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04:04

Te he besado tantas veces en mi imaginación.

El deseo de JiMin se cumplió. El hombre extraño que se desmayó en Magnate en su primera visita, volvió otra vez y otra y otra.

El sujeto llegaba a la hora de cena, le sonreía tímidamente a JiMin para después sentarse en la mesa más cercana al mostrador. Siempre pidió lo más caro del menú, los sándwiches con más pisos, el café más elaborado y dejó los billetes más grandes en el tarro de propinas.

JiMin tomaba el dinero con el estómago revolviéndose. No entendía por qué alguien tan rico perdería su tiempo en una cafetería en bancarrota. Quizás al extraño le gustaba mirar su trasero y pagaba tanto para atraerlo a su cama, pero la forma en que los ojos desconocidos estaban sobre él contradecía esa teoría.

No lo miraba como si fuera un trozo de carne. Lo miraba como si lo adorara.

Justo en ese instante, JiMin sintió el calor en su nuca al que estaba acostumbrándose y levantó la cabeza. No fue una sorpresa cuando se encontró con la mirada del hombre.

Inmediatamente el extraño desvió los ojos como si el hecho de haber sido atrapado le diera mucha vergüenza. JiMin sintió ganas de sonreír. No le gustaba intimidarlo, sólo lo hacía para darle a entender que sabía cuándo estaba siendo observado.

Había aprendido con las malas experiencias que no debía dejarse intimidar. Sin importar que se tratara de un hombre usando traje de Armani.

Al menos podía matar el aburrimiento de esta forma. JiMin no recibió respuestas de los directores del buffet a su currículum. Por lo que parecía que estaría atascado detrás del mostrador durante un tiempo.

Sacó una tootsie pop de su bolsillo y mientras le quitaba la envoltura, escuchó el coche de Amelia estacionarse en la parte trasera de la cafetería.

Le echó un vistazo al extraño tomando su almuerzo, dejar la caja registradora a solas era una opción que preferiría evitar. Sólo que el hombre no parecía tentado por eso. JiMin estaba casi seguro que el tipo no se movería ni un centímetro mientras volvía.

De cualquier forma, trató de apresurarse.

—¡JiMin, ven aquí! —Amelia le gritó, mientras comenzaba a bajar las cajas de frutas de las cajuelas. Por fortuna para la chica, no eran demasiados.

—Cielos, cuánta amabilidad.

—Mi amabilidad para ti se terminó después de conducir dos horas.

Eso era cierto. JiMin se sintió un poco avergonzando de sí mismo por pedirle a Amelia que fuera igual de amable que siempre, considerando que manejó dos horas.

—Sabes porque debes viajar hasta Daegu —masculló, su cabeza gacha.

No le dijo que él podía hacerlo. Porque era un idiota egoísta que amaba el confort.

Como si hubiera pronunciado sus pensamientos en voz alta, la mirada de Amelia se suavizó.

—Sinceramente ya pienso que es una pérdida de tiempo. —Aunque ella le tomó de la mano, JiMin no la miró a los ojos. Fingiría que no la escuchaba si eso podía retrasar la inevitable conversación—. Cada vez pides menos comida. Sin importar el descuento que te están dando los Kim, es un precio demasiado alto.

—Puedo pagarlo —respondió rápidamente. No era del todo honesto, pero JiMin no se retractó—. Papá eligió ese lugar porque todo está fresco.

La granja de los Kim hasta Daegu era un lugar poco conocido donde las frutas y verduras olían y se veían de maravilla. Valía la pena ir tan lejos para conseguir esos suministros para su cafetería. JiMin ignoraría el pago junto con el costo de la gasolina semanales.

—JiMin, apenas tienes clientes...

JiMin no quería esta conversación. Así que maniobró ágilmente el tema.

—Te equivocas. ¿Recuerdas el hombre extraño?

—¿Volvió? —Amelia se estiró como si pudiera mirar dentro del restaurante, olvidando cualquier otro tema. JiMin se encargó de apilar las cajas, sintiéndose tranquilo porque la discusión sobre el presupuesto de la cafetería no sucedería hoy.

