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Capítulo 13

"Papá siempre lo supo".

Aquellas palabras fueron las últimas que hicieron eco en mi cabeza antes de dormirme y después de sollozar con millones de por qués en la cabeza. Ahora comprendía muchas cosas.

Joaquín jamás me había abandonado, sino que habría hecho un sacrificio enorme por mí dejándolo todo creyendo que era lo mejor, tal como impuso papá.

El momento en que supe que se iba a estudiar a París, creí morir.

La mesa estaba servida como todas las noches, religiosamente a las 9 y no faltaba ningún integrante de la familia. Lola estaba comenzando a hablar, decía palabra sueltas y todos nos obsesionamos porque se aprendiese nuestros nombres; una suerte de competencia sin sentido alguno, pero no por eso, menos divertida.

Papá ocupaba la cabecera de la mesa como siempre, mamá permanecía a su derecha, Joaquín a su izquierda y yo al lado de mamá; entre medio, Lola en su silla de comer desparramando su mamadera, plato con comida y arrojando cualquier elemento que tuviese a mano.

Parecía una noche normal sin ningún evento fuera de lo común, hasta que papá apagó la TV, mantuvo el ceño fruncido y hundió los codos en la mesa para entrecruzar sus manos, a modo de rezo.

─Quería comentarles que hemos tenido una charla con Joaquín ─su tono era distante pero firme, nada hacía vaticinar lo que vendría segundos más tarde─, una charla ni más ni menos, que relacionada a su futuro.

─ ¿Sí?,¡qué bueno hijo! ─mamá se contentó, mientras daba de comer el puré de zapallo a nuestra hermana menor. Yo permanecí expectante, oliendo algo extraño en su "charla de hombres".

─Sí, má ─susurró por lo bajo, sin subir los ojos de su plato repleto de comida, intacto.

─Acertadamente, Joaquín optó por seguir una carrera en la que seguramente podrá desplegar todo el potencial que tiene como alumno. Este año, excepto por algunos altibajos, ha tenido buenas calificaciones, cosa que nos enorgullece en demasía ─ papá lo tomó de la mano, exaltándolo. Joaquín devolvió el gesto con una mirada cargada de furia ciega, tragando fuerte.

─Abogacía─respondió lacónicamente. Parpadeé asombrada por su decisión, ya que siempre lo vería ligado a los deportes. Pero portar el apellido Dorfmann no era cosa menor, él debía ser alguien importante, por lo tanto tendría que estudiar algo acorde a semejante legado.

─¿Te gusta abogacía?─mamá dudó tanto como yo, creo que porque ambas lo conocíamos lo suficiente como para saber que era una decisión meditada a ciegas. Con el pasar de los días, deduje que la elección de su carrera no era adrede. Papá odiaba a los abogados profundamente; para él, eran cuervos, aves de rapiña que esperaban el momento de comer la carroña del caído.

─Me agrada poder defender a la gente de ataques injustos─su respuesta tenía más significado del que en su momento imaginé.

─Es muy noble de tu parte, mi amor─mamá llenaba su cara de felicidad. Pero lo haría por un momento...sólo por un momento.

- Continuando con la conversación, a medida que avanzamos, Joaquín expresó su deseo de no estudiar acá ─el gesto de papá era de extrema serenidad, muy estudiado en sus modos.

Ambas, mamá y yo, quedamos petrificadas.

─¿Por acá?...¿te referís a Acassuso ? , ¿O acá, Buenos Aires? ─ante los hechos, mamá quedó desconcertada.

─ No es en Argentina. Quiere irse al exterior─la actitud imperturbable de papá era digna de un premio teatral.

─¿Qué? ¿Por qué?─ las mismas dudas y explicaciones que buscaba mamá eran idénticas a las que se agolpaban en mi cabeza dejándome muda por un instante.

─¿Adónde? ─ las palabras salieron de mi boca en dirección a Joaquín que revolvía la comida del plato sin probar bocado.

─ A París, a la Universidad de La Sorbona ─ papá completó por él.

Me atraganté con mi propia saliva, tosiendo muy fuerte. Bebí agua, pero ni el mismísimo océano Atlántico me salvaría del desencanto.

─ ...pero Claudio... ¿están seguros? ¿te parece bien? tiene sólo 18 años...─mamá miraba a su esposo fijamente, parpadeando a más no poder.

