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06:06

Por favor, no te asustes si se me escapa un "te amo".

El día que JiMin organizó el primer encuentro entre Bangtan y su nueva novia extranjera, YoonGi quería morir. Había un nudo sobre su estómago que no quería desaparecer.

Probablemente mientras estuviera enamorado de JiMin, el dolor nunca se iría. El rapero lo sabía.

Las chicas que el amor de su vida le presentó siempre eran todas tan iguales, con un cuerpo tan pequeño y con curvas tan delicadas. Amelia no era diferente, ella era igual de hermosa que un ángel. Tenía una sonrisa enorme que parecía que no cabría en su rostro, usaba un vestido verde que se alzaba lejos de sus rodillas y se sujetaba del brazo del vocalista como si le perteneciera.

Cuando la feliz pareja compartió un beso frente a todos, YoonGi regresó a los baños para devolver su desayuno.

Ese era uno de sus recuerdos más obscuros.

Comparado con la nueva realidad era extraño. En ese momento, Amelia no se veía felizmente radiante.

—¿Estás loco? —preguntó ella guardando un borde histérico en su voz. JiMin se encargaba de cerrar Magnate. Los movimientos del chico eran tan calmados que parecía que no entraría en la discusión.

—Lo suficientemente cuerdo para saber que es una buena oportunidad —dijo, sin siquiera mirarla.

YoonGi se apoyó contra la camioneta de cuatro puertas que usarían para viajar. Condujo todo el camino desde su oficina hasta Magante para recoger a JiMin y comenzar su búsqueda del resto de los chicos.

El problema era que no sabía si debía mantenerse ahí mientras la inglesa y JiMin comenzaban una pelea. Quería mirar y al mismo tiempo no porque era algo demasiado privado para entrometerse. Como el menor no le envió ninguna señal de que debía marchaste, no lo hizo.

Todo el gesto de Amelia se endureció, dando la impresión de que rompería una taza de porcelana sobre la cabeza JiMin. YoonGi comenzó a cuestionarse seriamente todos los estereotipos ingleses.

—JiMin, esto no me gusta. No quiero que vuelvas a viejos hábitos.

El acusado se volvió hacia ella rápidamente con esa mirada llena de crueldad. Sin duda, un nervio fue tocado en la advertencia.

—Las cosas no son como antes —le aclaró, manteniendo sus dientes muy apretados.

—¡Estás forzándote de la misma manera!

—Difícilmente esto es igual. —JiMin resopló con fastidio. Parecía estar luchando para encontrar la calma de regreso—. Piensa en esto como una terapia. Sólo que me pagan demasiado por ser el paciente.

Su intento de broma no tranquilizó a Amelia. Al contrario, la chica se lanzó a abrazarlo como si su vida dependiera de ello.

YoonGi dejó de mirar, sintiendo que viejas heridas escocían. Él quería desesperadamente eso; arrojarse a los brazos del chico que amaba, apretarlo contra su cuerpo hasta que no quedara ninguna pulgada entre los dos y respirar su colonia de durazno.

—No tienes que hacerlo. Deja de sentir que tienes que compensar las cosas —Amelia le suplicó, escuchándose bastante desesperada por convencerlo.

Como los ojos de YoonGi estaban sobre sus zapatos, no podía saber si JiMin estaba devolviéndole el abrazo. Así era mejor.

Ellos todavía se pertenecían. Encajaban juntos.

—Muy tarde. Ya firmé un contrato.

—Podemos...

—No.

Las pisadas resonaron y YoonGi tomó eso como un anuncio de que el abrazo había terminado. Levantó la cabeza, justo a tiempo para encontrar a Amelia haciendo un puchero.

—Todo este tiempo has estado dependiendo de mí para conducir.

—Gracias por eso —JiMin murmuró, viéndose algo cohibido de repente. Dándole un torpe apretón en el hombro a la chica extranjera—. Hiciste que no tuviera que enfrentarme a eso por algunos años.

Amelia entendió por fin que no podría convencer al chico e hizo un gran sonido de decepción.

—Te seguiría protegiendo muchos más, los dos somos más que amigos.

YoonGi sujetó su camiseta para aferrarse a algo. Se encontraba sumamente desesperado por tener respuestas. ¿Eran más que amigos? ¿Qué mierda quería decir eso?

Significaba algo que JiMin entendía porque sonrió con sutileza.

