03:03
【Descubrí que un corazón puede romperse dos veces.】
—Está volviendo —JiMin dijo, su voz venía de un lugar demasiado cercano. YoonGi luchó por despertar más rápido de lo que debería—. Hombre, despacio. No queremos que vayas a desmayarte.
YoonGi lo miró e ignoró el sarcasmo bajo la frase. Le costó un par de segundos enfocar de manera correcta la cara del amor de su vida, cuando lo consiguió su estómago se hundió de la decepción.
Gimió para sus adentros al contemplar la apariencia de JiMin. No había un largo cabello verde y rizado que apreciar, sino un cabello tan corto que YoonGi apenas podría pasar sus dedos sobre él. Un verdadero undercut.
Era tan claro como el agua. No viajó de vuelta a su realidad, seguía atrapado en el mundo de las locuras donde su banda nunca existió.
JiMin le devolvió la mirada, casi con pereza. No se veía incomodo con tener a un hombre despertando de un desmayo. No, eso era exagerar. Ni si quiera le importaba. Permaneció de cuclillas frente a YoonGi, con los codos descansando sobre sus muslos extendidos.
El menor no hizo el amago de apartar la cara sin importar que cerca estuviera la de YoonGi, una vez que el hombre reincorporó.
Desde esa poca distancia los ojos cafés de JiMin se vieron tan obscuros, enviando pensamientos deliciosamente equivocados a YoonGi.
Su expresión era tan seria. Se parecía a la que JiMin hacía cuando estaba en premiaciones importantes, usando un traje hecho a la medida y jugando a intimidar a la cámara. Excepto que este gesto era totalmente real.
El aliento con olor a fresa golpeó a YoonGi de una manera primitiva. Debió ser la goma de mascar que estuvo comiendo antes.
Respiró a través de esa fragancia, poniéndose un poco más mareado de lo que estaba antes. Su cuerpo no entendía que este no era el JiMin de toda su vida, su cuerpo siguió deseándolo con la misma intensidad de siempre.
Besar, tocar, apretar, abrazar, cualquier cosa serviría para YoonGi. Ahora que consiguió encontrar al vocalista en una realidad torcida, la insana y dolorosa atracción sólo se hizo más difícil de racionalizar.
—Deja las bromas, JiMin. El hombre se ve tan pálido. —Una mujer opinó, con un verdadero tono de preocupación.
YoonGi sintió que su estómago se revolvía con tanta violencia que podría haber quedado inconsciente, otra vez. Debía tener una maldición o no habría otra explicación del por qué encontró a la mujer que le tenía tanto resentimiento, frente a él.
Amelia estaba de pie, apoyada contra una de las mesas y lo observaba con lastima.
Se veía tan familiarizada con el lugar que no le dio espacio para las dudas. La chica extranjera definitivamente pasaba mucho tiempo en la cafetería.
Como respuesta a ella, YoonGi se tambaleó.
—Como si pudieras separarme de mi humor —JiMin le advirtió a Amelia deslizando una sonrisa en su rostro que se veía algo cómplice. YoonGi se sintió profundamente enfermo ante el intercambio de sonrisitas.
Por desgracia, la emoción obscura de ese momento no le era desconocida.
Si le preguntaran, él aseguraría que la envidia y el amor se arraigaron a su corazón con la misma fuerza. YoonGi podía decir que ese par de emociones se parecían. Toda su vida, quiso a JiMin tanto como envidió a las personas que pudieron tenerlo.
Los sentimientos que tenía por el vocalista eran tan dulces como ácidos.
Intentó huir porque era demasiado que mirar. Pero cuando se movió, JiMin lo atrapó con una pesada mano en la espalda baja.
Su toque fue tan mandón que YoonGi sin pensarlo dos veces, se detuvo.
—Necesito...
—Todavía no deberías levantarte. Voy a traerte un vaso de agua mientras haces una interpretación de una estatua.
YoonGi sintió la comisura de su boca crisparse. A pesar de la amargura en su garganta, JiMin logró por un instante que la situación fuera más fácil de digerir.