─Joaquín es lo suficientemente grande para asumir muchas responsabilidades, está en edad de hacerse cargo de su conducta─otra vez, su eléctrica mirada azul se estrelló en los ojos de su hijo. Joaquín no hablaba, permanecía impávido.

Pensando en su cobardía, supuse que no querría asumir por sí mismo que había tomado esa decisión sin siquiera contármela. Me sentí defraudada, estafada emocionalmente. Y comencé a llorar.

─ Gigi...no llores...no se va a ir para siempre ─ mamá se acercó a mi asiento, corriendo hacia atrás la silla de comer de Lola, quien estaba inmersa en su propio mundo de juguetes y purés.

Mi llanto me ahogaba, de los ojos me brotaban millones de lágrimas y todas se estampaban en mis muslos. Joaquín me observaba pasando saliva ferozmente; lo escuchaba como si fuésemos las únicas dos personas comiendo en esa mesa. No sería capaz de decir nada, de darme siquiera alguna explicación.

─ ¿Qué va a hacer solo en París?─sin dejar de consolarme, mamá no estaba muy de acuerdo. Me acariciaba el pelo en su afán por recomponerme del impacto de la noticia.

─Estudiar, trabajar...uno de los hermanos Pontebello, el de Haras La Trinidad, tiene un departamento en la ciudad; es cómodo, algo pequeño, pero para un chico joven y solo no significaría ningún problema. El inquilino lo dejó hace unas semanas, hablé con Armando y está dispuesto a alquilarlo en cuanto Joaquín decida la fecha de viaje.

─O sea que ya está todo decidido─afirmó mi madre resignada.

El silencio fue sepulcral, solo flanqueado por mi llanto incesante. Papá en otro momento se hubiese acercado a mí para consolarme; esta vez solo mamá lo hacía. No comprendí por qué esa vez sería distinto...al menos no en esa noche.

─Sí─ asumió Joaquín emitiendo palabra después de un largo rato, haciendo que esa afirmación disparase mi mirada triste y gris sobre él.

Eyectada, volé de la mesa arrastrando parte del mantel a mi paso, con las cosas a punto de caerse de ella.

─ ¡Virginia, te quedas acá!─la voz de papá me paralizó la espalda. No solía hablarme así ni levantarme el tono de ese modo. Quedé de pie en el primer escalón del acceso a la planta alta, con la espina dorsal estacada en el piso. Papá permaneció ocupando su lugar ─ .¡Volvés ya mismo a la mesa! ─ dijo clavando su dedo en la tabla, retumbándolo con fuerza. Tragué en seco, con el escozor del inminente abandono de Joaquín provocándome llagas en el alma.

Froté mis ojos, limpié mi cara con las mangas de mi sweater e intenté recomponerme. Mamá quiso volver a acariciarme el pelo, pero se contuvo. Papá estaba furioso y yo no sabía por qué, porque no le había hecho nada malo....

No al menos algo que él supiese a ciencia cierta.

─Viajo el primero de diciembre; a las 3 de la tarde vuelo desde Ezeiza ─papá lo observó asombrado, evidentemente sería un detalle que no estaba previsto dentro de sus directivas ─. El 29 es la fiesta de egresados en el colegio, la entrega de diplomas. Quisiera presenciarla y aprovechar para despedirme de los chicos ─como un robot, decía sin inmutarse, con los músculos de su cara totalmente rígidos.

─ ¿Vas a dejar el club?─pregunté inocentemente.

─Sí ─no dio más respuestas.

─¿Estás seguro? ─ mamá invocó a la pregunta animal, aquella tan simple de responder...si uno está realmente seguro de estar seguro...

No era el caso, estábamos presenciando una actuación grandiosa de Joaquín. Yo creería en su performance.

─Tengo que estar lo antes posible para rendir el examen de ingreso y presentar los papeles de admisión. Papá ya se encargó de hablar con sus contactos en la embajada para tramitar lo que falte.

─Pero...vos no hablas ni una palabra en francés... ─acoté entre nuevos sollozos.

─Este lunes empiezo un curso intensivo de dos semanas para aprender lo básico. El resto será cuestión de desenvolverme a medida que pase el tiempo.

Me estremecía la frialdad con la que parecía tener todo orquestado, teniendo hasta en el último detalle masticado a la perfección. Excepto por el que me excluía de su ecuación. Si él me hubiese preparado de otra manera yo no estaría presa de brote psicótico, con estas odiosas ganas de matarlo.

