Capítulo 21
Todo quedaba hecho trizas y ya nada volvería a ser como antes.
Fui a mi cuarto tras husmear en la conversación de Lola y Joaquín; ya había escuchado lo suficiente. Doblé algo de ropa, la metí en la enorme valija negra que estaba sobre el piso y puse la mente en blanco.
Muchas emociones, muchas palabras, demasiadas confesiones.
Dos de las tres consultas hechas a las inmobiliarias esa misma mañana habían sido contestadas para esas horas; tenía cita para ver las propiedades el lunes. Solo dos días me separaban de un futuro distinto. Ya sin fuerzas después de todo lo ocurrido, decidí reclutarme en mi habitación, decidida a no hablar más del tema, dispuesta a que las cosas caigan por su propio peso.
Alguien tocó la puerta y sin siquiera esperar a que permitiese su paso, ésta se abrió ante mis ojos.
─Hola ─sigiloso, Joaquín se asomó ─, ¿puedo pasar?
─Sí, dale. ¿Cómo fue todo? ─fingí desconocerlo.
─Raro, para serte sincero─Joaquín se acomodaba en la silla que estaba al lado de mi cama, con las piernas cruzadas, una sobre otra. Sus ojos vagaban solitarios en el cuero de la valija─. Abrir mi corazón no es algo que se me dé del todo bien ─ admitió─ .Una cirugía a corazón abierto hubiese sido más fácil, de seguro.
Liberé un suspiro simpático.
─Sin embargo cuando lo hacés parece que tuvieses experiencia en ello─ dije cómplice. ¡Qué difícil se me haría estar lejos de él! No sé si lo soportaría otra vez más.
─ Lo decís porque estas enamorada de mí.
─Arrogante...─arrojé por sobre mis pestañas, cayendo en su red de seducción.
─Así y todo te sigo gustando.
Le saqué la lengua, gesto que disfrutó.
─Lola se quedó dormida, creo que la aburrí con mi cursilería.
─Ella nunca se aburrirá de eso, estáte seguro. Además tenés un modo muy bonito de relatar historias.
─En sus ojos pude ver desconfianza, temor. Me tildó de ídolo.
Abrí mis ojos haciéndome la sorprendida.
─ ¿Sí?
─Siente que la decepcioné y la entiendo.
─Joaquín ─de cuclillas frente a él, tomé su cara entre mis manos ─ ya está, hay cosas que no vamos a poder remediar. Ahora tenemos que dejar que el tiempo pase un poco más. Se van a acomodar de una u otra manera─susurré mirando sus labios, posando un beso suave en ellos.
─ ¿Hablaste con Gabriela? ─ preguntó, moviendo mi flequillo hacia un lado.
─No quiso. Se fue al parque a meditar en soledad; sin embargo, el que me dirigió palabra fue Claudio.
─ ¿Qué te dijo?─ me puse de pie pero para mi asombro, él agarró con fuerza mi mano, arrastrándome hacia su posición. Me sentó en su regazo como una nena chiquita; pasé mis manos por su cuello, inspirando su exquisito aroma y dejando caer mis piernas hacia un lado de la silla.
─Dijo que todo lo que hizo en su momento fue para protegerte de ser como él─ hizo un gesto azorado.
─¿De ser como él?
─No quería que cometieses su mismo error: el de dejarte llevar por una pollera que te hiciera perder la cabeza. No quería que fracasases.
─Y por eso me ató de pies y manos...
─Algo así...de todos modos confesé que en su lugar, en ese momento, tal vez yo hubiese actuado de la misma forma.
─Sí, yo igual.
— Además, le expliqué que ya tenés 30 años y no puede pretender seguir manejándote.
─Supongo que tenés razón─se inclinó para rozar su nariz con la mía, me acunaba como un bebé y esa sensación era paradisíaca, cargada de sentimentalismo y ternura.
─¿No te resulta extraño estar así?─ nuestra postura era muy privada ─, ¿con tantas personas en casa y sin temer que alguien abra la puerta y nos descubra?
─Sí, generalmente nos la rebuscábamos cuando estábamos solos ─ una sonrisa pícara se apoderó del recuerdo.
─Es cierto.
Me acarició el pelo con delicadeza; daría lo que no tuviese porque sigamos así para siempre.
─El lunes voy a ver dos departamentos─ cambié de tema, jugueteé con los botones de su camisa; una blanca con finas rayas celestes que se ceñía a su torso seductoramente.
─ ¿Por acá cerca?
─Sí, la idea es seguir por la zona. Además, no voy a renunciar a la veterinaria.