Como un gato, JiMin se levantó de un brinco antes de desaparecer detrás del mostrador, presumiendo la parte trasera de sus pantalones rasgados y estrechos. Eso dejó a YoonGi y a la extranjera a solas.
—¿Tomaste tu desayuno? —Amelia preguntó suavemente, haciendo que su coreano fuera un poco difícil de entender.
YoonGi no la miró, a pesar de que era obvio que se dirigía a él. Conocía lo que encontraría si levantaba la mirada. Encontraría un par de ojos verdes llenos de ternura y una boca rellena que se levantaba en una sonrisa amistosa.
Siempre tan amable, Amelia.
La gentileza en la chica debió atraer a JiMin. Tenía sentido.
Pero YoonGi todavía la odiaba. Porque ella podía tener lo que él siempre deseo, incluso si JiMin no era la misma persona dulce que siempre fue.
—No lo hice... —respondió demasiado tarde para continuar de forma natural la conversación. Amelia debió interpretar que se sentía confundido por su desmayo para seguir una charla porque no insistió más.
JiMin regresó hacia ellos, sosteniendo un vaso de vidrio.
—Bueno, eso lo explica. Parece una estupidez, pero saltarse una comida siempre termina mal.
Esta vez no estaba siendo irónico, parecía que lo decía en serio. Y aunque no estaba sonriendo, su dura expresión se veía más suavizada mientras le extendía el agua a YoonGi.
Cuando sus dedos rozaron, YoonGi se estremeció. Se preguntó si JiMin también habría sentido la magia en su toque. Pero la mirada muerta, acabó con sus esperanzas.
Intentó memorizar la sensación de su pequeño toque, esforzándose en recordar la piel ligeramente callosa del amor de su vida. Guardaría esas sensaciones para calmarse más tarde.
Bajo la mirada del menor, YoonGi se tomó el agua en dos tragos. Pensó que eso sería suficiente para que JiMin desviara la atención de él, excepto que el chico se mantuvo mirándolo y mascando su chicle con una exagerada calma.
—No volveré a evitar el desayuno —murmuró, evitando apenas que su voz se quebrara. Quería decirle tanto a JiMin, sobre lo asustado que estaba. Quería tomarlo de la mano y sentir un poco de tranquilidad. Eso sería una locura, seguramente el chico le daría un puñetazo si se atrevía a tocarlo.
YoonGi luchó fuertemente contra sus dedos temblorosos.
El chico del que estaba enamorado siempre se sentía tan cerca y tan lejos al mismo tiempo.
—Estoy seguro que aprendiste la lección, hombre —JiMin le dio un apretón suave en el hombro. Su toque quemó bajo la ropa y YoonGi se encontró reteniendo el aliento—. ¿Todavía vas a ordenar algo?
—¡JiMin! —Amelia lo regañó, haciendo que sus cabellos dorados se sacudieran. Igual a un personaje de los cuentos de hadas.
JiMin bufó, como si no estuviera haciendo una nada malo.
—No se pueden perder clientes. Además, este hombre debería comer algo.
YoonGi se sintió todo tibio en el interior gracias a la última oración de JiMin y su mirada firme. Parecía que le importaba realmente y el corazón de YoonGi era demasiado frágil para soportar esa clase de atención.
Se estremeció, imaginando que en el fondo de toda esa fachada dura se escondía el dulce vocalista del que estuvo enamorado toda su vida. Después de todo, era la misma persona en una vida distinta.
Colocando ese pensamiento en la lista de cosas de las que debería preocuparse, prefirió pensar en eso luego. Por el momento, se puso de pie con la ayuda de JiMin. No dijo nada sobre que tenía la suficiente fuerza para hacerlo por su cuenta, el contacto del menor fue un apoyo que necesitó para el alma.
Recibió una bolsa de papel por parte de Amelia. La extranjera debió hacer un viaje a la cocina mientras que él se levantaba con la misma rapidez de una vieja tortuga.
—Pensé que querrías ir a casa a descansar, asegúrate de comerlo en el camino. —La chica sonrió, llena de dulzura—. ¿Quieres que pidamos un taxi por ti?