─ ¿Lo ves Gabi?...Joaquín está madurando...está creciendo─ la sonrisa de Claudio era genuina pero con un velo de misterio a su alrededor.

Mamá se puso de pie, acercándose a Joaquín, que estaba duro en su asiento sin tocar la cena y con un aceitado monólogo.

─ Hijo, de más está decir que no quiero que te vayas─mamá acunaba su cara, a ella sí la miraba pero con ojos de resignación ─.Te querré siempre a mi lado, pero si esta decisión es importante para tu crecimiento como hombre, y por ello, contás con todo mi apoyo y cariño─Joaquín posó su cabeza en el pecho de mamá quien lo meció como un nene. Él no lloraba y por primera vez no pude leer sus ojos. Eran opacos, sin brillo e inexpresivos.

Cómo un zombie y sin terminar la cena, Joaquín se fue a su cuarto cuando papá lo autorizó.

La decisión nos había tomado por sorpresa a las mujeres de la familia, ya estábamos a principios de noviembre y en breve dejaríamos de contar con la presencia de Joaquín en la familia.

Con la promesa de volver para navidad de ese mismo año colgando de los labios de papá, la cena se dio por terminada. Y mis ilusiones junto a ella.

De más estaría decir que Joaquín no regresó a Buenos Aires sino hasta hace unos días atrás. Para entonces, ninguno planeaba estar aquí, frente a la puerta del edificio que hasta hace poco, me tenía como inquilina junto a Lisandro.

Como solía ocurrir, Licho se olvidaba de las cosas y no sería una excepción que esa tarde no recordase que yo pasaría a buscar las últimas cajas que me pertenecían. Dentro de la camioneta con aire acondicionado, esperamos a que apareciese para que nos abriera la puerta. Lo había tenido que llamar tres veces para decirle que estábamos ahí, listos para recoger las cosas.

─Nunca fue puntual ─ asumí mirando hacia la ventanilla y contando los segundos. Joaquín sonrió de lado ─ ...tampoco coincido en que tiene que ser un obseso del reloj... ─ remarqué antes que abriera la boca en defensa propia.

Levantó las manos haciendo el gesto de "no abrí mi boca", pellizcando sus labios divertidamente.

─ ¡Ahí está! ─bajé como una loca del auto, mientras que Joaquín siguió mis pasos. Uniéndonos en un cálido abrazo con Lisandro, fingí olvidar la conversación sobre su infidelidad por el mero hecho de respetar el noviazgo que mantendríamos por tanto tiempo.

─Licho...Lisandro ─me corregí en el aire, aclarando mi garganta ─: él es Joaquín, Joaquín, él es Lisandro ─hice las presentaciones correspondientes señalándolos a ambos. Joaquín le dio la mano; Licho arqueó una ceja y devolvió el gesto de igual modo.

─Joaquín... ¿tu hermano el de París? ─él dudó por un instante, recapitulando.

─Sí, el de París ─evité pronunciar la palabra hermano por evidentes y conocidas razones. Joaquín apreció el gesto en silencio

─ ¡Flaco, sos igual a tu viejo! ─Lisandro reparó en el aspecto de Joaquín, dando en el clavo.

─Muchos me lo dicen, así que supongo que estás en lo cierto─sonrió, ajustándose al plan de no hacer ningún escándalo y menos en la vía pública.

─Subamos, así no pierden más tiempo─ invitándonos a entrar, fuimos en el ascensor hasta el tercer piso.

A diferencia del mes anterior, el último día mío en esa casa, todo era un desorden. La ropa desparramada por cualquier lado (apenas entramos Lisandro empezaría a arrojarlo todo dentro de un tacho grande plástico destinado a aquello que debía ser lavado), los platos y vasos sucios en la pileta de la cocina sin enjuagar; un gato que maullaba, ronroneaba a nuestro alrededor dándose a conocer.

─Es de Silvana...─ ella sí habría conseguido tener un gato en el departamento, mientras que durante mi estadía nunca aceptaría que yo llevase uno de peluche ─. Lo tenía desde antes de conocernos ─ justificó levantando los hombros. Roleé los ojos.

Nos quedamos de pie en el comedor, con lo más parecido a las ciudades arrasadas por el huracán Katrina frente a nosotros.

─ Estas son las cajas, ¿estaban todas rotuladas, no? ─ escuché y procedí a contarlas mentalmente. Eran 6 de igual tamaño y una más chica. Siete en total según mis cálculos.

─Sí, son estas ─asentí.

