Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 19

La operación de un cachorrito de Cocker llamado "Panda" había resultado bastante más complicada de lo que se presentaba en un principio; por suerte, todo habría salido de maravillas pese al mal momento inicial.

Con cierta carga emocional sobre mis hombros, salí de quirófano llegadas las 5:30 de la tarde y bastante angustiada. Supuse entonces que no sería solo aquel temor de perder al animal en sí lo que me agobiaba, sino que también, era palpable el momento del adiós con Joaquín.

Nuestra aventura romántica tendría como fecha de vencimiento el día de mañana. Ni más ni menos. Acordaríamos con él ventilar toda la verdad de una vez por todas, liberándonos del enorme malestar que nos acechaba desde hacía mucho tiempo atrás; pero eso no sería todo, también decidimos dejar de lado lo que sentíamos para separarnos, que cada uno fuese feliz o intentase serlo a su modo, sin causar más daño del que ya habíamos provocado.

Fuimos afortunados en que papá no hubiese muerto por nuestra culpa; nadie me quitaría eso de la cabeza. No habría sido un simple error de cálculo de su parte, sino que involuntariamente, nosotros lo habríamos arrinconado a que aquello ocurriese.

Arrojé el barbijo con furia a un tacho de basura y tomé asiento en uno de los bancos del pasillo que conducía al quirófano, para desplegar mi llanto atorado. Subí mis pies a la banca para abrazar mis piernas y reposar mi mejilla sobre las rodillas.

La angustia brotaba por mis ojos, el nudo en mi garganta parecía aflojarse con cada ahogo; cubrí mi cara con ambas manos, sintiendo vergüenza por mí misma. Era patética, egoísta y una cobarde. Patética porque me había enamorado de una persona que no debía, había sucumbido a mis bajos instintos y a una reacción desmedida de mi sexualidad; egoísta porque nunca dejaría de pensar en mí, en lo que yo quería con él y cobarde, porque aun reconociendo el daño que me haría a mí misma abandonándome a mi suerte, no era capaz de intentar ser feliz.

Ser feliz dolía y tenía su costo.

Paula se sentó a mi lado, sin comprender lo que me ocurría. ¿Cómo explicarle que en menos de 24 horas todos mis sueños, todas mis ilusiones y todos estos años mi vida tendrían que convertirse en un bollo de papel? Opté por lo más fácil y lo que me acostumbré a hacer en situaciones en donde la crisis me desbordaba: mentir, fingir que todo va a estar bien.

─ Ehhhh ¿qué pasa Gigi? ─me pasó su mano por el pelo, repasando la larga cola de caballo que caía sobre mi pecho.

─ Nada...el cachorrito estuvo a punto de irse ─confesé con algo de certeza mientras limpiaba mis ojos con el pañuelo que ella me ofrecía amablemente.

─ Ups...sí, a veces nos pega más fuerte que otras...pero por suerte salió todo bien, ¿no?

─Sí...─froté limpiando mi cara roja por el llanto.

Paula se levantó de un respingo y golpeó sus palmas.

─ Vine a traerte buenas noticias, vino tu chofer así que podes irte ─ intentó bromear para sacarme de de mi estado depresivo.

─ ¿Chofer? ─ pregunté sin entender, hasta que ella frunció la boca.

─Si, el chofer más caliente del mundo vino a buscarte...qué pena que sea tu hermano─ levantó sus hombros.

─ En realidad no lo es─ limpié mi nariz y tiré el papel al cesto.

─Bueno...casi.

─ ¡No!─ la fulminé con los ojos desmedidamente ─.¡No lo es Paula!

Debí haber sido bastante grosera, porque mi colega se apartó de mí un tanto alterada por la reacción que acababa de tener.

─ Perdonáme...estoy un poco...─froté mis sienes, justificándome.

─Si...bueno...perdonáme vos a mí también...no sabía que tanto te importaba remarcar que él no era tu hermano ─se disculpó y me sentí mal. Otra vez.

─ La mayoría de la gente cree que porque crecimos juntos existe un vínculo fraternal inquebrantable; sin embargo peleamos, nos gritamos, nos queremos y nos volvemos a odiar como cualquier amigo. Yo nunca lo sentí un hermano ─ bajé la mirada aun irritada; acababa de dar mucha información. Sin embargo el nulo conocimiento que Paula tenía sobre nuestra relación era un aliciente.

