Capítulo 18
Estábamos atravesando tiempo de descuento. Acababa de dejar a Virginia en la veterinaria, con una sonrisa de oreja a oreja. Contenta por los orgasmos, feliz por la noche preciosa que habíamos pasado, me saludó con un beso potente en los labios que doblegaría mi fuerza interior.
─ ¿Nos vemos esta noche? ─ susurró con sus ojos dulces.
─ Sí...supongo que dejaré a mamá y a Dolores en Saladillo, pasaremos por el sanatorio un rato y yo me volveré para acá a terminar de armar la valija. Quiero estar listo para cuando tenga que salir corriendo ─satiricé quitándole sentimiento a la venidera despedida.
─ ¿Tan seguro estás de que no nos van a entender? ─había un dejo de esperanza en sus ojos que quise sentir yo también, pero el pesimismo, era imposible de evadir.
En pocas horas la bomba estallaría en nuestras caras y peor aún, tendríamos que enfrentarnos a la separación definitiva. El destino era cruel, doloroso y se aproximaba con velocidad.
Yendo hacia el aeropuerto, tenía la ardua tarea de buscar a Gabi y a nuestra hermana en común, quienes desconocían que papá estaba accidentado en una clínica en Lobos, a más de 100km de casa y con un humor de perros. Rogué que Lola, con su simpatía y carisma pudiera borrar la expresión de amargura que papá ponía cada vez que nos veía a Virginia y a mí entrar en su cuarto de hospital.
Improvisé un cartel con una hoja de cuaderno, con los nombres Gabriela y Dolores Dorfmann escritos en grueso fibrón oscuro. Mientras esperaba en el McDonalds del aeropuerto, practiqué mi caligrafía; mamá me mataría si no lo hacía. Ella, habiendo sido mi maestra de primer grado, repararía en esos detalles. Solo Gabi podría retarme por una letra imprenta mal hecha.
Cuando me convencí de la decencia del cartel, sonreí por mi victoria personal.
De pie, me escabullí por entre la gente con la hoja en la mano y una sonrisa exageradamente fingida en mi cara. Cualquier cosa valía la pena, con tal de ver la felicidad de mi hermana y mi mamá antes de la debacle. Cuando estuviese corroyéndome en las fauces del infierno, ya no tendría la posibilidad de ver su alegría.
A lo lejos y hablando como siempre, Lola no miraba hacia adelante; gesticulaba, observaba el celular con su amiga, luciendo las ridículas orejas gigantes del ratón Mickey en su cabeza.
Mamá leyó el cartel y se detuvo en seco con la pila de valijas delante de ella. Sin interpretar su mímica, divisé que me señalaba. Tanto Lola como su amiga cabecearon buscándome, hasta que me encontraron y comenzaron a reír ellas también. Supuse que sería por el ridículo cartel que tenía entre mis manos.
¡Bien hecho! me dije. Ya había logrado el primero de mis cometidos.
Lola se adelantó para venir corriendo hacia mí, colgándose de mi cuello quejumbroso, desconociendo que la noche anterior soportaría el peso de Virginia en mi cadera y nuca mientras hacíamos el amor en la ducha.
─ ¡¡Joaquito!! ─ vociferó sin importarle lo mucho que me disgustaba ese apodo ─ .¡Te queda muy linda la barba! ─acarició la sombra de cortos vellos que asomaba de mi mandíbula.
─Gracias...vos estás ¡renovada!─se sonrió y giró sobre su cuerpo como una modelo al oír mis palabras.
─ ¡Hijo! ─ mamá se acerco para abrazarme fuerte ─, ¡lindo letrero! ─guiñó su ojo y me sentí satisfecho ─. La caligrafía podría haber estado un poquito mejor...pero estás aprobado ─ sonrió.
─Hola Joaquín─ la amiga de mi hermana mostraba sus ojos con extrema capa de maquillaje, dispuesta a no pasar desapercibida.
─Hola Bárbara ─ saludé correctamente, sin ser descortés.
─ ¿Dónde está tu padre? ─ la pregunta de mi mamá finalmente llegaría ─ . Prometió ser él quien viniese a buscarnos. ¿Muchos problemas en Saladillo?
─Vamos por un café. Tengo que hablarles ─ avancé con el carro de las valijas, pero mamá, intuitiva, detuvo su marcha presintiendo lo peor.
─ ¿Qué pasó? ¡decime!─me tomó por el codo con rígido semblante.
