Capítulo 20
Dormimos abrazados, siendo uno solo.
Su pecho pegado a mi espalda, acompasando nuestras respiraciones. Era la gloria. Era un sueño. Me abrazaba por delante posesivamente y respiraba en mi oído, liberando ocasionalmente un gemido. Me excitaba escucharlo.
Su barba de una semana me hacía cosquillas en la piel, durante varios pasajes de la noche, sonreí tontamente ante su contacto.
Estamos completamente desnudos, enredados entre las sábanas de su cama, la misma que nos había cobijado nuestra primera noche aquel mes de mayo y sería testigo de la última.
─ ¿Vos tampoco podés dormir? ─susurró adivinando lo que me pasaba, depositando un húmedo beso en mi nuca.
─Pensé que estabas dormido ─respondí.
─No quiero dormirme...no me quiero perder ni un solo segundo de tu compañía.
A veces podía ser tan cursi que me lo comería untado en dulce de leche. Giré sobre mí misma, dando la vuelta hasta estar frente a frente.
Acomodé su pelo, después lo desordené convirtiéndolo en condenadamente sexy. Lo moví para un lado, para el otro, se lo peiné como si fuera un flogger todo hacia adelante, después se lo paré como a un punk; me divertí viendo cómo sus ojos seguían el movimiento de mis manos.
─Después te va a doler la cabeza de revolear tanto los ojos─ lo regañé divertida.
─Cuando ya no te vea, no la voy a necesitar siquiera.
─¿Siempre vas a tener una respuesta romántica a cada cosa que te diga?
─No, puedo ser grosero también ─murmuró con su voz de trueno invadiendo los huesecitos de mis oídos.
─No lo creo, señor correctito ─sonreí dejando de peinarlo. Me tomó la mano y besó mis nudillos.
─ Preguntále sino a la amiga de Lola.
─¿A Barby?
─Si, a la tilinga esa.
─¿Por qué?¿Qué le dijiste?
─Que yo no cojo pendejas inmaduras como ella, que cojo a mujeres de verdad.
─¿En serio? ─ pregunté descreyendo que usase la palabra "coger", tan denostada por él.
─ Si. Me tenía harto─ reconoció justificándose. Eran tan tierno, que quise abrazarlo fuerte.
─Me doy cuenta─ le di un beso simpático en la punta de la nariz y no pude dejar de mirarlo embelesada.
Esos ojos azules, su pelo rubio oscuro surcado por mechones más claros...sus rasgos, esa nariz, esa boca perfecta y gustosa...
─Dejá de mirarme así, ¡libidinosa! ─ frunció la nariz desaprobando lo que hacía divertidamente.
─No puedo, ni quiero. Es mi última noche con vos así que dejá de decirme por un solo día qué hacer y qué no─al fin de cuentas, era más sano desdramatizar la situación a la que nos enfrentábamos que pasárnosla llorando ante la luna.
─Me parece justo─pasó un brazo por abajo del mío, posándolo finalmente en la mitad de la espalda. Los escasos centímetros que nos separaban generaban combustión.
─Deseo que seas muy feliz ─ dije a modo de despedida, sin caer en el dolor ni en el resentimiento. Nos tocaba vivir esto, éramos presos de un sentimiento que no se correspondía aun siendo correspondidos ─. Deseo que puedas encontrar a una mujer que te ame tanto como yo...o más, cosa que no creo sea posible─sonreí haciendo una mueca extraña con la boca y trazando con mi dedo la línea fuerte de su mandíbula, raspándome con su barba─ . Deseo que puedas formar una familia hermosa como la que Gabriela y Claudio hicieron; de todo corazón Joaquín, deseo que encuentres a una persona excepcional que te provoque cosquillas en el estómago y que sea capaz de leer tus pensamientos con solo mirarte a los ojos ─ cuando mordió su labio, yo quise arrancárselo de un solo movimiento.
─Yo...deseo...─ quedó pensativo, sus dedos enrulando un mechón de mi cabello que hacía sombra en mi hombro ─ ...que encuentres a un buen hombre, que te haga feliz, que sea merecedor de todo este amor inmenso que guardás en tu corazón. Un hombre de verdad que se la juegue por vos, que sea capaz de mover cielo y tierra para complacerte─ inspiró dándose impulso para continuar ─ . Deseo que tengas hijos, deseo que Dios no prive al mundo de muchas generaciones de bebés con esos ojos preciosos como los que tenés vos─ festejé su ocurrencia con un beso suave en sus labios─. Te amo Virginia. Más que a nada en el mundo. Más que a todo en la vida. Quisiera morir con vos y renacer a tu lado─era imposible no sollozar con sus confesiones, tragué fuerte pero no pude contenerme ─.Shhh, no llores mi amor...te ponés roja como un tomate cuando lo hacés─ golpeé despacio su hombro.
─ Ese fue el mejor piropo de todos ─ acepté riendo y limpié mis ojos como pude.