—Lo sé, por eso te dejo a cargo. Cuida este lugar por mí, pero ni se te ocurra invitar a mi hermano.

La amenaza llenó de ilusiones a YoonGi. La mención del hombre menor en los Park consiguió un suave rubor en Amelia. Quizás... Podría ser que el anillo le perteneciera al pequeño hermano de JiMin. Eso tendría que averiguarse lo más pronto posible.

—No estarás aquí para comprobarlo.

JiMin colocó una gran expresión de desagrado que parecía estar de sobra ante la inofensiva broma de la inglesa.

—Hablo en serio, Amelia. Quiero mi cocina limpia cuando regrese.

Amelia se rio, como si no le importara el tono cabreado de JiMin. Le dio un largo beso de despedida que dejó parte de su labial rosa en la piel del menor. YoonGi deseaba tanto limpiarlo con una servilleta.

Tan pronto como ella se había ido, el dueño de Magnate le echó un último vistazo a su cafetería cerrada.

Después miró a YoonGi como si apenas se hubiera percatado de que estaba ahí.

—Pequeño auto, hombre. —JiMin silbó. Dio pasos largos hacia él, luciendo unos pantalones de mezclilla condenadamente apretados y botas militares que lo hacían ver más alto y rudo. El mayor tuvo serias dificultades para concentrarse.

—No podría haber sido más pequeño si quieres meter a siete chicos.

—Si es que podemos poner a todos adentro —Inteligentemente JiMin opinó mientras trataba de abrir la puerta del conductor de un tirón—. ¿Has pensando que vas a decirles? Mostrarles la foto parece una buena idea.

—¿Eso no los haría correr en el sentido contrario?

Le tendió las llaves a JiMin preguntándose si no era muy habitual que el chico subiera a un auto. Según lo que escuchó, no lo era.

—¿No lo sabes tú?

El menor dejó de parecer un inexperto en el tema del manejo cuando se apoderó del juego de llaves. Abrió la puerta y se trepó al asiento sin usar los escalones del gran coche. YoonGi sonrió, un poco más encantado por la agilidad. La vista fue mucho mejor cuando JiMin se estiró para dejar caer su maleta en los asientos traseros.

—Conozco a todos, pero no estoy seguro sobre cómo son ahora. Tú eres distinto aquí —comentó una vez que estuvo en su lugar de copiloto.

El menor estaba dejando una bolsa de caramelos en el portavasos del auto. Paró de moverse para darle una mirada de amenaza. YoonGi pronto deseó no haber dicho eso.

—¿Cómo soy entonces?

Si decía algo sobre lo dulce que el vocalista era, JiMin iba a darle una patada en el culo. Por lo que fue sabio y eligió una opción más segura.

—Risueño y enérgico. —YoonGi esperaba haber dicho lo correcto. Existían un montón de palabras que encajarían en su bonito JiMin, sólo que no quería delatar las toneladas de amor que sentía por él.

Fue difícil deducir si lo arruinó porque el comportamiento de JiMin se volvió algo extraño. El chico se aferró al volante con tanta fuerza que sus nudillos se volvieron blancos.

—Tiene sentido que yo sea así, la tragedia nunca sucedió. —Eso no fue más que un susurro. Pero YoonGi aprendió desde mucho tiempo atrás a agudizar sus sentidos cuando se trataba del chico que amaba. Todo el tiempo estaba atento para él—. Debería encender el auto y conducir. Hacerlo, conducir.

Aunque se dijo eso, JiMin no se movió ni un poco. YoonGi encontró que esa señal era de pánico, le seguirían los temblores y la perdida de calor. Lo sabía, lo conocía.

Debía ser una manía que el amor de su vida conservó en el cambio de realidad.

—No entres en pánico, JiMin. Estamos juntos en esto —le juró.

Su pecho se apretó al recordar que era la segunda vez que hacía esa promesa.

Tímidamente estiró su mano hasta tocar la del menor. Esperaba sólo darle un toque de apoyo, por lo que se sorprendió duramente cuando los dedos contrarios se enlazaron con los suyos y no lo dejaron ir.

—¿Qué es esto? —JiMin preguntó sin aliento, mirando intensamente sus manos juntas. YoonGi quería decirle que no trató de invadir su espacio personal. Iba a decirlo hasta que se encontró con los ojos vidriosos del menor— Tu mano, me hace sentir como... No puedo describirlo. Me siento tranquilo y seguro. ¿Por qué?