─ ...digamos que es más fácil pensar que en realidad crecieron siendo como hermanos que como amigos. Los amigos no crecen bajo un mismo techo ni compartiendo madre y padre ─ su punto de vista era genuino.

─No somos una familia típica ─ sonreí justificando lo injustificable.

─Por lo pronto sea tu hermano, hermanastro, chofer o un simple amigo, está más bueno que comer chocolate.

No quise continuar la conversación, era mejor darla por finalizada en ese instante y aquella reflexión me quitaría una sonrisa contra mi voluntad.

─No te esperaba ─ una vez fuera, lo saludé con un beso en la mejilla. Caballerosamente, me abrió la puerta del acompañante y entré a la camioneta.

─Creo que me acostumbré a hacer esto ─ con un dejo de tristeza que reconocí de inmediato, se sentó en su lado.

─ ¿Mamá y Lola llegaron bien? ─ me apresuré a preguntar. Había estado tan absorta en mis tareas, que ni siquiera las habría llamado.

─Su viaje estuvo fantástico, aparentemente. ¡Tendrías que haber visto a Lola con esas orejas gigantes de Mickey Mouse! Seguramente se sacó mil fotos. Ya te las va a mostrar. ─ giró a la izquierda para retomar Av. Santa Fe.

─ ¿Y mamá? ¿Cómo se tomó lo del accidente?

─ Lógicamente presintió que algo pasaba cuando las invité a tomar un café; pero la calmé rápidamente al decirle que estaba todo bien. Terminó de tranquilizarse cuando lo vio sano y salvo.

─¿Él, cómo está?

─ Fastidioso, pero es comprensible. Me ignora...también comprensiblemente ─ para entonces, liberó una respiración seca que supe interpretar como resignación─.Hoy sucedieron un par de cosas extrañas─ no me miraba, absorto en el tránsito y sin dejar de compenetrarse en el embotellamiento que teníamos delante.

─¿Cómo cuáles? ─me di cuenta que desde que había subido a la camioneta, yo formularía cinco preguntas al hilo.

─ Después de buscar a mamá y a Lola del aeropuerto las dejé en Acassuso para que armaran un bolso más liviano para ir hasta Saladillo en tanto que me tomé la delicadeza de llevar a Bárbara, la amiga de Dolores, a su casa.

─ Hay algo en esa piba que no me gusta...es demasiado...no sé...no me gusta que esté con Lola─ reflexioné en voz alta, corriendo la boca de lado.

─Creéme que estás en lo cierto, a mí tampoco me gusta ─frunció los labios. Quise morderlo, jalarlo, pero si lo hacía, íbamos derecho al choque en cadena─ . El tema es que el viaje desde casa hasta la suya, fue eterno. No dejó de insinuárseme─se puso rojo de la vergüenza; pocas veces él reconocía el efecto que causaba en las mujeres de cualquier edad, grupo social y religioso.

─ ¿Ah, sí?─ pregunta número seis de mi lado.

─Sí. Pensé que no pasaría de un simple bombardeo de preguntas personales, el cual me incomodó mucho. Vos sabés que me molesta el cuestionamiento sobre mi vida...─ revoleé los ojos. Sí, él lo odiaba, y mucho ─, por lo cual no hice más que responderle con monosílabos.

─Un estilo muy personal, por cierto ─ ironicé.

─ Buen punto, Salaberry─sacó su lengua en una actitud infantil que casi me arrastra al infarto─. Como sea, ─siguió su relato ─ empezó a moverse en el asiento, se peinaba de un lado al otro, todo para llamar mi atención...hasta que le dije que no perdiese tiempo en esas boludeces, que era muy pendeja para seducirme.

─ ¿Y si no fuese una nena, como vos decís?─ me encontré envuelta en un tonto ataque de celos. Sí, señores, estaba causándome celos una nena de 15 años.

─¿Qué? ─sorprendido, parpadearía mil veces por segundo.

─Sí. Si tuviera 21, ¿qué hubiera pasado?

─ Sería la misma historia; no me interesaría.

─ Una vez te interesó acostarte con alguien de su edad ─ un completo y absurdo golpe bajo de mi parte. Me arrepentí al instante.

Para mi sorpresa, Joaquín detuvo el coche a mitad de cuadra, pegándose al cordón de la vereda. El reto estaba planteado.