Capturando ese momento, no quise dormirme porque tal como habría dicho, no quería perderme ni un solo instante de él, ni un solo centímetro de su piel, ni una sola onda de su pelo alborotado, ni una chispa gris de sus ojos azul cobalto.
Mis yemas tocaban sus labios suaves, sensibles a mi tacto, que daban pequeños besitos a su paso.
─ Prometéme que nunca te vas a arruinar la cara con esas cirugías feas de las famosas ─salió diciendo de la nada.
─ ¿Bótox no?─ estiré mi cara poniendo mis manos sobre mis cejas, extendiendo exageradamente mi piel─. ¿Boca tampoco? ─ saqué exageradamente para afuera mis labios.
─¡Nada de eso! Sos perfecta así ─ susurró besando la comisura de mi boca.
─ ¿Tampoco tetas? ─ las acuné entre mis brazos, despertando lujuria en sus ojos.
─ Mmm nop...
─ ¡Lo pensaste! ¡Malo! ─ lo señalé, regañándolo graciosamente.
─Sos perfecta, te lo repito...
─Vos también...─revoleé los ojos; desde luego, él lo sabría.
─Si tuviese que elegir un momento para morir, sería este─pasó sus pulgares por mis cejas, acariciándome delicadamente.
─ Yo apostaría a la eternidad con vos─redoblé su apuesta, yo también podía ser romántica si me lo proponía.
─¿Estás compitiendo conmigo? ─ sonrió malicioso, adivinando mi intención.
─ No podría, sos abogado, no está en tus genes perder a nada─ bajó la cabeza, pasó su lengua relamiéndose los labios, preparando qué decir.
─ ¿Qué no está en mis genes perder?─bufó por la nariz ─.Paradójicamente lo único que no me interesa perder se me está escurriendo entre los dedos y no puedo hacer nada por retenerlo.
Cada respuesta era brillante, tenía un modo de contestar que difícilmente encontraría en otra persona.
─Quiero inmortalizarte en mi cabeza; tus rasgos, tu olor, tu sabor ─susurré ─ inmortalizarte en mi corazón.
─Hacélo. Si no vas a arrepentirte por el resto de tu vida.
Otra vez estaba en lo cierto; siempre había deseado poder tener una imagen feliz de él, de su rostro, habernos despedido aquella mañana de diciembre, 12 años atrás, me había roto el alma en mil pedazos, destruyendo incluso a los únicos recuerdos lindos. Era tanta la ira, el despecho por su huida, que me focalicé en olvidarlo. Lo poco que tendría de él sería un puñado de fotos de una infancia feliz y unas cartas escritas con su puño y letra arrumbadas en una caja, las cuales saldrían a flote a menudo, cuando la depresión de su abandono me sofocaba.
─ Aún ciego vería a través de tus ojos, aún manco sujetaría tus manos para besarlas, aun sin corazón te amaría con mi alma. Te amo Virginia. Nunca lo olvides.
Lo besé. Fuerte. Me giró colocándose sobre mí; atrapándome como un barrilete en el aire, me hizo volar. Besé sus hombros, bebí de su transpiración, inhalé de su aroma...hicimos el amor dulcemente, sin reproches, sin resentimientos, amándonos una vez más. Suplicándole al cielo que nos tuviese piedad.
Se hundió en mí duramente, sin decir una palabra, pero con el ardor de querer hacerme suya para siempre. Resoplaba entre mi pelo desparramado sobre las almohadas; su pecho se frotaba sobre los míos, llagándonos con el roce, con la mínima chispa incendiaríamos todo. Presioné sus omóplatos hacia mí, con la esperanza cobarde de fundirlo en mi torso.
Lo amaba, lo amaba tanto que comencé a velar en silencio a mi corazón.
Jamás podría ser feliz teniéndolo lejos, ningún hombre podría hacerme sentir tan bien, tan animada, tan contenta como él. Era mi cielo, mi infierno, mi suelo y mi techo. Él encendía mi fuego al tocarme y apagaba mi furia al abrazarme. Nunca más despertaría entre sus brazos; estaría a la deriva, sin rumbo, como un velero sin faro que va directo a encallar.
Me penetró bruscamente gimiendo mi nombre; quise más, deseé más...y tendría más.
Aguanté un quejido ronco en mi garganta, contuve la respiración absorbiendo el modo en que su piel rozaba la mía; arremolinando en mi bajo vientre el espasmo brutal y clandestino del orgasmo.
Como a un intruso, expulsé la sensación más placentera y sensacional del mundo proveniente de los confines de mi ser, mientras él me llenaba con su propia necesidad, dejando el rastro de su amor dentro de mí y las astillas del adiós, clavadas en mi corazón.