YoonGi se mantuvo mirando la bolsa, tal vez había en ella una gran rebanada de pastel.
Había cosas que cambiaron en esta realidad. Como la actitud de JiMin.
Otras cosas permanecieron igual. Como a amabilidad de Amelia.
—No, gracias. Mi secretaria debe estar esperándome.
JiMin y Amelia compartieron una mirada, no tan disimulada, de sorpresa. Probablemente no vieron venir el estatus de YoonGi. Tener una secretaria hablaba de poder, por muy pretencioso e incómodo que sonara.
Para arreglarlo, YoonGi intentó sonreír y buscar dinero en su desgastada billetera.
—Deja eso —JiMin le advirtió una vez que leyó sus intenciones, no demasiado tarde. Lo observó con algo de cautela—. Esto corre por la casa.
—No considero que...
Amelia agitó la mano.
—JiMin habla en serio. El pago no es necesario, ya tuviste una mañana difícil.
YoonGi contuvo el aliento y amplió los ojos. Hasta ahora no notó el gran detalle porque la chica extranjera no estuvo lo suficientemente cerca de él. Pero la imagen ya estaba dentro de su cabeza, una vez que su cerebro lo procesara del todo no habría nada que hacer.
Un brillante anillo de bodas en el dedo de Amelia.
Con pánico, buscó en los dedos de JiMin. Si encontraba también un anillo dorado, se derrumbaría.
Su investigación visual no tuvo suerte, el chico metió las manos a sus bolsillos antes de lanzarle algo. YoonGi atrapó el objeto, maldiciendo en susurros muy bajos. Eso hizo que perdiera su oportunidad para buscar un anillo en JiMin.
—Ten eso. La azúcar es buena para los desmayos.
Parecía como si JiMin fuese a sonreír, aunque al final eso no sucedió. Mantuvo una mueca seria al regresar a su puesto, para continuar fregando los platos. YoonGi se moría por pedirle que volviera. Rogaría si eso funcionara.
Necesitaba saber si Amelia era su esposa.
—Tú no sabes eso —Amelia le reprochó a JiMin, caminando hacia él naturalmente y YoonGi sintió que no era necesario buscar más la respuesta. Podía deducirla por su cuenta.
Apretó el dulce que el menor le lanzó usando la misma fuerza que parecía apretarle el corazón y salió de la cafetería sin despedirse, demasiado aturdido para hacerlo.
JiMin escuchó los zapatos del hombre arrastrarse hasta la salida. Una vez que la puerta se cerró delante de él, reanudó su tarea de la espuma y la esponja empleando la suficiente velocidad para recuperar el tiempo perdido.
—Qué tipo tan extraño —comentó sin mirar a Amelia. Ella espiaba discretamente al hombre, haciendo un espacio con sus dedos entre las persianas.
—Ah, parece que tiene un chófer. Si que era extraño.
Más que el hecho de que alguien con tanto dinero pisó su cafetería, JiMin estaba conmocionado por otro aspecto.
—Había algo en la forma en que me miraba.
—¿Algo?
—No podría ponerlo en palabras, pero fue... —Sin importar cuanto lo pensó, JiMin no encontró ninguna definición que se ajustara a la emoción dominada en los ojos del extraño. Cuando se movió, el hombre lo siguió por toda la cafetería como si fuera la única persona, como si valiera algo—. Espero que vuelva pronto.
Espero que vuelva pronto y me mire así, una vez más. JiMin mordió su chicle para que esas vergonzosas palabras nunca fueran escuchadas.
Al día siguiente, YoonGi se sentó en su oficina. Un gran cuarto en su gran casa, con planos, fotografías de construcciones y un gigantesco escritorio.
Trató de sentarse ahí para entender los aspectos de su vida. Como que estaba atrapado en una realidad distinta y probablemente JiMin estaba casado en ella.
Suspiró con poco aire, buscando en sus bolsillos la envoltura del dulce que el menor le dio. Lo miró, como si el pequeño envoltorio tuviera la solución de sus problemas escrita en letras pequeñas.