─ Sí, una vez me interesó una chica de 15 años porque yo tenía 18. No era un pervertido de 30 años que anda buscando jovencitas─ arqueó una ceja ─ .Virginia ─me tomó la mano que tenía apoyada sobre mi rodilla mirándome con los ojos enfundados en un leve dolor ─ muchos años de terapia tuvieron que pasar para admitirlo. Muchas veces me culpé por ser yo quien te corrompió, sin reparar en el pequeño detalle de que fue algo consentido y que se correspondía con la etapa adolescente que vivimos. Solí caer en ese pensamiento: en el del adulto que sometió a una nena de 15 años, cuando en realidad no fue así ─sus palabras calaron hondo en mi mente. No solo porque respondían a una gran verdad, sino que desnudaba sus problemas para poder superar lo que nos había pasado.

─ Perdonáme, tenés razón. Además es insólito que me ponga celosa por una nena insolente y desvergonzada ─ pestañeé admitiendo mi error.

─ Virginia, estamos por dar un paso enorme en nuestras vidas. Esto es el principio del final, el inicio de algo, no sé si bueno o malo. Pero a partir de lo que hagamos, nuestras vidas darán un giro de 360º. La nuestra y la de la gente que amamos─asentí consciente de su razonamiento, siempre claro y conciso.

Besó mi nariz y sacó las balizas que palpitaban indicando que estábamos detenidos, avanzando sobre la avenida.

─ Bárbara me invitó a pasar a su casa─prosiguió.

─ Oh...─ quedé perpleja.

─ Me dijo que sus padres no estaban─ levantó su ceja, haciéndome comprender el significado de la invitación de la amiga de nuestra hermana.

─ ¡Resultó ser una pendeja terrible!─ dije asombrada por su falta de dignidad.

─Sí, pero lo que me preocupa es que está muy pegada a Lola. Aunque ella confesó que su amiga ya debutó sexualmente y ella no sigue su camino.

─ ¿Quién? No entiendo─ lleve una mano a mi corazón ¿Lola? ¿debut? Muchos datos juntos.

─ Le conté a mamá y a Lola lo de esta chica, sus insinuaciones constantes y su falta de respeto. Mamá casi se infarta y Lola dijo que no le sorprendía que se me tirase, dado que le insistió mucho para que le diera mi contacto. Aunque dijo que no pensó que llegaría tan lejos; en ese momento me dijo que esta chica ya tenía experiencia sexual y que yo le gustaba.

─ ¿Y a quién no?─ reconocí en voz alta, ligeramente avergonzada. Una sonrisa divertida se dibujó en sus labios─ .¡Presumido! ─ arrastré al pasar, mirando hacia la ventanilla y dándole un ligero golpecito en su brazo.

─ Les conté algo...de...lo nuestro─ mi cara de diversión se transformó. Busqué su mirada, firmemente compenetrada en los autos que tenía por delante.

─ ¿Qué cosa?

─ No te asustes...no de nosotros.

─ Explicáte mejor entonces ─supliqué.

─ Lola me preguntó por Krista, y le reconocí que no estábamos bien porque había alguien más ─seguí sus palabras sin detenerlo...me costó, pero pude callarme por un rato ─ obviamente Lola empezó a preguntar con insistencia, ¡no sé a quién salió esa chica! ─ bromeó y le reconocí el punto ganado.

─ ¡Punto para usted Dorfmann!

─ A lo Sherlock Holmes, dedujo que si yo había tomado esa decisión estando acá probablemente sería porque la chica en cuestión era de Buenos Aires. Sin negar ni afirmarle nada, concluyó que se trataba de alguna mujer que yo ya conocía y que a lo mejor me la habría reencontrado en el almuerzo organizado por Diego.

─ Resultó perspicaz la nena... ─ aseguré abriendo los ojos.

─ Si. Demasiado lista. Tanto mamá como ella se contentaron cuando reconocí que me hacías feliz...¡bah! que la chica con la que estaba, me hacía feliz─ se corrigió y sentí flotar en el aire. Tal como la imagen de Blancanieves siendo llevadas en andas por una bandada de pajaritos de colores.

Respiré hondo y exhalé con lentitud.

─ Yo también soy muy feliz cuando estoy con vos ─ entrelacé mis dedos en los suyos, que descansaban en la palanca de cambios.

─ Por un momento tuve la esperanza de que si les decía en ese instante todo lo que nos pasaba, iban a entendernos...pero no era el momento, ni el lugar.