___
─Perfecto ─ dije al teléfono, Joaquín ya estaba en camino con Lola en "Bety" mientras que papá habría preferido viajar más cómodo en la camioneta con mamá al volante. Realmente estaría enojado con Joaquín para permitir que mamá manejase, ya que siempre criticaba su baja velocidad ─ .¿En una hora estarán por acá entonces?
─¡Sí!─la voz de Lola fue tan fuerte, que me taladró el oído.
Las había extrañado y mucho. Desde su llegada a Buenos Aires que no las veía, ya que se mantendrían en Saladillo y yo repartiendo mi tiempo entre la veterinaria y Acassuso...y entre Joaquín y la cama, entre Joaquín y la ducha, entre Joaquín y la pileta...grrrr...me maldije de tan solo pensarlo.
Ya no había rincón de la casa para limpiar. Desde que Joaquín salió a Saladillo después de desayunar a lo grande, me puse a trapear para matar el tiempo. Ni siquiera en eso tendría suerte: Olga había pasado ayer a la mañana por directiva de mamá para dejar todo impecable.
Fui a mi cuarto dispuesta a guardar las últimas cosas en mi valija. Tenía los días contados allí, debería mudarme cuanto antes.
Abrí mi notebook dejando de lado la pila de revistas de decoración de interiores que descansaban sobre el escritorio del cuarto, para buscar propiedades en alquiler.
Muchos departamentos con vista al río, pero de precios exorbitantes; un puñado de casas con lindos jardines pero a un precio de locos se presentaban en la página web como posibles opciones, hasta que finalmente, en La Lucila, a pocas cuadras de la Veterinaria, había uno interesante.
Próximo al departamento que la mujer de Aníbal, hermano del Gordo, nos había mostrado, éste se encontraba en un edificio relativamente nuevo y con pocas unidades por piso. Hice click apuntándome a la búsqueda.
"Dos habitaciones, un baño completo, placard...blablabla"
Realicé la consulta por la web del portal inmobiliario como así también lo haría con otros dos ubicados en Martínez y San Isidro respectivamente.
Por suerte cuando miré la hora, unos minutos nos separaban del mediodía y el ruido de la llave de la puerta de entrada me arrastró sin compasión a la otra realidad. La más inmediata. La más temida.
Bajé las escaleras con el corazón a mil para cuando Lola se abalanzó sobre mí con desmedida fuerza.
─ ¡Te extrañé hermanita!─ensordecedoramente, me agarró de la mano y quiso arrástrame de vuelta hacia arriba, para llevarme a la habitación de primera intención.
─¡No, Dolores! ─ la voz recia de Joaquín quebró la insanidad latente del aire ─. Virginia tiene que saludar a mamá, darle la bienvenida a papá y permanecer acá, con nosotros. Después tendrás tiempo de mostrarle cosas de tu viaje ─autoritario, calzándose el traje de profesional imponente, ordenó.
─ ¡Ay bueno, nene...! ¡Qué carácter! ─Lola frunció su cara de mal genio, liberó mi mano y visiblemente ofendida se desplomó en el sofá, al lado de su bolso.
─ ¡Má!─descendí los dos escalones que Lola me había subido a la rastra y abracé con fuerza mi mamá, la saludé sonriente, al borde del colapso lacrimoso ─ .¿Cómo la pasaron?
─ El clima no nos ayudó mucho pero la pasamos genial...al menos hasta que tu padre tuvo que salir rajando para acá de urgencia a atender los asuntos de Saladillo─ revoleó los ojos.
─Se confirmó el sabotaje, mamá ─dijo Joaquín aun de pie, recostando su torso sobre el respaldo del sofá de tres cuerpos, el más grande del living─ .Era un tema delicado que debía atenderse.
Papá permaneció sentado en una silla de respaldar alto, traído especialmente por mamá desde la biblioteca; era más cómoda, de estilo victoriano, recientemente retapizada y ancha, lo suficiente como para que Claudio pudiese ubicarse mejor.
Él no emitía sonido, tenía la mandíbula tensa y solo daba respiraciones profundas y extensas.
─Por culpa de ese viaje de porquería papá casi se mata ─dijo Lola de brazos cruzados aun refunfuñando por el autoritarismo de su hermano mayor.
─ No Dolores...─de vuelta la llamaba por su nombre completo. Supe que el momento tan temido habría golpeado la puerta. Estábamos entrando al núcleo del huracán.
Me acerqué dando pasos suaves por delante de mamá, hasta quedar junto de Joaquín. Papá siguió con atención mis movimientos con su mirada; yo ni siquiera lo había saludado, lo ignoraba tanto como él a mí en la clínica.
─Papá no solo tenía el tema de Saladillo en la cabeza─ continuó su relato pero Claudio interrumpió de golpe.
─Tené cuidado con lo que decís Joaquín...te lo advierto─ levantó su dedo y su mirada se llenaba de enojo. Lola miraba sin entender al igual que mamá, quien se sentó al lado de ella, separando los bolsos que descansaban allí para ubicarlos en una silla cercana.
