13:13
【Eres mi sueño dorado. Lo sabes.】
En la mañana, JiMin despertó.
Quería levantarse para empezar el día como nunca. Él estaba perfectamente cómodo en ese lugar, el suave colchón estaba amoldando su cuerpo en los lugares correctos y el cobertor mantenía su calor. Pero lo mejor de todo, eran los brazos pesados que se apretaban posesivamente sobre su cintura. O el pecho duro presionado contra su espalda.
Se sentía como estar en casa.
Suspiró de placer, volviéndose hacia YoonGi. El mayor lo soltó por un instante y luego volvió a abrazarlo, gruñendo. No se trataba únicamente de sus brazos, sus piernas también se enredaron. A JiMin le gustaba mucho eso, le gustaba mucho que los dos fueran un desastre con todas sus extremidades. Sería difícil saber a quién le pertenecía cada cosa.
Descansó su cabeza contra el cuello de YoonGi, respirando su colonia. Sintiéndose en paz, hasta que después de un largo rato se aburrió, miró la cara del mayor. Cielos, el hombre era tan apuesto. Todas las personas en la calle giraban la cabeza cuando pasaba.
Pasó su dedo índice por la nariz ajena, sonriendo cuando se arrugó bajo su tacto.
—Estás despierto.
—No lo estoy —YoonGi respondió rápidamente, abrazándolo más fuerte.
El hombre era un pésimo mentiroso.
—¿Por qué no abres los ojos?
—Porque si los abro, entonces desaparecerás y todo habrá sido otro sueño. —JiMin sintió que el mundo se volvía más cálido. La sensación de ser especial para alguien tan bueno como YoonGi era completamente maravillosa.
Sonrió traviesamente, deslizando sus dedos hacia la boca del interiorista.
—¿Has tenido sueños de estos?
—Todo el tiempo. —La forma en que YoonGi continuó aferrándose a él, delataba lo asustado que estaba de que JiMin se esfumara en el aire al levantar los parpados.
—No me voy a ir a ningún lado —le prometió en un suave susurro. Esperó pacientemente que YoonGi abriera los ojos. Lógicamente no sucedió nada, sólo sus miradas se encontraron—. Cielos, que magia.
Quería sonar gracioso para aliviar el ambiente pesado. Sin éxito alguno.
YoonGi continuó mirándolo como la cosa más hermosa del universo.
—Entonces sí sucedió.
JiMin tragó saliva muy duro, había esperado que YoonGi no hablara sobre eso. El inesperado giro en los acontecimientos fue agradable, por decir menos.
—Así que no vas a huir. —Parecía un poco ridículo negar todo. Los dos seguían desnudos y se sostenían.
—Él que debería estar huyendo eres tú.
—Bueno, ¿qué?
No entendió de dónde venía la repentina cautela en la expresión del diseñador.
—Te corriste con un chico. —JiMin lo hizo, tuvo la evidencia en sus dedos. Pero que lo mencionara YoonGi fue extrañamente vulgar, logró que sus mejillas se sintieran un poco tibias—. ¿No deberías estar sufriendo una crisis de identidad?
Cielos, JiMin olvidó ese punto por completo.
Seriamente lo reconsideró y descubrió que nada cambió, le gustaban las mujeres más pequeñas que él. Aún hetero, entonces.
Pero luego estaba YoonGi, con sus grandes manos, sus jadeos roncos y el peso de su cuerpo. La forma en que se volvió masilla debajo de él fue increíblemente caliente. Correcto, todo se sintió correcto. No había nada erróneo en lo que hicieron.
Lo sentía en sus huesos, la forma en que era abrazado no podía tener nada de antinatural.
Fue un desastre, porque sin importar su orientación sexual quería a YoonGi.
—Todavía prefiero a las chicas. —Aunque el mayor trató de disimularlo, la decepción inundó su mirada. Cuando los brazos ajenos comenzaron a soltarlo, JiMin se removió para que eso no pasara—. Sólo que tú eres... En realidad, no me importaría repetir lo de anoche.
En ese momento JiMin resintió su falta de práctica con las palabras o las emociones, quería dejar el mensaje bien claro. Afortunadamente el interiorista sonrió ampliamente como si lo hubiera entendido todo.
—Antes de eso. Tienes que pensarlo muy bien.
—¿De qué hablas? —El buen humor de JiMin se apagó un poco. Su ceño se frunció.
YoonGi le pasó una mano por el cabello, viéndose de repente muy serio.
—He estado enamorado de ti desde que debutamos. Fuero tantos años, deseándote de la manera más incorrecta y por fin tengo la oportunidad de tenerte. No voy a contenerme, ya no puedo. Voy a tratarte como siempre quise.
Sonaba como una buena amenaza ahora que JiMin había teniendo una probada de cómo sería ese trato.
—Sigue sin parecer algo terrible.
—Me voy a volver pegajoso, insaciable y estoy seguro que posesivo. Última oportunidad de huir.
Sólo porque el diseñador parecía muy preocupado, JiMin lo consideró. No le importaba lo empalagoso, le gustaba pensar que únicamente él podía transformar a ese hombre en un desastre amoroso.
¿Insaciable? ¿Por qué eso debería de preocuparle? Se escuchaba como una promesa de recibir mucha atención.
Por último, posesivo. JiMin nunca pensó que podría pertenecer a algún lado, mucho menos a una persona. Pero había un cierto atractivo en pertenecerle YoonGi, sería bien cuidado, bien amado y eso era lo único que importaba.
—Voy a tomar el riesgo.
—¿Sí?
Los ojos del mayor se abrieron de la sorpresa como si no esperara que realmente aceptara, JiMin quería curar sus inseguridades. Su otro yo de otro universo era una versión estúpida de sí mismo si no podía aceptar el amor de YoonGi. Él era más inteligente que eso.
Por muy imposible que pareciera, existía una persona que lo amaba con toda y su actitud espinosa. Esa persona ahora de JiMin.
—En serio. Pero con una condición.
—¿Cuál es?
—Yo soy tu Dongsaeng favorito, no otro chico.
Sabía que el diseñador le daría exclusividad mientras estuvieran bromeando el uno con el otro. Lo que era genial, JiMin no estaba planeando compartir la primera cosa en su vida que era absolutamente buena.
Excepto todavía quería ser la prioridad número uno de este hombre. Siendo el bastardo egoísta que siempre fue.
Consiguió una profunda risa del hombre mayor. Se movió para reprocharle que hablaba muy en serio, hasta que fue detenido con un beso.
YoonGi lo sostuvo del rostro y aplastó sus bocas. Debió ser asqueroso porque ninguno de los dos se había cepillados los dientes, pero resultó encantador. JiMin se derritió cuando la lengua contraria lamió el pliegue de sus labios pidiendo permiso para entrar. Se lo concedió encantado, sin detenerse a pensarlo dos veces. El mayor sabía tan bien. Tan masculino.
Se separaron, jadeando en busca de aire.
—Mierda, no puedo besarte lo suficiente. —Le pasó el pulgar por la boca e instintivamente JiMin la abrió—. Tu boca es tan...
YoonGi se quedó sin aliento cuando JiMin comenzó a chupar su dedo.
—¿Tan qué? —lo retó. Finalizando su espectáculo, mordiendo su pulgar sin hacerlo daño realmente.
—Me vas a matar. —Eso era lo que quería oír. Sintiéndose muy feliz, JiMin sonrió de oreja a oreja. Ni si quiera sintió vergüenza de sonreír porque el diseñador también lo hacía—. Me muero por hacer algo.
Tan pronto como le avisó, YoonGi se levantó de la cama apresuradamente dejando al menor frío por todos lados. No era una mañana helada, húmeda en todo caso. Pero durante toda la noche se acostumbró a tener otro cuerpo tibio acoplado al suyo y estar sólo tan repentinamente hizo que la habitación se sintiera como un refrigerador.