─ No tendría sentido que enfrentases todo esto en soledad. Es algo que nos concierne a los dos ─ reconocí mirando su perfil tan calmo, tan armonioso. Esa barba incipiente, ese cabello rebelde, esos ojos profundamente azules...todo en él era encantador.

Avanzamos unas cuadras más cuando y fiel a su estilo, cambió de dirección rotando el volante con cierta brusquedad.

─ ¿Adónde vamos?─ pregunté sorprendida al retomar Avenida del Libertador, con sentido a Tigre.

─ Ya vas a verlo.

Tras vagar por varias calles internas en Martínez, salimos por la afamada Avenida del Libertador, una avenida muy extensa que recorría desde la Ciudad Autónoma de Buenos Aires hasta el límite de San Fernando. Me miró emocionado, con un dejo de travesura en sus ojos que esta vez no pude dilucidar.

Por un instante apartó el traje de Joaquín, el abogado serio, correcto y profesional, acartonado y caballero de 30 años, para convertirse en aquel Joaquín quinceañero del que me enamoré cuando era todavía un proyecto de hombre.

Él adoraba la velocidad, pero sabiendo que a mí no, supe que se contenía de apretar a fondo el acelerador de la Ford Ranger de la Estancia.

Vivir con él sería una aventura, todos los días tendríamos algo distinto por hacer; era cariñoso, amable, buen amigo. Era el amor de mi vida y se me estaba yendo, lejos, muy lejos de mí, por un maldito juicio público de valores morales.

Reprimí en mi interior un posible llanto, él estaba tan emocionado con su plan que no quise arruinarlo por un nuevo viejo sentimiento de culpa y remordimiento.

A medida que avanzamos por la trama urbana de San Isidro, dejando atrás a la Catedral homónima, adiviné al instante el destino al que querría llevarme.

Barisidro era un restaurante de comida rápida, emplazado sobre la ribera del Río de la Plata, en San Isidro, rodeado de palmeras y un extenso manto de vegetación. Siempre habría deseado ir a ese lugar cuando chica, pero Joaquín se negaría millones de veces a llevarme, por su tonta idea de mi borrachera y mi posterior desbarrancada.

Pero evidentemente, hoy me concedería aquel viejo deseo denegado.

Bajamos de la camioneta, estacionada a unos metros de la escalera de madera que nos conducía al restaurante propiamente dicho, y me tomó de la mano desprejuiciadamente. Estábamos haciendo cosas de novios, una de las tantas que soñábamos hacer y se nos impedía.

Sintiéndonos como dos desconocidos para la gente, sin aparentar ni fingir nuestros sentimientos; éramos Virginia y Joaquín, dos eternos amantes que habían cometido el error de enamorarse uno del otro. Una especie Romeo y Julieta de la modernidad, pensé relamiéndome el labio, gesto que pescó Joaquín riéndose para sí mismo.

─Antes de subir, tomá ─ sacó una moneda de un peso de uno de sus bolsillos traseros.

─ No pensé que usarías plata de tan poco valor ─ guiñé mi ojo dirigiéndome a los binoculares que se erigían en el parque circundante a la casona que oficiaba de local gastronómico.

Coloqué la moneda y posé mis ojos en esos enormes lentes de aumento que me permitían ver la inmensidad de la costa, con sus colores cobrizos y amarillentos difuminándose en el horizonte, ya cayendo la tarde. Un grupo de pájaros negros se movía de un lado al otro sin destino aparente, pero sin perder su propio rumbo.

Las nubes pasaban en cámara lenta, dibujando figuras extrañas.

El calor, y no por causa del verano, se apoderó de mi cuerpo cuando las manos de Joaquín acapararon mi cintura por detrás y su aliento rozó mi oído.

─ ¿Contenta? ─ susurró despertando mi lado más pervertido.

─ ¿Contenta porque me estás apoyando sutilmente o contenta por la vista de la costa?

─ Por ambas cosas, supongo ─ dijo con voz turbia tras de mí.

Yo reí también, apartándome del aparatejo; el tiempo de espectáculo había llegado a su fin.

─ Gracias...tardé pero pude convencerte ─sonreí ante mi triunfo relegado, pero triunfo al fin.

─Como siempre. Lográs lo que querés...─me regaló una sonrisa desquiciante─. ¡Ahora vamos! ─ tomó mi mano nuevamente y subimos a la planta más alta.