─No más amenazas papá. Hoy no─ lapidó Joaquín. Me faltaba oxígeno porque la verdad se acercaba a pasos agigantados.
El corazón galopaba dentro de mí a miles de kilómetros por hora, el tan imaginado instante de revelar nuestro secreto era cada vez más tangible. Por un momento dudé si valía la pena desenmascararnos, pero reprimir el coraje de Joaquín asumido para dar con la conversación sería desleal.
─Papá se accidentó, en parte, por culpa nuestra─se me cortó el aliento, un nudo en la garganta presionaba mi tráquea. Joaquín entrelazó sus dedos con los míos, pero nuestras manos quedaban ocultas tras el respaldo del sillón grande. Yo estaba un paso por detrás de él.
─Joaquín, ojo con lo que decís ─ otra vez el tono intimidante de patriarca resonó en la sala.Desde su ubicación, su tono se asemejaba al de Marlon Brando en "El Padrino".
─¿Qué pasa, Joaquín? ¿Qué es lo que tenés para decir que papá no quiere que sepamos?─Lola preguntaba mientras mamá la silenciaba en voz baja.
Papá bajó la cabeza, apoyándosela sobre la mano del lado sin enyesar.
─ Antes de viajar a Saladillo, papá estuvo con nosotros. Con Virginia y conmigo en casa, aquí mismo─ sereno, avanzaba en su discurso ─.Pero discutimos. Y suponemos que eso alteró sus nervios. La noche, la niebla y las preocupaciones, fueron un cóctel peligroso.
─¿Y de qué discutieron? ─ mamá preguntaba intrigada, pero sin perder la calma, sin imaginar la tempestad.
─De nada─se apresuró papá ─.Puras tonterías.
─Tonterías son para vos papá ─resaltó Joaquín. Intenté ralentizar mis latidos concentrándome en cualquier cosa, mirando algún punto fijo que me evadiese de este incómodo momento. No lo logré, obviamente.
─ ¡Se dejan de rodeos por el amor de Dios! No son tonterías para nadie y punto. ¡Hablá Joaquín, por favor! ─mamá le cedía la palabra, colocando sus manos cruzadas en su rodilla, recostándola sobre la pierna opuesta. Expectante.
─Gracias ─ ggrrr, su lentitud era exasperante─.Discutimos porque tenemos distintos puntos de vista con respecto a un tema en particular.
─ No me extraña, se viven peleando por no opinar igual─ Lola y su desparpajo, ¿cuándo no?
─Esta vez fue distinto. Es muy difícil de explicar y más difícil de entender aún ─continuó Joaquín.
─Eso si es que tiene explicación y si es que tiene entendimiento ─ papá replicaba con tono irritado y molesto.
─¡Dejá de interrumpirlo, Claudio! ─ mamá se puso firme, molesta por su continua intromisión. Agradecí su intervención, si Joaquín seguía extendiendo esto, me iba a morir de un paro cardíaco en cualquier momento.
─Es complicado─ se rascó la nuca con la mano libre, la que no sostenía la mía ─ tal vez nunca encuentren una razón, algo lógico para explicar qué paso...Sin embargo, queremos...queremos pedirles disculpas abiertamente. Disculpas por ser tan egoístas─ una lágrima cayó de mi rostro sin pedir permiso, bajé los ojos, avergonzada por lo que se avecinaba. Joaquín por el contrario, se mantenía fuerte y presionaba con más fuerza mis dedos, hasta que subió mi mano a su boca y dejó un beso tierno en mis nudillos ante la vista de todos.
Tragué fuerte.
Mamá enmudeció de golpe. Lola frunció la boca y bajó sus brazos cruzados con extrema lentitud.
─Discutimos porque él supo que Virginia y yo estamos enamorados.
Sentí que la presión arterial me descendía de golpe. De repente, todo parecía desarrollarse en cámara lenta; cada gesto, cada movimiento era eterno.
Papá se mantuvo inmóvil en su silla, apretando su puño en el apoyabrazos en tanto que mamá se colocó de pie para mirarnos extrañada y Lola...Lolita estaba sentada con un gesto inexplicable, mezclando desentendimiento y sorpresa.
─¿Qué? ─Lola lanzó en un grito la pregunta más sencilla del mundo. Solté la mano de Joaquín y le di una caricia tierna en la cara, rozando su barba ante la mirada atónita de los tres diciéndole con mis ojos que me encargaría yo de ella.
─Joaquín y yo estamos enamorados─ mi cara ardería de golpe cuando un cachetazo inesperado de mi mamá se estampó directo en mi mejilla. No tuve fuerzas para interrumpir su trayectoria, ni pude siquiera decirle que hacía bien en propinármelo. Bajé la cabeza y me concentré en mi hermana, dándole la única explicación que podía brindarle─ .Durante muchos años Joaquín y yo estuvimos manteniendo un romance clandestino─ no era necesario demasiado detalle; ni ella estaba preparada para asimilarlos, ni nosotros para brindarlos─ .Intentamos hacer nuestras propias vidas, forjar nuestros destinos lejos el uno del otro...pero no pudimos─ mis ojos albergaban lágrimas de dolor, de fracaso.
