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|16|Ojos que no ven, corazón que enloquece (parte 1)
–Esto es muy humillante –exclamó derrotado y avergonzado Luca cubriendo su rostro con sus dos manos mientras que Giulietta subía los escalones del teatro con él en sus brazos, como si fuera un saco de papas.
Alberto que se encontraba caminando detrás de su hermana para hablar con su pareja de escenario, no pudo evitar reírse en silencio. Ocultando su sonrisa divertida detrás de su puño. Desde que Luca confesó a todo el equipo sus inseguridades y miedos al tocar en frente de un público grande, ellos no perdieron en tiempo que cargarlo con tanta facilidad para llevarlo a uno de los enormes y más antiguos teatros de Portorosso, solo para asegurarse de que la pequeña bestia no saliera huyendo.
Tanto Luca como Alberto estaban nerviosos, sus vestuarios era sencillos y cómodos; siendo que el menor iba todo de blanco y él de negro. Fue idea de todos los humanos que representaran el día y la noche en la primera fase del concurso.
–Tranquilo, Luca, solo queremos asegurarnos que estés en el escenario –comentó tranquilamente Ciccio con una pequeña sonrisa para el menor.
Luca lo miro entre los pequeños huecos de sus dedos antes de destapar su rostro dejando salir un pesado quejido.
–Soy una bestia macho de veinte años siendo cargado por una hembra humana como si fuera su muñeca.
–Serias la muñequita más linda que he tenido en mi vida –bromeó con una sonrisa coqueta Giulia sin intenciones de bajarlo.
–No está muy lejos de ser nuestra muñeca; técnicamente nosotros lo vestimos, peinamos y maquillamos –comentó juguetón Guido mientras seguía rebuscando en su maleta de trabajo.
Ercole quien con el violín de Luca en mano al igual con los papeles e itinerario, los esperaba en las puertas principales abiertas para ellos; dejando pasar primero a Giulietta con la bestia –obviamente obteniendo varias miradas confusas e intrigadas; que todo el equipo ignoraba–. Le entrego los papeles a la pelirroja mientras que el número de participante se los paso a Ciccio; Guido se acercó para sonreír emocionado al ver los dos onces resaltando en todo el pedazo de tela.
–Qué suerte –suspiró suavemente el rubio–; traje un par de broches extras para asegurar los números en su ropa. Fue cuestión de suerte tener el número once.
Guido esbozó una risa sutil.
–¡Es una señal de que vamos a ganar! –exclamó eufórico y con el puño al aire.
–Yo no cantaría victoria tan rápido –comentó Giulia parando sus pasos en plena recepción junto con los demás participantes en espera de las ordenes de los anfitriones. En sus manos tenía el itinerario junto con el largo listado de participantes–; pueda que seamos el número once, pero por lo que veo Luca y Alberto son las únicas bestias que participaran.
–¿Enserio señalaron quienes son bestias? –inquirió descontento Ciccio, mientras que Guido volteó a ver a Alberto, pero este solo desvió la mirada como si ya lo supiera desde hace mucho.
–No solo eso, ¿adivinen quién es el dúo numero treinta y tres? –les pasó el itinerario y el castaño lo tomo quedándose sorprendido al leer los nombres.
–Dolores Madrigal y Mariano Guzmán –musitaron el par al mismo tiempo.
–¿Otro Madrigal? –inquirió Luca mirándolos con desconcierto.
–No es cualquier Madrigal; Dolores es la más talentosa de su familia en cuestión de música –habló seriamente Ercole mirando todo su alrededor de manera amenazante–, es la hermana mayor de Camilo.
Giulia suspiró y bajo con cuidado a Luca al suelo. Él solo acomodo rápidamente su vestuario antes de mirar a Alberto; quien se mostraba pensativo con una mueca de disgusto.
–Dolores es la mejor pianista que he conocido en mi vida, sus manos son tan agiles como delicadas a la hora de tocar –comentó en un tono inseguro–, he cometido contra ella en varias regiones de Italia e incluso Francia...nunca le he ganado. Mariano es un buen violinista, pero Dolores se lleva todo el crédito.