Eran casi las 8 de la noche y el estómago me rugía. No había almorzado por estar durante la operación del perrito de los Fernández, así que mi cuerpo pedía a gritos algo sólido.

Las mesas se dispersaban en la terraza de madera iluminada por altos faroles, muchas de ellas con gente, por lo que elegimos una libre justo próxima al río. Hice una mueca de extrema alegría, aplaudiendo en silencio.

─La última vez que vine acá fue con Mariana ─reconocí abriendo la carta de menú que la camarera morocha simpáticamente nos ofrecía.

─Pensé que habrías venido con tu novio.

─ No, Barisidro era un lugar al que me hubiese gustado venir con vos...era como...traicionarte─ exageré, pero era lo que sinceramente me pasaba.

─Bueno, supongo que ahora que estás conmigo podés tacharlo de tu lista de pendientes.

─ Por supuesto...esa lista ya tiene pocas cosas por cumplir.

─¿Ah, sí? ─desperté su interés.

─Sí ─sonreí sin mirarlo, perdiendo la vista en las variedades de hamburguesas del menú.

─ ¿Y me vas a dejar con las ganas de saber más?

─ Puedo decir con orgullo que es una de mis especialidades ─ clavé mis ojos sedientos de sus besos (y de otras cosas) en sus ahora enormes ojos azul cobalto, que me miraban comiéndome de arriba a abajo.

─ Buen punto, otra vez.

Cerré la carta, ya tenía muy decidido qué pedir, simplemente simulé leerla para agregar algo de perversión al momento y distraer la atención de mis mejillas probablemente sonrojadas por el atisbo de seducción de mi frase.

─Dos hamburguesas con queso cheddar, sin aros de cebolla y sólo con mayonesa, y una porción de papas para compartir─ afirmó sin haberme peguntado qué quería comer ─y dos Pepsi, por favor ─ completó con autosuficiencia y arrogancia.

─¿Cómo sabías que iba a pedir eso? ─ hice puchero por el acierto.

─Porque no te gusta la cebolla, ni la lechuga ni el tomate, que sin dudas formaban parte del resto de las opciones. Y las papas...siempre terminás robando las mías, por eso preferí que las trajera en un solo plato y de esa forma, no te sentirías tan culpable por dejarme sin comer a mí.

─ Oh, que inteligente. ¡Tendrías que ser abogado! ─bromeé echándonos a reír al unísono.

La joven nos alcanzó unos vasos de trago largo y las gaseosas en botella de vidrio; al destaparlas, guardó las chapitas de las tapas en el amplio bolsillo de su delantal y sirvió un poco.

─ Brindo por esta noche ─celebró Joaquín levantando el vaso─ tal vez sea nuestra última noche juntos...pero estoy dispuesta a pasarla muy bien ─ relajado aunque dolorido, estaba en lo cierto.

─Por nuestra última noche ─chocamos los vasos y bebimos.

Era extraño reconocer que de seguro, era la última noche que compartiríamos antes de que estallase en nuestra casa la tercera guerra mundial. La diferencia con la vez anterior radicaba en que la despedida habría sido triste, oscura y disfrazada bajo una mentira que Joaquín se llevaría a Francia. Una mentira que me protegería.

Ahora estábamos en uno de mis lugares preferidos, comiendo mi plato preferido y disfrutando de nuestra compañía preferida: nosotros mismos.

Animadamente cenamos, conversamos de algunos temas de su trabajo y alguno de los míos; me dio incluso algunas papas en la boca, imprimiéndole una sensualidad única a un momento tan privado y paradójicamente, público.

─ ¿Qué pensás que puede llegar a pasar mañana? ─ pregunté limpiándome la boca con la servilleta de papel.

─No tengo idea. Me encantaría pensar en lo mejor, pero es imposible.

─ ¿Estás seguro de hacer esto? ─ pronuncié temerosa.

─ ¿Vos lo estás? Yo sí.

─ Es extraño...siempre estuvimos escondiéndonos, digamos que básicamente vivimos nuestros sentimientos tras una espesa cortina. Exhibirlo ante todos es muy fuerte...es enfrentarnos con algo desconocido. No sólo porque no sabemos cómo pueden reaccionar ellos, sino porque es la primera vez que nos sentiríamos libres de decir las cosas; como ahora. Ahora no fingimos ante nadie, si quiero besarte lo puedo hacer sin culpa, si quiero acariciarte la mejilla, también puedo...soy quien quiero ser.