─ ¿Por eso no venías a Buenos Aires?─ con tono de reproche, Lola acusaba a Joaquín abiertamente, como si yo no existiese.
─ Sí. No quería volver mientras Virginia estuviese acá ─ aceptó.
─Pero viniste igual─prosiguió su duelo verbal con él.
─Porque te hice una promesa. Y porque pensé que habíamos superado...esto...─dijo intentando mantener firme su mirada en ella.
─ ¡Evidentemente pensaste mal!¡Muy mal! ─ mamá se incluyó en la conversación.
─Porque hay cosas que no se piensan mamá. Hay cosas que se sienten ─ desnudo, él explicaba.
─Bueh...lo que faltaba. ¡Joaquín sentimental!─ mofándose de las palabras de su hijo, Claudio miraba al cielo.
─Lo que en realidad hace falta aquí es sinceridad, papá...Claudio, perdón ─me corregí interviniendo nuevamente, repasando su nombre─ .Joaquín se fue de acá obligado por vos. Lo arrancaste de sus cosas, de su familia; lo obligaste a vivir otra vida.
─ ¡Te equivocás Virginia!...¡yo no lo obligué a vivir otra vida!¡ Le di otra opción de vivirla! ─ estampó su puño sano en la mesa.
─¿Él se fue porque vos lo mandaste a Francia?─mamá intercedía, increpando a papá, poniéndose de frente a él. Era la única que no tendría miedo de hacerlo.
─¿Y qué querés que hiciera Gabriela?
─ ¿Vos lo supiste desde siempre? ─el rostro de mamá emitía señales de dolor, de desencanto.
─Fue necesario mandarlo lejos, lejos de ella, de los recuerdos, de todas las cosas que pusieran el peligro su progreso. Era un pendejo de 18 años enamorado de su hermanastra de 16. Era él o ella─ sentenció ferozmente, confirmando el relato de Joaquín.
─ ¡No puedo creerlo! ─ mamá deambulaba con las manos en su cabeza y la cara desencajada─ .Hija...─ retrocedió acercándose a mí.
─¿Sí mamá? ─dije ignorando el cachetazo que aun picaba en mi mejilla.
─... hija...¿qué hicieron...?─sus ojos demostraban decepción.
─Pero...son mis hermanos...─sumó Lola sin abandonar su postura.
─Nunca dejaremos de serlo, Dolores ─ Joaquín, quien había permanecido un rato en silencio, caminó lentamente hacia ella. Se puso en cuclillas delante de su cuerpo, intentó agarrarla de las manos, transmitirle tranquilidad, pero rápidamente ella las esquivaría evitando su contacto.
─¡Me dan asco!─disparó la pequeña gran mujer y las lágrimas cayeron de los ojos de Joaquín, derrumbándose como un castillo de arena.
─Quisimos evitarlo, ni siquiera 12 años de lejanía nos separaron emocionalmente─ansié que me entendiesen.
Mamá miró sin comprender, imaginando que sería una broma de mal gusto.
─Entonces...ella es la mujer de la que hablabas ayer... ─con un hilo de voz, Lola se ponía de pie dirigiéndose a Joaquín.
─Sí. Ella es la mujer que me hace feliz ─ admitió él y otra vez el llanto se apoderó de mí.
─Pero...─ mamá dudaba─. ¿Por qué ella? ─ lo miró buscando explicaciones que ni nosotros teníamos─.¿Por qué justo él? ─me habló a mí en esta oportunidad.
─Gabriela ─Joaquín se acercó con cautela como lo habría hecho con Lola pero con el miedo de ser rechazado instalado en sus ojos─ : elegí cambiar, elegí tener una vida distinta lejos de acá, elegí empezar prácticamente de cero...pero no elegí de quién enamorarme porque eso no se elige. Ella nunca fue mi hermana, desde chico no acepté ser categorizados de ese modo. Era la hija de la mujer de mi papá, pero no mi hermana.
─Es un límite muy delgado Joaquín...los criamos juntos... ─ mamá se perdía en un quejido absoluto. Sus manos temblaban, su voz era de cristal.
─La diferencia está en que estamos situados en los lados opuestos de ese límite al que te referís. ¿Quién puede decir qué lado es el correcto?
─¡Me voy...no puedo seguir escuchándote!─Lola estaba de pie tomándose por la baranda de la escalera escapando rápidamente hacia su habitación. Quise seguirla, pero Joaquín me agarró de la mano impidiendo mi marcha.
─Voy yo.
Claudio continuó sin inmutarse, hubiera querido por tan solo un instante estar dentro de su cabeza; aunque para él la decisión estaba tomada, siempre había mantenido su postura, a juzgar por lo que Joaquín me había contado.
─Necesito digerir esto ─ mamá se fue hacia la cocina para seguir su trayecto hacia la pileta, impidiendo que me acerque a ella cuando intenté seguir sus pasos ─. ¡Quiero estar sola! ─ disparó con rabia en sus ojos y con su dedo en alto.
Quedé boyando en el living como un alma en pena, sin rumbo, sola con la presencia imperturbable de papá, que miraba fijo hacia un punto desconocido.
─Claudio ─ le dije y levantó su mano instantáneamente. Otro más que no me necesitaba allí.
─Siempre voy a ser tu papá ─murmuró sin mirarme, haciendo referencia a la conversación previa a su trunco viaje a Saladillo─T.e guste o no, vas a ser mi hija mayor─ por primera vez en mucho tiempo posó sus ojos en los míos luciendo sereno, cauto en sus palabras ─.Con vos aprendí a ser papá de una mujer. Con Joaquín fueron tiempos de rebeldía, él acababa de quedarse sin su mamá; la adoraba, pero evidentemente a Patricia no le importaríamos lo suficiente─ papá estaba abriendo su corazón, algo muy difícil en los hombres de la familia Dorfmann─ .De un día para el otro me quedé solo. Con veintitantos años, una empresa que dirigir y un hijo pequeño al que criar. Mis padres me ayudaron y aunque parezca un tiro al aire, Roberto estuvo muy presente en la crianza de Joaquín─ tomó aire, me miró con esos ojos tan bellos que le entregaría como herencia a sus dos hijos biológicos y prosiguió ─ .Cuando era chico, a él comenzó a irle mal en el colegio, la directora me citaba para decirme que no hablaba, que le costaba integrarse, que su maestra quería verme. Yo tenía muchas cosas en la cabeza para ese entonces y fue difícil tomar la decisión de ir al colegio a admitir que no estaba haciendo lo correcto por él. Sin embargo, para mi sorpresa, sería lo mejor que pude haber hecho; no sólo porque vi que Joaquín no estaba bien y necesitaba de mi ayuda, sino porque conocí a la mujer más maravillosa y encantadora del mundo ─ sonrió al recordar ese momento, se quitó sus anteojos y los apoyó en la mesa, plegándolos con dificultad por el yeso de su otro brazo ─ .Tu madre era tan pequeña, parecía tan frágil y me hablaba con tanta ternura y conocimiento de mi propio hijo, que me escandalizó. Agradecí que ella tuviera a Joaquín entre sus manos. Esa misma tarde fue cuando te conocí; estabas sentada garabateando en la mesa de profesores, con ese pelo tan oscuro y un flequillo tan espeso como el de ahora ─ limpié mis lágrimas y reí por el comentario acertado ─ .Tus ojos eran dos luceros que me miraban con enorme cariño y necesidad. Eran los mismos ojos de tu mamá, pero en versión de niña. Tuve miedo de aceptar que tu madre me gustaba, sentía que era poco ético tirarme a la maestra de escuela de mi hijo, no estaría bien visto, además no sabía si era casada...ni siquiera sé cómo me animé a preguntarle un día, a la salida del colegio, si podíamos conversar sobre otra cosa que no fuese Joaquín...Y contra mi propio pronóstico, ella aceptó─exhibió una cálida sonrisa, todo, sin mirarme, observando las vetas de la madera de la mesa. Yo permanecía de pie, incapaz de avanzar por miedo a perderme más detalle de su relato─. La acompañé con Joaquín dormido en mis brazos hasta tu casa. ¡No tenés idea el dolor de espaldas que tuve esa noche! Casi no pude dormir ─ no pude evitar un suspiro tímido ─. Supe que tu papá había fallecido en cumplimiento del deber y que Gabriela se encontraba tan sola como yo. Comprendí entonces que el destino nos había cruzado por algo, que no era casual que estuviésemos en ese lugar, en ese momento...
─ ¿Vos estás creyendo en el destino? ─pregunté interrumpiendo su extenso pero sentido monólogo; no quería interrumpirlo, era franco y cálido.
─Sí, casi un imposible ─ reconoció sonriendo alegremente, dejando de lado por un momento al irascible y estricto Claudio Dorfmann ─, pero tenía que admitir que algo más había en ese encuentro. A partir de entonces no dejé de pensar en tu mamá, iba lo más seguido posible a averiguar por los avances de Joaquín, que realmente estaba yendo muy bien. Hasta que fuimos a cenar los cuatro. Ese fue el comienzo de todo...el resto es historia conocida. ─ sus ojos azules eran dos estanques, estaba tranquilo y apagado en partes similares, pero sin la furia de días atrás contenida ─. No quise que Joaquín cometiese los mismos errores que yo. No quise que perdiera la cabeza por la primera mujer que se cruzara en su camino y que de golpe se encontrase sintiéndose un perdedor porque ella lo dejaba como una sobra. Quise evitarlo antes de que sucediera.
