Capítulo 14
El departamento de La Lucila era aun mejor que el que habríamos visitado en Martínez; más cerca del río, hacían de sus vistas algo majestuoso.
La mujer de Aníbal era una muchacha bastante simpática, de unos 30 años, embarazada de casi 7 meses y muy interesada en vender su departamento de soltera para comprar una casa grande en el Tigre con ese dinero y el que obtuvieran de su casa actual.
Nadia hablaba bastante, integrándome a la conversación rápidamente; a diferencia de Victoria, la súper pestañuda de la inmobiliaria que fagocitaba con la mirada a mi hermanastro. Lógicamente, Nadia estaba fuera de circuito y no le interesaba coquetear con Joaquín.
─Es bastante amplio, tiene dos dormitorios como podrán ver ─ dijo abriendo las puertas de los dos cuartos uno dispuesto al lado del otro ─el baño es completo, con bañera y todo. El departamento está hecho a nuevo, tuve varios problemas de plomería justo antes de mudarnos con Aníbal a San Fernando ─ donde actualmente residían ─. Eso sumó puntos en nuestro afán por mudarnos. Ahora queremos darle a Valentino algo más de libertad. Nos cansamos de los espacios chicos; una casa con patio es lo que buscamos ahora y para eso necesitamos más dinero ─admitió con suficiencia, tocando su abultado vientre.
Se la veía risueña, enamorada de su bebé y su marido. Me emocionó pensar en mí en la misma situación, con Joaquín a mi lado...pero el sueño se evaporaría de inmediato, con la misma rapidez en que yo misma me reprochaba ante el sinsentido que representaba aquello.
─ Las expensas no son muy altas porque no tiene los amenities de los edificios más modernos que las encarecen mucho. Los vecinos son bastante agradables y sinceramente, viví acá desde los 18 años y jamás tuve un problema ─Joaquín la miraba atentamente, asintiendo con su cabeza, mientras que yo continuaba deambulando mi vista en el río. El horizonte se teñía de colores ocre, sería hermoso tener esa vista todas las tardes de mi vida.
─Bueno, tendría que rever unos temas con mi contador ─dijo Joaquín retomando su tono profesional y operativo─y en todo caso me pondría en contacto con vos para ver cómo seguiríamos, ¿te parece?
─¡Sí, me parece perfecto! Y discúlpame que sea curiosa... ─sus ojos marrones se tornaron vivaces─ pero ¿tenés pensado volver a Buenos Aires? En el día del asado escuché que vivís en París.
─Todavía no lo decidí ─por desgracia aun no, pensé entre mí, carcomiéndome de la angustia por desconocer su decisión final ─. Por lo pronto estoy entusiasmado con la idea de comprar algo por acá en donde pueda quedarme cuando venga al país. Estuve alejado muchos años y no pretendo que vuelva a pasar─me miró de reojo con la electricidad de sus ojos azules me dejándome perpleja. Aceptar que no estaba dispuesto a "perderse" nuevamente, era un aliciente y una condena.
─Debe ser difícil cambiar tu vida...tu trabajo, tus amigos, tu familia─Nadia cerraba el departamento para ir en dirección al bloque de ascensores.
─ Si, más de lo que puede imaginarse cualquiera─se entristeció─pero por suerte, volví y me mimaron lo suficiente como para querer regresar ─sonrió. Para los simples mortales tal vez podría parecer una sonrisa amistosa, para mí, que intuía el origen de su conclusión, significaba una sonrisa repleta de promesas. Patética, me sentí recogiendo unas migajas de ilusión.
¿Pero cómo no hacerlo otra vez?
Con la opción de la piscina descartada debido a la lluvia torrencial, el calor del día y de nuestros cuerpos nos arrastrarían hacia el uso del jacuzzi. Joaquín estaba sentado en él, con la espalda sobre la fría loza blanca mientras que yo me apoyaba de espaldas su pecho, entre sus piernas flexionadas.