Reuní energías, pasé los dedos por mi pelo y con Lola alborotada y mamá petrificada no me quedaría otra opción que hablar en ese momento y no tranquilamente sentados en una cafetería tal como había planeado. Últimamente, no me salía ni una.
─ Antes que nada, papá está bien...─comencé con las palmas aquietando a las fieras precediendo la histeria colectiva ─.El martes a la noche tuvo un accidente. Yendo a Saladillo volcó con la camioneta a la altura de Lobos y quedó internado en un sanatorio local ─ mamá comenzaba a llorar, tapando su boca con sus manos temblorosas. La abracé consolándola─ .Mamá, escucháme por favor: él está bien, se fracturó la clavícula y está magullado, nada de gravedad. Zafó, sigue tan cabeza dura como siempre ─ la agarré de los antebrazos y repetí ─: mamá...Gabriela...miráme...él está perfecto. Es probable que mañana lo manden a casa para seguir rehabilitación allá.
─ ¿Y dónde está tu hermana?
Quería decirle que Lola, mi única hermana estaba acá, pero aun no era momento de destapar la olla.
─ Virginia está trabajando ─siempre me rehusaría a decirle hermana, ya lo había decretado ─.No pudo pedir más días de licencia en la clínica. Hasta hoy temprano estuvimos parando en Saladillo, era lo más cómodo para ir y venir al sanatorio.
─ ¡Quiero ir a ver a tu padre ahora mismo! ─gritó limpiándose frenéticamente sus ojos mojados.
─ ¡Yo también! ─ agregó Lola consternada y pegada a mi espalda junto a su amiga.
Las dos hablaban superponiéndose, mientras que Bárbara observaba dilucidando cual sería su destino.
─ Esperen un poco ─ alcé las manos imponiendo orden ─, hagamos una cosa ─dije con serenidad ─: ahora vayamos para casa, dejen las cosas y mientras llevo a Bárbara a la suya ─ la adolescente me miraría con una exagerada sonrisa en su cara ─. Ustedes prepárense algún bolso más chico, para que cuando regrese las lleve a Lobos. Yo...yo tengo que volver después a Acassuso. Tengo cosas del trabajo que atender─mentí sin dar mayores explicaciones.
─ Sí...creo que es la mejor idea─ respiró pesadamente mamá, aceptando mi propuesta ─Hijo ─agarró mis manos más aplacada ─... juráme que está todo bien. Confío en vos.
Los ojos transparentes de mamá se llenaron de lágrimas; no era para menos. En ellos depositaba angustia, miedo. Pude entenderlo. Sí yo estuviese en su lugar sin saber si el amor de mi vida estaba bien, me podría aun peor. Pensar en Virginia en una cama malherida, me congeló las venas.
─ Te lo juro mamá, papá está bien. Se va a poner muy contento apenas vayan a visitarlo.
─ Bueno, Joaquín...te creo─estaba por girar para seguir camino hacia la salida, cuando se adelantó y se detuvo, mirándome fijamente─ . Tenés cara de cansado, ¿estás durmiendo bien? ─cuestionó─.No me estás ocultando nada ¿verdad? ─ por última vez, preguntó.
─No Gabi...dále, vamos─ bufé y se puso de lado. No era correcto contarle a mamá que había pasado la noche con su hija y acabábamos de dormir menos de 3 horas porque habríamos tenido sexo ininterrumpidamente, como dos adolescentes con las hormonas revueltas.
Escoltado por las tres mujeres (en realidad, una mujer y dos adolescentes) subí a la camioneta junto a ellas, emprendiendo parte del rally que me esperaba ese día.
─¿Pero qué sucedió? ─ Gabriela insistiría una vez más dentro del auto.
─Salió tarde rumbo a Saladillo, tal como supongo que te dijo que iba a hacer ─ la miré de reojo sin descuidar mi visión frontal; el tráfico era de locos esa mañana ─. Parece que perdió el control de la camioneta y como iba a alta velocidad, volcó. El piso estaba un poco húmedo por la niebla. Nos llamaron a casa, estábamos Virginia y yo cuando se comunicaron del sanatorio.
─Tu padre estuvo extraño todos estos días, incluso desde antes que vos llegaras a Buenos Aires...y no sé por qué. Siempre me evadía cuando le preguntaba si se encontraba bien ─mamá miraba por la ventanilla encontrando una justificación que yo tenía entre mis manos, pero que aun no podía contar ─.Supongo que lo de la estancia lo tenía preocupado.
─Sí...tal vez ─ miré hacia delante, no quería que mis ojos me delatasen─. ¿Y? ¿Cómo la pasaron?─cambiando de tema observé por el espejo retrovisor a Lola, que no se despegaba ni por un instante de su celular. Reía, hacia mohines a la pantalla y hablaba muy bajo con su amiga, la platinada artificial disfrazada de adulta.
─ ¿Me hablas a mí? ─ preguntó sacándose un auricular de su oído. ¿Cómo hacía para estar alerta a tantas cosas a la vez?
─ Sí, le hablo a la ridícula de las orejas de Mickey ─dije sin poder contener una risa.
─Muy gracioso...se ve que tanto tiempo con Virginia te terminó contagiando los chistes malos ─chistes no es lo que me ha contagiado precisamente, sino unos deseos locos por poseerla.
"Tiempo, aun no Joaquín..."
─ Siempre tuve la misma habilidad para contar chistes, simplemente es que no pasamos mucho tiempo juntos para que los disfrutases─ me justifiqué evadiendo la verdadera respuesta.
─¿Podríamos ir de vacaciones unos días a París solas?... ¿no, mamá? ─ observé que Lola se adelantó en su asiento, luchando con el cinturón para acercarse a Gabriela, del lado del acompañante.
─ ¿Solas? ¿Ustedes dos? ¡Ni loca! ─ mamá me estaba salvando. Las chicas no eran mayores para alquilar un departamento solas ni yo estaba dispuesto a convivir con mi hermana la adolescente, ni su amiga la "yo-me-hago-la-superada". Menos con Krista en el medio.
"Krista".
Por primera vez en mucho tiempo, pensé en ella. Y me entristeció lo mal que me había comportado en estos días; no la había llamado, ni le enviaba mensajes...solo habíamos hablado y tenido una pequeña discusión en el momento en que quiso venir y me negué. Si hubiera viajado, tal vez yo hubiese estado con ella y el accidente de papá jamás hubiera sucedido...
Maldije por arribar a esa conclusión porque era acertada. Debíamos sincerarnos, porque independientemente del resultado, ya pesaba demasiado sobre mis hombros.
Llegamos a casa, estiré mis brazos para sacarme algo del stress de manejar en semejante tráfico (si bien en París el tránsito era caótico, no solía viajar en coche porque la empresa me quedaba a cinco cuadras) y esperé a que Bárbara, la amiga de mi hermana, llamara a su familia para decirle que estábamos en camino.
Ella no vivía muy lejos de casa, a media hora como mucho, pero llevarla me resultó equivalente de 10 días de travesía en el desierto del Sahara sin agua; o sea, insoportable.
No sólo la adolescente mantendría una sonrisa tonta pegada en los labios durante todo el trayecto a su vivienda, sino que debí insistirle que se colocara el cinto de seguridad. Estaba a mi lado y no dejaba de moverse y canturrear, irritándome al extremo.
No le dirigí la palabra, me concentré en mirar hacia delante, pero ella inclinaba su cuerpo para que le prestase atención. Finalmente, forzó la charla.
─¿Es lindo París? Nunca visité Francia.
─Si ─afirmé sin más.
─Ojalá Gabriela y mis padres nos dejasen viajar a Lola y a mí...pero no creo que lo hagan.
"¡Oh qué pena! Y aunque te dejaran, no sería a mi casa".
Sonreí sin despegar mis labios uno del otro, falsamente, achicando mis ojos, burlón.
─ ¿Es cierto que estás de novio? ─ quise decir que no, al menos no deseaba que Krista lo siguiera siendo, pero si me negaba sería peor.
─ Sí ─ me limité a responder.
─¿Hace mucho tiempo?
─ 5 años más o menos.
─ ¿Y estás enamorado de ella?
─¿Qué clase de pregunta es esa, nena? ─ la fulminé como un rayo, mirándola con el ceño fruncido.
─ Una simple ─respondió con total pasividad, mascando exageradamente un chicle.
─Eso no te importa, ¿no te parece que algo muy personal? ¡Yo ni te conozco!─bufé.
─Sí que me conocés, soy la amiga de tu hermana ─ dijo enrulando su larga y rubia cola de caballo hacia delante, parpadeando a más no poder.
En un momento de debilidad y si ella tuviese 10 años más, tal vez estaría evaluando (y con mucho esfuerzo) la posibilidad de algo pasajero, pero no bajo estas condiciones.
Se me ofrecía deliberadamente y aquello resultaba muy desagradable. Pensar en mi hermana Lola con esa actitud me revolvió el estómago...
"De ninguna manera, Dolores es una niña...siempre lo sería".
─ Mirá Bárbara...─comencé a decir cuando me interrumpió.
─Barby...decime Barby ─corrigió con animosidad, relamiéndose los labios con mucho brillo.
─Bárbara ─repetí sin interesarme en su apodo de muñeca infantil─ para que no sigas perdiendo tu preciado y valioso tiempo adolescente ─ recalqué mientras estacionaba en una esquina dispuesto a dar por terminado el asunto─ te informo que no me interesás en absoluto ─ no fui sutil, pero a estas alturas quería que se bajase y siguiera camino sola ─.Sé que esas miraditas, esas preguntas y tus actitudes son porque estás buscando algo que no sé, ni me importa averiguar. Te doblo en edad, sos la mejor amiga de mi hermana y no me gustan las nenas como vos.
Su mirada se enfureció como si la hubiese insultado.
─ ¡Tengo casi 16!─respondió exasperada.
─ ¿Y?
─ ¡Vos tampoco tenés 32 como para doblarme en edad! ─ revoleé los ojos, entendiendo las limitaciones de esta chica, que se aferraba a lo literal de mis palabras y que cada vez que hablaba, la arruinaba.
─ ¡Era una forma de decir! ─ meneé la cabeza tomándomela entre las manos ─ . Bárbara, no me interesa estar con una chica como vos. Sos una...nenita ─ fruncí mi boca con desagrado.
Enfurecida, quitándose el cinturón de seguridad puesto a desgano, se acomodó mirando hacia delante, inspirando fuerte y cruzando los brazos.
─ ¿Ves? ─repliqué ─.¡Te dicen que no y resultás ponerte como una pendejita caprichosa a la que no consienten!
Abrió su boca ofuscada; para ese entonces yo ya había arrancado la camioneta y supuse que, por las indicaciones que me habían dado mi hermana y su amiga antes de subir al auto, estaríamos cerca de su casa.
Dispuesto a terminar la conversación, me dediqué a manejar y a no dirigirle la palabra.
¡Mocosa insoportable!
─Es acá, la casa de rejas negras ─ señaló la enorme casa, con un gran parque delantero. Para mi sorpresa, nadie la esperaba fuera.
Antes de bajar, ella tendría guardadas unas palabritas más, desubicadas e inesperadas por cierto.
─ No hay nadie adentro, te doy la última oportunidad ─ se acercó peligrosamente hacia mi cara como una gata en celo a punto de dar el zarpazo. Relamió sus labios, me miró fijo y estuvo a punto de tocarme la cara cuando la tomé por la muñeca a tiempo de que lo hiciese.
─ ¡Yo cojo con mujeres, no con nenitas de papá! ─ cansado de su acoso, disparé una frase que me avergonzó, pero que sin dudas pondría punto final a ese histeriqueo barato y unilateral, el cual crispaba mis nervios. Solté su mano con brusquedad.
─ ¡Vos te la perdés! ─ retrucó sin poder quedarse callada y tragando con indignación.
Sin otra alternativa que bajar de la camioneta, lo hice automáticamente. Agarré su pesada valija rosa con corazones brillantes, la puse delante del portón de rejas de acceso y regresé en dirección al vehículo.
─ ¿Estás seguro que no querés nada? ¡Soy más madura de lo que pensás! ─ si algo había que admitir, era su insistencia. Pero lejos de recordarme a la tenacidad de Virginia, me repugnó su manera fácil de tirárseme.
─ ¡Entrá a tu casa por favor!─ dije indicándole la puerta y sin saludarla, subí al coche. Esperé paternalmente a que entrase, porque después de todo era una nena y era mi responsabilidad que llegase bien hasta dentro de su vivienda. Finalmente, apenas entró, hui chirriando las llantas de la camioneta, escapando de allí y de ella.
Por un instante, temí que me apareciera desde atrás, vestida de policía y colgando de la caja de la camioneta como el cyborg de Terminator 2. Me sonreí por mi ocurrencia porque la falta de sueño me estaba afectando más de la cuenta.
Cuando llegué a casa, mamá y Lola seguían dando vueltas. Las había dejado por más de media hora para armar un mísero bolso y seguían en veremos.
─ Tu amiguita... ¡es una mocosa insoportable! ─ disparé al entrar, arrojando las llaves en el sillón y cayendo desplomado en el mismo lugar donde cayeron.
─ ¿No te agradeció que la llevaste? ─Lola se peinaba en el pasillo, evidentemente se habría dado un baño a juzgar porque lo tenía muy mojado y salpicaba el piso; mamá estaba atrás, pasando el trapo para secar el agua. Revoleé los ojos comprendiendo por qué aun no estaban listas para salir.
─ Eso no sería problema. Me tiró los perros como si ella tuviera 30 años o yo 17.
Esa frase sacaría una carcajada de mamá que dejó de limpiar.
─ Una nena de 15 años... ¿se te tiró? ─Gabriela quedó inmóvil, apoyándose sobre el palo de madera del secador mirándome asombrada.
─Si no fuera mi hermano, yo también me le tiraría ─ Lola la codeó, guiñándole el ojo.
─ ¡No digas eso! ─ le contesté enojado. Lola había dicho una frase inocente, sin saber la carga emocional que significaba para mí. Ella sí era mi hermana....con ella jamás podría...¡puaj! Con sólo pensarlo la idea me dio asco. Con Virginia las cosas funcionaban de forma opuesta...simplemente, porque no era mi hermana.
─ ¡Dolores! ─ chilló mamá, llamándola por su nombre. Solo lo hacía cuando la regañaba. Me sonreí, era un muy bonito nombre como para que todos la apodasen Lola.
─Bueno che, era una broma. Pero contáme qué pasó con Barby.
─ Me gustaría contarles en el auto, de camino al sanatorio, quiero terminar con este Rally Dakar de una vez por todas, ¿sí?
Haciendo palmas, incentivándolas para que se apresurasen, cada una salió disparada a su cuarto para tomar sus valijas de mano y subirse presurosamente a la camioneta.
─Dale...¿qué pasó? ¡Largálo de una vez! ─ insistió mi hermana acomodándose y ansiosa.
─ Nada, se me insinuó─ me sonrojé con solo recordar el descaro de sus palabras y la brutalidad de las mías─.No solo me quería sacar tema de conversación sino que me preguntó si estaba enamorado de mi novia. ¡Un despropósito total! ─repliqué con fingida exageración.
─ ¡Uff ni hablar! Estuvo insoportable durante todo el viaje a Disney, no dejaba de preguntarme por vos. ¡La flasheaste!
─ ¿Qué significa eso, Lola? ─ preguntó mamá frunciendo el ceño en una V.
─Que la impactó, mamá. ¡Modernizáte un poco!─ la regañó sonriente ─. Ella me dijo que le gustabas mucho pero jamás pensé que sería tan obvia. Quería que le pasase tu número de teléfono o tu mail.
─Supongo que no lo habrás hecho, ¿cierto? ─amenacé mirando desde el espejo retrovisor del coche.
─No, ¡me ibas a matar! Aparte es muy chica para vos.
─Perfecto, veo que me conocés bien─ sonreí irónicamente.
─ ¿Pero qué más te dijo? ¿O se te insinuó así porque sí?
─Terminála, Lola. Estás pidiendo muchos detalles incómodos...─ alegó mamá girando su cabeza en dirección a su hija menor.
─ No Gabriela ─ le dije suavemente poniendo mi mano en su rodilla ─,es bueno que vos y ella sepan qué clase de amiga es esa tal Barby─ Gabi me miró un poco enojada, pensando que agrandaba las cosas a mi conveniencia, pero seguí con mi relato a pedido de Lola─ . Me dijo que no había nadie en su casa, que podíamos aprovechar esa oportunidad...si yo estaba dispuesto.
─¿Qué? ─ la mirada de horror de Gabriela resultaría épica; Lola cerró instintivamente la boca, llevándose las manos hacia ella.
─ ¿En serio hizo eso? ¡Una zarpada total! ─Lola se dejó caer sobre el respaldo del asiento trasero de la camioneta.
─No me afecta que me haya dicho eso a mí, me afecta que se lo diga a cualquiera y te arrastre a sus conductas.
─ No empieces con tu persecución policial Joaquín, yo no soy como ella.
─ ¡Eso espero!─ resoplé al unísono con mamá.
─ Por tener casi 16 esta chica resultó ser bastante rapidita ─ remató Gabi agitando su mano.
─Ya debutó ─ ligera de palabras, mi hermana soltó. Estupefacto, quedé sin poder reaccionar al igual que Gabriela─ . Fue con un chico del colegio, al menos ella dice eso. Pero a mí no me consta─ miró vagamente por la ventanilla contando las proezas sexuales de su amiga.
Si fuese amiga de ella no le confiaría mucha información, pensé para mí mismo; a la primera oportunidad, ventilaría mis intimidades.
─ Bueno esa es la anécdota....fin del asunto. ¿Te gustó la historia?
─ Más me gustaría que me cuentes tu historia con Krista. Nunca pude preguntártela porque siempre merodeaba y parecía que la incomodábamos.
─ ¿Sí? No creo que sea así... ─mamá replegó sus labios, dándome a entender que estaba equivocado.
─No sé por qué estas con ella. No me gusta esa mina para vos ─ Lola parecía una nena con berrinche, tal como su amiga.
─ ¿Y quién te gustaría para mí?─ tanteé delicadamente el terreno, obligándola a una reflexión que me ayudase a lo que vendría para Virginia y para mí.
─Una chica más agradable...alguien más simpática, que se preocupe por vos. ¡Apuesto a que ni siquiera te llamó en estos días para ver cómo estabas! Seguro dio por sentado que como estabas con tu familia, no necesitabas nada más. ─ diagnóstico claro y preciso marca Dolores Dorfmann─ .¡Juráme que me equivoqué!─gritó desde el fondo de la camioneta.
─ No, no te equivocas ─mamá me miró cuando lo admití.
─¿En serio? ¿Las cosas no andan bien? ─ averiguó Gabriela en un susurro.
─ No.
─ Lo siento mucho, hijo ─ahora era ella quien apoyaba su mano en mi rodilla, tal vez esta era la oportunidad para allanar el camino.
─No, está bien mamá...no me porté bien con ella y estoy convencido de que ella no quiere estar conmigo tampoco.
─ ¿Por qué lo decís? ─ quería aprovechar el momento de intimidad que teníamos entre manos, aunque el lugar quizá no era el más propicio.
─Porque sí...porque...yo estoy enamorado de otra persona ─ no pude evitar mirar a Lola, quien abría sus enormes ojos azules como si fuesen dos faroles de auto en la noche.
─ ¿Cómo no nos contaste nada? ¿Cuándo? ¿Es argentina?¿Es de tu trabajo? ¿Vive en París?¿Cómo se llama?
─ Bueno, bueno, bueno... ─ aquietó mamá a Lola con la mano ─ .Ya va a contar, no lo atosigues. Tu hermano es muy introvertido, dejálo hablar─ Gabi me entendía; tal como Virginia, eran dos de las pocas personas en el mundo capaz de leerme el alma a través de mis ojos.
─No es de París ─las posibilidades de que dedujeran a quien me refería eran mayores.
─ ¿De Buenos Aires? Hace mil años que no venís para acá...tiene que ser alguien que ya conocías de antes ─concluyó sabiamente mi hermana. Lola no sabría guardar secretos, pero sí deducirlos─ . Entonces...¡la tenés que haber visto hace poco!─Lola se movía impaciente en el asiento─: ¡Fue en el asado del Gordo! ─ dijo desesperada haciendo gestos con sus manos.
No, no la vería allí, pero al menos me servía para ganar tiempo.
Hice silencio.
─ ¡Siiiiiiiiii!¡Ya la conocías!... ¡Y se reencontraron ahí! ¡Es como una telenovela! ─ señaló emocionada por su acierto. A medias, pero acierto al fin─ .¿Cómo se llama? ¿Ya salieron como novios?
─ No te voy decir quién es, no por ahora...y sí, salimos un par de veces ─ Lola estaba contentísima, aplaudiendo a más no poder, mientras que mamá desprendía una alegría enorme de sus ojos que me emocionó. Me partió el alma saber que en 24 horas todo se iría a la mismísima mierda.
Tal como hice con Virginia, pero salvando las distancias, quise retener cada momento de felicidad de ellas en mi mente.
Me ilusioné con que esa felicidad se trasladase al momento de contarles que Virginia era esa mujer misteriosa que me había cautivado hace muchos años atrás y con la que me reencontraba después de tanto tiempo.
─ ¿Te sentís feliz con ella? ─preguntó Gabi con un tono dulce que me derritió, exhibiendo su instinto maternal.
─ Sí, como nunca podría estarlo con nadie más ─asumí regresando mi vista al tráfico y enarbolando la bandera de la cursilería como estandarte.
─ ¡Ayyyy, eso es amor! ─ Lola manoteó mis hombros como pudo, contenida por el cinturón de seguridad.
Ladeé mi cabeza, sin decir una sola palabra más. El primer paso estaba dado.
El primer paso al infierno, también.
___
─ ¡Papá! ─ Lola se abalanzó hacia él, quien no pudo prever el aluvión de su menudo cuerpo.
─ ¡Con cuidado Lola! ¡Tu padre esta fracturado! ─ mamá se acercaba y le daba un cálido beso en los labios. Adoraba verlos siendo una pareja tan feliz; ellos eran mis referentes, las muestras vivas de que el amor eterno existía. Habían sabido ensamblar a sus familias a la perfección...bueno, no tan a la perfección...Si hubiese sido así Virginia y yo no estaríamos a punto de suicidarnos gritando nuestro amor a los cuatro vientos.
─ Hola papá ─ me sumé y le di un beso en la frente. Lucía más relajado, tal vez porque Virginia no estaba a mi lado.
─ ¿Qué te pasó Claudio? ─el regaño de mi mamá no se haría esperar, mientras lo tomaba de la mano. Papá permanecía sentado a 90°, mirándola.
─ Fue una imprudencia, iba rápido, quería llegar lo antes posible y mordí banquina─ con algo de razón cubrió el "incidente" mayor previo al accidente.
─ ¡Te podrías haber matado! ─ lanzó Lola con su falta de tacto registrada.
─ Pero no fue lo que terminó sucediendo ─ me anticipé y papá me miró sin decir nada. Su indiferencia me angustiaba, pero tendría que comenzar a convivir con ella. Por milésima vez.
─ Es cierto...supongo que ya habrás aprendido la lección ─ Lola se acomodaba en la cama, a un costado, invadiéndolo pero con una sonrisa que lo compraba.
─ Lolita, por favor, tu papá está malherido, ¡no te le tires tan encima! ─advirtió mamá moviendo sus manos hacia la sábana que lo cubría.
─Dejála Gabi...me pone muy feliz que mi hija esté acá─ no supe si mi paranoia estaba en señal de alerta y todo lo tomaba como si fuese un mensaje subliminal de que no se contentaba con mi visita o había sido una frase sin mayor significado de su parte. Así y todo, me disgustaba el tono y no el contenido en sí─ . ¿Dónde está Virginia? ─ al fin me dirigió la palabra.
─ Trabajando en la veterinaria. Tenía una operación programada para hoy.
─ ¿Vos la llevaste?
─ Si. Era la forma más rápida de que llegase a horario ─sostuve su mirada, intrigado por saber qué estaría dispuesto a decir─.Estuvimos parando en Saladillo, como te dijimos ayer.
─ Me lo imagino ─dijo sarcásticamente lapidando cualquier reacción secundaria de mi parte.
Fruncí la boca, cerré mis puños y preferí hacer silencio; como previo a un juicio, cualquier cosa que dijera allí podía ser utilizada en mi contra. Me dediqué a observar entonces a Lola, quien alegremente cambiaba los canales de la TV ubicada en la pared mientras que mamá acariciaba a papá cariñosamente en su mano liberada de cables y sondas. La llegada a nuestras vidas de esa mujer había sido una bendición.
Tal como papá me recordaría hasta el hartazgo, ella había sido mi madre sin importar la sangre en común; ella me había atendido cuando tuve anginas, incluso, cuando me contagié de varicela después de que Virginia que se me tirase encima apropósito con sus ampollas diseminadas por todo su cuerpo.
La señorita Gabriela me curaría las heridas cuando me caía de la bicicleta nueva, regalo de los Reyes Magos; me arroparía cuando tuve frío y me abrazaría cuando algo me salía mal y me enojaba por ello.
Sintiéndome un desagradecido, también sentía nadie entendería jamás que no lo habíamos premeditado; todo lo que sucedería entre Virginia y yo no era en desmedro de los esfuerzos de nuestros padres, sino que entre nosotros, había crecido un sentimiento mas allá de las barreras impuestas por la pareja.
Con cada minuto que pasaba mi resignación iba creciendo, en tanto que mis esperanzas, iban en el sentido opuesto.
Alrededor de las cuatro de la tarde las llevé hasta la estancia de Saladillo, donde permanecerían hasta mañana, momento en el que las vendría a buscar para recoger a papá del Sanatorio e ir rumbo a Acasusso.
─ ¿De verdad no te querés quedar acá, hijo?
─ No puedo mamá, tengo cosas que resolver. Mis cosas están en Acassuso. No es mucho tiempo de viaje, quedáte tranquila.
─ ¿Pudiste llevarte mejor con Virginia? Desde que supo que vendrías para el cumpleaños de Lola estuvo tensa.
─ Coincidió con su separación mamá, no la juzgues por eso─ respondí hábilmente, ejerciendo mi rol de abogado defensor.
─ Sí, tal vez tengas razón─ Gabriela me acarició los pómulos dedicándome una sonrisa maternal sin medidas.
─ ¡Mamá! ─ Lola irrumpió la escena con su histrionismo característico.
─¿Qué pasa hija que venís toda alborotada?
─ ¡No sabés lo grande que está Rubí! Es la potranca que vi nacer la última vez que vine ─ agitada, con las mejillas sonrojadas por la corrida, Lola se apoyaba con las palmas en sus rodillas.
Me acerqué para sorpresa de propios y extraños, dispuesto a abrazarla tan pero tan fuerte que descreyó de la sinceridad de mi rapto de cariño.
─ ¿Te sentís bien? ¡Vos no sos de abrazar!─me miró con asombro y reí ante su desparpajo y precisión.
─ Sí, me siento bien. Me gusta verte feliz, tan llena de vida...me perdí muchos años de vos, Lola.
─Sí ─frunció la boca hacia un costado─ a mí me gustaría volver el tiempo atrás y haberte podido disfrutar mucho más ─ la volví a abrazar; esta vez ella correspondió a la fuerza de mi gesto─. Todavía me debés el nombre de esa chica.
─ ¿De quién? ─ fingí desentenderla, sin recordar que era la hermana menor de la Reina de la Persuasión, Virginia.
─ ¡Dale, no te hagas el tonto! De la chica esa que te tiene tan enamorado.
─ Dejá de acosarlo, ¿querés? ─mamá se interponía sabiendo que las conversaciones amorosas me incomodaban.
─Debe de ser buena chica ─ suspiró Lola con aire aniñado.
─ ¿Por qué lo suponés? ─ consulté dudoso.
─Porque estás más blando. Casi casi, que te diría que tenés corazón... ¡me abrazaste dos veces en un minuto!,¿no es demasiado?
Ninguno de los tres pudimos evitar lanzar una carcajada estridente, que prácticamente me hizo llorar de la risa.
Acostumbrado a guardar mis sentimientos, me había olvidado que de vez en cuando tenía que sacarlos fuera y más aun con las personas que me querían. Quizás movilizado por lo que estaba por venir, estaba sensible al cariño de Lola y de Gabi; resultaría demoledor para ellas saber la verdad y para mí, perderlas para siempre.
─ Bueno, me voy ahora así no llego muy tarde. Ustedes descansen porque mañana temprano estoy por acá, ¿sí?
─ ¿No te podés quedar un rato más?─ Lola entrecruzaba sus manos en señal de ruego.
─ No Dolores, no puedo... ─me lamenté.
─Joaquín tiene que seguir manejando Lola, ya vas a tener tiempo de exprimirlo como hermano mayor─ sonreí deseando que eso sea posible.
─Ojalá pudieras vivir en Buenos Aires o al menos venir más seguido a visitarnos. Tuve que cumplir 15 años para que te acuerdes que tenías una familia acá ─el puñetazo directo al estómago que me acababa de propinar Lola era certero y despiadado.
─Estoy trabajando en eso ─ aclaré consternado por haber sido desnudado anímicamente por esa adolescente de 15 años que aparentaba mayor inocencia de la que realmente tenía.
─ Ya te dije que quiero presumir de vos─se rió guiñándome un ojo.
─ Basta de cháchara que Joaquín tiene trabajo pendiente...¡Largálo de una vez! ─ mamá me besó la mejilla y se colgó de mi nuca. Me dolía más de la cuenta. ─. Cuidáte ¿dale? ─ en sus ojos había una tristeza oculta, tal vez miedos que prefería no echar a la luz para que Lola no se preocupase.
─ Si, mamá. Te aviso cuando llegue a casa, ¿querés?
─ ¡Evidentemente a vos te cambiaron hijo! ─ sonrió abiertamente y ese gesto me recordó a Virginia─ .¡Obviamente que quiero!
Una vez en la camioneta exhalé, sintiéndome peor que como había llegado. Me sentía un maldito manipulador, poniendo todo a mi favor. Giré las llaves del auto y me prometí dejar de mentir...al menos por una par de horas.
──
*Fibrón: fibra de punta gruesa
*Cuadras: calles
*Histeriqueo: coqueteo deliberado
*Zarpada: alguien sin límites
*Cháchara: palabrerío
do mi recompens(ߓ5
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