—Vuelve —le pidió, de manera quejumbrosa. Al parecer no sonó patético porque consiguió una sonrisita del mayor.
—En un segundo.
Esperando, JiMin miró lo que hacía. Se sorprendió cuando YoonGi caminó hacia la ventana que era del tamaño de una pared y separó un poco las cortinas. Los rayos del sol entraron de inmediato, iluminando todo a su paso.
Con luz, era gracioso darse cuenta del desastre que hicieron de la habitación. La ropa interior de YoonGi había terminado sobre la lámpara de la mesita de noche.
No tuvo tiempo de reírse, ya que el interiorista volvió a su lado o más bien, sobre él. Le quitó el cobertor antes de mirarlo profundamente.
JiMin se sintió nervioso. Aunque no era una persona tímida, luchó contra el reflejo de cubrirse con las sábanas. Era demasiado vergonzoso mantenerse quieto, totalmente desnudo para la apreciación de YoonGi.
—¿Vas a quedarte ahí todo el día o...?
—Mierda, eres tan hermoso que duele. —El mayor se inclinó hacia adelante para abrazarlo. Lo atrajo hacia él y le besó la frente cuidadosamente—. Y por fin estás en mis brazos.
Ese era el recordatorio perfecto. JiMin lo había olvidado, ¿cómo podía tener inseguridades si para YoonGi era un dios?
Porque podía, tomó el rostro ajeno y le robó otro beso.
El auto no quedó listo, por lo que los cuatro chicos tuvieron que conseguir habitaciones para otra noche. Distintas porque el gerente metió su nariz en el asunto y reconoció a YoonGi, fue todo tan incómodo. Pero valió la pena cuando todos fueron guiados a sus nuevas habitaciones, HoSeok y TaeHyung por poco se desmayaron ante tanto lujo.
JiMin no parecía tan fácil de impresionar, mantuvo una expresión neutral mientras que sus dos amigos desaparecían.
—Tal vez pedí una habitación para dos personas.
Los ojos del menor se abrieron. Su reacción sólo se volvió más linda, sonrió como si no hubiera esperado un acto tan atento.
—Tal vez es una buena idea.
Siendo todo un caballero, le abrió la puerta del cuarto y lo dejó entrar. Era mucho más espacioso que la habitación interior. YoonGi pensó que quizás no era una cosa tan mala, JiMin podría tener una televisión enorme por una noche y una ventana que ocupaba más que una pared, dándole una bonita vista de Daegu.
Al quitarse los zapatos, el menor dejó caer sin cuidado su maleta y miró la habitación con un nuevo interés. Su sonrisa comenzó a crecer en cuanto más exploraba el lugar.
—La cama de aquí es gigante —murmuró, como si nunca hubiese visto un colchón doble del matrimonial. YoonGi se relajó, agradeciendo que el menor no se molestara con él por obligarlo a compartir una cama. Ese no fue el caso, JiMin corrió hacia el baño—. Nunca he visto un baño tan grande.
No se detuvo ahí, regresó y brincó directamente hacia la cama. Por fortuna se trataba de un king size o habría rodado al suelo.
YoonGi lo miró, empapándose de la imagen del chico siendo feliz. Su pecho comenzaba a apretar lastimosamente, incapaz de retener todo el amor que sentía. Se preguntó si podría ir y besarlo sin darle una explicación.
Sus latidos se volvieron ruidosos ante la idea.
Nos besamos esta mañana, pero... ¿Por qué me siento tan nervioso para hacerlo de nuevo?
Repentinamente el menor dejó de moverse en la cama, observó en su dirección y sonrió tímidamente.
—Cuando me miras así nunca sé que pensar.
Inevitablemente se le escapó la respiración violentamente. Ya había escuchado de eso, de la misma boca. Pero no era el mismo hombre de ese momento.
Él era un poco más valiente.
—Sólo pienso en lo afortunado que soy de mirarte. —Extendió su mano y alcanzó la cálida mejilla de JiMin. Amaba esa cara, llena de rasgos preciosos e interesantes—. Me gusta tu nariz. ¿Cómo te la rompiste?
Bajo su mano, JiMin se tensó violentamente.
—¿Hablas de cómo me rompieron la nariz?
—¿Qué?
Por un incómodo momento, el menor escapó de su mirada. YoonGi no cedió, se mantuvo firme en espera de una respuesta, tendría esa respuesta sin importar lo horrible que fuera.
—Un año después del accidente de papá, nosotros todavía no estábamos tan mal. —Pensando que el menor deseaba espacio, deslizó su mano lejos. Pero JiMin se aferró a dedos como si necesitara un ancla—. Quise entrar a una escuela de danza, otra vez.
El agudo de su voz gritaba incomodidad.
—Dime que no te acosaron por tu peso —masculló. YoonGi se sentía como si fuera a estallar, si se enteraba que hubo un par de matones acosando a su dulce muchacho no sabía de qué era capaz.
JiMin siempre sacaba a relucir lo mejor y lo peor de él.
—No. Yo no les agradaba a ellos porque yo tenía una gran beca, que estoy seguro que sólo obtuve porque al director le gustaba mirarme el culo.
Esa aclaración lo hizo inhalar bruscamente. Estaba bien, la historia claramente no iba por ese rumbo. Tampoco significaba que escuchar esa mierda tuviera algo de agradable.
—JiMinnie.
—No, espera, esa no es la peor parte. Lo fue cuando algunos objetos valiosos comenzaron a desaparecer, cosas de oro. Todos me culparon.
La sangre de YoonGi se calentó de rabia.
—Espero que en alguna parte de la historia se demuestre tu inocencia y todos ellos hayan recibido una paliza.
Esperaba no sonar demasiado violento. Sólo que no podía evitarlo, todo su cuerpo tembló con la necesidad de proteger al menor. Para su sorpresa, JiMin parpadeó lentamente hacia él demasiado conmocionado.
—¿Cómo sabes que no fui yo quién lo tomé? Necesitaba el dinero.
Como si YoonGi fuera a creer esa tontería. El chico que amaba no tenía ni un sólo hueso de maldad en su cuerpo.
—Sé que tú no eras el ladrón. Sigue con la historia.
—Pero...
Horrorizado, el rapero se dio cuenta que esa insinuación no se trataba de un comentario sarcástico. JiMin genuinamente esperaba que las personas lo señalaran con el dedo por ser un ladrón. Lo que explicaba perfectamente porque cuando estuvieron en la heladería de Gwangju tuvo esa expresión herida después de que YoonGi alejara su billetera.
Debía mostrarle que era merecedor de confianza.
—JiMin, creo en ti más que en nadie. Creo en ti incluso cuando eres el culpable de alguna travesura.
En ese instante los ojos de JiMin se vieron sospechosamente brillantes.
—He esperado que alguien creyera en mi versión. Pero estaba tan asustado de contárselo a mi familia que nadie me apoyó. —Maldición, la fragilidad de su voz atrajo a YoonGi. Sostuvo al chico más fuerte, dándole valentía para continuar su relato—. Todos en la clase se cansaron de esperar a que la escuela atrapara al ladrón y un grupo de chicos me acorraló en la sala de ensayo.
—No...
—Sí, me rompieron la nariz contra la barra del salón. —YoonGi podía imaginárselo. JiMin siendo sostenido entre un grupo de chicos. Los idiotas golpearían su cabeza contra la barra de madera que siempre había en los estudios de ballet, debió haber un montón de sangre en su nariz saliendo a borbotones. La habitación llena de espejos sólo habría reflejado la cruda escena desde distintos ángulos—. No regresé a la clase y nunca más volví a intentar bailar. Fin del cuento.
Mierda, su pequeño amor vivió algo terriblemente duro.
Suspirando, decidió que debía arreglar la situación. Tristemente buscar al grupo de chicos no era la opción más sensata.
—Voy a calentar el agua del baño para ti. Ven conmigo —No le dio opción. Tiró de sus manos juntas y lo condujo al baño. Al encender la luz notó que justo como JiMin dijo, la bañera era tan grande que fácilmente cabrían los dos. Eso volvió las cosas mucho más fáciles—. Me encargaré de ti esta noche.
Mientras el agua llenaba la tina de porcelana verde, se volvió hacia JiMin. Entonces se encargó de sacarle la ropa. No había nada sexual en la forma en que le quitó la camiseta, no se trataba de eso sino de cuidar al amor de su vida. Le dio la cantidad justa de besos por cada prenda que desaparecía.
—¿Quieres malcriarme? —El menor se quejó luciendo avergonzando, aunque realmente no parecía querer luchar contra eso. Permitió que YoonGi lo ayudara a sentarse en la bañera sin decir un comentario mordaz.
—Puedes ser un malcriado. ¿Bien?
—Muy bueno.
Sí, JiMin se refería al baño. La respuesta hizo que la comisura de su boca comenzara a levantarse. Su sonrisa se ensanchó aún más cuando el chico suspiró de satisfacción y se hundió hasta que el agua le llegaba a la nariz. El inocente chico, no tenía idea del placer que YoonGi iba a darle.
En silencio, tomó una de las esponjas del hotel y comenzó por fregar sus pequeños pies, JiMin le dio la risa más dulce que había escuchado. Después frotó sus piernas hasta llegar a su espalda. Fue ahí cuando JiMin gimió de placer, casi ahogándose.
Justo eso era. Ese era el tipo de trato que su amor merecía.
Satisfecho por los dulces sonidos que hacía el chico de su vida, YoonGi cambió su ataque. Primero se arremangó los pantalones para evitar mojarse, luego se sentó en la orilla de la bañera, vertió shampoo en su mano y comenzó a frotar el cabello de JiMin suavemente. Cuando quiso enjuagarlo, le pidió que inclinara su cabeza para evitar que el jabón entrara en sus ojos.
Desde ese ángulo, podía ver perfectamente el diente torcido de la boca del menor. La vista hizo que su corazón doliera.
—¿Te rompiste alguna vez este diente? —JiMin no abrió sus ojos para responder, parecía demasiado ocupado en disfrutar el placer.
—Cuando estaba amueblando Magnate, ¿por qué?
—No hay motivo. —No iba a decirle que esa pequeña imperfección en su dentadura fue una perfección para el rapero por todos esos años. Se lo guardaría para sí mismo.
Continuó enjuagando el cabello de JiMin tiernamente aun cuando su teléfono sonó. Eligió ignorarlo la primera vez, sabiendo que se trataba de su secretaria.
Sacó a JiMin de la bañera, antes de que el agua comenzara a enfriarse. Fue en el momento en que estaba secándolo con una toalla que el teléfono volvió a sonar.
En la tercera llamada YoonGi supo que no debía posponerlo más, seguramente eran noticias de la camioneta.
—¿Vas a responder?
El abogado lo miró tristemente. YoonGi podría haber cedido si el celular no siguiera sonando tan alto. Lo tomaría como ventaja y aprovecharía el viaje para buscar la ropa de dormir que usaría el menor.
—Tengo que. Vuelvo rápido.
YoonGi contestó la llamada, sintiéndose de malhumor por haber sido interrumpido malcriando a JiMin.
—Señor Min, buenas noches. ¿Se encuentra bien? Usted nunca espera a que lo llame dos veces.
—Me encuentro más que bien —admitió, mostrando una sonrisa de ganador. YoonGi le habría preguntado a su secretaria si ella también estaba bien, sólo que JiMin estaba esperándolo en el baño. Tenía mucha prisa.
—Eso es maravilloso, señor Min. Le dije que unas vacaciones ayudarían al estrés.
—Sí, lo dijo. También que debía contratar un conductor y lo hice. —Eso era algo por lo que siempre le agradecería a la mujer. Si ella no hubiese puesto esa idea en su cabeza, JiMin nunca habría venido al viaje con él.
—Bien, como sabrá llamé el mecánico. —Se sentó en la cama y esperó que su secretaria fuera rápida con su informe—. Uno de los mejores de Corea, aunque tenía la agenda llena y me dijo que podía arreglarlo en unos cuantos días, pero yo...
Rápidamente YoonGi dejó de prestar atención porque JiMin salió del baño usando la bata del hotel. Sonriendo traviesamente, se sentó sobre él y envolvió sus largas piernas sobre su cintura.
—Dijiste que te ocuparías de mí.
YoonGi nunca presumió ser un hombre con control fuerte, él sabía que no lo tenía. Así que le dijo algo apresurado a su secretaria y colgó, lanzando el teléfono por ahí. Entonces se encargó de desatar suavemente la bata de JiMin con las manos temblorosas. La piel suave, acaramelada y algo mojada se reveló lentamente del algodón blanco.
Los tatuajes y los chupetones eran un punto increíblemente sensual.
Él iba a enloquecer. Arrastró la yema de sus dedos por los musculosos muslos JiMin, llegando hasta las perfectas mejillas de su culo. Había querido hacer eso mucho tiempo por lo que fue difícil tomarse una pausa para mirar al menor y preguntarle si estaba bien.
—¿Puedo?
—Ni si quiera tienes que preguntar —JiMin resopló, ruborizado—. Puedes hacer conmigo lo que desees, confío en ti.
Era evidente que en esa afirmación había una oferta para que los dos llegaran más lejos, tendrían que hablar sobre ello luego. En ese momento lo importante era que podía tocar lo que no se atrevió a tocar la noche pasada. YoonGi amasó entre sus dedos la carne suave, antes de azotarla sin mucha fuerza.
JiMin dio un brinquito de sorpresa y su espalda se volvió un perfecto arco. Fue cuando YoonGi pensó que había otro premio que alcanzar. No necesitó inclinarse demasiado para lamer el pecho del menor, fácilmente encontró con su boca uno de sus pezones obscuros.
Quería mantener al chico menor en su regazo por horas. Quería chuparlo por todas partes. Nunca tendría suficiente para saciar esa hambre que lo comía por dentro.
Lo amaba tanto.
JiMin echó la cabeza hacia atrás con un gemido muy alto, enviando a YoonGi al pasado. La primera vez que atrapó al vocalista teniendo sexo con una de sus novias, lo contempló hacer esa expresión. Dejar caer su cabeza como si el placer fuera demasiado para soportarlo. El rapero corrió a su habitación. Metió la mano dentro de su ropa interior, recreando la expresión de JiMin y una otra vez. Sabía que sólo así podría calmar el dolor de su corazón y el deseo.
No había un maldito punto de comparación entre los recuerdos. En el presente, el vocalista era suyo, para adorar, para lamer, para morder. YoonGi hizo eso exactamente con el indefenso pezón de JiMin.
Dedos tiraron de su cabello, en una súplica silenciosa para que no se detuviera. Eso estaba muy lejos de pasar.
Maldición, siempre se imaginó que JiMin estaría sensible bajo su asalto. Pero no tanto.
—Después de lo que voy a hacerte, vas a necesitar otro baño —lo amenazó seriamente. Compartieron una mirada, sabiendo que pensaban en lo mismo. Había una fantasía que cumplir. Había mucho tiempo que reponer.
—Bien, pero esta vez los dos.
YoonGi chupó la unión entre el cuello y el hombro de JiMin y asintió. Haría todo lo que el amor de su vida quisiera, siempre y cuando pudiera mantenerlo feliz.
Y si el teléfono volvió a sonar, ninguno de los dos dijo nada.
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