Cristo, Amelia tenía razón. Estaba pidiendo cada vez menos comida si podía cargar toda la orden en una ida.

—Claro que lo hizo y me deja propinas obscenas. Creo que así es como se sienten los chicos de alquiler.

Sonrió brevemente. Los músculos de su cara se sintieron algo antinaturales en esa posición. JiMin no podía recordar con exactitud el tiempo en el que fue un chico alegre que se reía de todo, incluso cuando escuchaba la palabra pudín.

—¡No digas eso! —Amelia le reprochó, claramente ofendida por la comparación. Eso hizo que su cara de princesa se deformara un poco en una graciosa mueca de desaprobación.

Hace algún tiempo, JiMin habría sentido que su corazón era un lío por ese gesto. Habría sentido que moriría si Amelia seguía actuando tan adorable.

En la actualidad, la falta de reacción era natural.

JiMin estaba malditamente agradecido consigo mismo por haberlo superado. Sus años durante el amor no correspondido fueron un tiempo tan obscuro. No quería volver ahí, como nunca.

—Creo que sólo se siente en deuda contigo.

—Te equivocas. Todavía no puedo averiguarlo... Pero, hay algo más. —JiMin dudaba que Amelia lo entendiera, sin importar cuantas veces se lo explicara. El desconocido tenía algo que estaba atrayendo a JiMin como una polilla a la lumbre.

Esto era tan inusual.

Lo muy intrigado que JiMin se sentía por el hombre extraño era bastante mortificante. Generalmente, le daba igual la gente. Sin diferencias.

Sentía que su vida no volvería a ser tan aburrida como antes. Ese presentimiento le interesó tanto como lo asustó.

Pateó la puerta de la cafetería y dejó todo en la pequeña cocina.

—Entonces te dejaré para que juegues a ser Sherlock un rato.

Esa comparación fue tan mala que JiMin soltó un quejido.

—¿Tenías que hacer una referencia inglesa, inglesa? —Amelia se rio. De alguna manera sonaba como lo haría alguien de la realeza antes de darle un sorbo de té con el meñique estirado—. Vete, lo tengo bajo control. Le diré a mi hermano que eres adorable como siempre.

—Se te olvida que ya no necesito hacer méritos. —Ella se apuntó en el dedo anular. Justamente a su anillo de matrimonio—. Soy como tu hermana menor.

JiMin esperó la puñalada en el pecho ante ese comentario. Nada vino, sin embargo. Ni un dolor le atravesó el corazón al recordar que Amelia estaba casada con un Park y no con él, como lo soñó durante varios años.

Esto era tan bueno. No podía acostumbrarse a la falta de sufrimiento. Para JiMin, estar enamorado siempre resultó tedioso. Significó esperar algo que nunca llegaría.

Amar a alguien que no le correspondió fue jodidamente agotador.

—Si tú lo dices.

Aunque Amelia sabía que se estaba burlando de ella, sonrió encantada y se despidió con una risita. Dejó su dulce perfume colgando en el aire por un momento. JiMin no se inclinó para oler, siguió adelante en busca de su nuevo objetivo.

Caminó como un depredador al sentir a su presa.

El hombre extraño seguía ahí. Bebiendo de su café americano con tanta lentitud que no parecía natural y cuando sus miradas chocaron, miró el filo de la taza como si fuera lo más interesante.

JiMin caminó hasta él, ignorando el sobresalto del desconocido. Sacó una de las sillas de la mesa y la giró. Entonces se sentó a horcajadas sobre ella, porque así se sentía cómodo.

YoonGi bajó su taza, sin poder decidir el lugar para mirar. Eligió por poner la mirada en los dedos de JiMin. Sus manos se aferraban a los bordes de la silla con bastante fuerza, pero no fue eso lo que atrajo toda su atención.

No encontró un anillo.

El alivio golpeó a YoonGi y gran parte de la tensión que anduvo cargando en sus hombros durante varios días desapareció.

—Esto es muy normal —JiMin dijo, jugando con el caramelo en su boca.

YoonGi tardó un par de segundos en notar que estaba dirigiéndose a él y cuando por fin lo captó, fue difícil no enmudecer.

—¿Ah?

—No tengo idea de cuántas horas viajas para llegar aquí, pero lo haces. Pides la comida con más ceros en el menú, comes demasiado lento y antes de irte dejas una propina difícil de guardar en mi billetera. Es muy normal.

Evidentemente el menor no sabía lo que era un filtro. O podría saberlo, sólo que no le importaba controlar su boca.

A YoonGi le hubiera gustado decir algo inteligente. Desgraciadamente se sentía tan torpe alrededor de este nuevo JiMin.

—Tengo una vida aburrida —murmuró, haciéndose pequeño en su silla.

—Hombre, mi vida es aburrida y no estoy dando caridad a cafeterías en ruinas.

Los labios de JiMin estaban tan brillosos por el caramelo de cereza que estaba comiendo. YoonGi se preguntó si sabría así en su lengua.

Se agitó cuando la imagen de él lamiendo la boca de JiMin lo golpeó. Era normal que su atracción por el menor mezclándose con su insana imaginación le jugaran en contra. Pero se sentía tan fuera de lugar cuando JiMin no era JiMin.

—No, es sólo...

Su voz se apagó. Él no sabía que decir muy bien.

—¿Cuál es tu nombre? —La voz del menor cuando preguntó eso fue horriblemente hermosa. Todavía era fría, aunque estaba más cálida que antes.

¿Su nombre? Presentarse de nuevo ante el amor de su vida fue totalmente surrealista.

JiMin no conocía su nombre. YoonGi moriría besando el suelo que el menor pisaba.

—YoonGi.

—YoonGi —JiMin repitió, mirándolo a los ojos. Parecía confirmar que el nombre era correcto. Incluso si JiMin lo hubiera pronunciado mal, el mayor no se habría atrevido a corregido.

Amaba cuando JiMin lo llamaba por su nombre de pila, lo que no pasaba comúnmente. Al bailarín le parecía divertido hablarle más por su apodo artístico, sin olvidar el honorifico. Era bromista pero no demasiado irrespetuoso.

—Tú eres...

¿Sería muy malo si YoonGi le confesaba que conocía su nombre? Amelia lo delató el primer día que estuvo en la cafetería. Excepto que alguien desinteresado no notaría eso.

Aunque se sentía algo sucio fingir que no lo sabía. Cuando repitió muchas veces JiMin entre sueños.

—Sherlock —JiMin dijo, mordiendo su paleta. El tono divertido hizo a YoonGi sonreír.

—Escuche a la chica llamarte JiMin. Tienes cara de serlo.

El menor suspiró, hundiéndose en la silla.

—Amelia siempre lo arruina todo.

Era evidente que no hablaba en serio. Nadie que fuera lo suficiente perspicaz podría ignorar el cariño escondido en sus palabras.

YoonGi sentía que tenía muy pocas pistas. Hace un momento dedujo que JiMin y Amelia no eran esposos. Pero en este otro, dudó que relación tenían.

—¿Los dos mantienen la cafetería? —preguntó. Intentando sonar tan casual como podía. Fue un trabajo particularmente difícil, teniendo en cuenta que se ahogaba por entender la nueva vida del chico que amaba.

JiMin le dio una mirada de desconfianza. Pareciendo que no iba a responder, para sorpresa de YoonGi sí lo hizo.

—Es más una amiga de la familia. Yo soy el dueño se este lugar.

Las piernas de JiMin se extendieron al mismo tiempo que hacía su afirmación. Como una demostración de seguridad. A YoonGi se le secó la boca y tuvo que pasar las uñas por su brazo para distraerse de la vista.

No era la primera vez que luchaba con el fuerte efecto de seducción que JiMin tenía sobre él y tampoco se sentía como la última.

—Es acogedor.

JiMin sonrió. No como una verdadera sonrisa, sino como una mueca que se hacía antes de soltar un comentario lleno de veneno.

—Oh, claro. La pintura vieja de afuera lo hace acogedor, junto con las puertas oxidadas y el condenado silencio. Totalmente acogedor. —El mayor se quedó boquiabierto. Su intención nunca fue insultar Magnante.

