tonta frase cursi que las personas decían de que una sonrisa podía alegrarte el día, hasta que lo vivió con aquel chico.

Jungkook suspiró, cuando lo sintió voltear la cabeza en otra dirección, totalmente ajeno al chico con el acelerado corazón en la mano que cada mañana, durante treinta minutos, extendía hacía él con esperanza.

Pero era una esperanza vacía, sin fundamentos. Jungkook era la definición de desabrido, vano, y común rayando en lo vulgar. Mientras él era el claro concepto hecho persona de la perfección.

Ojalá... ojalá él fuese sólo un poco más bonito, sólo un poco. Lo suficiente para para levantarse de donde estaba sentado, plantársele en frente y tener el valor de preguntarle directamente su nombre.

Y que el chico lo mirara por primera vez.

Tal vez un poco sorprendido, otro tanto desconcertado; quizás, le miraría con una pequeña sonrisa entre incómoda y nerviosa, tratando de averiguar cómo reaccionar, para finalmente responderle con lo único que Jungkook sentía que necesitaba para seguir adelante con este enamoramiento casi insoportable.

Deseaba poder cambiarse la andrajosa camisa que cargaba –a pesar de ser la mejor que tenía– con una más adecuada, una que le diera la confianza necesaria para no ocultarse cuando el tipo miraba en su dirección, y en cambio mirarle hasta que sus ojos se encontraran y tener algún tipo de conexión, como en las películas.

Y sentirse correcto, por una vez.

Sentir que podía pertenecer.

Ojalá... simplemente, ojalá.

Entonces, cualquier cosa podría pasar.

Jungkook suspiró, otra vez, parpadeando rápidamente para alejar las lágrimas. Era inútil soñar, pero los segundos de silencioso ensueño le hacían feliz, aunque le doliera profundamente después.

Cuando lo miró una vez más, el chico veía algo en su teléfono móvil, pasándose la mano por el lacio cabello negro, perfectamente peinado. Miró algo en la pequeña pantalla que le hizo soltar una diminuta risita que le llegó débilmente debido a todos los demás molestos sonidos que los rodeaban. A Jungkook el sonido le erizó la piel, un estremecimiento deslizándose por su columna, que le formó un nudo en la boca del estómago. No estaba seguro de si era malo o bueno.

Viendo sus pálidas manos, Jungkook sintió como el metro se detenía en una parada y gente bajaba, quedándose en su mayoría solos, el chico y él, como cada día. Sabía que la siguiente era la parada de él, mientras que Jungkook tendría que regresar dos de ellas en el metro que iba de vuelta. Era un recorrido que hacía cada mañana, simplemente con el propósito de disfrutar de su compañía otro poco más. Luego, el chico se bajaría y no volvería a verlo hasta la mañana siguiente.

Jungkook, como todos los días, pensó en lo que pasaría cuando una de esas fuera la última vez que lo viera. Era estúpido tener miedo de perder a alguien a quien nunca has tenido en realidad, pero no podía evitarlo. ¿Qué haría cuando a la mañana siguiente el chico no apareciera?, no quería ni imaginarlo, pero era imposible no preguntárselo, porque cualquier cosa podría pasar. Y él no se enteraría nunca de qué.

El metro avanzó, el silencio reinó, sólo se escuchaba el zumbido del metro moviéndose, y su respiración pausada y pesada.

Mirándolo una vez más, Jungkook lo encontró con los ojos cerrados, reposando su cabeza en el vidrío de la ventana detrás de él y los brazos cruzados delante de su pecho.

Bebió de su vista, incapaz de apartar la mirada, sus ojos codiciosamente vagando por cada facción delicadamente hecha. Era verdaderamente precioso. Y ni siquiera era consciente de él. Lo que seguía sin sorprenderlo.

De repente, una melodía rompió el silencio.

Jungkook lo vio tomar el teléfono del bolsillo de sus pantalones jeans y llevárselo al oído sin abrir los ojos.

―¿Hola? ―la voz se deslizó como terciopelo líquido, suave, ligeramente áspera, y en un tono que era fuerte y elegante, como el resto de él, le encajaba a la perfección. Jungkook se dio cuenta de que era la primera vez que le escuchaba hablar sin interrupción de ningún tipo―. Sí, aún estoy en el metro, se ha retrasado un poco ―una pausa para escuchar, supuso él―. No te preocupes, no te dejaría plantada nunca si puedo evitarlo ―otra pequeña pausa, luego una risa en toda regla que le hizo apretar las manos en puños apretados―. ¡Jamás lo haría!, ¿cómo crees?, vale, vale, nos vemos en unos minutos, viene el túnel, se corta la señal. Te quiero. ―Jungkook, con el corazón apretado y su estómago hundido, lo vio colgar justo antes de entrar en el túnel que dejaba todo parcialmente oscuro, puesto que cuando sus ojos se adaptaban, lograba ver.

La enorme sonrisa que resplandecía en la oscuridad, le decía que quien sea que había llamado, era especial, nada como él. Y sin importar lo que hiciera, nunca sería él. No sería quien plasmara esa sonrisa en su rostro, ni esa expresión feliz en su cara. No provocaría tales carcajadas, no haría sonar su teléfono. Jungkook nunca obtendría una mirada de esos hermosos ojos para él. Y eso lo hizo soltar lágrimas que silenciosas, surcaron sus mejillas, su rostro contraído en una mueca dolorosa. Porque dolía, dolía tanto...

Apretó sus ojos, sus manos en puños a los costados de sus muslos, sus uñas clavándose en las palmas sudorosas; su labio inferior temblando, su cuerpo estremeciéndose en sollozos inaudibles que trataba de contener. Se sentía roto, porque a pesar de saber la verdad, aún guardó esperanzas, unas que se rompieron en su cara cuando evidenció lo que nunca podría tener. A fin de cuentas, una cosa era saber, y otra realmente saber.

Y así se quedó, sumido en la oscuridad, pidiendo en silencio una oportunidad.

Hasta que lo sintió. Fue como luz.

―¿Estás bien?

Jungkook se estremeció con todo su cuerpo al escuchar ese simple par de palabras. Una sensación de entrañable calidez, su corazón golpeando su pecho con fuerza como si recién despertara a la vida, todos los demás sonidos parecieron empequeñecer en comparación. Pensó que estaba soñando, porque no era- era simplemente imposible, ¿verdad?

―Oye, ¿estás bien?, ¿necesitas ayuda?

Rígido como una tabla, Jungkook abrió los ojos lentamente. No habría podido explicar lo que sintió cuando sus ojos se adaptaron a la oscuridad, y miró, con algo así como visión de túnel afectándolo: los bordes sombreados, sólo un pequeño círculo con el que pudo enfocar al par de ojos avellanas que le devolvían la mirada.

Estaba viéndolo, por fin.

Por fin.

Se quedó sin respiración, algo caliente llenándolo, deslizándosele por dentro al ser testigo de la expresión de preocupación y confusión en el rostro del chico que era dueño de su corazón.

―¿No puedes hablar? ―Jungkook lo miró, sus lágrimas desbordándose de sus inundados ojos, goteando desde su barbilla. Estaba conmocionado, completamente en shock, aún sin poder creerlo―. Perdona si te incomoda, es sólo que no es común ver a alguien llorar en un lugar tan público, estoy sorprendido de no haberte oído, ni visto en realidad... ―se interrumpió, luciendo desconcertado en segundos, descruzó los brazos para descansar las manos en sus propias rodillas a la vez que se inclinaba para verlo mejor debido a la oscuridad, ladeando la cabeza―, ahora que lo pienso, no te había visto ahí hasta ahora, ¿estuviste allí todo éste tiempo?, ni siquiera me percaté, lo que es extraño considerando lo lindo que eres.

Jungkook jadeó, su rostro se volvió carmesí, totalmente sonrojado, tenía que estar soñando. No podía ser cierto. El chico no sólo lo estaba mirando, sino que también le decía que era lindo, lo miraba con tanto interés, como si realmente le importara cómo se sentía. Jungkook abrió la boca para hablar pero no salió nada. De repente estuvo desesperado por hablarle, porque en su interior, algo tiraba, asegurándole que ésta era su única oportunidad. La angustia y la ansiedad, el miedo a perder esta ocasión, lo obligaron a pararse de su asiento, provocando que el chico frente a él imitara su acción al verle.

Jungkook, en su afán, tropezó con sus pies, el movimiento del metro contribuyendo con su falta de equilibrio, lo que lo envió hacia el suelo, el cerró los ojos con las manos extendidas en un intento de amortiguar su caída... sólo que sus manos no llegaron a tocar el suelo frío. Unas cálidas manos más pequeñas que las propias, sostuvieron las suyas, sólidas, firmes. Subió la mirada para ver al chico, que lo detuvo de caerse. Aquellos ojos simpáticos que ya lo miraban.

Sus ojos se encontraron y trabaron juntos. El silencio se extendió. Cuando el chico abrió la boca para hablar, el metro aceleró de improvisto haciéndolos tambalearse de nuevo, lo que los hizo caer, esta vez a los dos.

Jungkook cerró los ojos fuertemente, aferrándose a las seguras manos ajenas que le apretaron con fuerza de vuelta.

Cuando se estabilizó y no sintió dolor, abrió los párpados encontrándose esta vez, con que habían caído sentados, con Jungkook en el regazo del chico. Se miraron, uno sorprendido y el otro apenado, rojo hasta las orejas.

Jungkook, por fin encontrando su voz, tartamudeó:

―L-Lo s-siento mucho-o ―el otro chico sólo se rio, una risa tan cálida e inocente que lo llenó por dentro, como una ola tibia de amor que se enroscó en su corazón acelerado―, d-de verdad l-lo siento.

―Oh, no te preocupes, fue un accidente. No todos los días tengo la oportunidad de tener a un chico tan guapo en mis piernas ―Jungkook sintió su corazón tartamudear, sonrojándose aún más, su cuello caliente cuando el otro le sonrió. Agradeció la oscuridad, porque él no lo notaría. O eso esperaba―, ¿puedo saber tu nombre, por lo menos?

Sus lágrimas volvieron, por la desesperación apoderándose de sus sentidos. Se sentía extraño, nostálgico, extrañándolo como si ya no estuviera ahí.

―J-Jungkook, soy Jungkook ―le dijo lentamente, en tono bajo, sabiendo que a pesar del ruido del metro lo escucharía, gracias a la cercanía. Aún sin soltarle las manos, Jungkook habló, pidiendo con abandono lo único que sabía necesitaba: ―¿Puedo s-saber el tuyo?

―Jimin, Park Jimin ―Jimin le sonrió, y Jungkook súbitamente sintió paz, una absoluta, inmensa paz que lo envolvió, haciéndole sonreír―. Pero, ¿por qué sigues llorando?, ¿estás lastimado? ―le preguntó suavemente, sus manos yendo hasta el rostro sonrojado de Jungkook, limpiando con los pulgares sus lágrimas, el gesto contenía tanta ternura que el amor explotó en su corazón, dejándolo repleto.

―N-No, ya no, son lágrimas de felicidad ―Jimin lo miró desconcertado, pero una pequeña sonrisa adornó sus hermosos labios. Jungkook se apoyó en su toque, que lo hacía sentir tibio, vivo. Quiso cerrar sus ojos para concentrarse en su caricia, pero no lo hizo, sintiendo el tirón en su interior, las paz, sus ojos adormecidos, su cuerpo laxo que se derritió contra Jimin, el chico desconcertado lo tomó, abrazándolo mientras se acurrucaba en él, a pesar de no entender.

Jungkook lo disfrutó, su calor, la suavidad, la ternura de su toque, el cariño de su atención, aún cuando él sabía que no entendía lo que pasaba.

Algo, no supo qué, hizo clic en su interior. Se sentía tan cansado repentinamente, pero era del tipo que no le resultaba incómodo, sino como algo que tenía que ser. Comprendiendo, se dio cuenta de que, por primera vez desde que recordaba, se apreció correcto.

Sintiéndose ligero, Jungkook lo miró a los ojos una última vez. Jimin, que seguía cada movimiento con sus orbes avellanas, lo observó expectante. Lleno de una mansa melancolía, Jungkook acarició con lentitud ese preciado rostro, como guardando cada pequeño relieve y recoveco que lo conformaba en su apacible alma. Le sonrió feliz, cerrando los ojos, para descansar su cabeza en el cuello de Jimin.

Ya era la hora, así que susurró, desvaneciéndose: ―Gracias por todo, Jimin.

De repente, el metro salió del túnel. La luz volvió, tragándose la oscuridad que había en un pestañeo, estaban casi llegando a su parada.

Jimin parpadeó, tratando de que sus ojos se acostumbraran a la luz de nuevo, se sentía extraño, liviano. No entendió por qué.

―Jungkook, ¿te encuentras me...? ―Jimin parpadeó de nuevo, tenso, perplejo. Miró su regazo, que se encontraba vacío― ¿Jungkook?

Jimin miró a todos lados, buscándolo. Era imposible, hace unos momentos estaba ahí, y ahora ya no. ¿Le estaba jugando una broma?, pero, ¿cómo?, no había nada donde esconderse, y ni siquiera lo sintió moverse, levantarse, y si así fuera, todavía estaría a la vista.

Jimin se levantó, buscándolo en los demás vagones, pero no dio con el chico, no entendía. ¿Qué estaba pasando?

―¿Jungkook?, no entiendo nada. ―Jimin volvió a su asiento, sin sentarse, sólo esperando que el metro se detuviera por fin en su parada, se sintió ansioso, y vacío. Una extraña añoranza se apoderó de él, una que no entendía. Mirando fijamente frente a él, trató de racionalizar los últimos diez minutos. La acción le hizo ver un pequeño trozo de papel que descansaba en el asiento donde había tenido posado su trasero antes. Justo cuando el metro se detenía, anunciando la última parada, que era la suya.

Tomó el papel, y caminó para salir. Sólo que se quedó parado en el umbral de la entrada, con un pie fuera. Algo, no sabía qué, impidiéndole salir. Fue cuando las puertas comenzaron a cerrarse, que reaccionó, terminando de dar el paso afuera, sintiendo que algo se desprendía en su interior.

Jimin se quedó parado en medio de la estación, viendo el suelo fijamente, la cabeza un poco gacha. Curioso, alzó el trozo de papel y lo leyó.

«Gracias por todo, Jimin. Te amo.

-Jungkook»

Jimin se estremeció, la voz de Jungkook resonando en su cabeza, como un eco que se escuchó por toda la estación, pero supo que sólo había sido él, porque nadie se alarmó, nadie volteó. Quieto, pasaron los minutos, no pudo reaccionar, todavía mirando la letra como de niño de Jungkook. Porque no había duda de que era de Jungkook. Un dolor, profundo como ningún otro le quitó el aliento, su vista se hizo borrosa, por lo que se llevó una de sus manos a los ojos para frotarlos, acto que le hizo darse cuenta de que lloraba, lágrimas calientes descendían por su rostro, uno que lucía una expresión anonadada.

Él realmente no pudo comprenderlo, dolía, no sabía qué, pero dolía. Un dolor diferente de cualquier otro que haya sentido en su corta vida. Volteó la cabeza en dirección al lugar donde había estado el metro, pero ya no estaba. Sólo los rieles vacíos, como su interior.

Jimin caminó, sintiéndose perdido como nunca en su vida. El papel arrugado en su mano apretada en un puño. Aún cuando las lágrimas seguían resbalando, incluso cuando le dolía cada centímetro de su ser.

Al día siguiente, cuando entró en el metro como un zombi, y se sentó en el mismo lugar de siempre, conteniéndose de mirar el asiento frente a él. Los sentimientos del día anterior lo perseguían todavía.

Estaba cansado, con sueño porque no logró dormir nada en toda la noche, ni siquiera recordaba haber comido. Y tampoco fue como si le importara, realmente.

Su resolución no duró mucho, sin embargo. Sin poder resistirlo, miró el asiento vacío, como él. Y así se quedó, durante los treinta minutos del recorrido. Recordando el toque suave de esas manos, el temblor de su cuerpo, de sus labios, el cabello negro brillante, la sonrisita feliz, inocente, hermosa. Y esos ojos, fue como ver un cielo estrellado, uno que sólo existía para él. Jimin jamás olvidaría esa sensación, de ser el todo de alguien. De él.

Cuando el metro se detuvo y fue su momento de bajar, Jimin apartó la vista con brusquedad, el corazón apretado, la garganta cerrada. Caminó lentamente, sin querer ir a ningún lado.

Entonces pasó, a sólo un paso de salir.

Sintió un ligero toque en su mejilla, como el beso de un pétalo, como el toque del aleteo de las alas de un colibrí, calor bañó su cuerpo de adentro hacia afuera, y una plenitud, como ninguna otra se asentó en él. Jimin respiró profundamente, ligero y natural, la nostalgia junto con todo lo demás, le hizo brotar nuevas lágrimas. Salió por completo, parándose una vez más en el mismo lugar de ayer. Una sonrisa, un poco temblorosa, se instaló en sus labios, aún cuando las lágrimas no se detuvieron. No importaba, la calidez seguía con él.

Un murmullo lejano, algo que supo que sólo él pudo escuchar, de esa voz que sólo había escuchado una vez el día antes, diciendo su nombre; fue como una despedida, un agradecimiento que no supo interpretar, pero lo reconfortó. De alguna manera, Jimin sabía que Jungkook estaba con él y que estaba bien, allí, donde sea que ahora pertenecía. Su alma libre.

Eso era todo lo que importaba.

Entonces, Jimin nunca olvidaría ese peculiar once de marzo.





Mi primera vez escribiendo algo así, no lo sé, sólo me provocó.

Lo hice para mi hermana, aquí @Sofi_172007 → So, te amo. Esto es para ti, eres la mejor, gracias por todo tu apoyo y amor 💘




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