–Alberto tiene un gran oído, pero he escuchado por Camilo que su hermana puede escuchar una aguja caer estando a varias habitaciones de distancia –añadió Ciccio.
–Guao –musitó en un tono casi inaudible Paguro mirando con asombro al rubio–, ¿en serio es tan buena?
–Podría convertirse fácilmente en la mejor pianista de todo el mundo en la actualidad –susurró frustrado Alberto peinando hacia atrás su cabellera.
–Oye, no estás muy lejos de ella –lo animó un poco su hermana abrazándolo de los hombros, con las botas de plataforma que poseía quedaba varios centímetros más alta que él–. Eres mi pequeño Mozart.
Alberto rio en bajo blanqueando la mirada para luego empujar a la mayor sin mucha fuerza. Entre los hermanos Marcovaldo comenzaron una pequeña pelea, que llamaba demasiado la atención de los demás, Alberto y Giulia seguían con ese aspecto de maleantes roqueros. La gente comenzaba a murmurar a su alrededor, nadie podría pensar que uno era un gran pianista y la otra una increíble sastre.
–Serán mejor que paren, idiotas, antes que nos saquen por su culpa –los regañó Visconti irritado por la estupidez de la gente que los juzgaban. Una vena se remarcó en su cien, a lo que los dos hermanos se disciplinaron. No era la primera vez que los juzgaban de forma injusta.
Luca se mantenía en silencio mientras que Ciccio y Guido no dijeron absolutamente nada, solo desviaron la mirada. Era incomodo incluso para ellos; sabían lo tenso que era para Paguro estar allí, lo que menos quería era que el escandalo aumentara.
–Oye, todo saldrá bien, ya verás –murmuró la pelirroja golpeando su hombro de manera amistosa–. Papá y nuestros tíos presumen que eres el mejor pianista del sur.
–Tal vez no seas el mejor pianista, pero era las bestia con más talento en el piano de toda Italia –lo animó Guido.
Alberto no respondió más allá de una diminuta sonrisa después de exhalar con nerviosismo. Lo podía notar por el ligero movimientos de sus manos vendadas. Luca quería animarlo como los demás, pero no sabía cómo. Nunca estuvo en esta situación, jamás tuvo amigos a quien consolar o como calmar sus propios nervios, solo se mordió el labio inferior antes de volver a ser cargado como un saco de papas esta vez por Ciccio.
–"Me sentía como una muñeca, a cual pueden cargar y jugar a su gusto. Me sentía como un objeto tan delicado que ellos temían perderme...me sentía especial y no sabía el porqué.
Tal vez si sea su juguete, pero me sentía como el juguete preferido al cual siempre quería cuidar para que no se estropeé. ¿Es malo sentirme querido por eso?"
–Sera mejor que busquemos un lugar para arreglarlos, no queremos que esto empeore por nuestra culpa –comentó sereno Ciccio mirando a todos.
Ercole chasqueó la lengua y comenzó a caminar en búsqueda de alguien que les asignara un lugar para prepararse, Giulia y Guido comenzaron a discutir en voz baja sobre el tipo de accesorios que utilizarían y que harían con sus hilos rojos –ya que no era conveniente quitárselos; siendo una enorme falta de respeto para la religión y cultura de ambas bestias– por otro lado Alberto miro de reojo a Luca e intento sonreírle, pero parecía más una mueca incomoda.
Paguro se mantuvo callado unos segundos desviando su mirada mientras se dejaba cargar por el rubio, pensó muy bien sus palabras. Estaba en blanco. No obstante al volver a ver a Alberto susurró un suave:
–Sé que darás lo mejor de ti...solo toca para mí.
Sus palabras provocaron que los ojos verdes del mayor se abrieran con ligera sorpresa y sus mejillas pecosas se tiñeran de un suave carmesí. Termino riéndose de los nervios, rascando su nuca para intentar mantenerse en el mismo barco y le devolvió un dulce:
–Tocare solo para ti.
Ambos sonrieron con mejor ánimo, olvidándose un momento de que estaban en una competencia.
[...]
