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【Déjame contar las estrellas en tus ojos.】
El siguiente en la lista era TaeHyung.
YoonGi mentiría si decía que no estaba emocionado por reencontrarse con el segundo menor del grupo. Su instinto de hermano mayor le decía que debía asegurarse que el trío del terror estuviera sano y salvo.
Lo único que mató su entusiasmo fue el largo camino hacia las montañas de Daegu, su estómago se revolvió con cada giro que JiMin dio. Agradeció profundamente cuando el auto se estacionó y dejó de sacudirse como un barco de mierda.
—Esas curvas fueron terribles —HoSeok se quejó, colocando una cara de nauseas. YoonGi lo vio con complicidad, también se sintió cerca de vomitar por un buen rato, pero no lo diría en voz alta porque JiMin estaba junto él y se veía completamente imperturbable.
Lo único malo en el menor parecía ser la tensión en todo su cuerpo, su mandíbula estaba apretada y sus dedos prácticamente engarrotados. YoonGi no era estúpido, sabía que había una historia sobre un accidente en auto que lo ponía al borde del pánico.
Maldición, se moría por ofrecerle un masaje. Deseaba quitarle lentamente la camiseta a JiMin y pasar sus dedos aceitosos por todos los músculos de la deliciosa piel bronceada.
Pero esas siempre serían fantasías. El bonito abogado se encargó de deshacerse de todo su estrés, puso las manos sobre su cabeza y arqueó su espalda tanto como pudo.
—He tomado curvas más pronunciadas —comentó una mueca de aburrimiento, una vez que terminó de estirarse.
HoSeok le dio una mirada de rareza, bastante confundido.
—¿Ya no estamos hablando de carreteras, cierto?
El pecho de YoonGi se sintió incomodadamente apretado. No quería averiguar si el amor de su vida estaba hablando de las mujeres con las que se acostó, ya tenía suficiente con todos los recuerdos. Recuerdos de JiMin sentándose a desayunar junto a él, con un montón chupetones en el cuello y una típica sonrisa de ganador.
Debió tapar sus oídos o correr lejos, sólo que sus pies dejaron de responder. Mierda, no podía dejar de escuchar. Si que era un dulce, dulce masoquista.
JiMin frunció el ceño.
—Tienes una mente extraña. Claro que estaba hablando sobre carreteras.
Así que en realidad este JiMin no era alguien que le interesara tener una charla sobre los juegos de su dormitorio. YoonGi se dijo que sonreír por eso era un asunto estúpido, mejor se ocupó de cerrar todas las ventanas de la camioneta.
—Lo siento. Usas el sarcasmo todo el tiempo, así que es difícil averiguar cuando estás siendo serio.
—Eso no es cierto.
Aunque JiMin se cruzó de brazos en sus ojos era evidente que dudó. Miró a YoonGi esperando que le diera la razón. Fue sumamente adorable y por un momento el interiorista pensó en mentir para hacerlo feliz.
Al final escogió el camino de la honestidad.
—Sí, es un poco cierto —dijo. Alzó las manos cuando JiMin le lanzó una mirada que gritaba traición. No se asustó, sólo se enamoró un poco más de él—. Pero una vez que te acostumbras es fácil saber cuándo no bromeas.
No iba a confesarle que siempre le resultó fácil acostumbrarse a los cambios que lo involucraban. Si el vocalista salía a correr por la noche, YoonGi lo esperaría en silencio. Si el vocalista comenzaba a quedarse despierto hasta tarde, YoonGi dejaría café preparado.
Resoplando, el abogado salió de su asiento como si hubiera sido apuñalado por la espalda.
—Es un poco extraño —concluyó el veterinario, dejando una sonrisa en su rostro. Parecía que las personas fuera de lo común le agradaban. Aunque sería preferible que JiMin no lo escuchara describirlo así.
—No se lo digas de frente si quieres vivir.
Una vez que los tres estuvieron fuera del coche, avanzaron hacia donde JiMin lo hacía. El clima estaba extremadamente fresco. Podía ser porque el sol estaba un poco menos fuerte en lo alto del cielo o porque el viento que corría no estaba caliente como en la ciudad.
—¿A dónde vamos? —preguntó HoSeok, mirando a su alrededor. Realmente había mucho que apreciar, los pastizales parecían más lejanos de lo que se podía observar.
El campo era enorme, YoonGi se sentía diminuto.
Se acercaron a un terreno con cercas blancas, tan grande que las tablas de madera se hacían borrosas a medida que se alejaban. Había una pequeña reja con malla de gallinero que JiMin simplemente empujó como si fuera el dueño de todo el lugar.
—Vamos a buscar al granjero Kim.
La forma tan impersonal en la que JiMin se refería a TaeHyung era un poco triste. YoonGi estaba demasiado acostumbrado a escuchar a ese par llamándose por apodos de mascotas.
—¿Conoces este lugar? —El veterinario corrió detrás de JiMin, como si fuera la persona más interesante que había escuchado en mucho tiempo. YoonGi los contempló con una sonrisa, amando la vista. Dos personas tan importantes en su vida por fin estaban juntas.
—Mi amiga y yo venimos muy a menudo para comprar frutas y esas cosas. Tengo una cafetería en Busan.
Incluso viéndolo de espalda, era evidente para YoonGi que JiMin se había inflado orgulloso ante la mención de Magnate.
—Sabía que eres de Busan.
—¿Por qué?
—Gyeongsang —HoSeok simplemente dijo.
—Yo no tengo ese dialecto.
—¿No?
—No, hombre. Caramba, ¿cómo yo podría hablar así?
Escuchando a la dos discutir en el fondo, YoonGi miró el sendero de árboles que atravesaban. Por lo poco que conocía todavía no era la mejor temporada para las manzanas rojas, pero había un montón de ellas colgando en cada rama.
De repente, un rostro familiar apareció en lo alto de uno de los manzanos.
—Hola.
YoonGi gritó en la nota más aguda que le permitía su voz y trastabilló hacia atrás.
—¡Mierda! Tae, no hagas eso. No quieres causarme un paro cardíaco. —Presionó su mano contra su pecho, rogándole a su corazón que dejara de latir tan rápido. TaeHyung acaba de quitarle como diez años de vida.
El chico granjero se inclinó un poco más sobre la rama. Sacudió tan fuerte las hojas, dando la impresión que desnudaría el árbol mucho antes del otoño.
—¿Cómo sabes mi nombre? —le cuestionó con sus ojos marrones abriéndose. YoonGi guardó las manos en sus bolsillos, preguntándose si ya lo había echado a perder todo.
—Porque ya te conozco.
—Genial. —Fue lo único que dijo, parecía más ocupado en darle una gran sonrisa. YoonGi no iba a quejarse de la tranquilidad de TaeHyung sólo la agradecería en silencio—. ¿Puedes moverte? Tengo un trabajo que hacer.
Sintiéndose como un tonto, se hizo a un lado. Entonces las manzanas comenzaron a caer en los cestos colocados en el suelo terroso para que la fruta no se golpeara en el proceso.
Estaba tan ocupado analizando la posición de los cestos tejidos que un apretón en el hombro le hizo sobresaltarse. Aunque podía jurar que era JiMin incluso antes de mirar.
—Felicidades, amigo. Has encontrado al granjero que buscábamos.
Toda la atención de Tae se centró en el par recién llegado. Más específicamente en JiMin, parecía feliz de verlo.
—JiMin, no te he visto en mucho tiempo.
—Lo sé. He estado molestando a Amelia para que viniera por las compras.
JiMin hizo ese movimiento raro de su boca como si estuviera masticando su labio inferior. No era difícil adivinar que se sentía culpable por usar a su amiga extranjera.
—¿Quieres otra carga? ¿Tu cafetería está yendo bien? —Al mismo tiempo que preguntaba TaeHyung se movía para sacar más manzanas. Él realmente parecía tener prisa por terminar el trabajo. Totalmente comprensible contando la cantidad de manzanos que necesitaban ser despejados.
—En realidad no hemos venido por eso... —murmuró YoonGi, sintiéndose un poco inquieto. Al mirar hacia HoSeok lo encontró mostrándole los pulgares arriba. Fue el impulso que necesitó para tranquilizarse.
Antes de que pudiera continuar, JiMin sujetó su mano.
—Espera, déjame hacer esto. Confías en mí, ¿no? —Aunque eso debía sonar como una afirmación, JiMin todavía lo preguntó como si fuera posible encontrar una respuesta negativa. La inseguridad se encontraba escrita en toda su expresión— Sé cómo negociar con TaeHyung, en serio.
YoonGi anhelaba sostener el rostro de JiMin y besarlo hasta que sus miedos se le olvidaran. En cambio, acarició sus dedos sabiendo que de esa forma le traía paz.
—Adelante.
Con el permiso concedido, el chico que amaba se acercó con una nueva seguridad a la gruesa rama donde TaeHyung estaba. Parecía muy confiado, probablemente porque sus muros acababan de ser levantados.
—Kim, tengo una propuesta para ti.
—¿Cuál es?
—¿Alguna vez has ido a Seúl?
La cara de TaeHyung se inclinó aún más entre las hojas. YoonGi temió que fuera inevitable su caída y el chico ni si quiera parecía preocupado por eso. Esperaba no tener que ver a su amigo con algo roto, sería una experiencia en el siguiente nivel de desagradable.
—Cuando tenía diez.
—Ahí lo tienes. Vamos a llevarte a Seúl, para reparar el espacio-tiempo. ¿Qué opinas?
El joven granjero se sentó, deteniendo todos sus movimientos para concentrarse. Aunque parecía interesado, rápidamente su expresión se llenó de culpa.
—¿Por cuánto tiempo? Es época de cosechas, no puedo tomarme un descanso. —JiMin profundizó su ceño fruncido. Definitivamente estaba haciendo el cálculo del tiempo que tardarían en reunir al resto de chicos.
—¿Qué tal una semana?
Una semana era poco tiempo, pero si conducían esta misma tarde en dirección de NamJoon podrían poner unas horas extras en la bolsa. YoonGi esperó ansiosamente la respuesta de TaeHyung.
—Cuatro días.
—Seis.
—Cinco días.
—Siete días. Es mi última oferta —JiMin cruzó los brazos sobre su pecho, viéndose realmente intimidante.
TaeHyung ni si quiera pensó la oferta, sonrió como si hubiera ganado la lotería.
—Hecho.
HoSeok se inclinó para susurrar en el oído de YoonGi.
—Pero una semana son...
—No, no, déjalos. No los entenderíamos. —Era todo un reto saber que pasaba por la mente del Vmin cuando estaban fuera de las cámaras. No se podía desperdiciar tiempo intentándolo.
Con el trato sellado, JiMin le dio una sonrisa de satisfacción a YoonGi que llegó hasta sus brillantes ojos. Maldición, era la cosa más preciosa de todo el universo.
En ese momento, TaeHyung decidió bajar del árbol. Se descolgó de la rama y pisó cautelosamente el tronco, pero un sólo paso en falso lo llevó a caer de culo en la tierra.
—Ouch. ¿Estás bien, Tae? —YoonGi se acercó rápidamente para ayudarlo a levantarse. En la realidad donde ellos eran Bangtan se habría reído primero, después ayudado. Sólo que en este universo había un aire de fragilidad sobre TaeHyung difícil de explicar. Tal vez por ser un chico completamente campirano le faltaba la malicia de la ciudad.
—Tan bien como una oveja sin lana —respondió, limpiando su overol de mezclilla. Por fortuna no parecía herido por ningún lado.
—¿Te sientes más ligero?
TaeHyung se echó a reír, luego sacudió la cabeza hacia los lados.
—Desafortunado, pero resignado.
—Tiene sentido, aunque nunca me he detenido a preguntarme como se sienten las ovejas cuando las rapan.
—Creo que eres genial, aunque no pienses en los sentimientos de las ovejas. —TaeHyung le ofreció la mano como si esperara ser sostenido—. ¿Quieres ser mi hermano mayor? Estoy cansando de ser el Hyung a cargo.
—Tienes un sentido del humor extraño, pero acepto. — YoonGi selló el trato, dándole un apretón de manos. Era jodidamente fantástico que Tae lo tratara con la misma confianza que siempre.
—Bien, Hyung. Termina de bajar las manzanas. —Sin un poco de remordimiento o incomodidad, TaeHyung le dio una de las cestas a YoonGi. Bien quizás la excesiva confianza ya no era tan agradable—. Voy a avisarle a mamá que saldré por unos días.
—¿Tardarás?
—Si tengo suerte me liberará mañana.
YoonGi reprimió un sonido de frustración. Entendía que pedirle que se diera prisa era egoísta sabiendo que debía terminar con la recolección de una tierra tan grande y evidentemente tampoco era su única tarea.
Miró la cesta llena a un cuarto y pensó que, si podía ayudar en ese proceso todo se agilizaría.
—¿No tienes una escoba para bajar las frutas o algo?
—Mis hermanos la tienen. —TaeHyung le contó con una sonrisa antes de marcharse. Lo que significaba que YoonGi tenía que subir al árbol y bajar la fruta por su cuenta. Esta vez fue imposible contener el quejido. Al parecer iba a tener la experiencia de granjero completa.
—¿Quieres ayuda con eso? —JiMin le quitó la canasta mucho antes que diera su respuesta.
—Definitivamente.
—Puedo ayudar, mi abuela me enseñó cómo. ¡Esto es emocionante!
HoSeok propuso, dándole una sonrisa toda radiante a YoonGi. Él sólo pudo corresponderle con una mueca porque el veterinario corrió con entusiasmo a otro manzano. Eso dejó al abogado y al interiorista solos.
—En serio, ¿por qué todos los chicos corren a ti como si fueran cachorros perdidos? —Cuando YoonGi le dio una mirada inquisitiva, JiMin giró el rostro— Sin celos, de verdad. Sólo es una pregunta.
Rascándose el mentón y su barba de un día, YoonGi se preguntó honestamente si las cosas eran así. No podía verlo como algo extraño porque era lo normal para él.
—Soy el segundo mayor de Bangtan, cuando SeokJin Hyung estaba ocupado todos corrían a molestarme. —El rapero solía refunfuñar cada vez que un Dongsaeng lo buscaba con falsas lágrimas en los ojos, esperando chantajearlo. En el fondo le gustaba—. Tal vez conservo esa actitud.
Mientras no había estado mirando, JiMin comenzó su proceso de trepar el árbol. YoonGi se acercó para atraparlo por si las cosas terminaban de la peor manera posible.
—Realmente los quieres —dijo el menor una vez que se acomodó en la rama más baja, sonaba un poco sin aliento.
—Pasamos mucho tiempo juntos.
—Hombre. —Escuchó a JiMin resoplar—. Soy terrible en las relaciones humanas, pero el tiempo no fuerza las cosas.
—Tienes razón. No es tiempo, nosotros somos una familia —YoonGi corrigió, deslizando una sonrisa melancólica en su rostro. Extrañaba mucho a los seis—. Lo mismo para ti, sin importar mi enamoramiento te sientes como mi hogar.
Cuando abrazaba al vocalista y besaba su cabeza en secreto, se sentía como si todo estuviera donde pertenecía.
—No sé qué decir. Es... Me haces sentir especial —le confesó. Su voz fue un pequeño susurro quebradizo pero lo suficientemente fuerte para ser entendido. Probablemente fue tan honesto porque pensaba que YoonGi no podía mirarlo. Se equivocaba, JiMin se veía hermoso con el sol golpeando en lo alto de su cabeza y escondiendo entre el follaje.
—Lo eres —le prometió, sonriendo. Las hojas se sacudieron, despertando la preocupación en YoonGi. TaeHyung tuvo suerte de perder el equilibrio en lo más bajo del árbol, el menor estaba acercándose a la copa del árbol—. JiMin-ah, no vayas muy lejos.
—Estaré bien, estoy muy acostumbrado a caerme.
—No puedes saberlo.
—No es que sea un vidente, amigo. En el servicio hicimos muchas actividades de escalar y una vez que aprendí a no enredarme con mis propios pies, yo era el primero en terminar.
YoonGi recordó al vocalista que amaba atar su cabello en moños cuando estaba demasiado largo. Después se lo imaginó tropezándose en el campo de entrenamiento lodoso, como resultado sus instintos protectores se despertaron como la sirena de una ambulancia.
—¿Hace cuánto lo terminaste?
—Un par de meses. —Eso explicaba perfectamente porque JiMin conservaba un undercut—. Necesitaba tiempo para procesar las cosas después de la nueva relación de mi hermano.
Ahí parecía haber un dato relevante. YoonGi no quería imaginar que se trataba de Amelia hasta que JiMin la mencionara. No quería tener falsas esperanzas sobre librarse de la chica inglesa en esta realidad.
—¿Qué...? —Él iba a preguntar desesperadamente que quería decir. Fue interrumpido por una manzana que golpeó su cabeza— Auch, maldición...
