Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

|| 34 ||

|34|Huir

Portorosso, Italia, noviembre de 1990

Sollozó aterrorizado aferrándose a las gruesas sabanas con estrellas doradas estampadas, su cuerpecito temblaba mientras sus brazos de aferraban aquel peluche desgastado del personaje del pato Donald. Otro plato rompiéndose con fuerza sonó desde la cocina junto a más gritos de su papá y su ex mujer. Lagrimas recorrían por sus mejillas mientras musitaba dolorosamente una canción de cuna para intentar dormirse y olvidar todo...como todas las veces en la que se quedaban en aquella casa para "convivir" con su hermana y la mamá de ella.

Nunca odio a la mamá de su hermana mayor, es más; la quería. La señora Lilian era una mujer tan dulce y amable –incluso había veces que lo trataba como su propio hijo; sin importarle que era una bestia–, pero siempre terminaba peleándose con su padre. Y en todas las peleas resaltaba el nombre de Giulietta.

–Smetti di piangere, vicino a te io sarò e mai più ti faranno del male –cantaba entre cortadamente aquella canción que su padre le cantaba desde que era una cría.

No quería estar allí, no quería escuchar a los adultos pelear y mucho menos escuchar: "Por tu culpa nuestra hija es así" o "Giulietta nunca saldrá adelante por tu culpa". Cerraba con fuerza sus ojitos y seguía cantando, abrazando protectoramente a su peluche en búsqueda de un consuelo.

Los gritos y golpes contra objetos continuaban con fuerza, que lo único que logro sacarlo de ese tormento fue el fuerte golpe de algo cayendo con fuerza del piso de arriba y pasando en frente de su ventana. El niño de nueve años destapó su rosto lleno de escamas de brillante color lila. Sus ojos esmeradas se agrandaron al ver detrás de las delgadas cortinas blancas como una figura delgada bajo de un salto del árbol de olivo. La reconoció. A patada tumbo las sabanas y aun abrazando a su peluche corrió a todas prisas y a pasos torpes hacia la ventana de su costado, arrimando uno de los banquillos de madera para poder escalarlo.

Con algo dificultad abrió la palanca de la ventana y con "brusco" empujón las abrió, logrando a ver a su hermana mayor lanzando su mochila al otro lado del muro del patio.

–¡Giulia, espérame! –le gritó el pequeño tratando de subir el borde de la ventana junto con su muñeco.

Algo que asustó a la adolescente –quien ya estaba dispuesta escalar el muro–. Rápidamente la chica dejo lo que hacía para correr al rescate de su hermanito, quien estaba dispuesto a saltar del borde.

–¡Beto, no! –exclamó en un murmullo lo suficientemente alto.

Llego hacia él para meterlo con cuidado de vuelta a la casa, asegurándose que no se haga daño. Dándole una delicada caricia en su mejilla, a lo que la bestia se ronroneo sobre ella, provocando una risilla en la chica. Alberto a pesar de tener nueve, parecía y se comportaba como un niño de cinco. Algo que le costaba entender, pero su padre le había comentado que era normal en la raza de su hermanito.

–Quiero ir contigo –musitó dulcemente abriendo con suavidad sus ojitos.

–No, Beto, no puedes ir conmigo –volteó a todos lados asegurándose que nadie pueda verlos para luego acercarse a él–; iré a mi lugar secreto.

El pequeño hizo un puchero cruzándose los brazos contra su pechito y sobre su barriguita.

–No es justo.

Ella rio dulcemente, recargándose en la pared, intentando no prestarle atención a la discusión de sus padres. Miro la luna llena con pesadez antes de cerrar sus ojos con tristeza, intentando no llorar en frente de su hermano. No obstante él jaló de la manga de su chaqueta de cuero para llamar su atención, a lo que ella lo miro ya con los ojos cristalinos.

–¿Algún día me llevaras contigo? –preguntó el pequeño en un tono triste–. No es bueno que estés tu sola.

Giulia intento reír, pero fallo y solo hizo una mueca tratando que pareciera una sonrisa.

–Tal vez un día que crezcas, no puedo llevarte ahora pero algún día iremos; tú y yo.

