09:09
【Se me corta la respiración cuando te acercas.】
El gato y HoSeok se miraron por un largo instante.
—¿Quieres que yo chequee a este gato? —le preguntó el veterinario a JiMin. Se cruzó de brazos como si supiera que esto sólo era una trampa para tener una oportunidad de convencerlo.
JiMin no se acobardó. Arqueó una de sus preciosas cejas y le devolvió la mirada a HoSeok sin pestañear.
El enfrentamiento era un poco intenso, por lo que YoonGi sabiamente se mantuvo fuera. Mirando a cualquier lugar que no fueran los dos chicos de pie.
—¿Algún problema, Doc?
—¿Es tu gato? Parece que acabas de recogerlo hace... Quince minutos.
—Te equivocas, fueron como cuarenta —JiMin ladeó una cínica sonrisa que puso las piernas de YoonGi como gelatina—. Ahora haz tu magia.
El gato fue ofrecido a HoSeok como un bebé, JiMin tuvo todo el cuidado de no dejarlo caer.
YoonGi sonrió enternecido. Amaba más que a nada la dualidad del chico, podía pasar de amenazante a ser un olvidadizo en un segundo. Y aunque fue tierno, alguien debería recordarle que los gatos podían caer de pie.
—Mis consultas son previamente agendadas después de un anticipo. A menos que sea una emergencia —dijo el veterinario con un falso tono de firmeza. Era obvio que su corazón fue tocado cuando el gato estuvo en sus brazos—. No sé si pueda hacer una excepción ahora mismo...
No, no era ese el problema. HoSeok estaba inventando una muy mala excusa.
—No lo harías por nosotros —YoonGi adivinó con una sonrisa triste. No dudaba que HoSeok abriría una cita en un horario libre incluso cuando era un simple chequeo.
El veterinario agarró el borde de la puerta con más fuerza de la necesaria. La culpa estaba escrita en toda su cara al igual que el terror.
—Me asustan... —reconoció con voz baja. No fue una sorpresa para nadie, pero fue un poco reconfortante escucharlo de la propia voz de HoSeok— Me asusta todo lo que dicen.
YoonGi sintió que su pecho se apretaba con la impotencia. Daría todo por regresar la realidad a como era antes y para eso tendría que perturbar la tranquilidad de las personas que más quería en el mundo. El costo era demasiado alto.
—HoSeokkie, yo lo sé. Es aterrador y es difícil de creer.
Puso la compresión sobre la mesa y ocultó la presión, conocía la forma en que HoSeok funcionaba siendo una persona tan sensible. Lo habría abrazado si no hubiera sido una forma de forzarlo a creer.
Justo como YoonGi esperaba, HoSeok aflojó su postura y retrocedió para que ambos pudieran entrar a la veterinaria.
Por un instante parecía que las cosas marcharían mejor, podrían convencer a HoSeok y ponerlo en la camioneta para empezar el viaje. El problema fue que justo cuando JiMin dio un paso dentro del establecimiento un estornudo lo interrumpió.
YoonGi lo miró desbordando inquietud.
—Tu alergia —murmuró, rascándose el cuello.
—Como si pudiera olvidarme de eso. —JiMin chasqueó la lengua antes de pasar el dorso de su mano por su nariz, dejando la punta adorablemente enrojecida. Por desgracia la imagen de su cara manchada de rojo dejaría de ser tierna si se mantenía más expuesto a los pelos de gato.
Rápidamente se acercó para sacudirle la camiseta, buscando quitar todos los pelos naranjas que se quedaron por ahí.
—Esto no va a ayudar. Vas a tener que salir de aquí.
JiMin le frunció el ceño.
—¿Vas a convencerlo tú solo? —preguntó. Se cruzó de brazos, luego le dio un vistazo rápido a la habitación de fondo donde HoSeok chequeaba al minino— Siento que eres demasiado blando con él.
—Por supuesto que soy blando. Es como mi mejor amigo.
Era difícil asegurar algo así porque en Bangtan todos eran hermanos. Pero YoonGi siempre sintió esa conexión con HoSeok como JiMin con TaeHyung. A veces se llamaban almas gemelas y otras veces mejores amigos.
—¿Seguro? —Vio a JiMin levantar ambas cejas— Pensé que también podrías estar enamorado de él.
Esa acusación no le gustó en nada a YoonGi. Mierda, él ya tenía la suficiente culpa por haber puesto una mirada romántica en la persona que debía ser su hermanito y compañero de trabajo. Su enamoramiento siempre lo hacía sentir incorrecto.
—No es gracioso en lo absoluto —masculló, presionando sus uñas en la palma de sus manos.
Cuando miró a JiMin, notó que su expresión se había suavizado. No sólo eso, sino que se sus manos se levantaron mientras daba un par de pasos adelante. Como si buscara tocarlo para compensarlo.
Si esa era la recompensa por haber sido ofendido, YoonGi la aceptaría sin rechistar.
—No me estaba burlando de tus sentimientos. Simplemente pensé...
—¿Pensaste?
Lo alentó a terminar con una mirada paciente. Entendía que esta versión de JiMin era particularmente mala reconociendo sus propios sentimientos.
—No sé. Por la forma en que lo abrazaste creí que lo tratarías igual que a mí. Y me sentí, cielos, raro.
YoonGi sintió tantas cosas conflictivas que su estómago se hundió. Se llenó de preocupación hasta que podría vomitarla, si JiMin no podía reconocer una emoción tan sencilla como los celos entonces debía estar más que constipado emocionalmente. Luego vino la diminuta esperanza, sentirse celos por un simple abrazo era extraño. Pero probable, el rapero lo había vivido tantas veces.
No necesitaba llenarse la cabeza de ilusiones. Sin embargo, este JiMin volvía un desastre las opciones reales y los sueños.
Imaginar que existía la posibilidad de besar al vocalista y ser correspondido, era peligroso.
Su corazón ya no lo resistiría, ya no era lo suficientemente fuerte para ser ilusionado así.
—No tienes que preocuparte. Eres el único a quien quiero hacer más que abrazar —reconoció sin diversión. El sonrojo no debió haberlo hecho parecer alguien maduro, pero nada importaba ya.
Miró a JiMin balancearse en sus pies y escapar de sus ojos como un cachorro asustado. Parecía avergonzando y vulnerable. La combinación que en el menor ponían a temblar incorrectamente a YoonGi.
—Dudo que mis sentimientos se refieran a eso.
El mayor sonrió sin gracia, avanzando hacia el cuarto donde HoSeok estaba.
—A mí también me gustaría dudarlo. —JiMin volvió a estornudar, recordándoles que tenía que irse—. Vete antes de que te pongas como un semáforo en alto.
—Sí, señor.
Aunque la respuesta fue con bravuconería, YoonGi se atragantó un poco. A ese chico le hacía falta urgentemente un filtro para su propio bien.
Llegó lo más rápido que pudo con HoSeok, sintiendo que si perdía un poco más de tiempo todo su plan se iría por la borda. Se preguntó cómo iba a convencerlo. Saber cómo tratarlo no resultaría si su miedo a lo desconocido era más grande.
—No es un gato callejero —dijo HoSeok, sacándose el estetoscopio del cuello. YoonGi miró al animal sobre la mesa metálica.
—¿Cómo lo sabes? Está todo sucio y apestoso.
El gato giró la cabeza en su dirección como si hubiese entendido el insulto. Honestamente se veía un poco amenazante.
—Porque probablemente estuvo jugando en una construcción. Está demasiado sano para no tener algún dueño. —HoSeok acarició al gato distraídamente. Algo más grave estaba ocupando su mente—. Son valientes, ¿no?
—¿Los gatos?
—No tienen miedo de cambiar de entorno cuando se aburren. Yo siempre quise que mi vida fuera un poco más...
—Una vida más interesante —HoSeok lo miró como si lo hubiera comprendido todo y YoonGi sonrió. Sabía justo a lo que se refería su mejor amigo y era capaz de dárselo si revertían su deseo egoísta.
Podría describir su vida como idol justo de esa manera, interesante. Era mejor que ser llamada desastrosa o solitaria.
—¡Pero! Ahora me asusta. Debería ser más valiente y correr detrás de lo que deseo.
—No siempre es tan fácil —reconoció, acercándose para rascar al gato detrás de las orejas—. Hay muchos factores que considerar, saber si pierde o se gana...
Por eso YoonGi guardó tantos años su confesión del vocalista, había más que perder que ganar. Todos esos años temió perder el lazo entre Hyung y Dongsaeng que tenían porque significaría que JiMin nunca más descansaría su cabeza sobre pecho, no le contaría chistes estando borracho y no lo abrazaría cuando rompiera con una de sus novias.
Sólo se animó a contarlo porque le dolía el pecho de tanto mantener oculto su enamoramiento.
HoSeok le lanzó una mirada de extrañeza.
—Deberías de convencerme para que te crea.
—Sé que me crees —respondió tranquilamente—. Sino fuera así no estarías asustado. Depende de ti si quieres hacer algo.
—¿Puedo hacer algo?
—JiMin y yo planeamos reunir al resto de Bangtan, quiero decir a los chicos de la fotografía y recrear las condiciones del deseo. Antes que derriben el edificio de Hybe.
Hasta ese momento YoonGi no había tenido la oportunidad de explicarle cuál era su loca idea para perseguir una fantasía. Fue fácil acordar todo con JiMin, sólo que hablarlo muy alto para una tercera persona lo hacía cohibirse.
La magia en la vida adulta tenía más repercusión de lo que cualquier niño imaginaría.
HoSeok no lo miró, se centró en el gato que sacudía su cola.
—Desearía ser más valiente y aceptar.
La forma tan triste en que lo dijo no daba espacio para las dudas. Ese era el no definitivo y aunque era un mal comienzo para YoonGi, asintió dándole una mirada comprensiva. Tomó al gato de la mesa dispuesto a regresarlo afuera para que encontrara su camino hacia su casa o casas.
No quería irse porque eso significaría que no tendría más de la cálida presencia de HoSeok por un tiempo, así que avanzó lentamente.
—¿Cuánto te pagaré del chequeo? —HoSeok sólo negó con todo el cuerpo. Ni si quiera se molestó en hablar, como si la conversación ya tuviera un final indiscutible. Pero no lo tenía porque el veterinario tomó a YoonGi del hombro, sorprendiéndolo— ¿Qué?
—¡Voy con ustedes!
Los ojos de HoSeok estaban demasiado abiertos, sus manos temblaban y la sonrisa en sus labios era muy grande hasta el punto de parecer dolorosa.
—¿Seguro?
—¡No! —exclamó felizmente— Pero si me lo cuestiono más entonces me acobardaré.
En el momento en que HoSeok se rio, YoonGi también tuvo que hacerlo.
Hacía un calor terrible. JiMin se sentía como si pudiera fundirse hasta ser un charco sólo por estar sentado en el asiento del conductor.
—¿Cuánto tarda ese tipo? —Se quejó, presionando su mejilla contra el volante. Fue un pequeño milagro que el claxon no sonara para espantar a toda la cuadra.
—HoSeok dijo que no tardaría mucho —YoonGi respondió sin dejar de mirar su teléfono ni por un segundo. Parecía hablar con su secretaria y eso debía requerir mucha concentración.
—El tiempo es condenadamente relativo —gruñó. No le importaba si estaba siendo un bebé, todo lo que quería era sentarse bajo la sombra y un paquete de caramelos recién salidos del congelador.
—Dale un rato más. Va a tener unas vacaciones no planeadas. Tiene que dejar a alguien a cargo de su veterinaria y de Mickey.
—Diantres.
El verano estaba en su máximo punto, JiMin estaba siendo su víctima como de costumbre. Desde más joven sufrió de muchos episodios de insolación, en todos ellos se encontraba el recuerdo de su padre corriendo a comprarle una botella de agua fría.
Mala línea de pensamientos.
Prefirió concentrarse en su lenta agonía por el calor. Sus muslos estaban sudando, como sus codos y su frente. Seguramente no era un cuadro atractivo, pero cuando se encontró con la mirada de YoonGi se sintió como un modelo de Vogue.
—Te ves tan hermoso todo sonrojado —le confesó el diseñador en su susurro. Tocando sus mejillas calientes como si estuviera prohibido—. Pero no me gustaría que te derritas, ¿quieres un helado? Comerlos siempre te pone feliz.
JiMin tardó un segundo en procesar la propuesta. Su mente estaba nublosa por el placer de los dedos de YoonGi. Esta sensación tenía que ser ilegal, ninguna caricia debería sentirse así de bien.
Se estaba volviendo un poco adicto a esa sensación, sin importar que era terriblemente pronto.
—¿Helado? —repitió, soñoliento.
La mejor decisión que había tomado era decirle a YoonGi que no tenía que contenerse. ¿Por qué un deseo tan pesado debía ser reprimido? No era necesario con él, no iba a echarse a correr al otro lado de la acera.
—Mírate, ni si quiera puedes pensar. Vi una heladería al final de la calle, vamos antes que estés peor.
Abrió los ojos, encontrándose con la mirada del interiorista. Sólo en ese momento, el hombre pareció ser consciente de lo que hacía. Se apartó rápidamente igual que si hubiera tocado una bomba segundos antes de su detonación.
JiMin apretó el entrecejo. ¿Por qué YoonGi seguía luchando tan duro?
Comenzaba a odiar que YoonGi lo tratara como un chiquillo que no entendía el alcance de sus deseos. No era un adolescente tratando de entender a un hombre. Era un hombre intentando seguirle el paso a otro hombre.
Quejándose en voz no tan baja por el calor, caminó detrás del mayor. Para su sorpresa fue conducido a una bonita heladería con adolescentes riendo en cada mesa de madera.
—¿De qué sabor te gusta? —YoonGi le preguntó, inclinándose para ser escuchado entre las risas de los clientes. Todos los vellos en la nunca de JiMin se erizaron de golpe.
—¿Por qué no lo adivinas?
Se preguntó si su tono rozaba entre el coqueteo y lo amigable. Extrañamente, le gustó pensar que YoonGi entendería que estaban flirteando.
El diseñador pareció pensarlo. Cuando dio su respuesta fue obvio que sólo lo estuvo fingiendo para no mirarse como alguien espeluznante.
—Uh, almendras —aseguró, deslizando una sonrisa tímida en su rostro.
Cielos, no. No era espeluznante que el interiorista lo recordara. Si a JiMin le preguntaran cuál era el helado favorito de Amelia, nunca habría respondido. Pero YoonGi guardó ese dato fresco en su memoria.
Sonrió en grande, ignorando por un momento el tirón desconocido de sus mejillas al levantarse.
—Ese es.
—No se pueden olvidar cosas así —YoonGi comentó con un tono de casualidad falsa, acercándolo al mostrador—. Te voy a conseguir un helado con caramelos.
JiMin parpadeó un par de veces. Se dijo que no actuara como un chico viviendo en una hambruna, sólo que la oferta era demasiado tentadora para que sus ojos no brillaran. Al carajo la dignidad, era seguro que el mayor no se reiría de él, probablemente lo encontraría lindo.
—¿Con gomitas y bombones? —preguntó, rebotando ligeramente sobre sus talones.
El interiorista asintió y se veía bastante complacido por su reacción.
—¿Está bien si lo pago por ti?
Mientras preguntaba, sacó su billetera de los bolsillos.
En las reglas no escritas se decía que si tenías una cita y dejabas que la otra persona pagara por ti, significaba que querías ver a esa persona de nuevo para saldar la deuda. A JiMin siempre le pareció una tontería y siempre pagó su parte cuando comía con Amelia, sin importar que después tuviera que caminar desde la universidad de derecho a casa.
Sin embargo, ahora no le importaba que alguien más lo tratara como el chico pobre que era. Haría muy feliz al interiorista y a él no le incomodaba tener una deuda.
—Sólo si puedo darle tu tarjeta negra a la chica de la caja. —Estiró la mano hasta tocar el borde de la billetera del mayor. Sólo que, al parecer nunca debió hacer eso. YoonGi abrió mucho los ojos y alejó el objeto a la velocidad de la luz.
Los dedos de JiMin se quedaron suspendidos sobre el aire.
De repente tenía dieciocho otra vez y todas las personas de su clase le decían que era un ladrón de mierda.