Con las burbujas del aceite de vainilla deambulando entre nsootros, se sentían muy bien sus manos en mis hombros. Joaquín me daba masajes suaves, presionando sus pulgares en la parte superior de mi cuello. Unos besos traviesos eran depositados en mis cervicales, transformando mi sangre en aceite hirviendo.
Cayendo pesadamente como una muñeca de trapo, mis brazos estaban apoyados en los laterales del jacuzzi. Mi cuerpo parecía no tener articulaciones ni huesos; era una gelatina escurriéndose entre sus dedos. Inconscientes de la hora, perdidos en el momento, disfrutábamos nuestros días de gloria; intentando, en vano, no pensar en el mañana.
─Adoro la idea de saber que si me muero ahora mismo, la última imagen que recuerde va a ser la tuya, la de tu piel─arrastrando sus labios, marcaba un sendero de breves besos que caminaban de omóplato a omóplato. Mi garganta gruñó por su atrevimiento, inclinándose más hacia adelante.
─Los años de abogacía te convirtieron en un parlanchín y mentiroso─exhalé, consciente de mi broma.
─Qué feo concepto tenés de mí, Virginia...eso es muy reprobable de tu parte─respondió sin dejar de estampar su sello en mi espalda.
Su creciente erección empujaba mi zona lumbar buscando un refugio dentro del cual cobijarse.
─ Sentáte arriba mío─siseó. Sin girar, incliné mi torso hacia adelante para acomodarme sobre él, tal como había ordenado. Ese Joaquín mandatario y poderoso me enloquecía, esa voz ronca salida desde lo más profundo de sus entrañas quemaba a mis neuronas hasta destruir cualquier grado de raciocinio.
Gemí al contacto de la primera penetración; despacio, mi cuerpo se abría a él, quien colocaba sus manos por delante de mi pecho, acunando mis senos, pellizcándolos maliciosamente. Metí mis labios hacia adentro de la boca y los presioné entre sí para no gritar, mis manos se aferraban a la loza con desesperación, mientras que su cadera se levantaba ligeramente para permitir un ingreso más profundo.
El oleaje del jacuzzi iba de un extremo al otro, algunas veces desbordándolo, cayendo en el piso, mojándolo todo a su paso.
─Quiero hacerte el amor de todas las maneras posibles, en todos los escenarios posibles y durante todos los días que me resten de vida ─sus palabras de promesas me inundaban el corazón de esperanzas; por primera vez creí seriamente en la posibilidad de contarlo todo y que estallase el mundo sin más.
Debatiéndome mentalmente en que si la verdad sería menos dolorosa que una mentira bien actuada, Joaquín se hundía más y más en mí, con furia y firmeza. El culo le iba a quedar muy dolorido en un par de horas, pensé enseguida.
─Te amo Virginia─dijo para mi sorpresa, corrompiendo mi alma.
Mil veces habíamos hablado de sueños, de planes, de un mundo imaginario en el que éramos felices... pero nunca nos habíamos dicho "Te amo", porque cuando se lo había pedido, su respuesta no había llegado.
El día de su viaje a Paris, siendo adolescentes, rechacé la idea de ir a Ezeiza a despedirlo porque un fuerte malestar durante la noche anterior me había tenido a maltraer: vómitos, dolor de cabeza, viajes al baño ida y vuelta. Somatizaba su pérdida, su huída. Para mí, su decisión no era más que el abandono de un sueño compartido.
¿Cómo seguiría adelante sin él? ¿De qué modo afrontaría su ausencia?
Asumir que se marchaba era imposible; tras la noche en la que nos comunicaría conjuntamente con papá su decisión, comencé a sentirme débil, enferma. Incluso, hasta bajaría de peso. No podía disimular mi decepción y para colmo de males, Joaquín no hablaba del tema.
Ante esa situación, lo increpé en el colegio, el único terreno neutral del que disponíamos sin sucumbir al hecho de besarnos y tocarnos como habíamos aprendido a hacer de manera instintiva.
Me evitaba, me sacaba la mano cuando lo agarraba de su antebrazo, me ignoraba por completo; y cada negativa de su parte era una estaca en mi pecho que se clavaba con más y más fuerza. Ya habíamos pasado por este jueguito inútil de no hablarnos. Y ya me habría dolido lo suficiente en aquel momento como para repetirlo.
En casa, Joaquín hablaba muy poco, menos de lo habitual; sólo lo hacía con mamá o jugueteaba con Lola. Prácticamente no interactuaba con papá, y conmigo, ni se cruzaba. Las cenas eran opacas, sin risas, monótonas y angustiantes; pocas veces contaba de su día en el colegio o de sus avances en las nuevas clases de francés acelerado.
Su indiferencia me golpeaba y muy duro la cual me llevaría a pensar que todo este tiempo yo había sido ni más ni menos que su juguete; me había seducido y engañado con palabritas lindas, hablándome de que le parecía una chica madura, cuando en realidad solamente quería coger y tener algo más de experiencia en materia sexual. Ser parte de alguna anécdota que contaría a sus nuevos amigotes franceses, me retorcía las tripas.
Esa idea cobraría fuerza hasta hacerse parte de mis huesos; desarmándome por completo.
Respondiendo con la misma moneda, empecé a jugar su sucio juego. Tampoco le hablaba, dejé de asediarlo en el colegio y ni siquiera lo miraba al cenar. Me mostraba afectuosa y conversadora con todos, menos con él. Si realmente era sincero lo que sentía por mí, le estaría dando donde más le doliese y si aquello surtía efecto, declinaría en su postura de ignorarme.
─¿Ya tenés todo listo, no? ─ mamá le preguntó en la mesa, cerciorándose que estaba preparado para su viaje del día siguiente a las 3 de la tarde.
─Sí, es sólo ropa y un par de recuerdos ─minimizó cerrando su mochila.
─Tu papá me mata si me escucha de vuelta...pero ¿seguro que querés irte, hijo?─aprovechando que Claudio estaba en su despacho hablando por teléfono, ella se aventuró a preguntar lo que yo también querría pero no me animaba.
─Sí Gabi, es lo mejor para todos─diciendo automáticamente, como cada vez que hablaba del tema, Joaquín levantó sus ojos encontrando, no tan casualmente, a los míos.
─ ¿Para todos? Joaquín, tu padre es muy estricto y quiere lo mejor para vos, pero no sé si esto es una buena idea...
─ Mamá, ¿no entendés que ya lo tiene re decidido? ¡Preparó todo esto a escondidas, a nuestras espaldas para que no lo critiquemos ni le hagamos dudar en su decisión!¡Listo, chau, mañana se va y ya! ─ sangré por la herida, destilando veneno. Los ojos de mi hermanastro continuaban mirándome fríos como dos témpanos.
─ Gigi, Joaquín es tu hermano, no seas tan dura con él. Está pensando en su futuro. Es un paso muy importante en su vida.
─ De eso no me cabe la menor duda, es un egoísta que piensa solamente en él.
─ ¡Terminála ya, Virginia! ─papá me regañó apareciendo por detrás; fruncí la boca conteniendo más reproches ─. Joaquín decidió irse, ¿estamos de acuerdo? Si fuera tu caso, también te apoyaríamos. No seas injusta─dictaminó con fuerza.
─Yo nunca me iría lejos de ustedes ─ siseé por lo bajo pero sin abandonar el duelo de miradas entablado con su hijo.
─Ya está todo listo para que te presentes a rendir; Bruno te va a esperar allá porque está de vacaciones, así que él en persona te va a entregar las llaves del departamento para que te instales cuanto antes.
─Perfecto, papá ─ emitió Joaquín en voz susurrada.
La actitud sumisa de él era alarmante, a veces me parecía que había otra persona en su cuerpo. Desde que se había planteado este tema, nunca le habría discutido ni un solo punto de las condiciones que enumeraba papá.
─ Cada uno es artífice de su propio destino y Joaquín eligió tener el suyo─ sentenció papá desde su lugar de jefe de familia.
Con un revoltijo en el estómago pero en fingida calma, me senté al borde de la pileta minutos más tarde, a pensar. La noche, a pesar de pisar los finales del mes de noviembre, se tornaba fresca; la tormenta de varios días atrás había logrado descender la temperatura.
Dejando las sandalias a un costado sumergí los pies, aleteando con ellos, dibujando círculos y salpicando la nada misma. La luz de la cocina estaba apagada, tan solo las farolas del patio trasero y las luces azuladas de la pileta encendían mi entorno, transformándose en mi única compañía.
La luz de la oficina de papá se reflejaba por entre las hendijas de la persiana de madera, ya baja. La bronca que se me acumulaba en las entrañas era desmedida; mi ira, mi dolor, me quebraban los huesos. Lloriqueé en busca de una explicación, en busca de una respuesta que me hiciera entender por qué Joaquín escapaba dejando atrás lo nuestro, por qué jamás me había dicho que pretendía forjarse un destino distinto y tan lejos de mí.
A más de 11.050km de distancia.
No confiaba en que su decisión fuera lo mejor para todos, tal como habría confesado en la mesa. Él distaba de ser un pibe egoísta y superficial y sin embargo, ahora se comportaba como uno. Se iba, dejándonos incompletos. Sobre todo a mí, que me acostumbraría a sus pésimos chistes, a que me llamara "desastre" cada dos por tres, a que me hiciese cosquillas cuando estábamos solos...
Entrecerré los ojos conteniendo mi propio duelo, pero una ráfaga portando aquel aroma intenso y conocido, se coló entre mi nariz advirtiéndome de su cercanía. Abrí los párpados y para entonces, estaba sentado a mi lado, sacándose sus zapatillas y sus medias, para imitar mi modo de relajación.
─Hola ─me abordó tímidamente.
─Estás más cerca de un chau que de un hola ─ furiosa, lancé al aire si mirarlo.
─ Me encantaría decirte cómo son las cosas realmente, Virginia.
─No querés hacerlo porque si no, me las dirías.
─No es tan fácil...─ meneaba su cabeza, masticando tristeza.
─De todos modos ahora es tarde, mañana te vas y empezás con tu nueva vida. Supongo que eso implica que yo también empezaré con la mía.
─Esto lo mejor para todos ─ replicó lo mismo que durante la comida, con su mirada perdida en el oleaje turquesa.
─Será lo mejor para vos. Para mí esto es una mierda. Te estás yendo a miles de kilómetros, sabiendo que no es acá nomás.
─Podés venir a verme cuando quieras.
─¿Para qué? ¿Para ver cómo te acomodaste en tu súper departamento con vistas a la avenida? No gracias, no me conformo con las sobras.
─¿Y qué querés que hiciera? ─ cambiando el tono de sus ojos, dirigió su mirada furibunda hacia mí convirtiendo aquel encuentro en un manojo de nervios.
─ ¡Que no me abandones!─supliqué con lágrimas al borde del abismo.
─Tengo que irme...─ suplicante, tragó─ . Veníte conmigo...en dos años quizás, cuando seas mayor de edad...y... ─ su variante estado de ánimo pasaba de rabia a calidez.
─No me vas a esperar tanto tiempo. Además me dejás acá con todo este quilombo a mí ─ bajé la vista hacia mis pies, reflexiva, vacía.
─ Nadie sabe nada, Virginia. Y es por eso que me estoy yendo: porque no quiero exponerte más, porque no quiero que mamá...tú mamá esté mal. No quiero cagarte la vida más de lo que ya te la cagué ─se sinceró, pero sin convencerme del todo. Tras sus ojos había algo más, pero no me lo diría. No al menos esa noche.
─ ¿Qué vas a hacer con tus cosas?
─ Dejarlas, para que tengan algunos recuerdos míos.
─ ¡Eso es una estupidez! ─ no abandoné mi actitud combativa ─. Cada vez que pase por tu habitación voy a acordarme de vos, de nuestra primera vez en esa cama ─ susurré rogando que nadie me escuchase─ . Cuando baje y vea tus fotos en la biblioteca de papá ¿qué voy a hacer? Cuando venga a la pileta a aclarar mi cabeza voy a sentir tu presencia al lado mío...
─ Si pudiera borrar de tu mente los últimos meses de nuestra vida, lo haría. No deseo hacerte sufrir, pero quiero que entiendas que es necesario que me vaya de acá. ¿Qué podemos hacer ahora? ¿Escaparnos? Vos tenés 16 años, sos menor y yo tengo apenas 18 y a duras penas me sé limpiar el culo ─me sonreí a desgano ante sus palabras crueles pero certeras ─ .Virginia─ intentó agarrar mis manos, pero no lo permití ─esto es una mierda, lo tengo claro, pero me lo vas a agradecer con el tiempo ─ sonaba firme ─. En serio, es lo mejor, creéme, por favor... ─su pecho se desinflaba con cada palabra que liberaba.
─Ahora no puedo...lo intento pero no puedo confiar en vos; algo me dice que escondés algo que no querés contarme ─ imploré por saberlo.
─No existe ese algo más, al menos no de mi parte ─ mintió, ruin.
Tragué fuerte. No llegaríamos a ningún punto útil; su obstinación y mi persistencia, no resultarían conformar una buena dupla esa noche.
─Quiero que te quedes con el auto.
─¿Qué? ¿Me lo dejás de souvenir? ─ pregunté con el sarcasmo conteniendo una sonrisa maliciosa.
─Sé que lo vas a cuidar mejor que nadie y para mí es importante que siga estando acá. Es parte de los mejores meses de mi vida. Llegó a mi vida un primero de mayo, el mismo día en vos llegaste a mí de un modo diferente. Con él paseamos por muchos lugares, incluso a algunos que no quería. En su asiento trasero hicimos el amor. Fue incómodo, ya lo sé, pero es parte de nosotros ─quiso reír recordando que en efecto, había sido muy difícil coordinar los movimientos en ese espacio tan pequeño.
─Sí, me acuerdo, me golpeé la cabeza con el techo muchas veces...─ reímos ahora con gracia e instintivamente llevé una de mis manos a mi coronilla.
─Virginia, jamás me voy a olvidar de todo lo que pasamos juntos. Te lo firmo con sangre...pero no puedo darte más explicaciones porque la decisión está tomada. No hay vuelta atrás.
─Joaquín... ¿vos me amás? ─necesitaba escucharlo, sin saber si resultaría un martirio o una bendición.
Sus ojos cobalto descendieron, compasivos. Ese instante se transformó en una década, en un suplicio solitario de mi parte. Busqué la luz de sus ojos, busqué ese sentimiento en su corazón; deseaba a gritos escucharlo...pero el suspenso ganaría esta batalla.
─ ¡Joaquín!¡Virginia! Vénganse ya mismo para adentro. Mañana hay que levantarse temprano.
Dejando mi pregunta en el aire, Joaquín se levantó, agarró sus zapatillas y sus medias, para acatar las órdenes de papá, asomado desde la puerta de la cocina con un vaso de agua en la mano.
Joaquín me llevó la delantera descalzo, huyendo de mí para subir los escalones con rapidez, mientras que mis piernas parecían pesar toneladas. Papá me detuvo antes de subir a mi habitación, tomándome por la muñeca un tanto brusco.
─ Virginia, no se la hagas más difícil por favor. Él no se va a olvidar que nos tiene acá dispuestos a recibirlo de brazos abiertos. Vamos a poder ir a visitarlo.
Comprensivo, Claudio dejaba de lado el papel autoritario de los últimos tiempos. Su tono sereno me diría que tal vez era el momento de cambiar de página. Aun tenía mucho camino por recorrer, una vida completa que experimentar.
Esa noche, tomar semejante decisión me enfermó lo nervios y el estómago. Oí, una vez en el baño con la puerta entreabierta, que Joaco quiso venir a ayudarme cuando mamá se levantó para ocupar su lugar, sin dejarlo intervenir.
─ Mi amor... ¿qué te pasa? ─mamá apareció en escena ligeramente despeinada, descalza y con tono comprensivo.
─Algo...me...debe...haber...caído mal ─ con la poca resistencia abdominal que me quedaba después de tantos vómitos, pude responder.
─ ¿Es por esto de Joaquín no? ─ escuché, deseando replicarle con un único vómito pero de verdad pura y absoluta, mandando todo al demonio.
Sin embargo, respondería mi inteligente silencio.
─Vamos a poder visitarlo, él va a venir para Buenos Aires...existen los aviones, hija ─ intentó consolarme con algo de gracia ─ .Yo sé que se volvieron muy amigotes este último tiempo─ pobre mamá y su ignorancia sobre lo nuestro ─ pero él no va a dejar de ser tu hermano mayor─acariciaba mi cabeza, tirándome el pelo suavemente hacia atrás. Qué dijese hermano mayor me dio más nauseas. Vomité...otra vez más─.Ya ya...ya pasa mi chiquita─ aquietaba mi malestar con mis contracciones estomacales como protagonista.
"No, mamá, no pasa ni va a pasar nunca. Joaquín me está arrancando de su vida de raíz...sin siquiera decirme si me ama."
Otro retorcijón. Otro vómito. Otra ilusión rota.
Mamá tomó una toalla, la humedeció y limpió mi cara.
─ Vamos a acostarnos a tu cama ─murmuró al verme más compuesta, minutos después.
Regresando a mi habitación, como cuando tenía 4 años y vivíamos aun solas, mamá se acomodó a mi lado en la cama. Instintivamente, me acurruqué contra ella buscando su calor, su protección.
─ A mí también me sorprendió mucho su decisión...pero es un hombre ya y quiere volar solo. Este ya no es su nido, hay que respetarlo ─susurrando como en una canción, mamá me peinaba, mientras yo me aferraba a su cintura.
─Lo voy a extrañar─ reconocí con la voz temblorosa y débil.
─Yo también mi vida, yo también...
Había tenido que esperar 12 años para escuchar aquel "Te amo" tan deseado; 12 años con sufrimiento, dolor, mentiras...preservándonos. Preservándolos a todos por nuestra traición.
─¿En qué pensás? ─ de vuelta en la cama, después de un orgasmo intenso y arrasador en el baño, Joaquín contorneaba mis labios con su dedo índice.
─En que yo también te amo, más que ayer y menos que mañana.
─Te estás convirtiendo en una cursi como yo ─dijo y nos reímos a la par; tenía mucha razón.
─ Creo que es porque estamos pasando mucho tiempo juntos. Es perjudicial para nuestra salud─besó mi coronilla y un pensamiento en voz alta asaltaría mi boca antes de ser filtrado por mi cerebro ─ . Siento algo de pena por Krista─ después de todo me estaba acostando con su novio ─ porque la estamos convirtiendo en una cornuda.
─Nada que no crea que no haya sido yo ─dijo solemnemente para mi desconcierto.
─ ¿Estás conmigo como represalia a una posible actitud suya?─ desorientada y algo chillona, acusé.
─Virginia, ¿vos pensás que para vengarme de ella tendría que venir hasta Buenos Aires a buscarte a vos? Si mi meta era serle infiel, no hubiese esperado estar acá, ni decirte que te amo... ¿no te parece?
Últimamente, siempre quedaba en ridículo con esas preguntas; Joaquín me respondía, como siempre, acertadamente.
─No seas insegura con respecto a lo nuestro, mi amor. Nuestras dudas caminan por otro sendero; lo delicado para nosotros pasa por la opinión de la gente. Más precisamente por la reacción de nuestra familia.
─Supongo que es verdad ─seguí escabullendo mi dedo entre el vello de su pecho, adoraba hacer eso─, pero asumirlo no me aquieta el temor─ levanté la cabeza para que viera que mi sentimiento era genuino y persistente. Era el mismo miedo a perderlo que tuve cuando viajó por primera vez.
En aquel entonces, serían alrededor de las diez de la mañana cuando los vi a todos dando vueltas en torno a Joaquín y a su viaje. Mil veces releyeron su pasaporte, mil veces chequearon que tuvieran los documentos que necesitaba para la Universidad y mil veces mamá le preguntó si estaba seguro de aquel viaje.
Después de sus susurros cariñosos durante mi madrugada descompuesta e inquietante, conseguiría dormirme como si nuevamente tuviese 4 años.
Me desperté pues, con un dolor de cabeza insoportable, como si un obrero de la construcción estuviera martillándome la cabeza en lugar de a un clavo. Bastante pálida, algo fatigada y molesta, bajé las escaleras con la percepción que estaban todos desayunando en la cocina y en armonía.
Por un momento, sentí como si no encajase en ese lugar.
─ Buen día mi amor, ¿cómo te sentís? ─ mamá bajó raudamente de su para posar sus labios en mi frente, corroborando la inexistencia de fiebre.
─ Un poco mejor...gracias...─ al menos no continuaba en el baño encerrada con mamá de acompañante.
─ ¿Te sirvo té? ─ operativa como siempre, ella ya tenía la taza con el saquito puesto y unas tostadas en un plato.
─ Gracias─ acepté encorvándole los labios.
Saludé de mala gana a papá, quien me abrazó un tanto posesivo.
─Tenés los labios muy pálidos Gigi...no creo que sea conveniente que vengas con nosotros─ mi lado inconsciente quería ir hasta Ezeiza y como en un película de amor, declarármele en la mitad del hall de acceso del aeropuerto para que él detuviera su marcha y corriera hacia mí, fundiéndonos en un abrazo. Pero no sería cuerdo, ni estábamos en una película para hacerlo.
─Me puedo quedar a cuidarte ─dijo mamá mientras me acercaba la taza de té. Joaquín miró sutilmente de reojo.
─No má, andá...te morís de ganas por ir. No te preocupes por mí...voy a estar acá cuando regresen ─asumí suavemente, con una sonrisa tranquilizadora ─. Estoy bien. Habré comido algo que me cayó mal─no habría comida en el mundo que me hiciera tanto daño como el viaje de Joaquín.
─¿Estás segura?─ repreguntó y mi papá puso una mano sobre la de ella.
─Gabi, Virginia te está diciendo que está mejor...─hasta ese entonces su actitud me había parecido un gesto muy noble, mamá deseaba estar en el momento en que Joaquín viajase, querría compartir hasta el último minuto posible con el único hijo varón que había podido criar. Yo continuaría en casa y tampoco estaba grave como para necesitar que se perdiera de ese momento. Era solo mal de amores, me dije en silencio.
─Buenos días─saludé a Joaquín levantando mis ojos pero sin beso, como lo hacía siempre.
─Hola ─ respondió sumergiéndose en su taza de leche con cereales.
Sin mucho por hablar en el desayuno, papá terminó de leer el diario, mamá dejó todo listo y yo fui para mi cuarto, a desproveerme del espantoso piyama para ponerme algo más decente. Si bien no iría hasta el aeropuerto, no tenía sentido seguir como un linyera. Al menos pretendí que Joaquín tuviese una última imagen una imagen poco más agradable de mí.
Algo en mi interior me decía que las cosas no serían tan flexibles como papá prometía; ni él vendría a pasar las fiestas navideñas acá, ni seríamos la familia feliz que viajaría en grupo hacia allá. Lo presentí y con eso, la terrible sensación del desapego.
Me vestí con mis jeans preferidos, esos gastados que usé en su cumpleaños y tantos recuerdos lindos me traían. Podría haber elegido cualquier remera incluso cualquier camisa, pero deliberadamente, opté por el sweater liviano color turquesa que dejaba liberado un hombro...tal como me habría vestido para él aquella noche.
Nuestra primera noche juntos.
Bajé de a uno los escalones, con la escena de la despedida haciéndome ruido en la cabeza. Mis piernas estaban algo flojas por el malestar estomacal del día anterior y las emociones que se me avecinarían. Apenas estuve en planta baja mamá me dio un beso en la mejilla, con Lola en sus brazos, que estaba plácidamente dormida despatarrada en torno a su torso.
─Amor, cuídate. En un rato estamos de vuelta. Tratá de descansar un poco más.
─Sí, mamá ─asentí tímidamente, aceptando el beso muy incómodo que pudo darme por tener a Lola en el medio.
─ Voy al auto ─ me volvió a besar y fue rumbo al pasillo que conectaba al garaje, con su cartera colgando de uno de sus brazos.
En el living, Joaquín cerraba su mochila para cuando me acerqué a él. Estaba tenso, incómodo. Papá permanecía detrás de nosotros observándonos, fingiendo distracción.
─ Me voy para el estacionamiento, voy a ayudar a tu madre a ubicar a Lola en la sillita y a llevar tus valijas. Por favor, no te demores ¿sí?─ le guiñó el ojo a Joaquín quien movió la cabeza en señal de aprobación ─. Gigi, cualquier cosa llamá a la tía Norma, ya sabés donde están anotados los teléfonos de urgencias.
─¡Papa, ya pasó! Habrá sido una intoxicación ─ escuchándome paternalmente y por sorpresa, me abrazó muy fuerte, besándome la parte alta de mi cabeza.
─Ya volvemos.
Disolviéndose por el pasillo que conducía a la parte trasera de la casa, Claudio nos dejó a solas, finalmente.
─ ¿Estás preparado?─ frente a frente, él sostenía con la mano derecha una de las correas de la mochila puesta sobre su hombro y la campera de jean del lado contrario, en su antebrazo.
─ Sí ─ asintió autosuficiente ─.¡Ah! tomá esto─del bolsillo de su pantalón sacó el manojo de llaves ─ , es de "Beto" ─las agarré sonriendo. Yo ya había pensando en cambiarle el nombre a "Bety".
─ Gracias...voy a tener que sacarlo a escondidas ─sonreí de lado.
─Se nos da bien eso de andar a escondidas...no tendría que ser un obstáculo para vos ─nos miramos cómplices, sabiendo que en esa frase se escondían mucho más que simples palabras.
Las guardé en mis vaqueros y él avanzó los tres pasos que nos separaban.
─Me muero por besarte Virginia...pero si papá viene, nos mata.
─ Ya lo sé. Yo también tengo muchas ganas de que lo hagas ─miré distraídamente hacia abajo, sosteniendo mis pulgares en las presillas de mis jean, balanceándome.
─Buena elección de ropa ─ ironizó confirmando el efecto que quise causar en él ─ . Me voy con la mejor y más linda versión de vos grabada en mi mente ─ pasó una mano por mi mejilla, envolviéndome parte de la cara. Recosté mi cabeza sobre su palma, absorbiendo el último instante de eternidad que me ofrecía. Fui fuerte. No lloré, quizás porque habría agotado mi reserva de lágrimas los días previos.
─ Prometéme que no me vas a olvidar ─ susurré entrecerrando los ojos, sufrida, con el corazón partiéndose a trozos en el suelo.
─Te lo prometo─ nos fundimos en un abrazo intenso, profundo, deseando que fuese interminable ─. Pero ya tengo que irme ─me soltó con sentida lentitud.
─Está bien ─ no quería hacérsela mas difícil, tal como papá sugeriría ayer. Las cartas estaban echadas y no volveríamos atrás.
Me apoyó un beso tímido en la comisura de mis labios.
─Te voy a extrañar Virginia ─me derretí cuando pronunció mi nombre, ya nadie que no estuviese enojado conmigo me volvería a llamar de ese modo.
─Yo también...no tenés idea cuánto ─ mis lágrimas corrompieron mi voluntad y no pude evitar llorar.
Apartándose de mi vista, no quise seguirlo con mi mirada, prefería quedarme con el último pedacito de cielo que me habría dejado abrazar.
───
*Amenities: servicios ofrecidos por algunas torres de edificios que incluyen piscina, solárium, lavandería, etc, incluido en el valor de las expensas.
*Pibe: en lunfardo, muchacho
*Saquito: sobre.
*Diario: periódico
*Linyera: vagabundo
*Campera: vestimenta informal similar a una chaqueta
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