《"En serio, lo siento, mi jefe me exigió que me quedara para cubrir el turno de mi compañera. En verdad quería verlos y apoyarlos. Te prometo que iré en la siguiente, quiero volverte a ver tocando tu violín. Te amo, sé que lo lograran."》
Leyó una y otra vez el mensaje de Alice mientras Guido terminaba de colocarle la corona de laurel dorada; de ella caían una lluvia delicada de cadenas con pequeños adornos semejantes a las estrellas en la puntas. Estaba vestido con una elegante toga hecha de seda con bordes de simbología griega –que era fundamental en su religión– y sus pies se encontraban descalzos con su hilo rojo amarrado en su tobillo izquierdo mientras que en sus muñecas y cuello colgaban varios accesorios dorados.
Decir que estaba triste por aquel mensaje era lo de menos, estaba decepcionado de que ella no vendría a verlo. No la culpaba, pero...sentía como poco a poco comenzaba alejarse de ella. Suspiró pesado, aprovechando que Ciccio y Guido están ocupados eligiendo lo mejor para él. Tecleo rápidamente un vacío mensaje:
《"Está bien, lo entiendo. Nos vemos en la noche. También te amo"》
Al presionar el botón de enviar, rápidamente cerró la tapa y dejó su teléfono sobre el lavamanos. Les habían asignado uno de los baños del segundo piso del teatro para que no hubiera inconvenientes con los demás participantes que se reusaban a compartir un lugar con criaturas marinas.
–Me sorprende que exista maquillaje para bestias –comentó asombrado Guido mirando como su mejor amigo preparaba los polvos sobre el lavamanos.
–Alberto me explicó que no son para uso diario; su piel podría dañarse, tiene que ser todo en polvo mesclado con bloqueador solar en polvo también y no puede ser cualquier marca –comentó en un tono calmado, pero cansado a la vez mientras golpeaba con su dedo la brocha para quitar todo el exceso de la base en polvo.
–Nuestra piel es muy sensible al ser un camuflaje, cualquier cosa que no se pueda disolver en agua nos causara una reacción tipo infección –comentó en voz baja Luca dejándose agarrar del mentón por el rubio; quien terminaba de colocar los últimos detalles.
–Me lo imagino, tener escamas y piel semejante a la humana es complicado –comentó Guido mientras se subía al lavamanos para sentarse.
–Tenemos que cuidarla del sol, y si vivimos mucho tiempo en el mar tenemos que cuidar las escamas de las algas y percebes –dijo lo último rápidamente (que casi era inentendible) antes de estornudar a un lado por el polvo que se coló a su nariz.
Ciccio retrocedió rápidamente para dejarlo que se calmase. Guido no pudo evitar reír sutilmente ante los estornudos de "gatito" del menor, pero no dijo nada al respeto. Luca le parecía demasiado tierno que costaba creer que tenía más de quince años. Ante el comportamiento de su mejor amigo, rodeó la mirada antes de dejar la brocha sobre uno de los escuches de sobras para luego sacar de la maleta otro estuche más pequeño, que al abrirlo mostro barias diamantinas doradas en forma de estrellas de distintos tamaños.
–Ahora que estamos de confianza y que Giulia y los otros no están, ¿cómo es eso que te puedes embarazar de una hembra?
Luca se sonrojo fuertemente por la repentina e incómoda pregunta. Por otro lado Ciccio casi deja caer el estuche al escucharlo, volteó a verlo de manera molesta, pero el castaño se mostraba tranquilo y curioso mirando al menor en espera de una respuesta.
–Guido, cállate.
–¡Tengo la duda, él se embarazara de Alberto!
El rubio gruñó mientras que la bestia solo desvió la mirada completamente rojo.
–Las hembras no tienen un miembro como tal, como los machos no tienen una vagina –murmulló incomodó aferrando su agarre a la silla, no es que fuera vergonzoso, solo que pensar tanto en su novia como en Alberto de una manera nada inocente lo incomodaba–. El pene de las hembras más pequeño y menos eficiente. Se oculta, solo...solo lo deja salir con el aroma de un sumiso excitado.
–No tenías que responder, si no querías, Luca –comentó Ciccio al verlo nervioso.
–No me incomoda hablar de atomía, solo que es incómodo estando en la situación en la que estoy entre Alice y Alberto –suspiró derrotado antes de que el rubio volviera a tomar su mentó para comenzar a colocar una por una las diamantinas en su mejillas como si fueran pecas–. Simplemente, ¿es normal tener ganas de besar a alguien que no es tu pareja? –miro al rubio con miedo.
Él soltó su rostro un momento y lo miro con preocupación.
–¿Quieres besar a Alberto?
–Quiero, pero no sería correcto –confesó rascando su hombro–. No quiero cometer una estupidez que arruine las cosas entre los dos, pero cada vez que comparto un momento con él, siento que terminare cayendo a él.
Los dos humanos compartieron miradas, Guido se mantuvo sereno antes de suspirar y mirar con seriedad a Luca:
–¿Quieres que te ayudemos?
Él lo miro sorprendido y pareció dudarlo por unos segundos antes de cerrar su mirada y asentir tímidamente.
[...]
Solo en el baño de aquel teatro; ya que el rubio y el castaño salieron para hablar con lo demás en búsqueda de una solución a su "problema". Tocó su mejilla realmente sorprendido de lo delicada que se miraba su piel con el maquillaje, en verdad parecía una muñequita de porcelana y más con todos aquellos adornos que parecían de oro. No obstante su corazón latía con fuerza al punto que sentía que se saldría de su pecho. Se comenzaba arrepentir de pedirles ayuda, pero en cierto punto también quería calmar todos aquellos sentimientos que experimentaba con Alberto, en especial con toda la cercanía que ambos vivían, pero también no quería hacerle daño a Alice.
Apoyó su agarre en el borde del lavamanos del baño público y comenzó a hiperventilar. No podía creer todo lo que pasaba en su jodida vida. Sintió como casi le daba un infarto al sobresaltarse con el ruido de la puerta abriéndose. Por el reflejo del enorme espejo observo como todos los humanos se adentraban con expresiones inquietas –exceptuando a Ercole; quien solo se mantuvo serio, como si su mirada reflejara que era una mala idea–. Detrás de todos ellos se mostró un nervioso e incomodó Alberto, con una toga negra con varios detalles azulados y plateados. Él se encontraba completamente sonrojado y no se atrevía a verlo.
Luca giró su cuerpo mostrándose inquieto también. Alberto realmente se veía fantástico, con adornos semejantes a los de él, pero en plateado –incluso los pendientes de su oreja eran platinados–, descalzo haciendo destacar el hilo rojo amarrado en su tobillo derecho y con todas sus pecas siendo camufladas por estrellas plateadas.
–Escuchen, entendemos que Luca no quiera separarse de su novia, son muchos años como para romper de la nada una relación con alguien que apenas conoce –comentó comprensiva la pelirroja colocándose en medio de ambos–, pero ambos son destinados y pienso que lo mejor es que controlen sus sentimientos, Luca no puede irse de la nada de su departamento y la única persona que lo apoya aquí. No hablamos de cualquier engaño, Alberto es su alma gemela, pero Alberto no quiere involucrarse demasiado; él solo siente atracción por Luca, lo cual es un milagro de por sí. Así que lo estuvimos hablando para hallar una solución para calmarlos a los dos, si siguen aguantándose como lo están haciendo terminaran cogiendo en un descuido –volteó a ver a Luca con una mueca–. Cariño, no te va a gustar.
–¿Cuál es la solución? –inquirió él en un susurro mientras se abrazaba a sí mismo.
–Pensamos que lo más correcto, es apaciguar el beso con otro.
–¿Q-que? –respondió nervioso como asustado.
–Escucha, si dejamos que solo beses a Alberto, sentirás una horrible culpa –intentó explicar Guido acercándose a él mientras rascaba su cuello nervioso–. Podemos decir que si nos besas a nosotros la culpa no será tan grande.
–Es una horrible lógica.
–Podemos justificar que solo es curiosidad –habló incomodó Ciccio–, somos humanos y la simple idea de besar a una bestia es...¿distinta?
–No tienes que aceptarlo, si no quieres –interrumpió de forma cortante y brusca Ercole apoyado en la pared de una de los cubículos del baño–, pero estamos protegiendo también a Alberto. Él también quiere besarte, pero no se sentirá cómodo siendo solo él. Lo que menos queremos es que esto afecte la competencia que él ha practicado por meses.
