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|15|Bajo las estrellas imaginarias
Sentado en las escaleras del teatro, con la espalda recargada contra una de las viejas columnas del teatro de su academia; Alberto soplaba su piano de aire, tocando con tranquilidad una vieja melodía olvidada en lo profundo de su memoria, november rain, la primera canción que transcribió en su vida. Sus ojos verdes miraban con tranquilidad el ritmo de sus pisadas que seguían el ritmo de una imaginaria batería. Los pocos rayos rojizos y anaranjados lo iluminaban a él y aquella rubia apoyada en el pilar de su costado concentrada en la pequeña pantalla de su teléfono rosado; el cual colgaba una pequeña figurita de un pulpo animado.
Los ensayos habían terminado y ella no tardaba en irse a su trabajo. Simplemente se había quedado para hacerle compañía a su amigo. No obstante toda esa tranquilidad se esfumo en el instante que un alegre y emocionado:
–¡Lu! –salió de los carnosos labios de la joven; quien guardo con prisas su teléfono en su bolso para bajar las escaleras a todas prisas.
Alberto dejó de tocar con una expresión calmada, miro de reojo como la rubia corría para atrapar a Luca en sus brazos y el castaño oscuro simplemente se dejó encariñar por su pareja mientras intentaba no tirar el estuche de su violín. Sabía que Luca lo miraba con algo de miedo expresado en aquellas gemas castañas; ver a su novia y su destinado no era buena señal, pero Scorfano mantuvo la calma por los dos. Poniéndose de pie y en lo que guardaba su instrumento en su mochila encaminó hacia la feliz pareja con una sonrisa relajada enmarcada en su rostro.
–"Podría aparentar estar tranquilo y relajado todo el tiempo, la vida me enseño a no mostrar con facilidad mis sentimientos, pero ¿sabes algo, Luca? Estaba celoso y molesto, y lo peor de todo es que no entendía por qué lo estaba. Tal vez el simple hecho que ella apestaba a ti, tanto como tú a ella.
Era como si tu dulce aroma a café con leche se endulzara de más a un punto que era insoportable. Me enfermaba verte con ella, pero aun así lo respetaba. Les sonreía a los dos aun sabiendo que me lastimaba.
No soy nada de ti, pero sentía que eras mío y no quería compartirte con nadie...no me gusta ese sentimiento."
–No sabía que tu chica era la protagonista del ballet, Lu –canturreó juguetonamente aquel apodo mientras metía sus manos en los bolsillos de sus vaqueros negros–. Es mucha mujer para un pequeño hombre.
–¡Silencio, Berto! –exclamó entre risas leves la rubia al mismo tiempo que soltaba el pequeño cuerpo de su novio para luego empujar suavemente el gran cuerpo de su amigo, ambos rieron al mismo tiempo que Luca los miraba nervioso– Luca no sabía que soy la protagonista. A él no le interesa mucho mis recitales.
–No es que no me interesen, simplemente no me gusta el ballet –confesó en voz baja desviando su mirada a otro lado que no sean ellos, aunque era casi inevitable verlos de reojo–. ¿No sabía que ustedes se conocían?
–Apenas nos toleramos, ella es un dolor de cabeza andante –comentó con una gran sonrisa Alberto mientras apuntaba con el pulgar a la chica–. Apenas hoy me entere que eran pareja ustedes dos.
–Berto me comento que serás su pareja en el recital, debo de admitir que la idea me emociona, ambos son muy talentosos.
–¿Solo te dijo del recital?
–Bueno, hablamos de cómo te conozco desde hace un año cuando llegamos a Portorosso juntos, nada más –recalcó en un tono diferente para dejarle claro que no toco el tema de ser destinados; algo que relajo un poco al menor, quien suspiro de alivio–. Además que le pedí permiso para que ensayáramos esta noche y mañana estar todo el día juntos.
Ella asintió con una dulce sonrisa, aferrando el agarre de su bolso. Luca la miro desconcertado y algo sorprendido.
–¿En serio no te molesta?
–Odio que toques el violín en el departamento, pero no te quitaría la oportunidad de tocar de nuevo –susurró tomándolo de la cintura con una mano y mover uno de los rizos de Luca detrás de su oreja; acto que sonrojo levemente al menor.
La sonrisa de Alberto se borró por unos segundos al verlos juntos, no expreso ni hizo nada solo desvió su mirada a un costado apretando con algo de fuerza su puño. Luca lo notó y pudo sentir ese odio por parte de su destinado, aun así tampoco hizo nada al respeto.
–Tratare de que no se nos haga tan tarde –susurró mirando a la rubia.
–No te preocupes, entenderé si no llegas al departamento, de todos modos yo también estaré afuera toda la noche. ¿Tienes tu llave?
Asintió con una pequeña sonrisa.
–Bien, no les quiero quitar más tiempo –se agachó para darle un lindo beso en sus labios; que no tardó en ser correspondido por el menor.
Alberto no aguanto más y simplemente se dio media vuelta y comenzó a caminar devuelta hacia el teatro, sentía su estómago revolverse, que no le sorprendería que volviera a vomitar. Se sentía enojado e irritado con solo verlos.
–"Las bestias son muy territoriales con sus destinados, eso lo saben todos. Esos celos para nada justificados recaen sobre uno, sintiendo que se envenenan poco a poco. Eso es lo que me decía mi abuela cuando me contaba sobre los celos de mi abuelo cuando apenas llevaban días de conocerse, mientras que los celos de ella solo la hacían llorar y discutir con él. Cada bestia sufre al ver a su destinado con otro, que lo único que logran es dañarse mutuamente.
Inocentemente mi yo de cinco años le aseguraba que nunca seria celoso, que no quería hacer sufrir a mi destinado...solo obtuve una dulce risa como respuesta."
No obstante paró sus pasos un par de metros lejos de la pareja, volteó a verlos; ellos seguían besándose. Alberto respiró hondo y dio una de sus mejores –al igual que rostas– sonrisas.
–Hey, odiosa.
Ambas bestias se separaron completamente rojas de la vergüenza.
–¿S-si?
–¿Iras a vernos?
–¿Lo dudas? –inquirió burlona al mismo tiempo que optaba una pose orgullosa.
Él le sonrió de lado antes de reírse en silencio.
–Más te vale, quiero ver tu culo plano allí –hizo un ademan desinteresado con su mano antes de volver hacia las escaleras.
Luca observo como Alice le mostraba ambos dedos medios aprovechando que el pecoso estaba de espaldas; algo que le dio gracia. La rubia termino exhalando estresada y le sonrió a su novio antes de despedirse con un beso en la mejilla y un "nos vemos luego" antes de salir corriendo de las jardineras hacia la salida de la academia. Él la miro irse hasta que desapareció por una de las esquinas.
Cerró su mirada y suspiró para luego voltear a ver a Alberto parado en lo más alto de los escalones de la entrada con una expresión muerta reflejada en su rostro.
–Ella no merece esto –le comentó serio, mirando inexpresivamente como Luca se acercaba a él.
–Lo sé, lo sé –repitió estresado, acercándose mientras tallaba con fuerza su rostro con ambas manos–, no es fácil.
–Ambos sabían que encontrarían a su destinado, sé que dije que no me entrometería en tu relación, pero ¡ella es mi amiga! ¡Luca, tienes que decirle, ya! Será peor si lo aplazas, ¡¿Cómo crees que tomara cuando se entere de lo nuestro?!
–¡No hay ningún nuestro aun! –le gritó irritado.
–No, no lo hay, pero yo no quiero ser el perjudicado, ¿cómo crees que todos van a tomar que tú estés relacionándote con ella al mismo tiempo que conmigo? Pareciera que solo estás jugando con los dos, ¿cómo crees que ELLA tomara que yo sabía desde hace mucho que somos destinados y aun así dejaba que tú estuvieras con ella? –finalizó de manera cortante antes de darle la espalda para poder buscar su juego de llaves de su bolsillo.
Él lo miro molesto, pero se quedó callado, mordiéndose con algo de fuerza su labio inferior. Tenía razón en que era un egoísta por querer estar con los dos. Si no hacía algo podía perjudicar la amistad de ellos. No obstante, al instante levanto la mirada al escuchar el clásico sonido de las lleves moviéndose, se extrañó al ver como Alberto con una mirada apagada abría las puertas principales del teatro de la academia, como si esta fuera su casa. Le había hablado esa mañana que él podía estar en el teatro sin problemas, pero ¿llegar al punto de poseer todas las llaves?
–Debes de ser alguien realmente responsable como para tener las llaves de un lugar tan importante de la ciudad –susurró sorprendido.
Alberto una vez que abrió el cerrojo volteó al verlo con desconcierto. Exhaló y empujando levemente las enormes puertas, dejó que Luca pasara primero. Él al no recibir respuesta, prefirió adentrarse y quedarse callado, dejando que su compañero también se adentrara y cerrara devuelta las puertas; asegurándolas devuelta con llave.
–Mis abuelos son dueños del teatro, por eso tengo copia de todo –respondió en voz baja y sin mirarlo.
Luca se sorprendió aún más, tardo en procesar aquella información para luego musitar un casi inaudible:
–Eres un Fiore.
Asintió antes de ponerse a caminar por los largos pasillos elegantes y antiguos.
–Mi madre era Bianca Fiore, la mejor chelista de toda Italia y casi era la de Europa o el mundo –explicó guardando devuelta las llaves en su bolsillo mientras caminaba al lado del menor; quien abrazaba su estuche.
–Supongo que ellos no dejaron que conservara su apellido.
–Es más que eso –murmulló mirando los muy bien cuidado arcos del lugar–; mi abuela me ama, pero sabe que mi vida sería una mierda si alguien se entera que mi madre es Bianca. Ni siquiera Giulia sabe que ella es mi madre.
–¿La mujer que arruino toda su carrera por un amor infantil?
Alberto volteó a verlo con la ceja arqueada, a lo que Luca suspiró.
–Se habló mucho de tu madre en varias partes del país; la colocaban como un terrible ejemplo a seguir. Que nos pasaría lo mismo que ella, si no aceptamos a nuestro destinado.
No hubo repuesta por unos eternos segundos, Paguro no quiso decir más, sabía que no era un buen tema que procesar para el pecoso. Se sentía mal por él, Alberto no tenía la culpa de ser el resultado de tan tremendo caos que ocasionaron sus padres. Su madre simplemente se suicidó y nadie sabía que tuvo un hijo bastardo; cual había abandonado en un tren. Toda la familia Fiore no quiso relacionarse con el tema, que hasta él se sorprendía que aceptaran a Alberto.
–Yo no siento nada por mis padre biológicos –musitó Alberto agachando la mirada con pesar–, mis abuelos me aman y es todo lo que me importa, mi padre jamás se hizo cargo de mí y solo lo he visto una sola vez en mi vida; cuando fue a firmar los papeles donde renunciaba a mí. Siempre sentí asco por mí mismo –rio rotamente, pero sus ojos mostraban un dolor que Luca podía sentir–, creí que moriría solo al ser un bastardo, me sentía un fenómeno al no sentir excitación como los humanos adolecentes y me sentí peor cuando tampoco lo sentía cuando estaba rodeado de mi propia raza...sentía que no encajaba en ningún lado.
–Pero me conociste –se puso rápidamente en frente de él para detenerlo–, tu sentiste lo mismo que yo esa noche.
Alberto esbozó una risa silenciosa bajando su mirada.
–Sí, te conocí, pero ahora ya no sé cómo controlar estos celos que me dañan. Nunca estuve preparado para ti, y creo que no lo estaré jamás –con una sonrisa se hizo a un lado para abrir las puertas donde estaban los asientos del fondo.
Luca lo seguía con un mal sabor de boca. Como las puertas principales, Scorfano abrió las puertas del lugar y dejo que Luca se adentrara primero. Al hacerlo, el menor se quedó sorprendido al tener todo un teatro enorme para ellos solos, ya había estado en el lugar con anterioridad por los recitales de Alice, pero jamás lo había visto así de vacíos. Con las luces de los asientos del segundo piso iluminando el escenario; donde destacaba aquel piano en el costado, resaltando más con los enormes telones rojos. Era simplemente mágico, con su estructura antigua y ese aroma fresco que no podría percibir como cuando hay público. Alberto sonrió al ver el asombro reflejado en su mirada.
–Adoro el teatro tanto lleno como vacío. Esa sensación que hay magia al momento que inicie un show o cuando este termina es algo que me llena el alma –murmuró con la mirada fija en el frente.
Él volteo a verlo, sonrojándose al ver sus ojos verdes siendo opacados por el negro de sus pupilas que podía jurar que había estrellas reflejada en ellas.
–¿Por qué vestuario y no director?
Obtuvo una leve risa antes de que Alberto lo mirase con un leve carmesí en sus mejillas por la vergüenza que sentía con solo pensar en la respuesta. Rascó su mejilla y desviando su mirada contestó en voz baja:
–Quiero estudiar todo lo relacionado, con el teatro, primero vestuario, maquillaje, escenografía, lo quiero aprender todo –volvió a ver el teatro con anhelo– y algún dio seré director.
Luca rio en silencio, obteniendo una mirada algo incomoda por el mayor, pero el menor lo miro con una pequeña sonrisa.
–Se nota que eres un Fiore...simplemente eres increíble –expresó sin pensar, no fue hasta que vio el sonrojo de Alberto, que reacciono a sus palabras convirtiendo su rostro en un tomate.
Avergonzado, rápidamente oculto su rostro con su estuche, no obstante, Alberto bajó el objeto lentamente para mirarlo a los ojos, la poca luz de aquel rincón hacia que ambos cuerpos se apreciaran y sus ojos brillantes resaltaran. Se quedaron mirando a los ojos por unos largos momentos sin decirse absolutamente nada, pero si mirando los labios de contrario, la cercanía de ambos era notoria y antes que pasara a más Alberto desvió su rostro con una sonrisa tonta reflejada en él. Luca golpeó suavemente su frente con su instrumento, maldiciéndose a sí mismo por decir tal cosa.
–Me gusta venir aquí a practicar solo –musitó Alberto mirando el piano a lo lejos–. Jamás e traído a alguien aquí –añadió en voz baja antes de reaccionar al recordar algo que hizo que su rostro brillara de la ilusión–. ¡Tengo que mostrarte algo!
Con una enorme sonrisa, no espero respuesta ni siquiera aviso cuando tomo la mañeca del menor y se lo llevó arrastrando hacia el escenario. Luca lo seguía como podía, teniendo cuidado que su instrumento no se cayera de sus manos. No reclamó nada ni siquiera pregunto, solo seguía a Alberto a pasos torpes mientras observaba con admiración su rostro emocionado, como si quisiera siempre ver ese lado del mayor.
Subieron las escaleras del costado. Sus pasos comenzaron a resonar en un eco por todo el lugar al pisar la madera del escenario. Hasta que Alberto hizo que se parara justamente en medio de este. Luca tuvo que enchinar un poco sus ojos al tener toda la luz reflejada en ellos.
–Quédate aquí –comentó sin borrar su sonrisa emocionada que parecía un niño pequeño a punto de demostrarle algo a su mamá.
Luca abrazó su estuche contra su pecho y asintió ante la petición; confiaba en Alberto. Ante su "respuesta", Scorfano dejo su mochila en el suelo para salir corriendo hacia detrás de los telones.
Él no se movió, solo miro el enorme lugar, sintiendo algo de nervios al pensar que mañana tocarían en un escenario igual, pero con demasiada gente observándolos, preparados para burlarse en cada error. Sus manos comenzaron a temblar ante la idea y poco a poco comenzaba a arrepentirse. En ese momento quiso huir y disculparse con Alberto por no querer continuar. La misma escena que sucedió en el atelier se volvería a repetir, pero esta vez antes de comenzar a correr, se sobresaltó de una manera horrible cuando todas las luces del recinto se apagaron de manera brusca. Provocando que él se cayera de trasero contra el suelo. Por suerte su instrumento no sufrió ningún daño y mientras se sobaba, detrás de él se encendieron luces azules oscuros; dando el aspecto de la noche.
Su mirada rápidamente se enfocó encima de él cuando una enorme media luna que brillaba como la diamantina comenzó a bajar junto con varias "estrellas" platinadas. Su mirada se abrió con asombro, pero casi se le va el aliento al momento en que un clic en el fondo hizo que todo el escenario y asientos se llenaran de luces de estrellas, gracias a un viejo proyector. Dándole a Luca un increíble espectáculo, que lo tuvo tan hipnotizado que no escucho los suaves pasos de Alberto acercándose a él, y solo reacciono cuando vio su mano posarse frente a él. Volteó a verlo y él le sonreía con orgullo.
–Es hermoso, ¿no?
–¿C-cómo?
Alberto esbozó una silenciosa risa y de lugar de levantarlo se sentó en el suelo a su lado, mirando lo hermoso que era la luna y las estrellas artificiales.
–Hace una semana hicieron la obra de Pinocho –respondió en voz baja y calmada al mismo tiempo que rascaba su mejilla. Se podía sentir el ambiente frio del lugar–. Estuve a cargo detrás del telón ayudando al director con todo lo que quería. Yo me hice cargo de todo este espectáculo de luces y efectos –susurró antes de recostarse en el suelo y utilizar sus brazos como almohada–. Dar ese efecto mágico, sacar la obra del texto y hacerlo sentirse tan mágico es mi verdadera pasión al igual que tocar y sentir la melodía para cautivar a la gente.
–¿No te da miedo ver a todos observarte?
–Siempre –cerró su mirada tranquilo–...pero cuando comienzo a tocar me olvido de todo y todos. Tocó para mi alma y descargo todas mis frustraciones.
–Yo no sé si pueda tocar en frente de todos.
Alberto abrió sus ojos y se sentó rápidamente para tomar sus manos.
–Entonces imagina que tocas para nuestro hijo como si fuera una canción de cuna. Una canción que elimine todos sus miedos. Cierra tus ojos y olvídate de todos.
–¿Y si no lo logro? –lo miro angustiado y temeroso.
Sentía las manos sudorosas del menor al igual que sus escamas. Ambos se miraron, y sin esperarlo, Alberto se acercó para besar la punta de su nariz y regalarle una pequeña sonrisa.
–Estaré allí para seguir tu ritmo, solo escucha mi piano.
–"Solo quiero que me mires a mí, Luca, a nadie más...per favore, toca solo para mí y nuestros hijos. Era todo lo que quería decirte en esos momentos. No quería que nadie más estuviera ante ti. Egoísta, ¿no?"
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