YoonGi sintió que su corazón se detuvo por un momento.

Ese debía ser el motivo por el que JiMin siempre le pedía sujetar su mano en los momentos de terror. Nunca se imaginó que podría ser algo así de especial. Sólo concluyó que el vocalista necesitaba algo a que aferrarse siempre que el susto fuera serio.

—No estoy seguro —respondió con la voz vergonzosamente chillona. De lo único que estaba seguro era que esa confesión sólo agravó su enamoramiento por JiMin. Saber que podía traerle tanta calma lo hizo sentir muy especial y mínimamente correspondido.

Unos segundos después fue consciente de lo patética que debió ser su respuesta. Pero JiMin no pareció notarlo, se veía demasiado ocupado en su propia y nueva calma.

No había ningún rastro de miedo en su cuerpo.

—Si yo no te creyera sobre la otra realidad, lo habría hecho ahora —opinó con un tinte de incredibilidad. Fue en ese instante que YoonGi comenzó a alarmarse, JiMin no mostraba intenciones de dejarlo ir.

Mi pulso va tan rápido. Él va a notarlo.

—Sujetar, sujetar la mano de otro hombre no es precisamente muy masculino —YoonGi balbuceó, sintiendo que su cara se ponía algo roja.

—Oh, sí. Discúlpame, amigo. No sabía que estábamos en una prueba para ver quien tiene el pecho más peludo —aclaró de manera sarcástica—. Dame paz otro rato y luego podemos sólo darnos palmadas en la espalda.

—No es que me moleste.

El inconveniente nunca sería ese, sino todo lo contario. Le encantaba y lo volvería más codicioso de lo que ya era.

JiMin lo ignoró.

—Tienes unas manos enormes.

YoonGi sonrió, sintiéndose todo tibio por dentro. Esto era malo, sería terrible apagar las ilusiones una vez que el agarre de JiMin se fuera y la realidad se estrellara contra él.

—Las tuyas sólo son pequeñas —explicó, batallando para que no se escuchara tan cariñoso como se sentía.

Palabras equivocadas. Lo supo al ver como los ojos de JiMin se estrechaban.

—Repite eso —gruñó.

A pesar de su intimidación, el menor tenía un aire relajado. YoonGi lo observó hacer girar las llaves y presionar el pedal buscando encender el vehículo. Abrió la boca para hablar hasta que el coche se empujó de una manera rara. Definitivamente no era el arrancón inicial de un conductor experimentado.

El ceño de JiMin se frunció mucho más.

—Lo recordaba más fácil.

—¿No quieres tu mano de regreso? —preguntó, esperando que el chico aceptara y tuvieran un viaje con más seguridad. Aunque eso significara perder el único contacto que tuvo en tanto tiempo.

—Más tarde —respondió distraídamente, comenzando a andar por las calles de Busan—. ¿Deberíamos prender el GPS?

—Lo haré —YoonGi estaba muy acostumbrado a ayudarle con las tareas pequeñas al vocalista a cambio de ayuda con las tareas físicas. Era la dinámica de su amistad—. Directo a Gwangju.

Sólo esperaba que HoSeok no se desmayara una vez que supiera toda la verdad.

—Ya que eres una persona tan servicial. Hombre, ¿puedes alcanzarme mis M&M's?

—¿Hm? Sí, está bien.

El rapero sonrió una vez que supo de que era la bolsa de dulces que JiMin echó al auto tan pronto como entró. Rasgó el plástico como amabilidad y se lo acercó al dueño.

En algún momento el chico lo soltaría para encargarse de comer sus chocolates. Eso fue lo que YoonGi pensó hasta que el menor inclinó la cabeza hacia él y abrió la boca.

—Ah.

Las señalas fueron tan claras que lo más que pudo hacer fue abrir los ojos y perder el habla como el idiota tímido que era. Sus dedos temblaron cuando tocaron suavemente los labios del chico que tanto deseaba.

Manteniendo sus manos juntas sobre la palanca de cambios y alimentando a JiMin directamente. YoonGi se sentía cálido, quizás era el rubor de su cara que se había extendido en todo su cuerpo.

La escena era demasiado íntima para que su enamoramiento de años fuera alimentando en exceso por un único día.