─ Eso es lo que anhelo para nosotros; dejando de lado la decisión de separarnos, liberarnos de esta carga nos va a permitir seguir adelante con nuestras vidas. Incluso, podríamos encarar otras relaciones...

Pensar en Joaquín con otra mujer me cerró la garganta, pero tendría que resignarme a que sucediese.

─¿Te volvés pronto a París?─deseé pedirle que no lo hiciera, que se quedase conmigo.

─ Calculo que en menos de una semana. Hablé esta tarde con mi jefe y surgieron nuevos asuntos que no puedo postergar por mucho tiempo más.

─ ¿Y mañana? ¿Cómo vas a hacer?

─ ...mañana─ se rascó la nuca ─ mañana temprano voy a Saladillo, busco a mamá y a Dolores y las llevaré hasta el Hospital. Esperaré hasta que pase el médico que le dé el alta a papá y nos volvemos a Acassuso.

─ Me refiero al después...

─ Después diremos la verdad supongo.

─ Sigo refiriéndome al después─ sonreí nerviosa, enfatizándolo ─. Más después.

─ Me iré de casa. No sé en qué condiciones, pero tengo la valija ya preparada.

─ ¿Adónde te vas a ir?

─ No te lo voy a decir.

─ ¿Por qué? ─ lo miré desilusionada. No, mejor dicho, enojada.

─ Porque me vendrías a buscar y el plan que armamos se iría a la mierda─ respondió categóricamente, fiel a su estilo. Reconocí su acierto.

─Supongo que por eso tampoco me decís con certeza cuándo te vas ─ reflexioné en voz alta, lamentándome por ello.

─Sigue sorprendiéndome Salaberry...Muy bien diez, diría la señorita Gabi.─agregó tomando gaseosa.

Me sonreí ante su ocurrencia, francamente me puse a pensar cómo haría para seguir adelante sin él.

¿Sería acaso posible?

─ Con respecto a la idea de mudarme...tenés razón ─dije tomando el último sorbo de Pepsi, hacía mucho calor y tenía mucha sed. Por suerte la noche ya se había adueñado del cielo y una ligera brisa nos refrescaba del sofocante y cambiante febrero.

─Decirlo fue apresurado, pero aun así creo que es lo mejor. La relación con papá, mamá y Lola puede quedar muy tirante...eso no lo sabemos, solo lo suponemos apelando a la lógica. Vos necesitás seguir adelante, teniéndolos cerca no van a hacer más que recordarte tus errores, remarcártelos.

─¿En parte, tu viaje a Francia fue para eso? Digo, para evadirte de las miradas incómodas, del dedo acusador.

─ Al principio no fue así, yo estaba enojado con papá por su modo de actuar. Me sentí portador de una enfermedad mortal que debía ser erradicada de cuajo; entendí sus motivos, no los justifiqué de ningún modo, pero en terapia puede trabajar mi ira, mis sentimientos hacia él y hacia todo lo que tenía en mi interior. Fui autodestructivo por mucho tiempo, pero ese malestar lo canalicé en el estudio, ¡gracias a Dios!...─ miró al cielo, se lo veía muy serio, eligiendo cada palabra─.Opté por tratarme profesionalmente, para que esa bronca no me destruyese. Con el correr de los años logré analizar la postura de papá; pude identificar finalmente qué es lo que yo sentía por vos. Y dejé de culparme por eso ─ exhaló.

─Yo no corrí esa suerte...no tuve la fortaleza de contárselo a nadie─reconocí con dolor─ fueron años muy difíciles para mí también. Sentía que si lo hablaba con alguien me mirarían como a una enfermita ─puse cara de horror y entrecomillé la última palabra─ . Después, me autoimpuse pensar que había sido todo una gran equivocación, que sería algo lógico de la edad querer incursionar en lo que significaba tener experiencias sexuales. Atribuí todo lo que pasó a un error adolescente y que había idealizado al amor imposible como el verdadero y único amor por el que valía la pena luchar. Salí con otros chicos, pero no resultó, hasta que conocí a Lisandro.

─El hippie─ sonrió, evidentemente era un término que lo tenía atravesado en la garganta y que esperaba tener la oportunidad de largarlo. Había llegado el turno de que lo hiciese.

─Sí, el hippie─ devolví el gesto─.Reconozco que en él encontré algunas cosas parecidas a vos. Él también era un chico que sufrió mucho por la separación de sus papás cuando era pequeño, y el hecho de que cada uno de ellos formaría otra familia lo devastaba. No se sentía que encajaba en ella.

─ Mi terapeuta diría que buscás patrones similares...

─ ¿Sí?

─Claro, buscás hombres complejos, con un pasado perturbado...Hombres que están "quebrados" ─ fue su turno del uso de las comillas.

─ Tal vez, no lo sé...─ exhalé ─ el hecho es que era un buen chico, amable, pasábamos mucho tiempo juntos estudiando. Una cosa llevaría a la otra y empezamos a salir. Al año pensamos que la convivencia era lo más fácil; yo pasaba más tiempo con él en su departamento que en lo de los viejos, así que no sería nada desconocido en principio.

─Pero resultó ser desconocido finalmente ─ reflexionó en voz alta.

─ Tal cual. Él se retrasaría en la facultad, yo avancé, comenzaron los roces propios de la convivencia; o sea, peleábamos por quién lava los platos, quién lava la ropa, quién limpia el piso...esas cosas con las que nos obsesionamos las mujeres ─ levanté las manos a la defensiva.

─ No te creas que es solo de las mujeres. Mi casa reluce gracias a mi intervención─ pasaba su dedo por el filo de vaso, sin mirarme.

─ ¡Todo un amo de casa! ─ dije sorprendida, aunque cuando éramos chicos solíamos hacer alguna que otra tarea hogareña.

─Exacto.

─ Bueno, ya que sabés de qué van los quehaceres domésticos comprenderás que lo mejor es ayudarse mutuamente. Yo trabajaba, estudiaba, volvía tarde y la casa parecía ser la víctima por el terremoto de San Juan.

─ Casi como cuando fuimos a buscar tus cosas la otra tarde ─ recordó astutamente.

─No. Cuando fuimos estaba mucho peor, porque yo no hubiera permitido que llegásemos a ese punto.... Llegó un momento en que éramos amigos, hablábamos poco, no hacíamos...nada ─ acepté tímidamente ─.Lo quise, mucho...pero no lo amé. Y fue para entonces cuando me di cuenta que no era que había idealizado lo que sentía por vos; sino que ese era el amor verdadero, era lo que desearía sentir por cualquier otra persona ─ asumí levantando los hombros.

─ Supongo que es algo de lo que tendremos que aprender.

─Ya lo aprendimos Joaquín...nosotros ya sabemos lo que significa amar y ser amado. No cualquiera lo experimenta. Nosotros tenemos la dicha de haber conocido el amor real, ese que te quema la palma de las manos, el que te alborota el sistema nervioso, el amor que duele...

Lo vi perder la mirada en el horizonte, tal vez conteniendo alguna palabra, alguna lágrima díscola que quería salir de sus ojos, pero que en su afán de parecer un hombre duro y controlado, se rendiría ante él.

─No es justo ─meneaba la cabeza, sin mirarme─. No es justo tener que resignarnos a bajar los brazos.

─ No sabemos si es justo, sabemos que es lo correcto.

─¿Lo correcto para quién Virginia? Estoy cansado de pensar en los demás, en tener que ponerme en el lugar del otro. A nadie le importa por qué nos amamos de esta forma; todos prefieren juzgarnos. Papá solo piensa en lo que él hizo mal, como si fuéramos dos fenómenos de circo...

─Joaquín, no ganás nada poniéndote así...es más de lo mismo─ levanté mis cejas.

─Sí, ya lo sé ─ resopló recobrando la calma. Últimamente, explotaba con bastante facilidad.

─ ¿Vamos a caminar? ─ sugerí y le di la mano.

Sin vergüenza. Sin importarme el qué dirán.

──

*Tacho: cesto.

*Pegar: expresión que indica impacto.

*Embotellamiento: acumulación de vehículos

*Piba: muchacha.

*Cordón: borde de hormigón que da fin a la acera.

*Balizas: luces intermitentes del automóvil.

*Peso: Peso argentino, moneda oficial de Argentina.

*San Juan: Provincia de la República Argentina la cual sufrió un grave terremoto en el año 1977 en la localidad de Caucete de magnitud 7,5 en la escala de Richter.

llevarte mޓE5




Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro