18:18
【Memoricé la cantidad de pecas en tu espalda, para no olvidarlo nunca.】
JiMin había estado durmiendo en el asiento del copiloto por un buen rato. Fue adorable como luchó con uñas y dientes para conducir toda la noche, pero YoonGi sabía lo cansado que debía estar. Finalmente lo convenció y JiMin no permaneció ni cinco minutos despierto una vez que estuvo fuera del volante. Su cabeza se sacudió en cada tope de la carretera, como si estuviera en un sueño muy profundo. El poder de esa imagen hizo que YoonGi cambiara la dirección del GPS.
Un día, perderían un día. Era consciente de lo malditamente arriesgado que era llegar a Seúl el último día de su plazo y no importó lo suficiente para detenerlo.
Cuando llegó al sitio planeado apagó la camioneta. El murmullo sorpresivo de los chicos y la falta de movimiento debió despertar a JiMin.
—Caracoles, me quedé dormido —se quejó y rápidamente encontró la mano de YoonGi. Le sujetó los dedos con un miedo obvio. Tenía miedo que el mayor desapareciera repentinamente—. ¿YoonGi? ¿YoonGi?
YoonGi se aclaró la garganta. Luchando contra el nudo duro en ella.
—Aquí estoy.
—¿Llegamos a Seúl? —TaeHyung preguntó, probablemente porque no conocía más que Daegu.
—No, estamos en Busan. —Intentó responder de la manera más calmada, aunque eso no evitó reacciones distintas en sus amigos. No se perdió la forma en que JiMin miró a su alrededor para comprobar. Después de notar donde estaban, miró a YoonGi con sus ojos abiertos.
—¿Tus coordenadas se cruzaron? ¿Por qué estamos en mi ciudad?
En lugar de responder, el mayor de todos se volvió hacia los asientos traseros. Los cuatro chicos estaban apilados como sardinas cuando fácilmente un par de ellos pudo viajar en la batea. TaeHyung prácticamente estaba en el regazo de JungKook, pero ninguno de los dos parecía perturbado por eso.
—Escuchen, iré con JiMin a... Quiero cumplirle un deseo. Pueden tomarse el día libre, iremos a Seúl mañana. —Esa declaración consiguió la misma reacción, todos parpadearon de la sorpresa y sonrieron. En definitiva, la idea les gustó. Mucho más tranquilo, YoonGi se dirigió a JiMin—. Todo resuelto, podemos irnos.
JiMin era el único que parecía aturdido. Salió del auto con su bonito ceño apretado.
—¿Qué estás planeando?
Le lanzó una mirada con sospecha, YoonGi sonrió suavemente en respuesta. Su adorado Dongsaeng lo descubriría en unos minutos, no hacía falta la explicación.
—Compremos un ramo de flores.
Su sugerencia sólo hizo que JiMin lo observara con más desconfianza. Consiguieron un costoso ramo hecho de tulipanes blancos envueltos en papel estraza, el moño que sujetaba las flores era de un amarillo pálido dándole un poco de vida al arreglo.
JiMin siguió a YoonGi con el ramo entre sus manos y a mitad de la calle lejos de su destino, se paralizó. A pesar de su expresión neutral, sus ojos se llenaron de algo que era imposible leer.
—¿Me llevas a ver la tumba de...? Papá —susurró la última palabra como si apenas pudiera soportar la idea.
—Anoche dijiste que serías feliz si sólo hacíamos esto. ¿Quieres hacerlo? Todavía podemos darnos la vuelta e ir Magnate.
De ninguna manera iba dejar ir a JiMin por no querer enfrentarse a sus heridas. Si su muchacho sentía que era demasiado pronto para hacer algo como esto, YoonGi iría a casa con él y conseguiría una ducha llena de burbujas para los dos.
—Quiero ir contigo. —Una suave sonrisa tiró de los rechonchos labios del menor—. Eso me haría feliz.
YoonGi recordó al JiMin de esta realidad, a la versión del vocalista que apenas podía reconocer los celos y ahora hablaba de sus sentimientos más abiertamente. Por eso quería acompañarlo a visitar la tumba de su padre. No quería dejar esta realidad sin que su amor estuviera completamente en paz.
La entrada al pequeño cementerio estaba solitaria, debía ser porque era un día entre semana a primera hora de la mañana. Antes de cruzar el arco que los conducía al interior, YoonGi le tomó la mano a JiMin y le dirigió una sonrisa.
—¿Estás listo?
De repente, la confianza en JiMin se evaporó.
—No... No estoy listo, dame un segundo.
Sus dedos comenzaron a sentirse fríos, como si estuviera en invierno sin guantes y no en verano con el sol mañanero. YoonGi se preocupó, tal vez actuó impulsivamente y JiMin realmente no quería hacer esto. Tal vez sólo lo dijo para que aceptara quedarse en esta realidad.
—No tenemos que hacer esto en absoluto, JiMinnie. Podemos irnos.
—Si elijo marcharme, voy a ser egoísta otra vez. —La barbilla de JiMin comenzó a temblar en ese momento—. Debo...
—No, JiMin-ah. Esto no te vuelve una mala persona. No eres el causante de su muerte y si el luto te funciona mejor en silencio, está bien. No significa que lo ames menos.
YoonGi se inquietó, no estaba seguro si estaba diciendo lo correcto. Nunca había perdido a un familiar cercano y las muertes que vivió nunca fueron de una manera tan dolorosa como el menor. Su pánico fue en aumento cuando una primera gota escapó debajo de las gruesas pestañas de JiMin. El chico intentó limpiarla rápidamente, excepto que las lágrimas comenzaron a superarlo y pronto estaba llorando realmente.
—Gracias. Creo todo lo que dices y gracias por hacerme creer en mi inocencia —confesó con su voz rota.
El alivio llegó a YoonGi, sabiendo que no había empeorado la situación. Dejando caer el ramo de un montón de wons, se encargó de rodear al amor de su vida con sus brazos. JiMin tan vulnerable y siempre mostrándose tan fuerte, ahora se sostenía a él como si fuera su refugio y lloró.
Lloró lo que no debió llorar en años, empapó su camiseta y gritó. YoonGi se lo permitió, amando incluso esta faceta rota. Romperse de esa forma únicamente era signo de valentía.
—Todo está bien —le susurró, una y otra vez, esperando que su chico lo creyera. En algún punto JiMin comenzó a quedarse sin fuerzas, sus sollozos se convirtieron en pequeños hipidos. Como sus rodillas se pusieron temblorosas, YoonGi tuvo que sostenerlo en serio.
Maniobró de alguna manera para buscar en su bolsillo y tomar uno de los pañuelos con los que siempre cargaba. Entonces tomó el rostro hinchado del chico de su vida e intentó quitarle el rastro húmedo de lágrimas, también le limpió algunos mocos con cariño.
Al final JiMin se veía como un desastre. Pero le sonrió y YoonGi se encontró devolviéndole el gesto.
YoonGi lo llevó a su cafetería cuando se sentía mejor, eso fue cuando el sol estaba cayendo. Inevitablemente JiMin se sintió mejor que en la mañana y seguro tenía que ver con que el mayor le permitió usar su hombro de almohada en el taxi.
Magnate se veía igual de solitario que siempre. JiMin abrió las puertas, apreciando el chirrido que la vieja puerta hizo al ser tocada. No se sorprendió al ver las sillas levantadas, los cubiertos retirados y todo pulcramente en su lugar. En el momento en que su mirada se encontró con Amelia, le sonrió en forma de saludo.
Ella evidentemente estaba por salir, porque estaba colgando su bolso en su hombro.
Sus miradas se encontraron lentamente, calentando el pecho de JiMin. Podía saber lo que había visto en ella cuando se enamoró. Le gustó la forma pequeña de su cuerpo, le gustó la delicadeza con que ella trataba su pasado.