La risa de JiMin sonó desde el manzano, era un sonido que casi siempre venía acompañado de un coro celestial. YoonGi pensó que el dolor del golpe valió totalmente la pena. Extrañó tanto escucharlo reír y daría todo por mantenerlo así de feliz.
Se preguntó cuántas manzanas podrían caerle antes de desmayarse. Tal vez podría hacer que JiMin se riera a carcajadas, lo estaba considerado seriamente.
—¿Acabas de tener una revelación?
—Mi revelación es que te caerás, gracias a la gravedad y no me preguntes su fórmula.
Escuchó la risa, disfrutando cada segundo de ella hasta que se extinguió en el ruido lejano del campo.
—Pero si me caigo podrías sostenerme hasta la casa de los Kim, ¿no sería bueno para ti? —La voz de JiMin cambió, se volvió baja como un ronroneo y mierda, la imagen de cargar al menor en un tramo tan largo hizo añicos el interior de YoonGi. Gracias a los años tenía más control que eso.
—No, no es una buena idea.
—¿Por qué no? Siempre huyes —le cuestionó, mientras comenzaba a bajar el árbol. Guardó un par manzanas en su camiseta, mostrando una franja de piel.
—No puedes jugar con fuego, JiMinnie.
JiMin no sabía que podía quemarse con YoonGi.
No tenía idea que era un corderillo invitando al lobo a olerlo.
La punta de los labios rellenos de JiMin apuntaba hacia arriba cuando se inclinó a poner todos los frutos rojos en el cesto.
—Dices mucho que no, cuando en realidad quieres decir que sí. —Detuvo lo que estaba haciendo y le dio una intensa mirada, consiguiendo que la respiración del mayor se atascara en su garganta—. Si quiero encender un fósforo, ¿qué vas a hacerme?
YoonGi estaba cansando que lo subestimara, pero estaba más agotado de luchar contra la dolorosa atracción. Amar a JiMin le dolía físicamente. Cediendo por primera vez al deseo y sin pensarlo mucho lo atacó.
Los hizo caer, luego sostuvo al menor contra su cuerpo, permitiendo que lo mirara con los ojos bien abiertos.
—Esto es lo que va a pasar. —Sujetó con una mano las muñecas de JiMin por encima de su cabeza—. Ahora lo entiendes.
La vista del chico menor a su merced fue demasiado. Estaban tan hermoso debajo de su cuerpo, con su boca llena ligeramente abierta. Viéndose muy confundido e inocente. YoonGi deseaba corromperlo. Quería probarlo, quería lamerlo por todas partes, quería hacerle cosas tan sucias que haría a una prostituta sonrojarse. Pese a eso, en el momento en que se miraron a los ojos, comenzó a retroceder.
Aflojó un poco su agarre, pensando que quizás había asustado de más al chico.
Para su sorpresa fue girado hábilmente. Su espalda golpeó contra la tierra y ahora era él quién estaba atrapado abajo del peso de JiMin.
—Buen intento. Pero necesitas algo peor si quieres asustarme. —La sonrisa en JiMin era de un depredador. YoonGi estaba tan ocupado mirándola que no se dio cuenta cuando las manos del menor fueron a sus rodillas, forzándolo a extender las piernas—. Escapa ahora si puedes.
Lo retó, mientras se acomodaba en el espacio que sus muslos separados habían creado. Sabía que el chico sólo quería burlarse. Pero... Así es como siempre deseó estar. Bajo el vocalista, con las piernas abiertas para él como una de sus novias.
Toma todo lo quieras de mí. Tómalo todo. Necesitó todo su control no decirle eso en voz alta, para no pedirle que lo jodiera ahí mismo. Trató de pensar en lo incorrecto que era, JiMin era el Dongsaeng que juró proteger. Excepto que ese sentimiento de culpa jamás llegó.
No tenía la fuerza habitual para huir.
El calor que JiMin emanaba y su aroma, fue la perdición para YoonGi. Toda su sangre corrió hacia el sur de su cuerpo a una velocidad que lo dejó muy mareado. Se sostuvo de los hombros contrarios y sin importar que tan fuerte sus labios estuvieran presionados se le escapó un vergonzoso sonido agudo.
Un gemido, que fue lo suficientemente alto para que los dos lo escucharan.
Sus ojos se encontraron y YoonGi fue el primero en sonrojarse. Se levantó tan rápido como pudo, cubriendo su boca con su mano.
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