─ Claro, por supuesto...
─ ¿No me vas a decir cuándo te vas? ─ pregunté sin perder la esperanza de ganar por insistente...como lo hacía siempre.
─No, es lo mejor─ dijo mientras tocaba las pequeñas perlas de mi pulsera.
─ ¿En qué quedó el departamento que fuimos a ver?...¿el de la mujer de Aníbal?
─Por ahora en veremos...una vez que llegue a París tendré que acomodar las cosas.
─ ¿Vas a seguir con Krista? ─ levanté la cabeza, esperando que sus ojos me contestasen.
─No, no es justo ni para ella ni para mí─ esta vez, lo hizo su boca.
Delineé con mis ojos la fina cicatriz de tres centímetros que tenía en el mentón producto de su accidente en bicicleta, cuando me enseñó a manejarla. Bajé la barbilla sin decir nada más.
─Supongo que tampoco me vas a decir dónde vas a quedarte estos días hasta que vueles.
─Correcto.
Enamorados, nos quedamos susurrando cosas al oído, hablando de nuestro futuro inmediato sin registrar tiempo ni espacio. Su mano deambulaba sobre mi quijada, haciéndome cosquillas con la punta de un fino mechón de cabello.
─Tengo que irme─ el final era inminente, mi garganta se cerraba como una compuerta.
─No, no quiero... ─ supliqué. Me había jurado a mí misma no llorar ni hacer escándalos─ .Todavía no...
─Virginia ─ murmuro a mi oreja ─esto es lo que pactamos...─ besó mi frente, dejando las caricias de lado.
Resignada por darle la razón, me puse de pie de mala gana.
─ Voy a mi habitación a buscar la valija─ se mostró entero, tragando fuerte y saliendo de mi cuarto como un autómata, quizás, para no retroceder en su postura.
Fui tras él y esperé en la puerta, a pocos metros de la suya.
─¿No vas a despertar a Lola? ─ sugerí.
─ No, después le enviaré un mensaje para arreglar en qué momento nos encontramos así nos despedimos más tranquilos.
─ ¿O sea que únicamente te vas a despedir de mí ahora?
─Sí, supongo que sí...dependerá de que si mamá quiere verme después o no y de la reacción de papá.
Tras unos minutos de debate bajamos por la escalera, él arrastrando la valija por las ruedas y yo por detrás, cuando vimos a papá de pie esperando por nosotros. Joaquín se detuvo, lo miró y avanzó por delante.
─¿Te vas? ─Claudio volvió a retomar el papel recio de los días anteriores.
─Sí, no es lo mejor quedarme acá. Aparte no querías ver que nos merodeábamos. No obstante, quedáte tranquilo que lo del seguro del auto está todo encaminado y las demandas por el sabotaje también. Estuve hablando con tu abogado, le di una mano y pronto van a iniciar acciones legales.
─Te agradezco que te hayas ocupado de todo eso.
─No hay problema─ Joaquín bajó la cabeza, cuando sorpresivamente, papá lo tomó por el hombro.
─¿Volás a Francia?
─Sí, en unos días probablemente. ¿Por qué?
─Por nada ─ concluyó pero con la intención de estar guardándose algo más.
─¿Y Gabriela? ─ preguntó.
─En el parque, sentada al borde la piscina.
Joaquín abandonó la valija al costado de la escalera y fue rumbo al patio, con la esperanza de no ser rechazado. Deseé con toda mi alma que mamá aceptase sus disculpas, o que al menos no lo ignorase; la indiferencia era lo peor que nos podrían hacer.
Fui hasta la cocina disimuladamente, me serví un vaso de agua y desde un rincón, pude verlos a ambos, sentados, remojándose los pies en el agua.
Joaquín hablaba dirigiendo su mirada hacia delante, al igual que mamá, quien gesticulaba con el ceño fruncido y con la mandíbula vibrante.
─ Tu mamá es más blanda que yo, dénle tiempo ─sobresaltándome, me llevé la mano al pecho al escuchar que Claudio hablaba por detrás de mí.
─ Nosotros sabemos que es muy difícil, no crean que no lo tenemos en cuenta─dije reacia.
─¿Vos te vas con él? ─ su pregunta me tomó por sorpresa.
Quería responderle que sí...pero significaba mentirle.
─No ─ fui determinante y su mueca de asombro, tuvo el mismo efecto en mí.
¿Qué esperaba?
─¿Hablaron de esta situación delante de todos y no se van juntos?
─No, lo mejor es separarnos. Bastante daño causamos como para seguir lastimándolos.
Claudio frunció la boca, y otra vez parecía callar algo.
─ No sé si yo hubiera sido tan valiente como ustedes...─su declaración me dejó boquiabierta.
─¿Valientes? ¿Nosotros? ─ largué un suspiro por la nariz, condescendiente ciento por ciento.
─Sí. Reconocer a viva voz lo que sienten, aun sabiendo la actitud de repudio que tendríamos hacia ustedes, es destacable ─ correcto, sin que se le moviese un pelo, añadió.
─ Supongo que no teníamos otra alternativa; era hablarlo o estallar.
─Poniéndolo de ese modo, quizás ha sido la solución más viable─susurró yéndose de la cocina.
Giré la cabeza y en ese momento vi a Joaquín ponerse de pie; acto seguido se colocó las medias y las Converse negras que convertían su look casi formal en algo descontracturado. Una enorme sonrisa copó mi cara cuando mamá y él se fundieron en un abrazo inmenso, cariñoso y él con sus pulgares, limpió las lágrimas que brotaban de los ojos de ella.
─Supongo que solo me quedás vos ─al pasar a mi lado, Joaquín curvó sus labios con acongojada expresión.
Dejé el vaso de agua, para seguirlo hasta la entrada de la casa, donde me tomó de las manos. Papá estaba sentado en el sillón dándonos la espalda, mientras que mamá observaba desde la escalera, apoyándose en el balaustre inicial de madera torneada. Me sentí avergonzada de tener público presente.
─Seguramente nos volveremos a ver. Me niego a decir que esto será un adiós...─ murmuró a escasos centímetros de mi boca. Quise besarlo, tomarlo del cuello y atraparlo para siempre. Pero era romper definitivamente una cuerda poco resistente.
─ Entonces será un hasta luego... ─ murmuré observándolo fijo, contando cada chispa gris de sus ojos.
─Sé feliz ─vociferó como una orden.
─Vos también.
Su despedida no sería apasionada ni caliente, tal como aprenderíamos a lo largo de este recorrido; habíamos estado toda la noche anterior haciéndolo de eso modo, llevando a cabo nuestro propio duelo conjuntamente, disfrutando al máximo de nuestros cuerpos, de nuestros besos y de nuestros abrazos. Sin embargo, para mí nunca sería suficiente, siempre querría más de él...Recordé entonces, las palabras de Claudio en el momento de su primer viaje: tendría que hacerle las cosas más sencillas. Ponerme melancólica nos haría polvillo a los dos.
─Pensemos en un hasta luego entonces ─repetí intentando no romper en llanto. Quise mostrarle que era valiente, que nada nos haría quebrarnos pero mi rostro estaba pálido, mis ojos no querían pestañear ante la posibilidad de estallar en lágrimas y mi mandíbula temblaba conteniendo emociones encontradas.
─Sí. La vida nos volverá a cruzar, de eso que no te quepa la menor duda. Será entonces cuando tengamos que recordar las cosas buenas que nos unieron durante todos estos años.
─No quiero que te vayas... ─ finalmente, mi debilidad sucumbió ante sus ojos azules; lo amaba, lo amaba desesperadamente. Pero se iba. De mi vida, pero no de mi corazón.
─ Ni yo quiero irme...─me dio un último beso en la frente y sus manos se disolvieron en las mías, rozando nuestras yemas, cortando finalmente aquel hilo invisible que nos supo unir.
Quedé en la puerta, recostada sobre el marco y con los brazos cruzados, contemplando dolorosamente cómo se llevaba la Ford Ranger en calidad de préstamo.
Recorrí cada centímetro de su cuerpo, cada instante vivido con él aparecieron como flashes de una cámara de fotos, encandilándome.
Doce años recorridos a la par, para que este fuese su triste y lamentable final.
___
No quedaban muchas más cosas por trasladar al nuevo departamento.
Finalmente me decidiría por el que estaba ubicado en La Lucila ya que la vista era muy linda. Ubicado en una sexta planta, los pisos eran de madera y con dos dormitorios, la cocina estaba separada (a diferencia de los otros que había visto en donde se integraban a la zona del living) y para mejor, había sido pintado por el inquilino anterior. Mis muebles aun flotaban en las habitaciones, no contaba con tiempo suficiente para comprar unos nuevos y mucho menos, decorar detalladamente.
Las semanas previas a la mudanza resultaría un completo caos; durante los días de semana fui con "Bety" de un lado al otro cargando cajas, mientras que el sábado pasado habría podido trasladar con un flete los muebles y los electrodomésticos que descansaban en el garaje de la gran casa de Acasusso.
El sol entraba de lleno por la ventana y ese brillo me llenaba de energía.
Los días tras la despedida de Joaquín me resultarían eternos y sin sentido. Cada vez que llegaban las 5 de la tarde en la veterinaria miraba el reloj deseando que Paula me dijera que él estaba allí, otra vez, esperando por mí.
Pero ese momento no se repetiría. Nunca más.
Para mi fortuna, el Ford Ka seguía funcionando perfectamente, pero como parte de mi cambio, por primera vez en todos esos años, decidí que desprenderme de él sería lo ideal. Ya había cumplido su ciclo en mi poder...y era el momento de soltar.
Soltar un pasado complicado, soltar un pasado lleno de bellos recuerdos y de soltar pesados traumas.
Durante la primera semana en la que permanecí en Acassuso buscando departamentos, sólo vería a mi familia para cenar; a la mañana salía temprano, incluso antes de lo previsto y por la noche, intentaba demorarme más de la cuenta para no enfrentarlos.
Cobardía pura, sí, pero no me sentía de ánimos para ser acusada sistemáticamente.
Tal como sugirió inteligentemente Joaquín antes de irse, yo debía recomponer mi vida y este departamento era el símbolo de una nueva etapa que estuve dispuesta a experimentar.
Abriendo una de las cajas, me topé con muchas de las fotos que en su momento encontré cuando buscaba las indicadas para el cumpleaños de Lola; las observé con nostalgia pero no dejé que eso detuviese mi marcha, volviéndola a cerrar bruscamente. La vajilla aun se mantenía en cajas, al igual que muchos de los libros. Una mesa improvisada con unas tablas, unas sillas y unos mullidos almohadones, hacían de mi living un sector con características hindúes. Sonreí por mi comparación absurda.
Todos parecían felices hasta que yo ponía un pie en la casa, cuando inmediatamente callaban. Comía con ellos por no ser descortés, pero mis palabras jamás tenían cabida casi tanto como mis preguntas y respuestas. Contrariamente a lo que supuse, papá sería el primero en generar un acercamiento a mí para ese entonces.
─Estás muy flaca ─susurró una mañana mientras me sumergía en una taza de café negro y cargado─. Además, no solés tomar café así de feo ─dijo sonriendo de lado.
─ Hay muchas cosas de las que hago ahora que no solía hacer, papá─con su aceptación a medias, volví a llamarlo de ese modo.
─¿Lo extrañás?─su pregunta me incomodó, pero no por lo íntima, sino por su formulación en sí misma. Si lo preguntaba para regodearse con mis miserias, era un maldito sádico; cosa que no creí...después de todo me quería como una hija.
─No creo que te interese saber la respuesta ─bebí otro sorbo de ese café con sabor a alquitrán, cobijando la taza rayada que Joaquín usaba, entre mis manos, calentándomelas.
─ Si no me interesase, no te la haría─replicó con rudeza─; de todos modos, presumo que la respuesta es afirmativa.
Tomando asiento a mi lado, en la banqueta contigua, se acomodó con algo de dificultad aún con su yeso a cuestas.
─¿Te duele?─pregunté haciendo referencia a la herida.
─Un poco...pero pronto sanará.
─Si, ya lo creo ─ simulé cortesía, mirándolo con mis ojos tristes, llenos de angustia y resignación.
─Sin embargo los dos sabemos que hay heridas que no cierran nunca, ¿verdad?
Evité responder a su provocación, no tenía sentido hacerlo. Mi lengua viperina, tal como la llamaba Joaquín, estaba de licencia por duelo.
Refregué mis ojos, delatando cansancio y malestar.
─ Joaquín llegó bien a París ─sostuvo sin más, y no supe si lo que estaba haciendo era una prueba hacia mi tolerancia o algo perverso con lo que disfrutaba.
─Me alegro por él ─como un fantasma bajé de la banqueta y llevé la taza a la pileta, para lavarla.
─ Se separó de su novia ─ agregó y la presión en mi pecho hizo que detuviera el fregado de mi taza. Quedé estática, ese juego no me hacía ninguna gracia.
─Ya conseguirá a otra ─solté deseando que dejemos de hablar de Joaquín. Era muy temprano y me dolía mucho la cabeza.
─Seguramente.
Al escucharlo, estallé de ira arrojando la taza al piso, quebrándose en mil pedazos. Tal como estaba mi corazón a esas alturas.
─¿Qué querés lograr con todo esto papá?─ respiré hondo, no quería alterarme más de la cuenta ni ser grosera. Menos aun siendo las 7.30 de la mañana ─. ¿Por qué me atormentás de esta forma? Estamos separados, ¡vos mismo lo quisiste así! Él está allá, yo acá... ¿por qué seguís escarbando la herida?
─Quiero verte...
─¿Ver qué?¡Por Dios santo!¿Ver desangrándome de dolor? ¿Ver que soy un alma en pena con el pecho vacío por no tener un corazón? ¿Ver que estoy demacrada? No pensé que sería tan poco expresiva, por el contrario, pensé que no hacía falta notificarte de mi estado de ánimo...evidentemente finjo tan bien que no te diste cuenta que me siento para y como una reverenda mierda.
Claudio me miraba fijo y penetrantemente.
─Seguís enamorada de él─ fue su única afirmación a mi desplante. No emitía ni una mueca de expresión y eso me exasperaba. Evidentemente, Joaquín heredaría aquel temple.
─Lo que siento por él no es una enfermedad que se cura con antibióticos en un par de días y ya. Lo amo. ¡Lo voy a amar toda mi vida! ─me acerqué tanto que pensé que le daría un cachetazo de la impotencia. Agarré frenéticamente todos los pedazos de cerámica dispersos en el piso. Los coloqué en una bolsa y los dejé apartados a un costado indicando que eran trozos cortantes.
─Solo quería cerciorarme de que no fue en vano que hayan hablado con nosotros.
─¿Sabés qué?¡Podés irte bien al carajo, Claudio Dorfmann! ─ di media vuelta enfurecida.
Llegué al garaje envuelta en llamas y me largué a llorar desconsoladamente.
¿No le bastaba que nos hayamos separado? ¿No había sido suficiente ya?
Como pude, nerviosa y titubeando, puse en marcha mi auto rumbo a la veterinaria. Encendí el audio, rogando que alguna buena canción me sacara de este estado de alteración total. Mis dedos temblaban, mi cabeza latía en pulsos acelerados. Temí que me pasase algo si no intentaba calmarme.
Apreté uno de los botones del equipo estéreo del coche sintonizando la radio en la emisora La Mega, la cual desplegaba las estrofas de "Corazón delator" de Soda Stereo. Paradójicamente, mi corazón había desenmascarado sus sentimientos ante todo el mundo; se había delatado a sí mismo frente a mi familia, obteniendo nada más que rechazo.
Ese mismo día decidí publicar a mi auto en los avisos clasificados. Acaricié el tablero negro y le pedí disculpas anticipadas; Bety había sido una buena amiga.
Por la noche, papá estaba más relajado, se reía a carcajadas de un programa de TV que no registré cuál era...ni me importaba tampoco.
─Buenas noches─ saludé al pasar, sin ánimos de cenar. Dejé las llaves en la mesa de arrime que se ubicaba bajo la escalera del pasillo que conducía al garaje y descolgué la cartera de mi hombro para tomarla de las manijas de cuero con las manos.
─ Hola, Gigi─ papá giró su cabeza y la elevó, sobrepasando la línea del respaldo del sillón. Volvía a llamarme Gigi... ¿buena señal? Tal vez el saber que estaba por irme de casa a un nuevo departamento lo hacía cambiar de opinión. Yo, sin embargo, seguía masticando la incómoda charla mañanera.
Subí las escaleras dispuesta a prepararme una ducha y tirarme a la cama, el cansancio el viernes se hacía sentir. A mitad de mi marcha mamá se interpuso.
─Gigi, buenas noches ─calma, se acercó a darme un beso. El mismo de siempre, frío y automático, pensé. Pero me equivocaría ─ .¿Tenés un ratito? Quiero hablar con vos antes de cenar.
No pude negarme y menos si me lo pedía en ese tono tan propio de maestra de primer grado, dulce y maternal. Entramos a mi habitación, coloqué la cartera sobre la cama y me despojé de las zapatillas. Me senté al borde del colchón para rotar mis tobillos.
─Dejáme a mí─ mamá extendía sus brazos, animándome a darle mis pies─, sacáte las medias. Hace mucho que no te hago masajes ─ era cierto y mamá tenía unos dedos de oro.
─No hay problema mamá, es el calzado. Un rato en patas y se me pasa.
─Nos seas cabeza dura...hay ciertos dolores que no se aligeran así porque sí ─ me miró, y comprendí que no hablaba simplemente de un dolor de pies.
Se sentó en la silla que nos había cobijado a Joaquín y a mí la última vez que lo vi; estiré mis pies, dispuesta a someterme al placer de un buen masaje. Sus pulgares presionaban mis puntos más duros; estaba tensionada y demasiado.
─¿Cómo fue tu día? ─preguntó con suavidad.
─Normal ─dije sin mucha emoción. No existiría ni un día más en mi vida en el que pudiese decir "bien".
─Claudio me dijo que tuvo una leve discusión con vos esta mañana.
─ Si te mandó de espía, se equivocó de momento y de persona─ respondí a la defensiva. Mi malhumor me jugaba una mala pasada.
─Nadie me manda a hacer nada, hija, solo es un comentario─ presionó el arco de mi pie y me dolió. Di un pequeño quejido─ .Todo este tiempo ha sido muy difícil imaginar cómo han sido las cosas, creéme que le di vueltas y vueltas a la cuestión una y mil veces. Y tal vez el hecho de haberme perdido un par de capítulos de la historia es lo que la convierte en incomprensible para mí.
─ ¿Capítulos? ¿Como si fuese una novela? ─ liberé aire por la nariz sensiblemente.
─Si tuviese los derechos de autor, ya la hubiera empezado a redactar─ guiñó su ojo y ver que su postura rígida cambiaba, alivió la pesada carga de mis hombros.
Exhalé una sonrisa repleta de resignación
─Me gusta verte sonreír hija. Me duele tanto verte así, hecha una piltrafa, vagando por la casa como un espectro, sin alma. Te convertiste en una sombra de lo que eras ─su gesto dulce se endureció, visiblemente consternada.
─Es cuestión de tiempo; mientras que a algunos les cuesta entender...a mí me cuesta olvidar.
─Quiero que me cuentes cómo pasó. Cómo es que llegaron a enamorarse.
Su actitud me recordó a la de Lola cuando le conté sobre el primer chico del que me había enamorado, casualmente, su hermano.
─Wau...nunca pensé que querrías conocer los pormenores del romance─ levanté la vista avergonzada, mirándola a través de mis pestañas.
─Ayudáme a entender si querés ser entendida─ dijo mamá con gran tino.
Sellando mi boca, escogí mis palabras con cuidado.
─No sé cuándo sucedió para él, aunque creo que ocurrió en el mismo momento para los dos─ comencé a hablar, acomodándome sobre mis brazos, algo molestos por tenerlos extendidos soportando el peso de mi cuerpo─ : fue el día de la pileta, cuando casi me ahogué.
Mamá dejó mis pies agradecidos por sus masajes, permitiendo que me acomodase mejor en la cama. Oyó con atención y abriendo sus ojos exclamó:
─Pero... ¡vos tenías 12 años!
─Si, éramos chicos, ya lo sé...pero me preguntaste cuándo me di cuenta que había algo entre nosotros; y creo que fue en ese instante. Después del accidente, me escurrí en la habitación de Joaquín ─mamá abrió la boca de tal modo que no le cabía en la cara ─¡Basta mamá, no me mires así! ─me sonrojé de solo imaginar lo que le pasaba por su cabeza ─; fui a decirle que no se preocupase, que iba a hacer todo lo posible para conseguir que papá lo dejase disfrutar de la pileta.
─Cosa, que si mal no recuerdo, conseguiste con tu insistencia...
─Sí─acepté orgullosa─ Joaquín se deshizo en disculpas, dijo que se sentía mal por lo que podría haber pasado, que si yo me moría, él se moría conmigo...y ese momento empezamos a hacernos cosquillas.
─¿Cosquillas? ¡Pero si Joaquín las odia!
─ ¡Es lo que le hace creer a todo el mundo mamá! ─ ese grado de intimidad, era indescriptible y hasta ese entonces, secreto ─ .Joaquín conmigo siempre fue distinto que con el resto del mundo. Y eso me confundió al principio. Yo asumí su presencia en mi vida como un compañerito de colegio que vivía conmigo y mi mamá y su papá; no lo consideré como un hermano. A medida que crecí fue mi amigo, al que le contaba mis cosas, con el que jugaba a las escondidas, el amigo sobreprotector que me cuidaba. Esa noche hubo algo en su mirada que me dijo que algo más pasaba por su cabeza. Y creo que él también percibió que yo ya no lo miraba con los mismos ojos.
Mamá mantenía su rostro sin enviarme ningún mensaje, aunque podía deducir que se moría por bombardearme a preguntas.
─Pasó el tiempo y disfrutábamos de nuestra compañía mutua. Joaquín era un poco insoportable con sus celos, me enojé mucho con él ese verano en Punta del Este─ me reí de recordar sus celos ridículos por culpa del short blanco ─, pero siempre pensé que tal vez yo era la equivocada, que era yo quien lo idealizaba. Joaquín era el chico lindo, popular, genial e inteligente al que se le acercaban todas las chicas. Yo no quería ser menos, me disgustaba que todos lo señalen como mi hermano, cuando no lo sentía así. Crecimos...y bueno, hubo un día en que nos confesamos que algo pasaba entre nosotros. Y que era algo bilateral.
Ella tragó en seco, preparándose para lo que seguía. Obviamente, yo escatimaría detalles porque no pretendía seguir mortificándola.
─Así fue que nos enamoramos... ─ suspiré elevando mis hombros, contanto esta historia como si le hubiera ocurrido a un tercero ─. Todo empezó como una sensación extraña acá ─le señalé el estómago ─para terminar siendo una sensación hermosa acá ─ hice lo mismo, a la altura de mi corazón.
─Tu papá lo sabía... ¿vos estabas al tanto de eso?
─Joaquín me lo contó día atrás. Yo siempre mantuve la idea de que él me abandonó al irse a París, optando por hacer lo más fácil: huir. Yo tenía 16 años y pensé que no era más que un caprichito adolescente.
─Pero no fue así...─exhaló pesadamente esquivándome la mirada, divagándola por la cortina de la ventana.
─ No. Juro que desde que se fue aquella mañana nunca más volví a tener contacto con él, de ningún tipo. Lo que supe fue a través de ustedes. Sufrí horrores saber que estaba en pareja, dar por hecho que era un triunfador; supuse que ya no me necesitaba en su vida.
─ ...y yo que te mostraba fotos suyas...─ vi el lamento apoderarse de su voz, culpable.
─Cada foto era un puñal en el fondo de mi alma. Yo también intenté reconstruir mi vida...lo intenté...te lo juro...pero no pude salir victoriosa ─para entonces yo era un torbellino de lágrimas acumulándose en torno a mis ojos.
Su rostro se transfiguró, levantándose sutilmente de la silla para acercarse más a mí. Acunó mis manos en las suyas.
─ ¿Qué te sucedió cuando regresó a Buenos Aires?
─Sentí que estaba en cero nuevamente─ asumí llorando─. Él se había marchado siendo un chico de 18 años, con el pelo revuelto y una mirada chispeante, para estar de pie frente a mí como un hombre de 30, serio e intimidante. Poseía una vida exitosa, un departamento hermoso y una novia modelo envidiable. Me sentí muy chiquita a su lado. Me faltó el aire.
Mamá acarició mi pelo el cual caía pesadamente sobre mi hombro izquierdo.
─¿Te lastimamos mucho, no? ─hizo un mea culpa inesperado pero sincero.
─Es comprensible que esto no sea fácil de entender...
─Hija, la vida no es blanco ni negro; en la vida hay muchas elecciones que nos marcan a fuego─acarició mis pómulos delicadamente ─ .¿Sabés?, al poco tiempo de mudarnos nosotras para acá apareció Patricia, la mamá de Joaquín ─su confesión me dejó helada, realmente yo desconocía ese detalle ─ .Vino dispuesta a recobrar su vida anterior; o sea, a recuperar a Claudio y a su hijo, siendo que un puñado de años atrás los había abandonado. Resultó complicado para mí estar en medio de esta situación; para Claudio, ella era la madre de su hijo, su primera novia, la mujer con la que se había casado a pesar de la disputa familiar mientras que yo era la maestra de Joaquín, una dulce y aniñada docente que hablaba pausadamente y quería lo mejor para ambos. Joaquín era hermoso, un ángel al que le habían cortado las alas y a quien ayudé para que aprendiese a volar con otras herramientas. Yo me había enamorado de Claudio, él era agradable, correcto, y muy guapo ─sus ojos se iluminaron de un chispa especial al hablar de su actual pareja demostrando que estaba tan enamorada como siempre─. Te trataba bien, adoraba a su hijo y además, le caíamos bien a su mamá Irene─sonrió al mencionar a la Oma─. Cuando Patricia apareció, sentí que mi castillo de cristal se derrumbaba; tuve miedo de que Claudio no me eligiese a mí, de que prefiriese volver a su vida normal, a la vida por la que él había luchado conseguir contra viento y marea.
El relato era cautivador, inesperado y sumamente revelador. Esa sí era la novela que debía ser escrita.
─ Recuerdo a Patricia como una mujer impactante. Muy alta ella, pelirroja, con grandes ojos color verde y de largas pestañas. Imponía respeto y sofisticación─ mamá gesticulaba y vi su temor reflejado en los músculos de su cara─ .El día en que le abrí la puerta casi me caigo de bruces al piso─se rió de sí misma ─ porque yo estaba con una pollera de lana azul hasta las rodillas y una camisa blanca lisa, para nada atractiva.
─ ¿Qué hizo Claudio? ─metí un bocadillo, demostrando lo interesada que estaba en su historia.
─Fui hasta su despacho, le avisé que ella estaba ahí, en la puerta, esperando por él. Me ordenó que fuese a la habitación de Joaquín y que bajo ningún concepto le permitiese que la viera. Ellos pasaron más de una hora charlando, alternando gritos de ambos lados hasta que, finalmente, Patricia se fue para no volver nunca más. Bajé las escaleras de esta casa, toda atemorizada por lo que había pasado, pensando en que tal vez sería la última noche que vos y yo nos hospedaríamos acá. Sin embargo, esa misma noche él me pidió casamiento. No lo hizo por un impulso, lo hizo porque su corazón acababa de elegirme. En ese momento supe que uno no puede escoger a quién amar y a quién no; sino que ama y punto. Todos, incluso yo misma, apostábamos a que Claudio regresaría con Patricia a la vida ejemplar que se veía puertas para afuera; sin embargo pateó el tablero y apostó a vivir conmigo, y eso incluía criarte como a su propia hija.
Su relato me conmovió; seguí llorando, para variar.
─Perdonáme por el cachetazo, no te lo merecías ─dijo uniéndose a mis lágrimas ─ pero es que todo me desbordó. El accidente de tu papá me afectó mucho y que confiesen que estaban enamorados me perturbó demasiado. Tanto Claudio como yo hicimos lo posible por criarlos con los mismos valores, darles todo de nosotros, no hacer diferencias...
─Mamá, todo eso lo lograron porque tanto Joaquín como yo cultivamos esos valores a los que te referís; apreciamos el esfuerzo que hicieron en sacarnos adelante y siempre estaremos agradecidos por haberse potenciado como pareja. Claudio para mí fue lo que vos para Joaquín...pero no somos hermanos. Nunca nos sentimos así.
─¿Y por qué no están juntos ahora?
─Porque no queríamos seguir haciéndoles daño.
─ ¿Y qué de ustedes? ¿Esto no les hace más daño?
─¿No te diste cuenta todavía?─sonreí irónicamente contemplando a mi mamá asintiendo con la cabeza ─ .Soy puras cenizas...
─ Hija, yo me enamoré dos veces en mi vida. Una vez, de tu papá. Cuando falleció sentí que la tierra se abría en dos partes; vos eras muy chiquita, yo estaba sola, con una hipoteca que pagar y gastos por cubrir hasta que conocí a Claudio, una persona de la que no pensé que me enamoraría. Era el padre de un alumno, ¡menudo prejuicios si los había! Y pasó...sin quererlo. Incluso, al año siguiente, cuando vinimos a vivir acá y no era un secreto que estaba de novia con Claudio, muchas madres se sentían incómodas con que yo fuese la maestra de sus hijos.
─¿Sí?─ descreída, pregunté ─, ¿por qué?
─¡Porque decían que yo iba a conquistar a sus esposos! ─ nos reímos a carcajadas, muy necesarias por cierto─ .¿Me imaginás a mí seduciéndolos con la aburrida pollera de lana?
La conversación con mi mamá se habría dado en un contexto íntimo, relajado y sin dudas, muy interesante. Me sentí identificada con sus miedos, con sus inseguridades, pude verme reflejada en su deseo de elegir lo mejor para sí misma intentando causar el menor daño posible.
Sin embargo, habiendo avanzado varios casilleros, todavía me faltaba establecer una conversación más profunda con Lola. Ella se había mostrado irascible ante mi presencia en cuanto compartíamos el mismo sitio, incomodándome. Y mucho.
De a poco, papá me involucraría en charlas despreocupadas, siéndome consuelo; mientras que con mamá, habíamos logrado subsanar nuestras diferencias.
Fue muy difícil lograr que Lola me dirigiese la palabra ya que me ignoraba por completo, evitando siquiera llamarme por mi nombre. Y eso me desgarraba el corazón. Era doloroso sentirse una completa extraña, una traidora.
Mirando perdidamente por la ventana de mi nuevo departamento, sonreí por lo bajo, porque Lola una día, finalmente derrumbaría sus murallas.
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