–¡Es una promesa! –exclamó con emoción dando un brinco desde su lugar.

–Es una promesa de dedito –afirmo levantando su dedo meñique hacia el pequeño.

La mirada verdosa de Alberto brilló al ver el dedo de su hermana y sin pensarlo lo entrelazo con el suyo, intentando que ocultar su risa infantil bajo la palma de su otra manita. Por primera vez durante toda esa tortuosa noche la pelirroja sonrió con intensidad. Al separar su mano de la de él, rápidamente volteó hacia el borde de su pantalón rasgado, llamando la atención de la pequeña bestia al ver como su hermana desabrochaba su walkman para entregárselo a él; Alberto lo necesitaba mucho más que ella misma.

Él dio un emocionado brinquito al tomarlo, algo que casi provoca su caída, si no fuera porque la mayor fue mucho más rápida en tomar su bracito para que volviera a tener el equilibrio. Su sonrisa seguía en su rostro y dudaba que desapareciera al tener al su pequeña rockstar en frente.

–Tiene el ultimo cassette de Guns N' Roses, así que cuídalo con tu vida, ¿eh? –encaró apuntándolo de manera "amenazante".

Obedientemente y abrazándolo contra su pecho el menor asintió energéticamente. Giulia no dijo nada y solo levantó su puño en forma de despedida, a lo que Alberto intentando tener el equilibrio para sostener el walkman y los auriculares, chocó su puñito con el de ella.

–¿Estarás bien, Giulia?

Ella esbozo una silenciosa como dolorosa risa para luego revolver los rizos blondes del pequeño.

–Siempre estaré bien, mientras seas un niño bueno, ¿ok? –le guiñó un ojo coqueta y juguetonamente.

Él rio y asintió antes de colocar el reproductor en el borde, dándole a entender a su hermana que reproduzca la canción mientras él se ponía los auriculares. Ella no lo dudo, tomo el aparato y reprodujo la primera canción, para luego volver a su objetivo principal; escapar. Alberto escuchando la música la observaba con atención, como ella subía el árbol para luego sentarse en el borde del muro. Ambos hermanos se despidieron con un movimiento suave de manos antes que ella saltara y desapareciera de su vista.

{...}

Portorosso, Italia, octubre de 2003

El motor de la camioneta se apagó, Ercole rápidamente dejó de arreglar a Luca –cual no podían perder el tiempo tras la búsqueda de la pelirroja– y se acercó a los asientos delanteros, donde Barley miro a Alberto con duda tras parar a una de las casas más alejadas de la ciudad; una con aspecto antiguo y deteriorado en medio del campo verde, al costado del mar.

–Es aquí –susurró mirando la zona con seriedad para luego disponerse a quitarse el cinturón de seguridad.

–¿Estás seguro? –inquirió la bestia mayor con duda. El lugar se veía tan muerto al igual que solitario; donde las hiervas altas danzaban con el aire del mar, bajo los colores anaranjados del atardecer.

Alberto asiento con seguridad. Abrió su puerta y no perdió tiempo en bajar al igual que los demás. En lo que estiraban sus piernas, Ciccio presta su espalda para que Luca se subiera, no querían arriesgarse de que desarreglara, pero tampoco podían dejarlo atrás.

–Este lugar se ve tan...melancólico –musitó Guido cerrando las puertas de la camioneta y volteando a ver a su jefe, quien miraba el lugar con seriedad, al igual que con preocupación y esperanza de que ella estuviera allí.

–Cuando Giulia y yo vivíamos en Portorosso –comenzó a narrar mientras se acercaba a las cerca de pintura blanca desgastada y saltarla con total libertad (como si no le importara invadir propiedad privada)–, en un intento fallido de "reencontrar" nuestra familia. Este era su escondite preferido, antes vivía un viejo anciano que le prestaba a Giulia su jardín y telescopio para que se despejara después de las discusiones de sus padres...por él tiene esa afinación hacia las rosas; desde cómo cuidarlas y protegerlas.

Volteó a ver a los demás quienes también saltaban la cerca, siendo Luca quien tenía la ayuda de Barley y Ciccio para no dañar su cabellera ni maquillaje. El menor no pudo evitar mirar a Alberto con preocupación, pero él rápidamente volteó la mirada para ignorarlo de nuevo. Aún tenía muchas cosas que invadían su cabeza, no obstante encontrar a su hermana era su prioridad. Volteó a ver a la casa dañada y suspiró con pesar.

–Giulia con todos los problemas de sus padres, siempre escapaba aquí en las noches, aun cuando el viejo murió, él le entrego la casa y las llaves. Diciendo que ella fue su única compañía antes de fallecer y que ella lo merece mejor que nadie. Su muerte la dejo tan devastada ya que no pudo ir al funeral, ya que sus padres decidieron irse de Portorosso y cada uno tomo un rumbo distinto a cada extremo del país –volteó a ver a Ercole con seriedad–...ella tiene que estar aquí, sí o sí.

Entre las hierbas altas causadas por las eternas lluvias de otoño, cruzaron todo el terreno hacia la casa, escuchando a lo lejos la incomparable música de Bon Jovi proviniendo de atrás de la casa. Sin pensarlo mucho todos comenzaron a correr, en especial Ercole; quien se veía más desesperado que todos. Al rodear la casa se quedaron anonadados al verla sana y salva con una camiseta suelta de rayas rojas y blancas gruesas, bostas de campo y una falda larga de estilo mezclilla que resaltaban su fina cintura y gruesa cadera. No era la misma vestimenta roquera de siempre, y tal vez por eso resaltaba aún más. Su esponjosa cabellera estaba trenzada hasta su cintura y la música seguía reproduciéndose en un viejo tocadiscos en el suelo. Ella se encontraba tan tranquila tendiendo algunas sabanas que no había notado su presencia hasta que Ercole gritó adolorido al igual que molesto.

–Giulietta Miriam Marcovaldo, ¿dónde malditas mierdas te habías metido? –su voz sonó entrecortada, su rostro estaba rojo mientras que su mirada avellana comenzaba a cristalizarse.

Al escuchar su voz, ella se sobresaltó dejando caer la sabana al suelo. Al instante volteó a verlo con lágrimas comenzando a escurrir por su mirada.

–¿C-cómo...

No logró terminar ya que él ala abrazó con fuerza. Los brazos de ambos temblaban y Giulia tardó en corresponderle. Aferrándose con fuerza a su espalda, había extrañado ese último mes los abrazos de su ex amante, su colonia...su afecto.

–No vuelvas a dejarme así, per favore –le valía una mierda perder su orgullo por ella. La había extrañado, había anhelado tanto volver a tener a su rosa.

Al escucharlo, rápidamente lo separó de manera brusca, dejando ver su rostro repleto de lágrimas.

–No me hagas esto, ya,  tienes novia. ¡¿CREES QUE PUEDES VENIR A BUSCARME COMO UN MALDITO PERRO DE CONSUELO?!

–Nunca te he buscado así.

–¡Sí lo haces y me tiene harta, Ercole! ¡Tú no me quieres a mi!

–¡¿De qué mierda hablas, mujer?! ¡¿Por qué no lo entiendes?! ¡A LA ÚNICA MUJER QUE HE AMADO Y SIGO AMANDO A PESAR QUE ES UNA IDIOTA, ERES TÚ, MALDITA SEA! ¡No hay ninguna más que tú!

–¿Q-qué? –tartamudeó incrédula, dando un paso hacia atrás.

–¡Ya dile de una maldita vez, Ercole, dile que la dejaste por ella! –gritó furioso Guido.

Él gruñó talló con fuerza su rostro y la miro con el rostro rojo; sintiéndose avergonzado y humillado.

–Nunca anduve con Sofía, porque no eras tú, ¡¿ok?! Mentí porque quería que hicieras algo y rompieras este maldito trato de amigos con derecho o que pelearas por mí –con rabia peinó hacia atrás su cabellera–, ¡pero lo único que hiciste fue huir y dejarme! ¡Y lo volviste hacer, joder, Giulia! ¡¿Qué no entiendes que eres tú a la que amo y que mandaría a todos a la mierda solo por ti?! ¡Sólo quiero que seas mi novia y mi futura esposa!

Giulia lo miró perpleja parpadeó por unos segundos antes de bajar la mirada y apretar los puños con fuerza.

–Yo...y-yo tengo miedo –murmuró entrecortada limpiando de manera brusca su mirada con sus puños mientras el viento de la tarde movía con fuerza su falda.

–Lo sé y es por eso que no me gusta molestarte más, simplemente quiero sentirme amado por ti, tanto como yo te amo a ti.

Todos se quedaron en silencio, dejando que ella se expresara; sabiendo que era complicado para ella.

–¿Y si lo arruino como mis padres?

Él se acercó a ella la tomó de sus manos y besó con cariño sus nudillos para luego juntar su frente con la de ella.

–No somos como tus padres y no lo arruinaras como ellos.

–¿Y si no te amo como se debe? ¿Y si soy una horrible pareja?

–Iremos a tu ritmo –musitó serenamente– y lo hablaremos como lo hemos hecho en el trabajo. Somos un gran equipo, sólo quiero tener devuelta a mi musa...a mi rosa más bella. Quiero que será solo mía y nada más.

–¿No volverás a acostar con cualquier zorra?

–Solo seré tuyo, si aceptar ser mi novia formal.

Ella lo abrazó con fuerza, ocultando su rostro en su hombro y él solo acaricio su espalda, terminado de romperse al escuchar un suave y dulce:

–Quiero ser solo tuya.

[...]

No pudo evitar mirar de reojo a Alberto al otro lado de la camioneta; sentado sobre un viejo bote de pintura, mordiéndose la punta de su lengua mientras pintaba con el delgado pincel los gruesos labios de su hermana de un intenso rojo cereza. Se veía tan serio y concentrado, que ni siquiera sentía su mirada. No podía percibir si estaba enojado con él, simplemente sentía una tensión sofocante que lo rodeaba cada vez que sus miradas se encontraban. ¿Aun seguirá distante por abandonarlo en la azotea?

No quería ser egoísta e ilusionarlo al igual que besarlo. Oh, por su Poseidón, él comenzaba a sentirse adicto a los labios del pecoso, a sus sonrisas y su voz que siempre lo animaban, pero le urgía decirle sobre el embarazo. Necesitaba saber que pasara entre ellos, pero...le aterraba que Alberto lo dejara y no quisiera saber de él.

Rápidamente salió de sus pensamientos ante la intensa nube de fijador de cabello que lo invadió. Guido rápidamente retrocedió para que Ciccio terminara de peinarlo. Adornando su cabello con algunas hojas de oro y gen con tinte rojo y diamantina blanca para simular la sangre y la nieve. Luca al instante estornudo ante tanto fijador, quiso tallar su nariz, pero Guido le dio un manotazo antes de acercarse a él con un pañuelo.

–Vas a arruinar la base si te tallas –lo regañó como una madre mientras limpiaba con delicadeza su nariz; provocando que el menor se sintiera avergonzad y desviara la mirada, encontrándose con la sonrisa divertida de Alberto.

Sus mejillas se tiñeron en un fuerte rojo al momento en que sus miradas se reencontraron de nuevo, pero esta vez sí logro sentir el resentimiento y odio de Alberto; quien rápidamente frunció el ceño y desvió su mirada con el pretexto de seguir maquillando a su hermana.

–¿Oye y cuando es la siguiente fase, Beto? –cuestionó desde el asiento del piloto Barley, aprovechando la luz roja de un semáforo para voltear a verlo.

Casi deja caer el pincel ante la repentina pregunta, cerró con fuerza sus ojos al sentir las miradas de todos; quienes ya sabían que ellos sabían que habían quedado para la penúltima fase del concurso de música. Al menos todos los humanos lo sabían, siendo Luca el único desconcertado.

–¿Siguiente fase? –musitó mirando al pecoso, pero él desvió la mirada para luego suspirar.

–Aún seguimos en el concurso, quedamos en el puesto veintidós –murmuró peinando hacia atrás su cabello en lo que dejaba la brochita sobre el set de maquillaje de su costado.

–¿Veintidós? Pero si yo falle y me equivoque en dos notas importantes.

Él suspiró y con pesar respondió:

–Somos el favorito del público y los jueces, solo seguimos allí por eso, es como una red de apoyo en algunos concursos. Significa que tenemos ojos poderosos sobre nosotros, no nos dan los primeros puestos, pero si puntos extras. Así que tenemos que estar en el escenario el próximo viernes.

–¿Tiene que ver que seamos bestias o que este en la revista?

Se encogió de hombros para luego peinar hacia atrás su cabellera, claramente irritado.

–No lo sé. Nuestra raza aun es insignificante en toda área importante en la sociedad, incluso teniendo todo el dinero de Italia, nos seguirán viendo como inferiores, por eso afecto mucho que estés en la portada y porque utilizaste el hilo rojo de los Fiore, saben que eres importante –apuntó con fastidio el hilo rojo amarrado en su muñeca–, creo esa es la razón por la que seguimos. Vieron el hilo.

–No quiso quitárselo en las fotos –recordó Guido al pensar en la noche en la que trabajaron con el diseñador.

–Es imperdonable que una bestia se quite el hilo rojo en público –respondió Luca volteando a ver al castaño.

–Es como un traidor para nuestra especie –añadió Barley poniendo en marcha la camioneta y mirando con atención el camino con la noche comenzando a oscurecer la ciudad–. El hilo es símbolo de nuestra religión y lucha; representa el cordón umbilical y nuestra línea de vida. Es como las humanas musulmanas con su hiyab.

–Entonces, solo siguen en pie porque creen que Luca está relacionado con los Fiore –inquisición Ciccio al procesarlo.

–¿Por qué tienes un hilo de los Fiore? –exclamó Ercole volteando a ver a Alberto– Siempre te he visto con él desde que nos conocimos.

Preocupado Luca miró a Alberto; quien solo bajo la mirada y exhaló.

–Soy el descendiente de la familia Fiore, soy hijo ilegitimo de Bianca Fiore –exclamó irritado mientras se pellizcaba la fuente de su nariz–. Así que no lo robe, si te lo preguntas. Es el hilo rojo de mi madre biológica.

Giulia no dudo en tomar la mano de su hermano y darle un fuerte apretón para calmarlo, obteniendo un suspiro pesado por parte de él.

–Papá lo ocultó por mi bien, tengo el apellido de mi padre biológico a petición de ella. Luca tiene mi hilo porque se supone que será mi esposo en el futuro.

El menor al escuchar ese tono cortante y sentir ese odio que desprendía Alberto, prefirió quedarse callado y volver a ser una muñequita a la cual peinaban y maquillaban a su antojo. Alberto lo miro de reojo y luego desvió la mirada. No quería ocultar lo que sentía y huir como lo hacía su hermana, pero no sabía cómo sentirse en ese momento.

Algo que no pasó desapercibido por los demás, que no querían meterse en la "relación" de ellos. Aunque ni siquiera tenían una; sólo se habían besado y toqueteado, pero no eran nada. Nada más eran dos bestias que jugaban a amarse. Alberto perdido en sus pensamientos soltó la mano de su hermana para volver a tomar el estuche junto en pincel para seguir maquillándola. Ella lo miro con tristeza.

–¿Está bien, Beto? –musitó ella en un tono suave acariciando su mejilla con cariño, como cuando era niño.

Alberto apartó alejó su rostro de su mano, algo que hizo que ella la bajara. Él nunca la rechazaba.

–No quiero hablar de ello, ahora –susurró con pesar–. Tengo muchas cosas en mi mente –exhaló y bajó bruscamente su vista–, no quiero decir alguna estupidez que me arrepienta. Sólo...solo necesito tiempo.

No hubo respuesta por parte de ella, solo enderezó su postura para que la siguieran arreglando para su gran noche. No obstante, Ercole si podía ver esa tensión fuerte y tensa entre las dos bestias.

–"Me siento tan traicionado y lastimado. Pero lo peor de todo es que tú y yo no somos nada como para tener derecho a molestarme. ¿Cómo se supone que reaccionaria ante la noticia? ¿Crees que estaría dispuesto a ser el plato de segunda mesa...de nuevo?"

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro