Capítulo 15
Estaba en la veterinaria, al borde las 6 de la tarde. Ya era lunes, el fin de semana había pasado volando; extremadamente rápido para mi gusto.
Feliz por aquellos intensos días vividos con Joaquín, no habría sido necesario fingir nada. Solos en la casa, siendo nosotros mismos, nos acariciábamos, nos besábamos e hicimos el amor muchísimas veces..
En un momento de soledad repasé con el dedo sobre el visor del teléfono una a una las fotos que nos habíamos sacado la tarde anterior en la ribera: con el sol de fondo, con la moto, con el río...cada imagen era más linda y me parecía estar en un sueño hecho realidad.
─ ¿Qué pasó que andás con esa sonrisa tonta pegada a la cara? ─ Paula irrumpió mi serenidad. Guardé el teléfono inmediatamente en mi cartera, impidiendo que viese algo inapropiado.
─Cosas...de la vida ─sonreí sin dar explicaciones
─ No te hagas la intrigante, che ─ rondaba mi cuerpo, intentando sacarme información.
─Me estaba riendo de una vieja anécdota, nada más ─mentí quitándome la chaqueta blanca de la clínica.
─ Bueno, esta vez te la dejo pasar ─ se cruzó de brazos a mi lado─pero antes de que te vayas, alguien vino a verte.
─¿Quién? ─ repasé mentalmente quién podría ser que no fuera Joaquín; de ser así Paula vendría volando y me daría alguna que otra descripción sobre su hermosa presencia.
─Es un chico que trajo a un perro, un Beagle.
Traté de recordar o imaginar quién sería, sin resultado favorable.
─¿Pidió por mí?
─ Exclusivamente.
─ Bueno...─ me puse la chaqueta de vuelta─ decíle que ahí voy.
Arreglándome el cuello del guardapolvos, salí. Al verlo de espaldas, por su contextura y aspecto, noté que era Diego Trussio, el mejor amigo de Joaquín.
─ ¿Diego? ─ pregunté sonriente y ciertamente, asombrada.
─Si, Gigi... ¿cómo estás? ─ lo saludé cariñosamente, mientras él sostenía en sus enormes brazos un pequeño cachorro de Beagle que estaba algo molesto en sus ojos.
─Bien, muy bien gracias. ¿Vos? ─ acaricié al perrito que parecía aun más chico, quizás por el enorme tamaño de su dueño.
─Bien también─sonrió con algunas arrugas en torno a sus labios. Ya no éramos los adolescentes de antes ─ .Vine a ver si me podías dar una mano. Es la primera vez que tengo un perro en casa y no sé mucho de animales ─admitió. Dirigiéndonos hacia el consultorio, tendríamos la intimidad necesaria para atender al quejumbroso cachorrito.
Avanzamos unos pasos por el pasillo, hasta entrar a uno de los cubículos liberados.
─ A ver... ¿qué te anda pasando hermoso?─ sujeté al perrito.
─Le pican los ojos...pensé que tenía unas basuritas, pero no ─ El Gordo estaba igual que siempre. Habrían pasado más de 5 años desde nuestro último cruce, en el centro de San Fernando; para entonces él recién se mudaba con su novia.
─Tiene lagañas. Es muy normal, pero te aconsejo que tengas la paciencia para limpiárselas periódicamente, sobre todo para que no se produzcan infecciones. Dos veces a la semana está más que bien ─ expliqué mientras tomaba unas gasas del botiquín y un frasco de solución fisiológica ─. Es fácil, sostenélo con cuidado y de arriba para abajo, y suavemente se las quitás─mostré y repetí el procedimiento con otra gasa en el ojo opuesto ─ . En caso que no tengas solución fisiológica, un té tibio de manzanilla también funciona.
─ ¿Era eso nomás? ─ frunció su ceño, desconcertado por la rapidez del diagnóstico.
─ Sí...una tontera, pero no tenías por qué saberla. Ahora que sí lo sabés, lo tenés que repetir para que no se le acumulen lagañitas. Hacélo despacio y agarrálo con delicadeza, es la única manera que lo acostumbres desde chico y no se ponga ariscos después─ dije mirando a su mascota ─. Tiene tres meses más o menos ¿no?
─Casi ─ aseveró sujetando al hermoso perrito de vuelta ─ .¿Cuánto te debo?
─ Diego no es nada, andá tranquilo─ dije y agradeció un poco reticente por el favor.
Saliendo del consultorio, sin embargo, detuvo su marcha para sorprenderme con una pregunta bastante incómoda, por cierto.
─Gigi...─con el semblante adusto, frunció su boca ─yo sé que no me incumbe, ¿pero vos querés a Joaquín? ─ casi en un susurro, curioseó. Un rictus espantoso recorrió mi columna. Joaquín me habría advertido que Diego sabía desde siempre lo sucedido entre nosotros. Intenté ser cauta, ganar tiempo para componerme y contestar con otra pregunta.
─¿Quererlo? Sí, obviamente, es mi...hermano ─ dije con dificultad esa palabra espantosa.
Resopló.
─ Gigi, yo lo sé todo ─ asumió sin dejarme margen para que continuase haciéndome la tonta ─ y si te lo pregunto es porque el domingo que estuvo en casa estaba en otra, perdido, desconcentrado. En lugar de disfrutar que pudimos vernos con los chicos después de tanto tiempo, el muy nabo estaba volando a cualquier galaxia.
─ ¿Y? No entiendo qué me querés decir con eso ─ arrojé los guantes descartables a un lado y me quité definitivamente la casaca médica.
─Quiero decir que no dejó de pensar en vos ni un minuto. Me confirmó de vuelta lo que sospeché siempre y te juro...discúlpame...pero me revolvió el estomago ─ que Diego me lo dijera en la cara era horrible, en él pude ver una pequeña cuota de lo que nos esperaría ante nuestra familia ─ .Ustedes son...casi hermanos...y es todo muy enredado...─ movía la cabeza sin entender ─ .Yo le dije a Joaquín que se la jugaran pero solamente lo hice porque él estaba mal y quizás necesitaba escuchar algo que no lo desmoralice.
─Diego, si para vos es difícil imagináte lo que es para nosotros. No lo buscamos, tratamos de evitarlo...pero pasó ─ la misma explicación ante el mismo enigma ─ . Reconozco que éramos dos pendejos y nos mandamos la cagada de...bueno...vos ya sabés...─ me daba vergüenza reconocer explícitamente lo que ya sabíamos ─ . Creo que los dos pensamos que la distancia iba a aplacar la calentura ─ sonreí bajando la mirada─pero no. Admito que cuando lo vi al llegar la semana pasada tuve ganas de matarlo. Pasaron 12 años casi sin recibir mails y mucho menos un llamado personalizado de su parte...Todo lo que supe de él era por mis viejos y por Lola que me taladraban la cabeza. Las fotos, los saludos...todo era a través de ellos. Me sentí muy mal. En su momento creí que era lo mejor, él tenía su vida allá lejos, yo acá...estuve de novia...inclusive vos mismo conociste a Lisandro ─ agregué y él asintió ─ , pero tampoco funcionó.
─Joaquín está de novio, ¿vos lo sabés?
─Sí y me mortifica horrores...
─ ¿Qué van a hacer entonces? No quiero que Joaquín sufra más... ¿tenés idea de lo que va a ser para tus viejos si saben la verdad? ¡Lola! ¿Qué va decir ella?¿ya lo pensaron? ─me enfrentó a una cascada de preguntas, las mismas que yo me formulaba, como si fuese la voz de mi conciencia.
─No Gordo, no lo pensamos. Todavía ni siquiera sabemos qué va a ser de nosotros. En un par de días Joaquín se va a París y yo de vuelta estaré con las manos vacías; con la diferencia de que ya no tengo 16 años sino 12 más ─ lo miré esperando que me entendiese, en vano.
─Gigi...por todo el aprecio de estos años que siento por vos, por tu familia, por el cabeza dura de Joaquín que es como mi hermano... ─ enumeró anticipando ─ te pido que por favor, no se lastimen más. Es una mierda, sí, lo entiendo...pero... ¿a costa de qué van a asumir todo? ─cada palabra de Diego era un puñal en mi pecho. Sincerándose conmigo, desnudaba mis fantasmas más temidos.
─ No sé Diego, aún no lo pensamos ─ agité mis manos en torno a mi cabeza─ ...es complicado todo esto...
La puerta se abrió de golpe para nuestra sorpresa.
─Ups, perdón Gigi, pero te vino a buscar tu hermano ─Diego abrió sus ojos como platos, giró y me clavó sus ojos en los míos cuando Paula habló.
─ ¿Joaquín? ¿acá?─ Diego quedó sorprendido.
─Sí ─ me encogí de hombros.
Diego enmudeció y salió ofuscado delante de mí. Yo colgué la chaqueta que descansaba en la banca del vestuario, saludé a Paula con premura y me dirigí afuera de la veterinaria cuando noté que la conversación entre Diego y Joaquín se tornaba más tensa.
─ Chicos ¿qué está pasando acá? ─ les dije en la vereda sin siquiera saludar a Joaquín.
─El Gordo está diciendo boludeces ─se adelantó mi hermanastro, enfundado en una versión moderna de James Dean.
─Digo verdades que también se las hice saber a tu hermana. Van a destruir todo... ¡todo por una calentura de pendejos!
─¡Calláte la boca! ─ avancé hacia Diego que me sacaba dos cuerpos de diferencia, haciéndome lucir como un pigmeo ─ . Al menos acá tené la delicadeza de ser cauto. ¡Estoy frente a mi trabajo, no lo olvides, nene!─acusé, con agudeza en mi voz y la furia en mi mandíbula.
Diego silenció, conteniendo las ganas de responderme.
─Este es un problema que tenemos que resolver entre Joaquín y yo. Agradezco tus consejos y palabras, Diego, pero no tenés por qué seguir involucrándote. Ni te corresponde ni te lo pedimos. Bastante la estamos padeciendo nosotros como para que vengas a darnos sermones.
─ ¿Padeciendo? A mí me parece que están pasándola bastante bien...¡si te está haciendo de noviecito y todo! ─señaló la moto y bastó que yo girara la cabeza para observar que Joaquín le saltaba a la yugular, pegándole directo a la nariz. Sin soltar al perro y sintiendo el impacto del golpe, Diego se tomó la nariz ensangrentada y quiso responder con otro golpe, cuando me entrometí entre sus gigantes cuerpos.
─ ¡Basta ya! ¡Andáte Diego por favor, dejános solos! ─ con las palmas en el pecho de Joaquín, apartándolo de la escena, escuchaba sus insultos. Me lamenté que la situación hubiese llegado a este extremo. Su amistad, arruinada absolutamente por este eterno dilema.
Diego agarró un pañuelo de su bolsillo, se limpió y fue en dirección a su auto no sin antes escupir un poco de sangre. Las llantas chirriaron en el asfalto y el auto humeó con rapidez.
─ ¿Qué mierda pasó? ─pregunté y vi que más calmo por la huida de su amigo, Joaquín tomó aire y se acomodó la ropa tironeada.
─ Estaba diciendo idioteces ─ repitió como antes con voz gruesa─.Vámonos a casa y te cuento.
─ ¿No vas a hablar del tema ahora?
─ ¡Vamos a casa, te dije! ─fruncí la boca al escuchar al autoritario abogado. Paula estaba en la puerta, sin entender. Saludé agitándole la mano. Colocándome de mala gana el casco, me ubiqué tras él, agarrándolo con fuerza por sus candentes abdominales.
A medida que avanzamos por la avenida supuse que el aire fresco le serviría para aquietar su malestar y, sin dudas, bajarle la temperatura corporal.
Iba a mayor velocidad que la habitual, disgustándome por completo. Al llegar a casa, bajé de la moto, me quité el casco y se lo arrojé histéricamente al pecho.
─¡Estás loco, nene!─atajó mi bala entre sus manos, aun manteniendo el suyo en la cabeza ─ . ¡Si te querías matar hubiera preferido que me avisaras así no subía con vos! ─ grité envuelta en llamas.
─ ¡Pará Virginia, pará un poco! ─dejó mi casco en la mesa de taller de papá y el suyo, sobre el asiento de la moto.
─ ¡Pará vos! ¡Te la agarraste con Diego y descargás tu furia manejando para el culo! Me diste miedo, ¡idiota!─ solté furiosa, sollozando y pataleando.
Joaquín sonrió; odiaba cuando lo hacía mientras yo lloraba por alguna reacción arrebatada de mi parte. Avanzando, me sujetó por los antebrazos, pero forcejeé sacando fuerza de algún lugar recóndito de mi cuerpo.
─ Shhh, calmáte...perdóname... ¿sí? Manejé un poco rápido pero no me di cuenta que te iba a dar tanto miedo ─buscaba mi mirada con insistencia. Yo me rehusaba a que la encontrase.
─ Últimamente no registrás ninguno de mis miedos─ vomitando un pensamiento con muchos días de maduración, salí del garaje rumbo al living.
─Dale, no te comportes como una chiquilina ─ me seguía los pasos, pero sin poder alcanzarme.
─ ¿Chiquilina yo? ─ me detuve de golpe y casi nos chocamos por la velocidad de su caminata y el súbito freno en la mía ─ .¿Yo chiquilina?¡Que yo sepa vos casi te matás a trompadas en la puerta del lugar donde trabajo con tu mejor amigo! Te sugiero que reveas quién es el chiquilín.
─ Ok...está bien...tenés razón ─ abrió sus brazos elevando sus palmas, rindiéndose. ─. Lo de pelearme en la clínica veterinaria fue un grave error y lo de golpearlo también. Pero no estaba dispuesto a seguir escuchando las estupideces que decía.
Caminando los metros que nos quedaban hasta arribar a la cocina, Joaquín tomó asiento en la banqueta mientras que yo abrí el congelador para sacar una compresa de agua congelada. Sus nudillos estaban inflamados y raspados, con algo de sangre por el impacto de su golpe.
Envolví el hielo en un repasador limpio y se lo di.
─Tomá Rocky Balboa, te hiciste pelota la mano─solté con ironía; al principio rechazándolo, pero le insistí. Lo aceptó de mala gana ─ .Dale Joaquín...ponéte esto ─ apoyando la fría superficie contra su piel, se quejó ─ , y ahora contáme qué pasó─me senté frente a él en otra de las banquetas, dispuesta a oír su versión de lo ocurrido.
─Salió como si nada de la clínica con Bey, su perra. Obviamente era de entender que fuera con su mascota a una veterinaria ─ me levantó las cejas enfatizado la lógica de su suposición ─ . Me saludó y me preguntó con un tono bastante descalificador qué mierda hacía yéndote a buscar.
─ ¿Y qué le dijiste?─el Gordo siempre había sido conciliador, me extrañaba su modo tan pendenciero de encarar a su mejor amigo.
─ Que no le importaba; que no tenía nada de malo que lo hiciera. Se me vino al humo, se puso a dos centímetros de mi cara y me dijo que cómo era capaz de hacerle esto a mi familia. Que no me la merecía y que por un polvo de mierda los iba a arruinar a todos. Sobre todo a vos.
─ ¿A mí? De hecho soy partícipe de toda esta locura.
─Siempre sintió un particular afecto por vos ─su mirada lucía disgustada y se me puso la piel de gallina cuando enfatizó lo del afecto hacia mí.
─Son cosas tuyas...─ minimicé.
─Ojalá fuera así. Pero hace como mil años, me lo confesó una noche que estuvo en pedo y descompuesto. Creo que ni se acuerda de eso. Y yo tampoco se lo haría rememorar, claro está.
Escuché su relato en silencio; a excepción por la última información que acababa de sumar, su discurso no era distinto al que me habría dado Diego en la clínica, obviamente más suavizado en lo que se refiere al uso de palabras.
─A mí me dijo algo parecido ─ agregué─vino con la perra, pero después de la consulta me pidió disculpas anticipadas por entrometerse y añadió que si bien nos apreciaba, lo que hacíamos le repugnaba.
─Él siempre sufrió por la separación de sus viejos, supongo que ahí radica su disgusto. Eso, sumado al resabio de la atracción que alguna vez sintió por vos, cierra el círculo de su enfado. En el fondo, siente bronca que teniendo a mis viejos unidos y siempre dispuestos a estar a nuestro lado, estemos haciéndoles esto.
─ Joaquín ─ me aproximé a él mirándolo fijo, perdiéndome en ese mar azul zafiro que siempre me harían suspirar ─ tenemos que aprender que la mayoría de la gente, el día que sepa de lo nuestro, va a reaccionar de la misma manera. Nos van a criticar, a lastimar, a decir cosas espantosas. No podemos ir rompiéndole las narices a todo el mundo. ¿O acaso vos lo hiciste con papá? ─no despegó ni por un segundo sus ojos de los míos. Inspiró profundo y bajó la cabeza, quitándose el trapo frío de su mano herida.
─ Supongo que tenés razón, otra vez ─ asintió sin quererlo.
Descendí de la banqueta y envolví su cara con ambas manos, delineé su boca con mis ojos y lo besé suavemente en sus labios.
─Nos queda muy poco tiempo juntos Joaquín y esta incertidumbre me está matando: necesito saber qué va a ser de nosotros ─ lo volví a besar, respondiendo de una manera sensual y cautivante. Enredó su lengua con la mía y apretó mi cuerpo hacia el suyo, quedando pegada contra su pecho.
No me respondía con palabras sino con besos atrevidos y fuertes; por primera vez quería que me contestase con lo que necesitaba: palabras.
─No evadas mis preguntas con estos besos cariñosos y calientes, Dorfmann ─ rogué entre sonrisas desenmascarando su accionar─ . ¿Qué va a ser de nosotros? ─pregunté apoyando mi nariz sobre la suya para cuando unos aplausos estruendosos se escucharon de fondo.
Mi espalda se paralizó. Una sensación horrible me volteó el estómago. Joaquín cerró los ojos aun sin haber visto qué sucedía, imaginándolo todo.
─ ¡Muy bonita la telenovela! ─ la voz de Claudio irrumpía como un rayo nuestra conversación íntima y cercana. Inesperadamente estaba de vuelta con nosotros. ─ Me olvidé los pochoclos ¡qué pena!─agregó con doloroso sarcasmo.
Estábamos literalmente arruinados; cualquier plan, estrategia o pensamiento se derrumbó ante su presencia. Tomé distancia de Joaquín inspirando profundo, pensando mil cosas al mismo tiempo; justificaciones, excusas, cualquier cosa que me hiciese evitar ese momento era bienvenido. Pero resultarían en vano. Papá ya nos había visto y escuchado; permanecía expectante de brazos cruzados y con el pie agitándose en el piso. No tuve otra alternativa que mirarlo ya que lo tenía en dirección hacia mí. Por primera vez con la vergüenza surcando mi rostro, me acerqué.
─ ¿Qué hacés acá? ─ pregunté con las lágrimas a punto de brotar por la impotencia del momento. Nos había descubierto. Otra vez.
─Se complicaron las cosas en Saladillo y tuve que volver inesperadamente por unos papeles antes de viajar hasta allá. Pero supongo que a estas alturas lo que menos importa es el por qué estoy yo acá ─ su mirada destilaba malestar ─. Creo haberte sido claro, Joaquín. ¡Te lo advertí! ─ levantó su dedo inquisidor frente a él, quien giró sobre su asiento, poniéndose de pie repentinamente para mirarlo fijo, debatiéndose a duelo.
─Papá, cuando tuve 18 años no tuve otra alternativa que irme a la mierda, desaparecer, borrarme del mapa ─desafió ─. Estuve 12 años exiliado como un criminal, todo para complacerte, creyendo que era lo mejor para todos. Traté de armarme una vida consiguiendo un trabajo, una novia, vacacioné por el mundo...pero sin lograr ser feliz.
Miré con miedo la escena, las chispas de esos cuatro ojos encenderían el mismo infierno. El aire era combustible; en cualquier momento esto explotaría por los aires.
─¡Dale! No eras más que un pendejo calentón que se acostó con su hermana ─ puso sus brazos en jarra.
─¡No la llames así!¡Ella nunca fue mi hermana! ─ jamás escuché a Joaquín levantar su voz a su padre, temí por el futuro de esta conversación derivada en discusión.
─ ¡Los crié a los dos de igual manera!─giró violentamente hacia mí─ .A vos, Virginia─ avanzó temerosamente ─ , ¡te crié como una hija!... ¡como a mi hija! ─se golpeaba el pecho y la ira de su rostro lo desfiguraba ─ ¡¿y me pagás así?!
─ ¡Yo no te pago de ninguna manera! ─ vociferé entre lágrimas ─. Pasó papá, nadie lo planeó ─ mi estúpida justificación no era suficiente...nada lo sería a esas alturas. Me sentía tan pequeña, tan desprotegida... Quería salir huyendo de ahí y despertar de esta pesadilla horrible.
─¡Traicionaste mi confianza, hijo! ─ acusó a Joaquín, devolviéndole su mirada inyectada en dolor ─ .Me decepcionante. Seguís encaprichado con un absurdo.
─No es un capricho ni un absurdo, papá.─Joaquín se mostró decepcionado, luchando por una causa a priori, injusta.
─Sí que lo es, habiendo mil mujeres en el mundo, ¡vos te acostás con ella! ─ Joaquín levantó su mano al oír la réplica de papá, pero pude atajarlo al colocar mi mano fuertemente en su hombro. No valía la pena que traspasemos ese límite infranqueable.
─ Estoy bien...─susurré, poniéndome por delante, tomándolo del brazo y bajándoselo cautamente─ . Tranquilizáte Joaquín, por favor.
─Hacéle caso a tu hermana─ Claudio sugirió.
─¡Yo no soy su hermana! ─grité con desesperación deseando que entendiera de una vez por todas que para nosotros esa palabra no formaba parte de nuestra relación ─ . ¡Nunca lo sentí un hermano, ni él a mí!¡Dejá de repetirnos eso!
─Decíme entonces ya que la tenés tan clara ¿qué hice mal? ...¿por qué?─ se agarraba la cabeza, buscando las mismas explicaciones que yo intentaba encontrar desde década atrás─. ¡Tu madre se va a morir de un disgusto!...Lola...Lolita va a...─ no le salían las palabras, era un hombre abatido que para estas alturas, lloraba desconsoladamente. Quise abrazarlo, pero no pude apartarme de Joaquín, quien lo miraba con ojos tanto o más desgarrados que los míos.
─¿No te das cuenta lo que está pasando? ─ sollocé ante Claudio suavemente desde los tres metros que nos separaban ─. Intentaste separarnos una vez y no resultó. Ya no somos dos nenes caprichosos sino adultos que toman sus propias decisiones. Pasaron 12 años y seguimos sintiendo lo mismo, papá.
─ ¡No me digas más así!─ masculló entre dientes clavándome un puñal por la espalda ─. Si él no es tu hermano, pues bien, llamaremos las cosas por su nombre. ¡Entonces, yo tampoco soy tu papá! ─ mal que me pesase debía reconocer que el movimiento de piezas era preciso.
─ Está bien, Claudio... ¿ mejor así? ─satiricé con una sonrisa perversa─ . Esto no es un capricho de chicos adolescentes que no saben lo que quieren. Nosotros sí sabemos qué es lo que queremos ─ lo enfrenté enorgulleciéndome de mí misma y ante la atenta mirada de Joaquín que tragaba rabia.
─¿Y qué es lo que quieren?─ preguntó lo obvio, esperando la respuesta que sabría, obtendría.
─Estar juntos ─ respondió Joaquín tras de mí.
─ ¿Por qué? ─ Claudio iba más allá, los tres caminábamos por una delgadísima cornisa.
─Porque nos amamos ─ remató su hijo dando el tiro de gracia.
Papá o Claudio (daba igual) heló su mirada hacia nosotros. Rascó su nuca en un gesto idéntico al que recurría Joaquín cuando estaba nervioso. Aunque pensar que él estaba solo nervioso era subestimarlo.
Joaquín puso sus manos sobre mis hombros para posar un beso solitario en la parte de atrás de mi cabeza, frente a la impasividad de papá que se mantenía estático con un ejército de dudas dentro de él.
Cambiando de postura, y tal vez de estrategia, él pasó por detrás nuestro para ir rumbo a la heladera, tomar un vaso con agua y dar un largo sorbo. Dando un giro repentino sobre sus talones, apuntó con su dedo hacia nosotros, que nos manteníamos de pie, unidos y expectantes.
─Ahora mismo me estoy yendo a Saladillo; no puedo darme el lujo de seguir perdiendo el tiempo con ustedes dos, ¡ingratos! ─ me dolió el alma que nos considere de esa forma, pero estaba enojado y sabíamos que sería una reacción esperable ─. Mañana por la tarde vuelvo, y no los quiero a ninguno de los dos en esta casa. No me importa ni dónde se van a ir, ni si se van juntos...¡se van y punto! ¡No los quiero ver más!─ sentenció con dureza.
Joaquín se apartaría de mí por un instante en el que sospeché lo peor; por suerte solo daría un par de pasos detrás de él.
─¿Qué va a pasar con mamá? ¿Y con Lola?─ la angustia de adueñaría de su oscura voz.
─ ¿Desde cuándo te importan ellas? Todo lo que están haciendo nos devasta como familia y aun así, siguen queriendo estar juntos. Estas son las consecuencias. Y agradezcan que ninguna tiene idea de toda esta...mierda ─dijo despectivamente señalándonos a su hijo y a mí. Me abracé a mí misma, indefensa, saboreando el principio del fin.
─Dejános hablar a nosotros, que sean ellas las que decidan si quieren seguir viéndonos o no. Ya elegiste suficiente por mí, ¿no te parece?─ Joaquín no claudicaba. Toda aquella valentía que yo pedía, todo aquella represión vivida 12 años atrás, afloraba desde su garganta.
─ No seas desagradecido. Te mandé a un país donde pudiste progresar, crecer, graduarte en una Universidad de prestigio mundial, tener un porvenir... Si te hubieras quedado acá, en cualquier momento ─ su cara se frunció tragando de mal gusto ─...en cualquier momento ella iba a aparecer embarazada...─largó con desdén en mi cara ─ . No me quiero imaginar qué hubiera pasado así que agradecé que lo detuve a tiempo. Tendrían que besarme los pies por haberlos salvado de semejante calvario.
─ ¿Por qué no podés ponerte un poquito, solo un poquito, en nuestro lugar? ─ espeté con un hilo de voz, impaciente por conocer su respuesta. Su conclusión anterior me había dejado casi sin chances de seguir hablando; había sido contundente y voraz.
─Porque no existe ese dichoso lugar; el que planteás es un lugar de víctima creado por ustedes solos, cuando en realidad los que sufrimos, somos el resto. ¿Por qué vos no te pusiste a pensar ni un solo momento en cómo me siento yo? ¿Cómo se puede sentir Gabriela? Los criamos dentro de un seno familiar, les dimos lo mejor que pudimos. Jamás les faltó afecto ni una palabra de aliento. Conseguimos ser la familia que siempre soñamos su madre y yo. La llegada de Lola nos unió aún más y ustedes no hicieron más que cagarse en todo nuestro esfuerzo.
Comprendí que esa conversación terminaría siendo nula, ninguno de los tres estaba dispuesto a ceder; de los dos lados teníamos nuestras razones y más que justificadas.
Estábamos en punto cero.
─Lola y tu madre vuelven pasado mañana temprano y tal como quedé con ellas antes de regresar, iré a buscarlas al aeropuerto. Ustedes─ nos volvió a señalar─tienen un par de horas para definir qué van a hacer. Si se van para siempre de nuestras vidas a vivir "sus" propias vidas, juntos, revueltos, no me importa como sea, o si maduran de una vez por todas, se olvidan de esta chiquilina idiotez de amor juvenil prohibido y fin de la historia. Piensen bien si vos te volvés a París, te casás, armás tu familia ─ miró a su hijo de sangre ─ y si vos... ─ frunció la boca disgustado ─ para vos corre lo mismo ─ papá solía ser duro y estricto pero que finalmente cedía; sin embargo, ahora estábamos frente a Claudio Dorfmann, el intransigente.
No responderíamos a su provocación, continuábamos en desventaja.
Seguimos sus pasos; furioso fue hacia su escritorio a recoger efectivamente unos papeles que supuse, eran los causantes de su regreso repentino y fue rumbo a su habitación, de la que bajaría con un maletín con más papeles a poco de subir.
─Vos ─ me señaló antes de irse con rencor golpeando sus ojos ─me decepcionaste... y vos ─ miró a su hijo ─ me cagaste la vida.
Rompí en llanto, y sólo fui capaz de escuchar el sonido de la puerta del pasillo que conducía al garaje, hacia donde estaba estacionada la Land Rover. Llevé ambas manos a mi boca, conteniendo un gemido atormentado y sofocante.
Joaquín me abrazófuerte, demasiado, porque yo necesitaba su calor y su protección.
─ El día llegó ─ exhalé resignada, ahogada y temblando.
─ Sí, y antes de lo previsto. Ni siquiera tuvimos tiempo de pensar un poco más ─me soltó para entrelazar los dedos de sus manos en las míos, reflejando su dolor en mis ojos.
Joaquín puso a calentar agua; de brazos cruzados sobre mi pecho, observé sus maniobras precisas, tranquilas. Presioné el puente de mi nariz, desconcertada. Estábamos entre la espada y la pared. No teníamos muchas alternativas; si nos íbamos, era para siempre y aceptando que tendríamos que dejar de lado todo y a todos. O si por el contrario, preferíamos quedarnos dispuestos a olvidarlo todo y resignar, otra vez, la posibilidad de ser felices estando juntos.
Una tercera opción se veía lejana en el horizonte: quedarnos a esperar que mamá y Lola llegasen, hablar de nosotros y que las cosas decantaran por su propio peso, sin presiones ni elecciones impuestas.
─ ¿Y si nos vamos a París? Juntos ─ en sus ojos vi una insólita esperanza adolescente.
─¿Qué? ─ chillé interrumpiendo el soplido del agua para el té, hirviendo dentro de la pava.
─Sí, París es una buena opción. Podríamos hablar con mamá y con Lola cuando lo creamos conveniente, ellas podrían venir a visitarnos si quieren...no es tan imposible, y no tendríamos que seguir conviviendo con este entorno acosador.
─ ¿Y qué de mi vida? Después de todo vos no cambiarías nada de la tuya. Yo tendría que resignarme a perderlo todo ─ un fuerte dolor en el pecho acrecentaba mi mar de dudas.
─Bueno...pensé que querrías venir conmigo... ─ desilusionado, se apartó unos centímetros de mi rostro.
─ Joaquín, vos tenés tu novia allá, tus cosas...yo, acá tengo las mías. Mi trabajo, mis clases de Pilates, mis amigas... mi vida entera...─enumeré esperando que supiese que mis cosas también tenían cierto valor afectivo.
─Virginia ─ aproximándose nuevamente, tomó mis manos, las cuales envolvían la taza caliente de té de tilo recién servido por él ─ . Está bien si no querés venir a París; entonces encontremos un punto intermedio, donde quieras. A mí me importa estar con vos. Adonde sea. No quiero repetir el mismo error dos veces. Antes tuve que dejarte porque era chico, inocente, inmaduro...¡ponéle el adjetivo que gustes! Ahora soy un hombre maduro, profesional, seguro de sí mismo...y que te ama...con locura y desesperadamente ─acomodó un mechón de pelo detrás de mi oreja.
Sus palabras me llegaron al corazón, anidando en él. Su lado cursi era gratificante. Se estaba entregando al juicio, a las fauces del lobo.
─ Yo también te amo─ respondí con amplia sonrisa ─, pero no puedo evitar pensar en mamá, en Lola...en papá. Me dolió muchísimo todo lo que dijo de nosotros ─aclaré quejumbrosa, resentida por lo vivido minutos atrás.
─Siempre supimos que no sería nada fácil para nadie.
─Pero jamás me había preparado siquiera para enfrentarlo.
─Lo más importante es que estemos unidos...el resto...pasará...no sé cuándo ni cómo. Pero ya nos las arreglaremos ─ recosté mi cabeza en su mano, se sentía tan dulce acariciarme en él de ese modo.
Su perfume, su aliento fresco, su sensiblería tan explícita...no me arrepentía de nada. Ni de lo vivido, ni de lo que planeábamos vivir.
Era cuestión de tener tan sólo un poco más de paciencia y confiar que por una jodida vez, los planetas se alineen a nuestro favor.
El sonido agudo del teléfono interrumpió el dilema mental al que me sometía. Joaquín me besó la nariz y fue hacia el living, donde descansaba el aparato. Eran pasadas las 9 de la noche, resultando algo extraño el horario del llamado.
─Buenas noches ─ saludó Joaquín, de regreso en la cocina, nuevamente en su banqueta ─ . Sí, soy su hijo─respondió con inquietante ceño fruncido. Le hice señas que no respondió, cuando de repente se quedó paralizad, asustándome. Bajé de un respingo de la banqueta y me puse a su lado, intentando oír a la persona que estaba del otro lado. Desafortunadamente, no escuchaba nada─ .Pero...¿él se encuentra bien? ─ la mirada de Joaquín se petrificaba, sus músculos se mantuvieron tensos y su mandíbula apretada vislumbraba lo peor. Sus nudillos se blanqueaban por la fuerte presión infringida al artefacto telefónico.
─ ¿Qué pasa? ─ pregunté angustiada, mientras Joaquín escuchaba atento y me distanciaba con su palma extendida. Una vez que agradeció el llamado y cortó, me dirigió la palabra.
─Papá...─exhaló con pesadez, dejando el tubo negro a un lado y llevando las manos a su cabeza. Agarró el tazón que había separado para su té y lo rompió en mil pedazos contra las puertas del mueble bajo mesada.
─ ¡Hablá Joaquín por favor! ─grité con la desesperación ahogada en mi garganta, presumiendo que algo grave habría ocurrido.
─Papa chocó, tuvo un accidente con la camioneta ─deambuló por la cocina, con el puño cerrado golpeó el granito de la mesada, abriendo un poco más los raspones del golpe propinado a Diego.
─¿Qué? ─ incrédula, incapaz de procesar lo que ocurría comencé a llorar histéricamente.
─Fue internado de urgencia en un sanatorio de Lobos─ relató ─. Aparentemente conducía a gran velocidad cuando la camioneta se estrelló contra el guarda rail...
¿A qué condenada velocidad conducía para estar en Lobos en tan poco tiempo?
Llevé las manos a mi cara. Joaquín seguía en shock repitiendo automáticamente lo que le habrían dicho por teléfono.
─Llamaron a casa porque en su billetera estaban sus datos ─ repiqueteaba sus dedos en la mesa, pensando a mil por hora. Lo conocía lo suficiente como para saber que estaba tramando algo.
─ Tenemos que ir para allá, Joaquín ─ dije angustiada con un nudo de lágrimas presionando mi garganta ─ .¡Tenemos que llamar a mamá!
─ No vale la pena asustarlas, tienen entre 15 y 20 horas de vuelo y en un par de horas ya regresan. Vayamos nosotros, evaluemos la situación y después vemos. Con suerte cuando estén de regreso lo peor ya habrá pasado.
Lloré sin consuelo, nosotros habíamos ocasionado esto.
─ ¡Papá se accidentó por nuestra culpa, por nuestra culpa! ─comencé a repetir compulsivamente, en un gemido agudo.
─No digas eso Virginia, es un absurdo ─ intentó calmarme.
─No seas necio, chocó porque iba rápido y enloquecido por lo que acababa de pasar acá Joaquín...¡Si papá se muere yo... yo...!─no podía respirar de los nervios. Estaba en plena crisis.
─ ¡Calmáte Virginia, por favor! No sirve de nada que estés así. Por lo pronto, subo a su habitación, junto un par de cosas suyas en un bolso y voy para Lobos, vos quedáte acá por cualquier cosa.
─¡No! ─ negué groseramente, deteniendo la rápida marcha hacia su cuarto, sujetándolo bruscamente del codo y jalando de su camisa ante su escape ─ . ¡Yo voy con vos! ─ poniendo los ojos en blanco, accedió. Virginia, la insistente, habría vuelto.
─Está bien ─ resopló resignado─, armate un bolso rápido, no sabemos cuánto tiempo vamos a pasar ahí.
Acatando sus órdenes como un niño explorador, subí las escaleras frenéticamente tras Joaquín, para preparar un bolso de mano no muy grande y guardar un desodorante, un peine, cepillo de dientes y ropa interior. Un pantalón de jogging, un jean y unas remeras. No más. No menos.
Bajé viendo a Joaquín cargando un pequeño bolso para él y otro para papá.
─Seguramente se habrá llevado algo de ropa, pero no estará de más llevar esta ─señaló el bulto que colgaba de su mano izquierda. Aprobé su accionar y avanzamos al unísono hacia el garaje─ .Virginia─ se detuvo de golpe, casi colisionando contra mí─ ...una cosa más.
─Decíme.
─Necesito que dejes de martirizarte. No es nuestra culpa, nosotros no estábamos manejando, no teníamos el volante en nuestras manos─sus pulgares pasaron por mis pómulos. Su voz de caramelo me seducía, ralentizando los latidos de mi malherido corazón.
─No manejamos el volante, pero sí su cabeza, Joaquín─respondí con un resabio de angustia en mi garganta.
─Mi amor...no ─ limpió una lágrima que rodaba por mi mejilla─ . Lo que sucedió fue un accidente. Ir a verlo, es lo único que podemos hacer en este momento.
─ Joaquín... ¿te das cuenta que esto puede ser una señal?
─¿Señal? ─ miró desconcertado.
─ Señal de que no tenemos que estar juntos...señal de que acabamos de abrir la caja de Pandora.
──
*Repasador: trapo de cocina
*Pendenciero: busca pleitos
*Venir al humo: ir con furia.
*Pochoclos: palomitas de maíz
*Guarda rail: barrera metálica de contención en rutas y autopistas
sioné mi botY5
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro