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17:17

El dolor de la elección tiene tu nombre.

—¿Esta es una floristería? —TaeHyung preguntó, felizmente curioso.

—Eso parece. —YoonGi sólo podía describirlo así, eso o el GPS confundió el camino. La fachada del establecimiento lo hacía parecer un lugar alegre, con sus paredes amarillas y los tejos blancos. Tenía un montón de flores saliendo de las ventanas, como si las raíces hubieran crecido dentro de la tienda.

Al entrar campanas de viento sonaron sobre sus cabezas, el tintineo tímido fue un recibimiento mágico. YoonGi disfrutó la vista de las flores en frascos y algunos bonsáis a la venta. NamJoon no podía haber cambiado mucho en la nueva realidad si conservaba lo mismos pasatiempos.

—Flowers, flowers —JungKook cantó en un acento que llamó la atención de YoonGi. Siendo parte de Bangtan, a su maknae le habría tomado mucha práctica pronunciar eso tan limpiamente.

—Tu inglés es bastante bueno.

—He vivido en Toronto y New York. Me gusta más Toronto.

Si JungKook nunca hubiera vuelto, YoonGi jamás lo habría encontrado. Fue un alivio saber que consiguió un poco de suerte.

—¿Por qué no te quedaste allá?

—Ningún lugar me gusta lo suficiente, lo misma pasa con los trabajos. —Como si perteneciera a ningún lado. YoonGi concluyó, pero no lo dijo. Era algo cruel darse cuenta que nada debió ser lo suficientemente atractivo para mantener a JungKook enfocado, no como ser parte de Bangtan—. Ah, y regresé para hacer mi servicio... ¡Ya sé cómo conozco a embitter!

YoonGi lo miró con interés.

—¿JiMin?

—Era el recluta de primer año que tropezaba todo el tiempo, estábamos en grupos vecinos. —Eso explicaba muchas cosas, como porque JiMin no se inmutaba cuando estaba cerca de caerse, debió acostumbrarse a ello—. ¿Dónde está él?

Ante la pregunta de JungKook, todo el grupo se giró a buscarlo. YoonGi sintió que su corazón golpeaba más rápido hasta que escuchó la voz de JiMin.

—Aquí, aquí —JiMin dijo, apareciendo de pronto para devolverle su cámara a TaeHyung. Los dos intercambiaron una sonrisa cómplice, mientras el granjero guardaba su preciada posesión en uno de los bolsillos de su overol. YoonGi miró sospechosamente el intercambio y sólo lo dejó pasar cuando JiMin sonrió en su dirección.

Tramposo. YoonGi podría olvidar todas las preocupaciones si los labios de JiMin se estiraban tanto que todos sus blancos dientes estaban a la vista.

Con JiMin de vuelta, todos los chicos juntos llegaron hasta el final del lugar. No parecía haber ningún empleado y eso comenzó a preocuparlos. Sería una gran desventaja si se equivocaba en el horario de NamJoon.

—¿Buenos días? —El grupo se volvió hacia la amable voz, al mismo tiempo. NamJoon quien estaba detrás del mostrador, estaba cortando las espinas de un par de rosas. Su delantal verde se veía lo suficientemente sucio como para indicar que tenía un par de horas trabajando— ¿Vienen a recoger un pedido?

Los mechones de su antiguo líder habían crecido tanto que estaban siendo recogidos en una pequeña cola de caballo. YoonGi también descubrió que NamJoon usaba una piedra mágica de collar.

—Eh, no. Venimos a hablar contigo, Nam.

NamJoon no parpadeó ante el apodo de YoonGi, simplemente sonrió y continuó con su trabajo de empaquetar las flores. Con sus movimientos, el cuarzo rosa que colgaba sobre su cuello se agitó.

—¿Hablar conmigo?

—Tenemos algo que decirte —JiMin respondió, asumiendo el mando de manera muy natural. YoonGi amó la confianza que emanaba el amor de su vida.

—De acuerdo. Hay algo mágico en ustedes, sus auras son... Creo que los he visto en algunos sueños. —Las palabras de NamJoon hicieron que YoonGi boqueara como un pez fuera del agua. Fue necesario estar en otro universo para que el líder de Bangtan creyera en algo como la magia y no en pruebas concretas. Se tragó su sorpresa y estaba por hablar cuando una mujer avanzó hacia NamJoon—. ¿El ramo de once rosas es para ti?

Once rosas. YoonGi sentía que ya había escuchado ese número muchas veces. Esa sensación lo distrajo del verdadero suceso.

NamJoon y la compradora.

Ellos hicieron los pagos correspondientes y fue un segundo antes de que la mujer abandonara la floristería que YoonGi capturó la imagen de su rostro, reconociéndola.

HiYorin.

Ni siquiera lo pensó, sólo comenzó una carrera detrás de ella. Se preocuparía más tarde por NamJoon, en ese instante lo importante era encarar a HiYorin.

El sol de la mañana golpeó de lleno a YoonGi mientras salía de la floristería, bloqueando su visión por un instante.

Al no encontrar a HiYorin en la acera se inundó de pánico, pensó que había llegado demasiado tarde. Después la vio al otro lado De la calle y tuvo que trotar entre los coches. El capó de un vehículo pasó tan cerca de su cadera que si hubiese sido un poco más lento habría sido golpeado.

—¡Disculpa! —le gritó, atrapando su mano libre rápidamente. Fue la única forma que se lo ocurrió para evitar que ella escapara.

HiYorin detuvo su andar. La evidente sorpresa en su rostro se convirtió en timidez al mirar sus manos tocándose, incluso tuvo un pequeño sonrojo a pesar de ser una mujer mayor.

—¿Uh, olvidé algo?

—¿Cuál es tu nombre? —YoonGi estaba muy seguro que se trataba de su miembro favorito del staff. Únicamente quería confirmarlo.

—HiYorin.

—¿Estás casada?

Mierda, eso sonó como si YoonGi se hubiera enamorado de ella. Sólo quería saber si HiYorin se había reunido con su esposo, sin Bangtan nunca debieron conocerse.

HiYorin cubrió su boca, su risa avergonzada habría sido algo agradable de presenciar si no hubiera negado con la cabeza. No casada entonces. El estómago de YoonGi se sacudió de una manera enfermiza, adoraba el matrimonio de HiYorin porque le recordó lo muy fuerte que era el amor. Le hacía pensar que sus sentimientos por JiMin eran buenos.

—Sin embargo, creo que soy un poco vieja para ti —HiYorin evidenció, tomando la oportunidad para escabullirse. YoonGi la dejó ir, mirándola desparecer con su ramo de flores.

El impacto que su banda tuvo sobre la vida de otras personas era más grande de lo que alguna vez imaginó. No sólo sus amigos cercanos, las amistades que se formaron porque eran parte del fandom, personas que descubrieron sus sueños gracias a su música, personas que se amaron a sí mismos.

Si YoonGi realmente nunca hubiera ido a la audición de Hybe, habría cambiado la vida de muchas personas. Pedir el deseo se lo mostró, pero por fortuna había una forma de revertirlo.

Recordando a NamJoon, se giró sobre sus talones listo para regresar con el resto de sus amigos. Grande fue su sorpresa al encontrase a JiMin justo detrás de él, con los brazos cruzados y una de sus cejas levantadas.

JiMin debió pensar que estuvo coqueteando con HiYorin, la escena debió ser muy mal interpretable. YoonGi no tenía que ser un genio para leer su expresión celosa.

—HiYorin es... —murmuró, rascándose el dorso del cuello. El menor detuvo su explicación, como si no le importara lo suficiente. YoonGi que lo conocía mejor que eso, sabía que esa neutralidad significaba molestia.

—Regresemos, los chicos se estaban encargando de hablar con NamJoon. —JiMin no parecía querer hablar sobre eso. El mayor respetó su decisión, no sin antes darle una pequeña sonrisa de disculpa.

Alcanzó sus manos mientras cruzaban la calle, con naturalidad sus dedos se apretaron. Excepto que algo inevitablemente se sintió mal.


Los chicos no necesitaron hacer mucho trabajo para convencer a NamJoon. El hombre aceptó y habló con su jefa para pedirle tres días de descanso adelantado, alegando que era una emergencia. El asunto se llevó casi toda la tarde, para al anochecer ya estaban en el auto camino a Seúl.

JiMin estaba escuchando a los chicos hablar sobre cuestiones mágicas, sosteniéndose del volante nerviosamente. Su paquete de Baylee's se terminó demasiado rápido para su gusto. Eso lo dejó solo con sus pensamientos.

—¿Estás diciendo que habías soñado sobre nosotros? —TaeHyung le preguntó a NamJoon, casi listo para saltar de su asiento gracias a la emoción.

—Suena loco, ¿verdad?

—¡Muy genial! Eso hace que lo decimos tiene sentido.

TaeHyung y NamJoon fueron los menos perturbados, ellos aceptaron que el mundo guardaba energías poderosas que la mayoría de sus habitantes ignoraban. HoSeok y JungKook, el par asustadizo hasta ahora había hecho una buena mancuernilla. De hecho, eligieron por cuenta propia viajar en la batea de la camioneta.

—¿Te gusta la magia, Nam? —YoonGi preguntó desde su asiento de copiloto, uniéndose a la conversación.

—Eh, sí. ¿A ti?

—Ya creo en ella. No puedo decidir si me gusta o no. —En un momento ordinario JiMin le habría puesto más atención al tono frustrado de YoonGi. Desgraciadamente se encontraba muy ocupado pensando. No estaba alerta como de costumbre.

Por eso cuando la camioneta se detuvo lentamente, se sobresaltó.

—¿Qué está pasando?

—Sin gasolina. —Simplemente le respondió a TaeHyung. De malhumor abrió el navegador de su teléfono para buscar la gasolinera más cercana. Fue mera suerte que siguieran en la ciudad, su descuido pudo hacer que quedaran varados a mitad de la nada—. Sé dónde conseguir más, ¿pueden cuidar la camioneta?

—Sin problemas —NamJoon le respondió y TaeHyung compartía su entusiasmo.

—Voy contigo —YoonGi le avisó, abriendo la puerta del auto. JiMin preferiría que no, pero no dijo nada.

Tomó el bidón de emergencia y con su teléfono en mano los dos comenzaron a caminar.

El cielo estaba estrellado sobre sus cabezas. Las calles estaban más calladas de lo normal, por lo que JiMin sintió la necesidad de romper el silencio.

—Está a unos once minutos, deberías quedarte.

YoonGi hizo un sonido pensativo.

—HiYorin es una estilista que trabaja para nosotros. Conoció a su esposo gracias a uno de nuestros conciertos. No me gusta.

JiMin se sintió culpable por poner en YoonGi la necesidad de explicarse. Lo peor fue que eso no arregló en nada su malestar.

—Lo sé.

Cuando YoonGi corrió detrás de la mujer, JiMin supuso que la conocía y por curiosidad los siguió. Grave error. Ver al diseñador sostener una mano que no era la suya no le gustó, no importaba si todo era un malentendido y el hombre lo amaba a él.

—¿Entonces por qué estás molesto, amor? —La mano de YoonGi se envolvió en su cintura. Cuidadosamente lo atrajo hacia su pecho. Un movimiento sucio de su parte, JiMin sólo quería acurrucarse en sus brazos cuando le hablaba así.

Sintió que su garganta se cerraba porque todo pronto terminaría.

—No quiero.

—¿No quieres qué?

—No quiero que pidas el deseo —confesó, en su susurro roto. Pudo distinguir la sorpresa en YoonGi por la forma en que su cuerpo se volvió rígido—. No quiero saber que existe una realidad donde no estaremos juntos. Algún día te cansarás de este amor correspondido y encontrarás una pareja.

Seguramente su otro yo no lo vería como una perdida, alentaría a YoonGi en su nueva relación sin saber que estaría dejando ir a la única persona que alguna vez lo amó como nadie. La idea de YoonGi con otra persona lo hizo sentir enfermo, la idea era terrible.

—JiMin-ah.

No iba a detenerse. YoonGi escucharía hasta al final de todas las cosas que estaban preocupándole.

—Yo podría encontrar una chica antes que eso. Voy a ser tonto y pensar que esa persona es el amor de mi vida.

Cuando el amor de mi vida eres tú.

JiMin ni si quiera se asustó por el peso de ese pensamiento. El conocimiento sobre su amor por YoonGi no era algo equivocado, ni algo antinatural. Ellos podían tener las ideas más sucias en la cama, sin embargo, el cariño que tenía hacia el diseñador era un sentimiento puro.

Ni si quiera contaría los días que habían pasado desde el inicio de su aventura. Amaba a YoonGi como si lo hubiera hecho desde toda su vida. Como si hubiera guardado este amor por años, volviéndose una cosa hambrienta y posesiva para ese hombre.

YoonGi suspiró, de repente viéndose muy frustrado.

—He pensado en eso, JiMinnie. Pero todavía tengo que intentar regresar el mundo a la normalidad. ¿No quieres ver a tu papá, otra vez?

El recordatorio lo paralizó. ¿Cómo pudo olvidarlo? Al inicio JiMin firmó el contrato con el interiorista porque eso significaba que podría mantener el recuerdo de su padre vivo por más tiempo. Magnate estaba tan dañado que apenas conseguía clientes, la cafetería que su papá soñó no era así.

Sin embargo, JiMin sujetó a YoonGi del jersey como si el hombre pudiera evaporarse. Tal vez debía aprender a soltar el pasado, tal vez debía comenzar a disfrutar su presente.

—Cállate, no decidas por mí. No tienes que hacer esto sólo por mí. Podría ser feliz si sólo me acompañas a llevarle flores.

—No sería lo correcto... Le arrebaté a todo el mundo su vida sin preguntarle. Bangtan ha tenido un efecto en la vida de muchas personas. Sin importar lo egocentrista que suene, puedo decir que hemos salvado vidas.

JiMin sintió una arrasadora mezcla de admiración y decepción. YoonGi era correcto. Había aprendido a no ser egoísta después de cometer un error, no como él.

—Tienes razón —reconoció, presionando su cara contra el cuello del interiorista. Como los dos tenían la misma estatura, necesitaba inclinarse. No importaba, en ese momento nada lo hacía—. Yo ni siquiera me he permitido llorar correctamente por papá y ahora elijo a alguien más sobre él.

YoonGi se rio, tristemente. El sonido no fue difícil de analizar, significaba que su decisión ya estaba tomada. Intentaría pedir el deseo y probablemente funcionaría.

—Yo también quiero elegirte a ti, pero no debo. —El corazón de JiMin se apretó y se sentía como si pudiera romperse. De repente el pecho le dolía lo suficiente para volver incomodo el respirar—. Todo estará bien, pediré el deseo y nunca sentirás esta separación.

—Tan amable —se burló. Lo que YoonGi decía sonaba tan cruel.

El mayor continuó hablando.

—Porque te amo tanto, elijo esto. Perteneces al escenario, no a un juzgado. Podría hacer que regreses con Amelia —YoonGi suavizó su voz. En una forma estúpida de aligerar la charla.

La sugerencia horrorizó a JiMin. Se arrancó de los brazos YoonGi, sintiéndose traicionado. En el pasado habría saltado sobre la oferta sin dudarlo, ahora le disgustaba en cada uno de sus huesos.

—¡Pero no la quiero a ella, te quiero a ti!

Estaba lo suficiente enfadado como para levantar la voz, cosa que no sucedía muy a menudo. Toda rabia se evaporó en el momento en que YoonGi hizo un sonido roto, antes de atraerlo para un beso. JiMin no luchó, separó los labios, le chupó la lengua y lo sujetó de la nunca. Necesitaba besarlo más profundo, necesitaba que durara para siempre. Se sentía tan dolorosamente bien que la idea de alejarse para tomar aire lo horrorizó.

JiMin se esforzó en respirar por la nariz. Si este era un corto encuentro de sus labios, se sentiría como un beso de despedida antes de tiempo. Al llegar el inevitable momento de la separación, YoonGi le mostró una sonrisa perezosa.

—Mierda, gracias. Tenía miedo que aceptaras.