—Cielos, así que todas las personas deben alejar los objetos de valor de mí —dijo con la voz goteando sarcasmo. Ni si quiera le importó si sonaba demasiado cruel, estaba furioso. Lo había olvidado. Nadie lo quería caminando alrededor de las cosas costosas porque eso terminaría mal. Tocó la torcedura de su nariz justo donde estuvo su antigua fractura y dio un paso atrás—. Deja de preocuparte, ya entendí el mensaje.
Cometió un error al olvidar su cautela habitual. Tenía que andar de puntillas ante las personas ricas.
La sorpresa en YoonGi por fin se descongeló.
—Ah, JiMin, no, no es... Ven aquí.
Sin preguntar, lo tomó y lo arrastró hacia quién sabe dónde. A JiMin le hubiera gustado decir que luchó contra eso, pero siendo sincero sólo se dejó arrastrar por los largos dedos de YoonGi envueltos en su muñeca.
Algunas personas en el restaurante los miraron extrañados por la forma en que se sostuvieron y a JiMin no podía importarle menos. Entraron a los baños, lo único raro de eso fue que YoonGi cerró la puerta.
—¿Qué estás haciendo? —le cuestionó sintiéndose algo inquieto. No asustado, sólo nervioso.
—JiMinnie, te dejaría vaciar todas mis cuentas si eso te hace feliz —explicó, abriendo su cartera—. Por eso deberías descartar que no confío en ti manejando mi dinero.
JiMin hizo una mueca.
—Que considero, pero no tienes que... Oh. —Dejó de hablar porque YoonGi le mostró algo. Había una photocard de quien fácilmente sería su gemelo perdido. Una pelirrojo idéntico a él, usando lentes tan grandes como la mitad de su cara y un traje apretado—. ¿Por qué guardas esto?
Su voz tembló, fue un asunto inevitable.
—Porque siempre que no estamos juntos necesito recordarte de alguna forma. Además, tú la autografiaste.
Al reverso de la photocard estaba justamente la firma que JiMin pensó que tendría cuando sería un artista.
—La autografíe —confirmó, su garganta se encontró seca. Le costó un poco asimilar que YoonGi confiaba realmente en él. Únicamente se asustó porque tenía una foto suya como un amuleto.
—No vuelvas a mirarme como si te hubiera herido, por favor.
—Pensé que... —Se mordió la lengua sabiendo que justificarse no arreglaría nada. Así que con mucha vergüenza se disculpó—. Perdón, hombre. He tenido una experiencia con eso y creí que tú...
Se le murieron las palabras cuando YoonGi se movió en un parpadeo. En un segundo estaba delante de él y en otro abrazándolo por detrás. Tiró del chico hacia él, sosteniéndolo tan cerca que apenas habría una pulgada de distancia entre los dos.
JiMin abrió los ojos. Había un pecho plano presionando en su espalda, junto con unos fuertes brazos sosteniendo su cintura.
Miró su reflejo en el espejo del baño. Caramba, la imagen era rara, las sensaciones eran raras. YoonGi no se parecía en nada al par de chicas con las que salió, el hombre no era más bajo que él y obviamente no más delgado. También estaba el hecho de que ninguna de sus novias lo sostuvo con ese cariño posesivo, como si lo amaran tanto que era doloroso estar separados.
El interiorista tenía duros músculos que se apretaban contra él. Olía a hombre, a crema de afeitar y desodorante.
Debió ser raro. Ser sostenido por un hombre más grande debió incomodar a JiMin. Pero se sentía bien. Se sentía correcto.
Desde esta posición no puede ver mi cara. Pero lo mejor es que, yo... Yo me siento... Tan protegido.
Tomarse de las manos le trajo una abrumadora calma. Sostener al diseñador sin nada de distancia fue más que satisfactorio a un nivel emocional y físico. Lo quería más cerca.
Repentinamente se preguntó cómo sería ser sujetado si los dos estuvieran desnudos después de una sesión de besos calientes. Su subconsciente le respondió que probablemente se sentiría maravilloso.
—Está bien, JiMin-ah —YoonGi le dijo, hablando en su oído con la voz llena de calidez—. No dejaré que nadie más te lastime. Así que nunca más tendrás que usar esa mirada.
JiMin se estremeció y dejó caer su cara sonrojada en el hombro de YoonGi.
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