—No estoy seguro que darte chocolates en la boca sea una obligación —murmuró, intentando controlar todo su nerviosismo. La habilidad que JiMin tenía para convertirlo en un adolescente con su primer novio era increíble y vergonzosa como la mierda.

—Amigo, eso es porque no miraste las letras pequeñas. Me encargué de cubrir cada aspecto.

La pequeña broma hizo que YoonGi sonriera.

—¿Por qué pediste manejar el contrato por tu cuenta? ¿Tienes un abogado de confianza en casa?

Deslizó otro de los chocolates circulares en los labios de JiMin, fingiendo serenidad. Podía manejar la situación o eso creyó ingenuamente. Se sobresaltó cuando la lengua del menor hizo una aparición sobre la punta de sus dedos. YoonGi cerró los ojos y pensó en cosas desagradables.

—Uff, por supuesto. Se llama Park JiMin y es el tipo más jodido que vas a conocer.

La declaración arruinó el buen ambiente.

—¿Estudiaste qué? —preguntó, girándose para verlo tanto como se le permitía. Esperaba haber escuchado mal. Pero la mirada amarga del abogado eliminó cualquier duda.

Maldita sea, no. YoonGi no comenzaría a pensar en JiMin como un abogado. Siempre sería un vocalista para él.

—Lo que escuchaste. Deja de verte tan sorprendido.

El chico parecía realmente ofendido como si estuviera a punto de entrar en una charla que no quería. Al menos no estaba soltando a YoonGi, su enfado no podría ser tan malo.

—No tienes ese perfil —expuso rápidamente—. Era lo que tus padres querían que estudiaras. ¿Lo hiciste por eso?

Sabía que preguntar eso era pisar sobre las arenas movedizas, pero no pudo evitarlo.

—En parte.

YoonGi miró hacia al frente, a la ciudad concurrida en la obscuridad. En su mente corrían las imágenes de JiMin en la sala de prácticas de Hybe. Empapado en sudor, pies rojos por el esfuerzo y la sonrisa más luminosa que cualquier humano podría tener.

—Pero amas bailar y morirías si no pudieras cantar.

Se atrevió a hacer una afirmación así, esperando que no fuera negada.

—Las cosas cambian —JiMin masculló, dando un volantazo más brusco de lo necesario. Como reflejo se sujetó a la mano de YoonGi usando más fuerza.

—¿Qué cambian? ¿Ya no es tu sueño?

Si la respuesta era afirmativa. YoonGi iba a sentirse muy perdido. El vocalista siempre fue tan apasionado y se esforzó tan duro para llegar a la cima. Imaginarlo sin esa chispa, era no imaginarlo.

Significaría que la realidad donde estaba atrapado era un espejismo falso.

—¿Qué importa?

—No mientas.

La lucha en JiMin duró alrededor de medio minuto. Al final se resignó a sincerarse.

—El único motivo por el que estudié derecho fue porque necesitaba dinero. Después de todo, los sueños nunca alcanzan para pagar la lista de deudas.

YoonGi entendía lo que el menor quería decir, mejor que nadie. Pero eso no significaba que no lastimara. Todo lo que quería era borrar ese pensamiento en el menor, usando besos para convencerle.

—Nosotros corrimos con suerte.

—Realidad equivocada, amigo —JiMin evidenció, usando un tono amargo.

Suspirando, YoonGi se echó hacia atrás en su asiento. El sentimiento de culpa se volvió una bola en su garganta imposible de tragar.

—No tenía idea de que esto pasaría. Sólo hablé sin pensarlo. Si hubiera sabido que las palabras tienen verdadera magia... —Era estúpido disculparse una vez que todo el daño estaba hecho. Simplemente necesitaba hacerlo para conseguir un poco de tranquilidad.

En la obscuridad de la ciudad costera, JiMin usó una voz tan suave que casi se perdió en las penumbras.

—Los deseos egoístas nunca deben ser pronunciados en voz alta, YoonGi.

—¿En voz alta, eh? —YoonGi sonrió con tristeza. Su propia lista de deseos egoístas se trataba toda sobre JiMin, nombraba amarlo mejor que sus antiguas novias. Y era por eso que nunca debería salir de su cabeza—. Tienes razón.

Sin importar que cruel fuera, tenía razón.

—La mayoría de veces. —El menor fanfarroneó y se escuchaba como si quisiera aligerar un poco el ambiente. Para ayudar a eso, YoonGi bajó la ventana del auto y dejó que el viento bochornoso entrara. Lo apreció, aunque le alborotó todo el cabello.

—Nuestra vida siempre fue un cuento de hadas comparada con esta realidad. Un par de chicos en una empresa en quiebra, que se vuelven famosos.

Eran una historia que motivaba a perseguir los sueños. El rapero siempre se sintió tan orgulloso por eso, que moriría con satisfacción.

—Suena así —JiMin concordó, liberando sus manos después de todo ese rato. YoonGi estiró sus huesos para evitar que se entumieran—. ¿Cuál era la mejor parte de ese trabajo?

La pregunta le trajo una fuerte nostalgia. No necesitaba pensar mucho la respuesta.

—Las giras. Había muchos gritos, adrenalina y la música en vivo siempre es mejor. Casi tan bueno como tener tu propio estudio y hacer magia.

El menor no respondió, lo que llevó a YoonGi preguntarse por qué.

No tenía idea de que la respuesta no le gustaría en nada.

—En serio te gusta. —La afirmación lo tomó por sorpresa.

—¿Lo dudas?

Había pasado mucho tiempo desde que alguien se cuestionara si YoonGi estaba destinado o no para hacer música. No le agradó volver a esa interrogación del pasado, donde se mataba cada día para cerrar bocas, ahora las listas de nominaciones lo hacían por él.

JiMin movió la boca para responder cuando fijó su vista en la carretera y encontró algo que detuvo lo que fuera a decir.

—Vamos a recargar a esta bestia, gasta más gasolina de lo sano por su tamaño. Y comprar algunas gomitas de paso. —YoonGi lo miró un poco sorprendido, olvidando como disimular. Como respuesta el chico más joven señaló el GPS en el tablero—. Esta cosa estaba diciéndonos que saldríamos del camino si queríamos acortar el viaje.

—Eres mejor en esto de lo que esperaba —lo halagó. No estaba muy seguro si JiMin lo escuchó, importaba muy poco.

El auto fue estacionado de manera torpe frente a una bomba de gasolina, los dos bajaron a la par. Las voces de los trabajadores se escuchaban a los lejos. Lo más seguro era que hubieran tomado unos minutos robados de descanso.

—¡Disculpen! —Nadie le respondió a JiMin. Las risas seguían a la distancia— Estos sujetos. No es muy difícil lo que tienen que hacer.

—Ah...

Evidentemente JiMin hablaba por experiencia y YoonGi dedujo que el chico estuvo trabajando en una gasolinera. Otro dato nuevo que descubrió.

Mientras JiMin abría el tapón de gasolina de la camioneta, decidió que era un buen momento para retomar la conversación.

—Dudaba que te gustara tu realidad. ¿Por qué alguien pediría un deseo para cambiar su vida si es feliz? Pensé que podrías ser algunos de esos famosos que se deprimieron por toda la soledad en el éxito y el alcoholismo.

YoonGi se encogió con vergüenza.

—Era feliz.

La mayoría del tiempo lo era, cuando no pensaba en las cosas que no podía tener. Excepto que él no iba a ser un malagradecido con su fantástica vida.

—¿Entonces por qué? —JiMin preguntó, cruzándose de brazos.

¿Por qué? Por un hombre.

—Ambición —admitió en un susurro. Su respuesta consiguió que la frente del contrario se volviera un mapa de arrugas. Sí, la palabra era demasiado ambigua justamente para ocultar el verdadero motivo.

—¿Qué más podrías querer con una vida así?

Las luces blancas y verdes de la gasolinera corrían por todo el rostro de JiMin, iluminando y ensombreciendo sus facciones en los lugares correctos.

El hombre era magnifico, tanto que dolía no tenerlo.

Existían muchos motivos por el que YoonGi no debería decir nada. Empezando por el lugar, una solitaria gasolinera no era el sitio adecuado para una declaración retenida por años y terminando por el viaje, lo volvería todo incomodo.

Aunque tal vez la respuesta no sería demasiado mala y significaría que podría confesarse en una realidad. En este mundo no se conocían lo suficiente para ser llamado hermano mayor. Tal vez debería.

No. Arruinaría las cosas, no.

No se lo digas, no se lo digas, no se lo digas. Se repitió a sí mismo como un mantra, tratando de frenar el movimiento de su boca. Nada de eso sirvió, porque amar no es un secreto que pueda guardarse para siempre.

—A ti. 

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