En YoonGi, adoraba la forma en que lo besaba, como asumía el mando tan naturalmente por él o como podía dejarlo tomar el control. JiMin adoraba su cuerpo grande, esos muslos firmes y los bíceps que podían sostener sus piernas. Adoraba al hombre, de una forma que nunca llegó a adorar a Amelia.
—¡JiMin! —Amelia chilló, corriendo hacia él. Apenas tuvo el tiempo suficiente para abrir sus brazos y recibirla— ¿El contrato terminó? ¿Por qué te ves tan agotado?
Seguro su apariencia era porque estuvo llorando como un recién nacido fuera del cementerio. Eligió responder la primera pregunta para su comodidad.
—Termina mañana. Todo termina mañana.
—No suenes tan triste. No las arreglaremos para mantener el dinero. —Si Amelia supiera el verdadero motivo por el que estaba tan abatido, diría que no había forma de arreglarlo. Ajena a su corazón roto, su amiga lo abrazó más fuerte—. Te extrañé.
JiMin se rio, poniendo las manos en su cintura. La diferencia le resultó graciosa después de acostumbrarse a sostener un peso igual al suyo.
—¿Quién lo diría? Eres una codiciosa, no te bastó tener sólo un Park.
Amelia hizo un puchero.
—Extrañaba a mi hermanito mayor.
—También te extrañaba, hermanita —admitió, cerrando los ojos. Era la primera vez que podía nombrar a Amelia de esa forma, sin recordar sus sentimientos o percibir una espinita de culpa. Eso era, esto era la paz que YoonGi le trajo a su vida.
Como si sus pensamientos lo hubieran materializado, la puerta se abrió detrás de ellos. YoonGi les dio una mirada y parecía que estaba avergonzando por haber interrumpido, pero JiMin le sonrió entre su abrazo con Amelia diciéndole que no pasaba nada.
En ese momento, Amelia se giró y encontró a YoonGi. Sus ojos verdes se ampliaron. Era de esperarse que tuviera una reacción así. Casi no conocía al interiorista y en su vaga impresión creía que era un hombre extraño.
—¿Qué hace él aquí?
—Oh, ¿hablas de mi pareja? —respondió. Trató de usar el tono más aburrido que pudo, sin embargo, la emoción lo delató. YoonGi era su pareja hasta que pidieran del deseo. Ese hombre maravilloso era suyo y quería presumirlo antes de perder la oportunidad— Venía a pasar la noche conmigo.
Viviría conmigo si fuera mi elección.
Amelia se liberó de su abrazo. Parecía tan sorprendida que ni siquiera podía hablar, al conseguirlo se le escaparon un par de palabras en inglés. Como si su cerebro hubiera olvidado en que idioma debía hablar.
—Tú... Creí que te gustaban las chicas, a veces pensé que yo...
—Aún me gustan las chicas —le aseguró. No quería escuchar si Amelia alguna vez sospechó de sus sentimientos, ya tenía un punto final para esa historia—. Pero te dije que había algo especial en él. Me adora y me trata como un dios.
JiMin sonrió y se ruborizó, demasiado consciente de la presencia de YoonGi a sus espaldas. Eso volvió su declaración más vergonzosa de lo que ya era.
—Esto es muy sorpresivo. —Amelia reconoció, sonando sin aliento. Justo en ese momento, su teléfono comenzó a sonar. Su amiga inglesa parecía dispuesta a ignorarlo, pero después recordó que era importante—. Tengo que irme, prometí que iría a cenar con tu hermano, ¡pero ni creas que me olvidaré de esto!
Esas eran amenazas vacías, Amelia nunca diría nada sobre algo que lo hacía así de feliz. JiMin se acercó para darle un beso de despedida en la mejilla, esperando que ella captara la indirecta y se marchara. No quería arruinarle una cita a su hermanito y no quería perder más de su preciado tiempo con el interiorista.
—Lo que sea, sólo vete —Amelia le lanzó una mirada furiosa y caminó hasta la salida. Miró a YoonGi al pasar.
El hombre le sonrió. Amablemente.
—Adiós, Amelia. Ten un buen viaje.
La manera que su voz sonó fue tan amigable que incluso JiMin se sorprendió. Cuando ella se había ido, no pudo evitar burlarse.
—¿Así que ahora son amigos? —preguntó y mentalmente se preguntó por qué el hombre seguía lejos. Lo único que quería era atraerlo hacia él, para mordisquear todos esos centímetros de piel descolorida.
—No creo —En un parpadeo YoonGi ya estaba a su lado, se inclinó para frotar sus labios poniendo una mano en su mandíbula. JiMin suspiró de placer, el beso sabía mejor que sus dulces preferidos—. Pero siempre me he comportado muy grosero con ella, se merece que un día sea amable y ahora que soy tu pareja puedo darme esa oportunidad.
—Por supuesto. —Simplemente dijo, demasiado concentrado en su amante para prestar atención a la conversación.
El diseñador continuó un camino de besos hacia su cuello, deteniéndose en su manzana de adán. JiMin se estremeció, odiando que se detuviera. Nunca había deseado a alguien como a este hombre, la atracción que sintió hacia sus exnovias se sintió como una imitación pálida de lo que sentía por YoonGi. Sólo se necesitó un respiro a la loción de afeitar que YoonGi usaba y sus bóxers comenzaban a sentirse apretados. Debió ser preocupante, no natural.
—Vamos a tu departamento —YoonGi le dijo, con esa mirada hambrienta. JiMin casi lo había olvidado y estuvo por decirle que no era necesario, de no ser porque miró las ventanas con las persianas levantadas. A su lado irracional no le gustaba la posibilidad de que alguien pudiera ver al mayor y al racional, bueno, tampoco.
Su departamento era más un piso sobre su cafetería. Demasiado pequeño, un cuarto, una cocina y un baño en el que jamás podría haber una bañera como la del hotel de Daegu. Hace mucho tiempo parecía un lugar inmenso, pero ahora que YoonGi estaba aquí todas las paredes se habían estrechado.
—Ignora el desorden —le dijo a YoonGi, en lugar de que ignorara el tamaño de su departamento. No iba a avergonzarse por algo como eso, no con su interiorista.
—No hay ningún maldito desorden.
Una pequeña risa se le escapó cuando YoonGi lo alcanzó y lo hizo caer en la cama delicadamente. Por supuesto, no fue difícil encontrar su dormitorio.
Se estiró de espaldas sobre el colchón y recibió gustoso a YoonGi sobre él. Preocupándose por el tamaño del colchón, uno individual no sería tan útil para los dos. Si se tratara de él, conseguiría sabanas de seda sólo para esa noche.
—Ignora el tamaño de la cama.
YoonGi le sonrió. Luego tiró de su camiseta por encima de una cabeza, de una manera tan caliente que JiMin mordió su labio inferior.
—Sólo tenemos que evitar caernos, lo vuelve algo divertido si lo piensas. —Las comisuras de sus labios apuntaron hacia el techo en respuesta, consiguiendo que YoonGi suspirara—. ¿Cómo puede ser tan magnífico?
—No sé.
Realmente no tenía idea de cómo el mayor veía en él algo hermoso si sus ojos estaban hinchados y ojerosos. Pero lo dejó pasar porque YoonGi comenzó a salpicar pesos por toda su cara. En su frente, en sus cejas, en su mentón y cuando fue el turno de los párpados se tomó su tiempo.
—Eres valiente. Te admiro mucho.
Era una declaración de amor, tenía el mismo significado que una. JiMin necesitaba corresponder a eso, afortunadamente se le ocurrió una gran idea.
—YoonGi... ¿Cómo te llamaba en la otra realidad?
Su pregunta tomó por sorpresa al interiorista. Se detuvo y lo miró. Sus cejas estaban bien levantadas.
—¿A qué te refieres?
—¿Tenía un apodo de mascota para ti siendo compañeros de banda? Estoy seguro que sí.
Algo en la cabeza de YoonGi por fin hizo el click necesario. Al mismo tiempo que los desvestía a ambos, una lenta y triste sonrisa apareció en su rostro.
—Me llamabas Suga Hyung. La mayoría del tiempo era sólo Hyung.
Era estúpido preguntarse porque su otra versión prefería llamarlo de esa forma. Decirle hermano mayor a cada instante debió ser un recordatorio cruel para YoonGi. Mientras que el rapero quería besarlo desastrosamente, su versión simplemente veía un agradable hermano mayor.
Hasta ese momento.
JiMin iba a darle algo que nunca olvidaría, nunca. Ni cuando cambiara de realidad y continuara sus encuentros casuales de chicos pagados.
—Suga Hyung —murmuró suavemente, antes de envolver sus piernas alrededor de la cadera de YoonGi. Enlazó sus tobillos—. Por favor, Hyung.
YoonGi dejó escapar un siseo adolorido.
—Mierda.
—Por favor. Te quiero dentro, Suga Hyung. —Nunca había sido más serio en una petición, quería esto. Si no lo conseguía podría volver a llorar.
YoonGi reconoció que su tono necesitado era totalmente honesto y eso lo puso en marcha. Primero le quitó sus calcetines, presionando sus labios en el hueso de su pantorrilla. Después sus estrechos pantalones de mezclilla, donde lamió el interior de sus muslos. Desnudarse después se volvió un recuerdo borroso para JiMin. Estaba seguro que alguna prenda fue retirada con tanta fuerza que se rompió de algún lado.
—¿Tienes alguna crema de manos?
—En mi cajón. —Tan pronto como respondió los dedos de YoonGi volvieron sobre su cuerpo, aceitados. Contuvo la respiración ante la nueva intromisión—. Se siente... Raro.
Del buen modo. Del tipo de placer que JiMin nunca intentó tener.
—¿Me detengo?
—Ni si quiera te atrevas, Hyung —JiMin ladró y consiguió una risa entretenida del diseñador. Era evidente que su intento de amenaza falló, viéndose todo menos que amenazante con sus mejillas rojas y sus ojos brillantes.
De repente la punta de los dedos de YoonGi tocaron un punto que lo hizo abrir la boca. No podían salir las palabras, sólo sonidos confusos. Sus caderas comenzaron a empujar instintivamente.
YoonGi contempló la escena, sintiendo que su corazón se hinchaba hasta que se volvió doloroso mantenerlo en su pecho. El amor correspondido era mejor de lo que escuchó. Descubrió que era poético, precioso e intenso. Era reírse con JiMin de los calambres mientras intentaban tener sexo. Y estaba feliz de haberlo conocido, sin importar el tiempo que duró.
Usando su mano libre, ahuecó la cara del amor de su vida. Empapándose del momento para recordarlo mucho más tarde.
En el momento en que Bangtan regresara, ¿cómo podría mirar a su vocalista y fingir que no sabía cómo se escuchaban sus gemidos cuando montaba sus dedos? Tendría que averiguar una manera, si existía una.
JiMin tuvo que mantenerse ahí, soportando todo el intenso placer. Su mente estaba felizmente vacía y su boca demasiado ocupada repitiendo "Suga Hyung, Suga Hyung" en lloriqueos. Atrapó la atención de YoonGi lo suficiente para ganarse besos en su frente ligeramente sudorosa.
—No tienes que llamarme de otra forma. Puedes decir mi nombre, puedes ser sarcástico, a veces tierno y eso está muy bien. Porque amo todas tus versiones porque eres tú, Park JiMin. —Su voz se agravó peligrosamente—. ¿Se siente bien, no? Maldita sea, te amo.
—Yo también. Te amo también —masculló en un ruido roto. Por supuesto, fue tan incomprensible que YoonGi no lo entendió.
—¿Uh?
JiMin no lo repitió. Sólo se aferró a YoonGi, cerrando sus ojos y sintiendo que estos ardían. Quería decirle que lo amaba, necesitaba decirlo. Pero no podía, sería cruel para el interiorista cuando al día siguiente renunciara a él.
El único consuelo que le quedaba era confiar en su otra versión.
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