Él trató de decir algo para arreglarlo.

—Tú lo haces acogedor. —JiMin abrió los ojos y por poco dejó caer la paleta de su boca. YoonGi lo imitó. Eso tampoco era lo que quería decir, sólo se le escapó naturalmente—. ¡No! Quiero decir, no es que seas tú... Tampoco que no sea por ti, sólo que...

Mierda, tenía que romper algunos hábitos si quería permanecer alrededor de este JiMin.

—Amigo, eso no fue raro en absoluto. —La forma en que JiMin lo dijo sonaba a desconfianza. Pero también había algo en sus ojos. Algo brilloso que YoonGi no pudo leer muy bien—. Voy a preguntarlo de nuevo, ¿por qué vienes a esta cafetería? Ya establecimos que eso no es normal.

YoonGi se pasó las uñas por sus antebrazos. Pensando.

¿Sería tan malo si le digo la verdad?

Lo peor que podía pasar era que JiMin pensara que se le aflojaron varios tornillos.

Querría arriesgarse. Era una completa tontería, pero quería hacerlo.

JiMin nunca le creería. No pasaría nada.

—Te conozco —confesó en un susurro. Comenzando a temblar gracias a la adrenalina.

—Nunca te he visto —El menor le aclaró, enderezándose velozmente—. ¿De dónde me conoces? ¿La universidad de derecho? ¿El servicio militar?

—No, no así. Olvídalo, mierda. —El estómago de YoonGi dio un vuelco completo cuando comenzó a explicarlo—. Voy a decir algo extraño.

—¿Ser extraño tú? —El menor resopló con diversión. Aunque todo su cuerpo permaneció como antes, su mirada se volvió más cautelosa.

—No soy de esta realidad.

Esperaba que JiMin comenzara a reírse de él y a apuntarlo con su dedo índice. En su lugar, los ojos del menor lo estudiaron lentamente.

—¿Quieres decir que eres un viajero del tiempo? —preguntó con una aparente serenidad.

Esta vez no podía decir si JiMin estaba burlándose de él o no. Lo que frustró un poco a YoonGi.

—No. —Tomó una gran bocanada de aire y después comenzó a hablar—. Yo... Soy un idol, en realidad. Tú lo eres conmigo y otros cinco chicos. Pero pedí un deseo y desperté aquí, tú no eres tú y los demás no...

YoonGi simplemente vomitó eso y no había manera en el mundo de que JiMin creyera algo así.

—¿Esperas que crea que toda mi vida sólo es un fallo en la matrix? —JiMin le cuestionó, con sus expresiones endureciéndose ligeramente— ¿Soy un idol en otra vida? Hombre, te pegaste fuerte en la cabeza al desmayarte.

La falta de reacción golpeó en los nervios a YoonGi. De repente ser creído era algo vital y una completa locura.

—Eres Park JiMin.

—¿Cómo es que tú...?

Tomó toda la valentía que le quedaba, olvidando que eso podría asustar a JiMin. Si YoonGi aprendió algo en estos días, era que las cosas que sabía de él antes del debut no cambiaron. Todavía aprendió a hacer rimas gracias a la medicación de su abuela y todavía fue Gloss en su grupo de underground.

Esperaba que lo mismo aplicara para JiMin.

Se puso de pie.

—Tu cumpleaños es el 13 de octubre. Tienes un hermano menor. Aprendiste taekwondo y esgrima. Fuiste de los mejores en tus clases de baile. Tu número favorito es el tres y te gustan mucho los gatos, pero si pasas demasiado tiempo con ellos comienzas a estornudar y tu cara se vuelve roja.

El aliento de JiMin se atrapó.

—No he tenido un ataque de alergia desde los ocho. Ni si quiera Amelia lo sabe...

YoonGi no tenía tiempo para sentirse superior sobre Amelia.

—Lo he visto.

—Esto ya no es raro, es aterrador —El menor reconoció al mismo tiempo que se ponía de pie. Todos y cada uno de los músculos en su cuerpo estaban tensos.

Ese era el camino que YoonGi no contempló porque JiMin parecía demasiado difícil de alterar de su tranquilidad. Lo que menos quería era asustarlo.

Repentinamente tuvo una gran idea.

—Espera, déjame mostrarte. —JiMin permaneció listo como si pudiera sacar un cuchillo de sus pantalones y herirlo. Que el menor tuviera esa impresión de él lo aplastó, así que lentamente sacó su billetera. La abrió y eligió la foto de Bangtan—. Míralo tú mismo.

Le tendió la fotografía con sus dedos titiritando. JiMin la tomó con algo duda y en el momento en que la vio fue como si hubiera encontrado un fantasma.

—Este, ¿soy yo? —El menor le cuestionó sin aliento. YoonGi se preguntó si ahora sería el turno de JiMin para desmayarse. Esperaba que no, pero se veía tan pálido que parecía probable y su voz temblaba demasiado— Tú.

Apuntó a YoonGi, entre NamJoon y HoSeok. La rap linea intentaba tener una pose genial.

—Sí.

—Se supone que estos chicos son el resto del grupo. Diantres, esto no es cierto. No lo es, puede que tenga un gemelo en alguna otra parte del mundo y tú sólo estuviste acosándome cuando... —La negación de JiMin se detuvo y fue obvio el momento en el que dejó de respirar— El logo de Big Hit. Carajo, carajo, yo quise, quise debutar ahí. Intenté, pero...

Parecía como que había algo más enterrado ahí. YoonGi no quería presionar la astilla que JiMin tenía guardada.

—No llegaste a la audición —dijo suavemente y la mirada rota de JiMin lo confirmó—. Ninguno de los siete lo hizo. Debió ser parte de mi deseo.

Lo que dijo debió atraer la atención del mejor. Levantó la mirada, haciendo que sus ojos se encontraran.

—Oh, cielos. ¿En serio en otra realidad vida logré ser un idol?

El brillo esperanzador que bailaba en las pupilas de JiMin, rompió el corazón de YoonGi. Algo tan hermoso no debería verse tan herido.

Asintió despacio.

—Eras el mejor. —Fue lo menos que pudo decir. Se habría tardado un rato para describir todo el artista que JiMin era.

Algo obscuro en la mente de JiMin apagó su mirada. Como consecuencia, el chico aplastó la fotografía contra su pecho.

—Todavía no puedo decidir qué te creo. ¿Tienes una idea de lo loco que suena? Me estoy preguntando si soy real o si hay una maldita cámara oculta en algún lado.

YoonGi sonrió tristemente.

—Tampoco lo creería si alguien me lo dijera.

—Mientras decido si creerte o no, esto se queda conmigo —JiMin sujetó la fotografía con más seguridad. Como si esperara que YoonGi se la arrebatara—. Averiguaré si es un fotomontaje.

YoonGi no quiso decirle que sería fácil saberlo si se trata de un archivo digital. Dejó que JiMin hiciera planes.

Si eso era lo que necesitaba para creerle, que así fuera.

—Está bien. Pero, ten mucho cuidado. Es mi último recuerdo de mi verdadera vida y tiene un valor sentimental muy alto. —Todavía le quedaría la photocard de JiMin, excepto que no admitiría eso—. Me iré, para que puedas pensar en eso.

—¿Volverás?

Mientras JiMin preguntó eso, su máscara de indiferencia no estaba reconstruida por completa. Había algo frágil en sus ojos que hizo que YoonGi quisiera abrazarlo y darle besos en la cabeza.

Siempre fue débil por querer proteger a su Dongsaeng y ahora negar sus instintos lo estaba asfixiando.

—Volveré, si quieres que lo haga. Te dejaré mi número. —Extendió una de las estúpidas tarjetas que su secretaria cargaba para él antes de poner el dinero junto—. Puedes llamarme incluso para decirme que estoy loco.

Pero llámame, por favor. Necesito escuchar tu voz para funcionar.

JiMin lo miró y agitó la cabeza dando la impresión de que estaba accediendo. Parecía como si fuera lo único que quería decir. Por muy doloroso que resultara, YoonGi lo aceptó y comenzó a caminar a la salida. 

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