–¿Tu qué opinas? –preguntó angustiado Luca intentando acercarse al pecoso.
Él solo cerró sus ojos y suspiró antes de encararlo.
–Luca, entiende que yo no he sentido atracción por nadie y cuando al fin me entero que tengo un alma gemela que es mi amiga –lo miro a los ojos mostrando un dolor interno–. No te pido que nos casemos o tengamos hijos en este momento, pero lo que siento por ti es nuevo para mí y saber que tengo que seguir esperando –rascó su mejilla–...solo quiero saber cómo se siente besarte, ahora que sé que tú también quieres hacerlo.
Luca lo dudo por varios segundos que fueron eternos para el mayor. Sin decir absolutamente nada solo se fue de nuevo al lavamanos para que con un saltó se sentara en el borde de esta. Miro a todos con indiferencia y suspiró.
–De acuerdo, ¿con quién empiezo?
Todos se miraron entre sí, mientras que Alberto se mantuvo lo más alejado, recargándose de espaldas en la pared del fondo. Evitando a toda costa la escena que se aproximada. Los humanos no se veían muy emocionados, Giulia y Ercole eran los más incomodos por el cariño que le tenían al menor. No obstante para sorpresa de los cuatro Ciccio fue el primero en acercarse, hasta Alberto se sorprendió que fue era él el primero.
El rubio y la bestia se miraron algo incomodos.
–Hagamos esto de una vez –dijo serio tomando ambas mejillas de Luca, respiró hondo y cerrando su mirada junto sus labios con los de él.
Fue un beso rápido, sin mucho movimiento ni reflejo por parte de ambos. Que al separarse, rápidamente ambos se limpiaron sus labios antes de que el rubio se alejara.
–Diría que es como besar a un pez –musitó en bajo sin querer mirar a nadie–, aunque tiene un sabor dulce.
–¡Sigo yo! –exclamó Guido acercándose rápidamente a Luca; quien no pudo evitar reírse levemente. La idea era tonta, pero realmente no sintió absolutamente nada con Ciccio.
–Que sacrificado –se burló Giulia.
–¡Oye! Solo tengo verdadera curiosidad.
–No seas tan brusco con él, idiota –lo regañó Ercole.
Guido solo le mostró el dedo medio antes de abrazar a Luca de la cintura –sin ser un aprovechado–. Luca solo intentaba no reírse en lo que lo tomaba de sus mejillas. Todo eso era estúpido, pero en verdad quería probar esto para besar a Alberto. Así que sin hacer ningún contacto visual ambos se acercaron para comenzar a besarse, siendo algo mucho más animado que con Ciccio. Guido mantenía algo de distancia entre ambos, ninguno iba más allá de un beso tranquilo y sin pasión. Aunque duro unos segundos más, ambos no pudieron evitar reírse; lo cual rompió el beso.
–¡Tu barbilla me causa cosquillas! –exclamó Luca sin dejar de reírse, empujando al mayor lejos de él para luego limpiar sus labios.
El castaño por su lado relamía sus labios mientras regresaba con los demás.
–Ya veo que te referías con besar a un pez, Luca tiene un sabor dulce como si hubiera comido varios antes de llegar, pero se siente como besar a un pez.
–¿Será por qué somos criaturas marinas? –cuestionó Alberto como si fuera lo más obvio, haciendo reír a Luca desde su lugar.
Antes de que pudieran continuar, los seis escucharon el primer aviso que faltaban quince minutos para iniciar para que los primeros duetos estén preparados para los jueces; algo que no les preocupo, siendo el número once aún tenían tiempo para sus cosas. En especial cuando Alberto y Luca comparten miradas avergonzadas mientras sus manos comenzaron a temblar con solo pensar en besar al contrario.
–"Pueda que no sintiera nada besando a ellos, incluso deje de sentir algo fuerte al besar a Alice. Aun no te besaba Alberto y ya sentía como mi mundo se derrumbaba.
Sé que estoy haciendo mal...pero ¿por qué no me siento culpable?"
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