─ No era la misma situación, papá─dije quebrada, recuperando el vínculo en las palabras.
─Lógicamente que no, pero aun así yo quería lo mejor para él y pensé que si se iba lejos de acá esta estupidez adolescente de rondarte se le iba a pasar.
─¿Rondarme?
─Los varones a esa edad están en celo todo el tiempo, para serte franco. Hacen tonterías, beben hasta perder la conciencia, dicen idioteces para llamar la atención de las chicas e incluso muchos se dejan usar para poder intimar con alguna después de ir a un boliche.
─Pero Joaquín no era así. Él jamás se emborrachó, siempre fue muy tranquilo. Siempre tuvo en cuenta tus advertencias.
─No me importaba cómo era realmente sino cómo no quería que fuese. Me concentré más en eso que en ver su verdadera esencia. Esperaba mucho de él, quería que fuese todo lo que no fui yo, quien se casó con su noviecita que a la primera oportunidad lo dejaría por su mejor amigo─mi sorpresa fue muy grande. Yo sabía que Patricia se había ido con un hombre, pero jamás sospeché la cercanía que tendría ese tipo con Claudio ─.Toda mi familia siempre estuvo en contra de ella, no la querían, decían que era una oportunista y yo no quise escucharlos. Con Joaquín quise cortar por lo sano...y reconozco que tiene razón cuando habla de su exilio.
─Papá ─me acomodé en la silla y apoyé mis manos en la mesa, cerca de donde estaba la suya que jugueteaba con los anteojos cerrados─: Joaquín es un hombre excelente, íntegro y honesto. Jamás se atrevió a cuestionar tus palabras; hizo exactamente lo que le pediste. Fue capaz de dejar sus propios sueños de lado para conformarte a vos...excepto por lo de seguir abogacía ─ sonreí cómplice sabiendo que Claudio detestaba a los abogados ─. Fue el único atisbo de rebeldía al que osó en estos años. Siente que te decepcionó; se desgarra por dentro cada vez que me mira y me dice qué es lo que siente por mí. Dentro suyo se debaten a duelo aquello que te prometió sentir y lo que realmente siente─ las lágrimas surcaban mi cara sin cesar, ante la atenta mirada de papá, que tragaba en seco y respiraba agitado. Sus ojos también estaban tristes.
─No me pidas que entienda lo que les pasa Gigi...porque...no puedo...
─No te lo estoy pidiendo. Ni siquiera te hablo de lo que me pasa a mí, sino lo que siente tu propio hijo, la sangre de tu sangre...
─No quise ser un mal padre, quise ser justo, quise darte todo lo que estuvo a mi alcance.
─Y te lo agradezco con el alma porque jamás pude haber tenido un mejor padre...sin embargo, yo tampoco puedo evitar sentirme una traidora por ello. Yo sé que no vas a comprender lo nuestro, no pretendo que lo hagas, pero tampoco pretendas que yo justifique por qué al día de hoy seguís manteniendo tu postura. Que lo hayas hecho cuando éramos chicos, cuando aun seguías velando por el futuro de Joaquín, lo entiendo, y tal vez hasta yo en tu lugar hubiese hecho lo mismo; pero ahora, mal que te pese, Joaquín decide desde su lugar de hombre consolidado, profesional y seguro, que quiere vivir otra vida y eso ya no creo que siga siendo asunto tuyo─ él solo me miraba, no decía nada más, tal vez procesando el peso de mis palabras.
─Yo también necesito estar un poco solo Gigi...─ dio fin a mi verborragia; acepté de mala gana, levantándome y dejando la silla de lado.
Más tarde sería el momento de mamá entonces; ella solía dispersarse, pensar en soledad, para luego sacar una conclusión. Ya habría expuesto su necesidad de estar a solas; ir a expensas de una reacción exagerada era un suicidio innecesario. Ya me habría cacheteado una vez.
Opté por subir las escaleras, refugiarme en mi cuarto, arrojarme sobre el colchón y esperar a que pasase la tormenta, pero me detuve frente a la puerta del cuarto de mi hermana.
La puerta de la habitación estaba cerrada pero aun así las voces se escuchaban en el pasillo; Lola tenía un timbre de voz muy alto mientras que Joaquín, si bien no gritaba, contaba con un registro fuerte, potente. Estuve tentada de golpear, pero supuse que Joaquín habría hecho un gran esfuerzo por hablar con ella como para interrumpir el clima que pudo haber conseguido. De pie, acercándome a la puerta, podía escuchar la conversación con bastante nitidez.
─Lola, no puedo pedirte perdón por lo que siento, solo puedo pedirte disculpas por haberte decepcionado─decía él.
─¡Vos eras mi ídolo Joaco! Vos sos "lo más" para mí...mi hermano inteligente, exitoso, infalible.
─Te agradezco eso Lola, pero soy un hombre común con debilidades comunes.
Me agaché espiando por el rabillo de la cerradura. Lola estaba sentada en el borde de su cama, con las manos en sus rodillas; él se ubicaba frente a ella, sentado con sus brazos en su regazo, buscando su mirada desesperadamente tras cada palabra.
─Ella...¿ella es la chica de la que te enamoraste?¿ella fue la primera en tu vida?─rápidamente supe a qué se refería con la primera; me sonrojé y metí mis labios hacia adentro, resultaba extraño que Joaquín estuviera teniendo esta conversación tan íntima con nuestra hermanita menor.
─Sí, fue Virginia. Y desde ese momento supe que era la mujer de mi vida.
─¿Cómo te diste cuenta que ella lo era...?─dejando del lado el juicio de valores, Lola parecía enfocada a sumergirse más adentro en la historia de amor que nos tenía de protagonistas ─ .Vos solés decirme que somos muy chicos y que tenemos que experimentar más. Que no me tengo que dejar llevar por los primeros sentimientos de esta edad.
─Sí, soy consciente de que no predico con el ejemplo ─ sonrió meneando su cabeza ─ pero con Virginia fue muy especial y sé que no siempre es de ese modo ─ hablando más bajo, tuve que hacer un gran esfuerzo para oír─. Yo nunca la sentí mi hermana, de chico la fastidiaba y mucho porque no quería que me invadiese; agarraba mis juguetes, me perseguía por toda la casa para que juguemos a la familia feliz...era irritante...casi como vos ─ guiñó su ojo y Lola frunció la boca, sin ánimos de chistes ─ ; yo quería a Gabriela como mamá pero no a ella como hermana...─escuchando esa historia por milésima vez, sonreí idiotamente...por otra milésima vez ─crecimos, el tiempo pasó y vos naciste. Ahí supe diferenciar qué se sentía tener una hermana y era muy distinto a lo que me pasaba con Virginia. Yo tenía 14 años cuando vos llegaste a nuestras vidas, era bastante consciente de las cosas, estaba en una edad un tanto complicada. Los varones maduramos con otros tiempos...Con vos sí me sentía protector, con ella me sentía celoso...no sé cómo explicarte ─ se encogió de hombros y se pasaba las manos por la su pelo, desordenándolo sin darse cuenta ─. Empezamos a pasar más tiempo juntos, a ser compañeros, a ser compinches...y de a poco sentí que no quería simplemente abrazarla o jugar con ella al tenis en la playa... ¿me entendés?
─ Sí...aunque me cueste asumirlo, entiendo.
─Me alegro Dolores...porque a mí me cuesta horrores hablar de esto con vos abiertamente.
─Lo imagino...
─Es horrible sentir que estás traicionando a todo el mundo, la presión en el pecho es enorme y todo por amar a la persona que todos dicen que no debés amar.
─¿Por qué te fuiste? ¿Papá te echó? ¿eso es cierto?
─Algo así; papá se enteró de lo nuestro, no supe cómo y no me atreví a preguntarle el detalle de su descubrimiento, pero antes de terminar el secundario me habló. Me dijo que estaba todo dado para que me fuera a París a estudiar; que tendría que alejarme para que esto no pasase a mayores.
─ ¿Y aceptaste sin rebelarte?
─¿Qué ganaba con hacerlo? Si yo no me iba seguramente a Virginia la mandaban a algún colegio de monjas y Gabriela estallaría de rabia. Yo era el blanco más fácil de perseguir; todo cerraba bien. Creéme que hice de todo por bloquear mi cabeza, me enfermé pensando en cómo olvidarla...
─¿Qué sentiste cuando volviste?─ preguntó en tono vivaz, jugueteando con las hilachas de su pollera de jean.
Joaquín se acomodó en la silla, se lo veía nervioso, pero a gusto con la conversación.
─ Ufff ¡Qué no sentí! ─ esa simple frase reconfortó a mi corazón porque Joaquín se enfundaba en su traje de hombre sensible que tanto me gustaba─.Al principio quise matarla porque estaba enojada conmigo; después me di cuenta que era lógico: para Virginia yo la había abandonado para seguir mis propios sueños, mientras que ella se quedaba acá enfrentando sola lo que sentía por mí. Con el paso de los días, supe que lo que una vez sentí por ella se mantenía intacto, inalterable y que era aún más fuerte. Se había convertido en una mujer independiente, profesional, adulta, seguía conservando ese humor ácido que tanto la caracteriza. Supongo que corresponde decir que me volví a enamorar de ella...─Lola esbozó una sonrisa bobalicona, propia de las que libera cuando leía esos libros de historias paranormales que tanto le gustan.
Reprimiendo un llanto, por primera vez, se me encogió el pecho pensando en que existía una leve esperanza que Lola aceptase, en parte, lo nuestro.
Ilusa, inspiré. Ilusa, me entregué al después.
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