Analizó lo que pudo hasta llegar a la conclusión de que todo esto podía ser una señal del universo para mostrarle a YoonGi que su amor por JiMin nunca iría a ningún lado y era momento de dejarlo ir. Fue insoportablemente cruel mirar la situación desde esa luz, pero tenía un poco de sentido.
En ninguna realidad los dos podrían estar juntos.
En ninguna realidad JiMin le pertenecería.
YoonGi lo tomó como una posibilidad y con los ojos acuosos pensó que, si era eso, lo entendía y sólo quería su antigua vida de regreso.
No funcionó. Al mirar su alrededor, comprobó que seguía atrapado en la oficina, en lugar de su bendito Genius Lab.
Justo cuando estaba por hacer una rabieta, la puerta se abrió violentamente. YoonGi saltó en su silla giratoria, sintiéndose como un niño pequeño que estaba por ser rescatado por uno de sus padres.
Ya que la persona que se sostenía en el marco de la puerta, era su madre.
—¡Mamá! —gritó alegremente. Ella lo miró con tanta sorpresa que YoonGi dudó si era su progenitora o no. Una pregunta verdaderamente estúpida, nadie en el mundo miraba a sus padres y se preguntaba si lo eran considerando todos los rasgos parecidos.
—Parece que estás trabajando. Aunque tu secretaria dijo que estabas de vacaciones.
El tono herido desconcertó al Min menor. Su madre siempre estuvo orgullosa de lo mucho que trabajaba.
Rompiendo la dura tensión, la secretaria de YoonGi llegó corriendo hasta la oficina. Sudando y respirando por la boca. Se veía tan fuera del control perfecto que parecía manejar eternamente.
—Le pido me disculpe, señor Min. No pude detenerla lo suficientemente rápido. Si desea que la retire, puedo...
Un pequeño surco apareció en la frente de YoonGi.
—No necesitas hacer eso. Déjala, vamos a hablar. —La felicidad que sentía por ver a su madre no parecía ser compartida. La mujer mayor lo miró con recelo mientras su secretaria salía de la habitación.
—¿YoonGi?
—¿Qué pasa, mamá?
—Pensé que me sacarías de la habitación —reconoció y su hijo pudo saber que bajaba la guardia lentamente.
—No haré eso.
Estaba claro que en esta realidad tenía una relación tan dañina con su madre. Pero YoonGi no quería continuar esa línea. Mucho menos estando tan solo y su madre tan cerca como para abrazarlo.
—¿Hablas...? ¿En serio? Pensé que tendría que ser dura contigo para que me escucharas...
—Prometo que lo hago.
Dijo eso y pronto su mano estaba siendo tomada por su madre. La mujer adulta contuvo una sonrisa esperanzadora.
—¿Nos perdonarás tan fácilmente? Tu padre también se arrepintió mucho. Después de que frustramos tu audición.
YoonGi amplió los ojos y se giró para prestarle toda su atención.
—Mierda. ¿Qué?
Su madre le correspondió con una mirada apenada.
—No espero que lo creas ahora. Tu padre se enojó mucho consigo mismo cuando fue consciente de lo que hizo. No quiso encerrarte en tu habitación. Pero, dios, YoonGi, eras un adolescente tan terco. No lo habrías entendido en ese momento, que nosotros queríamos protegerte de tus ilusiones. —Su madre sonrió sólo un poco, después de echarle un vistazo a la oficina—. Mírate ahora, eres uno de los interioristas más famosos de Corea y aún puedes hacer música como un hobbie.
YoonGi trastabilló mientras intentaba alejarse. Las palabras de su madre lo asfixiaron. Ella creía lo que dijo. Creía que su esposo hizo lo correcto.
—Me impidieron llegar a la audición porque no creían en mí —le corrigió con más amargura de la necesaria.
Trató duramente de tranquilizarse. Esto no era real. Sus padres tomaron esa decisión por su propio deseo.
En su realidad, sus progenitores no estuvieron satisfechos con su decisión, pero nunca lo ataron de manos para actuar. A YoonGi le tomó años para mostrarles que la música era un trabajo. Se necesitó de otros años más para que aceptaran que su hijo eligió correctamente y se llenaran de orgullo.
—Sé que suena duro. Fue nuestra culpa porque no lo miramos así en ese momento, simplemente no pensamos que podría apartarte de tu familia tanto tiempo.
YoonGi respiró. Mirando el rostro cansando de su madre.
Ilusión.
Este universo era una mentira. Surgió de su propia petición.
—Olvídalo. Vamos a dejarlo pasar.
La emoción regresó a los ojos de su madre y por un momento YoonGi olvidó que su vida estaba demasiado torcida. Al menos gran parte, hasta que la mujer habló y arruinó la falsa sensación de familiaridad.
—Todos estos años he estado tan orgullosa de ti y te extrañé de menos. Cuando saliste del clóset pensé que necesitabas a la familia a tu lado.
YoonGi palideció. En realidad, se sentía como si toda su sangre estuviera fuera de su cuerpo.
¿Qué él que?
Fue mortificante comprobar lo que decía su madre gracias a su mirada. La conocía lo suficiente y leerla siempre fue así de sencillo.
—No puedo creer que recuerdes eso —mintió con una pequeña sonrisa. Su voz salió terriblemente inestable.
—Fue un poco nuevo —Su madre reconoció con una suave sonrisa—. Pero todos en casa te amamos y esperamos mucho para que nos perdonaras. Sin importar que gustos tengas.
Sería una mentira si YoonGi decía que esa declaración no lo agitó. En esta realidad, pudo decir abiertamente que podía sentir un pinchazo de atracción por los chicos y su vida no se terminó.
Su carrera siguió floreciendo, sin importar lo que otros pensaran de él.
Los medios de comunicación no debieron ahogar a sus amigos, ni comérselo vivo. A nadie le importaría la sexualidad de un diseñador de interiores. Pero a todos les llamaría la atención si fuera una estrella de talla mundial.
Sintió una profunda envidia por esta vida falsa.
—Yo también los quiero —murmuró con un dolor en el pecho.
—En realidad he estado pensando que nuestro vecino es bastante lindo. Podría gustarte.
YoonGi le dio una tensa sonrisa a su madre. A ella no le importaba que fuera medio gay porque ya tenía una carrera bien hecha. Si la confesión hubiera sido durante su adolescencia, las cosas habrían terminado de otra forma. Lo sabía.
—Deberías organizarnos una cita a ciegas —bromeó. Siempre sería una broma. YoonGi no consiguió novios gracias a su vida de idol y el riesgo que llevaba hacer eso. Tuvo suerte de encontrar polvos ocasionales bajo un NDA. No es que importara mucho. Ninguna de esas personas era JiMin y YoonGi no estaba demasiado interesado en salir con otro chico que no fuera el vocalista.
Sólo que la sensación de libertad era algo que YoonGi deseó poseer desde que tenía veinte y descubrió sus verdaderos gustos.
El interior del armario siempre estuvo obscuro, frío y solitario.
Su mamá sonrió.
—Podemos hacer todas esas cosas ahora que nos hemos reconciliado.
La reconciliación ocupó un montón de horas de charla. Una vez que su mamá se fue de su oficina, YoonGi buscó el sol por la ventana, sin encontrarlo. Era tan tarde porque pasó todo el día poniéndose al día con su familia. No etiquetaría eso como tiempo perdido, le sirvió bastante para ubicarse un poco en este mundo.
Inhalando se hundió en la silla y sostuvo su cabeza en sus manos. Le tomaría un rato aceptar que mientras estuviera atrapado en este espejismo, podía colgar la bandera arcoíris en la puerta de su dormitorio.
No necesitaba pensar de más, así que bloqueó de sus pensamientos los beneficios que habría si se quedaba atascado en esta realidad. Se inclinó para sacar del cajón del escritorio, papel y un bolígrafo.
La envoltura del dulce que JiMin le regaló se encontraba junto a los nuevos objetos y YoonGi la tomó para encontrar fuerza.
Goma de marcar sabor a fresa.
Sólo un segundo después, encendió su teléfono y comenzó a buscar en las redes sociales el nombre de TaeHyung. Era momento de recuperar algo de control.
Tenía que encontrar a cinco chicos perdidos.
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