Una gran idea se le ocurrió a JiMin. Algo que podía darles su relación y vida de ensueño o algo que podía arruinarlo todo.

—¿Puedes prometerme una cosa?

—Cualquier cosa.

Si YoonGi supiera lo que el menor iba a pedir, no hablaría con esa fe ciega. La culpabilidad llenó a JiMin al notar que estaba aprovechándose de ello, pero no fue suficiente para detenerse.

—Confiésate —pidió desesperadamente—. Quiero que mi otro yo sepa lo que sientes por mí, confiesa tus sentimientos.

Sabía que estaba pidiendo algo demasiado difícil por la forma en que la sonrisa de YoonGi se volvió pequeña hasta desaparecer.

—No puedo hacer eso —YoonGi le dijo demasiado rápido para la esperanza de JiMin—. Vas a decirme que soy tu hermano mayor y nuestra amistad se arruinará. Deseo continuar a tu lado, aunque no sea románticamente.

Por supuesto, YoonGi tenía ese temor. JiMin estuvo ahí, lo comprendía mejor que nadie. Era agotador ser un amigo y desear ser un amante. Quería liberar a YoonGi de esa miseria, sólo que no aceptaría que abandonara sus sentimientos por él.

—¿Entonces vas mirar en silencio a todas las chicas con las que salgo? ¿Qué pasa si decido casarme? Estarás en mi boda preguntándote por qué nunca me dijiste que amabas. Pero será muy tarde, justo como sucedió con Amelia.

Entonces JiMin deseó haber sido más valiente antes y habérselo dicho a Amelia. No para que su amor fuera correspondido, simplemente para liberarse del secreto.

YoonGi miró hacia los lados, la lucha estaba escrita en toda su cara. Al final exhaló ruidosamente y sujetó sus manos. JiMin lo miró a los ojos, esperanzando por su respuesta.

—No lo sé. Pero prometo que lo voy a pensar.

—Bien.

Aunque el entusiasmo de JiMin se desinfló en gran parte, no tuvo otra opción más que aceptar. Le decepcionó no escuchar una promesa, pero se dijo a sí mismo que era un tema complicado. YoonGi ya estaba haciendo un gran esfuerzo para él al considerarlo. Era lo más lejos que podrían llegar en cuanto a su acuerdo.

Con el tema cerrado, los dos comenzaron a caminar. Excepto que todavía se sintió como si algo estuviera cerniéndose sobre ellos. Como los sonidos de un reloj.

YoonGi debió sentirlo también porque trató de arreglar el ambiente.

—Puedo ver la gasolinera.

—Es cierto.

En una vieja gasolinera fue la primera confesión de YoonGi, a mitad de la noche, rodeados del denso olor a benceno. JiMin se sentía como si eso hubiera sido hace mucho tiempo y al mismo tiempo apenas ayer. Podía recordar perfecta la sorpresa que sintió cuando escuchó que el interiorista lo deseaba y lo muy difícil que fue mantener su expresión neutral después de eso.

—El primero en llegar gana una mamada.

Sus cejas se levantaron, pensando que había escuchado mal.

—¿Una qué? —YoonGi no le respondió, se echó a correr. JiMin parpadeó unos segundos, luego comenzó a correr detrás del hombre. Escuchar la risa del mayor sólo le dio un motivo más para intentar alcanzarlo— ¡Eres un tramposo!

YoonGi hizo toda una demostración de cómo se debía correr. Agitó sus brazos en el aire de una manera tan adorable que JiMin se encontró riéndose también.

Su carrera casi hizo que el bidón se le resbalara de las manos. Al final no importó, porque ganó por una diferencia mínima. Segundos antes de llegar su mano adelantó la del interiorista y alcanzó una de las paredes de la gasolinera.

—Ganaste —YoonGi le dijo. Luego presionó sus labios juntos. No fue un beso, simplemente se mantuvieron juntos tratando de controlar su respiración áspera.

—Espero reclamar mi premio más tarde.

Y esperaba que esos días nunca se terminaran. Lo que era imposible, sólo les quedaba un chico que reunir: Kim SeokJin. 

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