─¿Y cómo estás en París? Gigi me hablaba mucho de vos ─siendo agradable, Lisandro se dirigió a Joaquín quien, por suerte, se sumaba a la conversación amistosamente.

─Bien, con mucho trabajo ─ se mantenía serio ─. No me sorprende que Virginia te hablase mucho de mí.

Me quedé dura y Lisandro también.

─Virginia suele hablar mucho de cualquier tema tanto como lo hace mi otra hermana, por lo tanto, hablar de mí no sería la excepción ─la paz volvió a mi corazón.

─ Gigi es una chica genial. Ya conseguirá un chico que la haga feliz ─ no necesitaba la compasión de nadie y menos de mi ex. Un comentario que francamente, me disgustaría mucho. Fruncí la boca ante su ridícula cara de perro chihuahua. Me reconocía abiertamente que me era infiel y ahora, estaba haciéndose el canchero descaradamente.

─Por supuesto. Ella se merece estar con un hombre que la quiera, la respete y le sea fiel. Se merece un hombre de verdad ─ "¡bien por esa Joaquito!" diría seguramente Lola.

Sintiendo que maduró el knock out, me contenté por la altura y la elegancia de las palabras de Joaquín al responderle.

─Buen punto. Supongo que ser defensor de pobres y ausentes es algo que te enseñaron en la universidad de leyes ─ironizó Lisandro, cambiando su postura condescendiente hacia mí.

─Te equivocás, Lisandro. No hace falta ir a la universidad para aprender aspectos tan básicos de la vida. Cómo, por ejemplo, mantener los modales hacia cualquier dama.

Wau y mega wau...estaba frente era un duelo imperdible. Hice una mueca sonriente, Joaquín lo había puesto en su lugar con dos frases acertadísimas.

─ Virginia, vamos por favor, tenemos que terminar con lo que te pedí más temprano ─sin la mínima idea de lo que me estaba hablando, asentí ante la sobriedad de sus palabras. ¿Qué me habría pedido? No me acordaba. ¡Maldita agenda inexistente!

─Sí, por supuesto... ─sin perder más tiempo, coloqué una caja liviana por sobre una de las pesadas, en tanto que Joaquín acomodó las restantes en la cabina del ascensor, para bajar con ellas de un único viaje.

─ Lisandro, espero seas muy feliz ─le dije siendo yo quien lo miraba con lástima en esta oportunidad.

─Gracias...vos también te lo merecés ─ me dio un beso en la mejilla─. Joaquín, que sigan los éxitos─ con la cabeza hizo un gesto; el cual Joaquín respondió de igual modo.

─¡Perdedor! ─bufó al apretar el botón "PB" para bajar con las cajas ─. Acaba de dejar ir a la mujer más maravillosa del mundo y el muy imbécil se la da de superado...─ arrastró sus palabras, mientras las puertas nos despedían de parte de mi pasado.

─Gracias por considerarme así─me ruboricé. Mucho.

─Y creéme que me quedo corto─ regaló la mirada más abrasadora del mundo.

─Siempre tenés palabras lindas conmigo.

─ Porque te las supiste ganar.

El ascensor se detuvo, interrumpiendo ese momento de falsa vanidad de mi parte. Abriendo sus puertas hacia una nueva etapa.

───

─Mmm no te tenía como un eximio cocinero ─degusté la lasaña de carne y espinaca. Era exquisita.

─Era eso o cagarme de hambre ─ asintió con honestidad brutalNo tuve muhca plata al principio, lo poco que juntaba lo ahorraba, gracias a eso y a unos meses de trabajo pude entregarlo en parte de pago para el departamento en el que vivo actualmente.

─¿Te gusta? ─ arremetí─ . Digo...el lugar donde vivís ahora...

─Sí, el departamento es grande, tiene tres habitaciones, un pequeño estudio, dos baños y una vista impactante, que es lo que me atrajo del lugar, para serte sincero.

─ ¿Tanto como a mí el departamento de Martínez?

─ Exacto.

─ ¿Sos feliz? ─no pude evitarlo, lo pregunté sin pensar, rozando el arrepentimiento.

─No ─su respuesta fue más decidida de lo esperado. Su voz no tembló ni por un segundo.

─Y aun así, vas a regresar... ─bebí el poco vino que quedaba en mi copa no sin antes deslizar aquella reflexión con tinte de reproche.

─No es tan fácil, Virginia ─ giró la perilla del gas, bajando el fuego del horno para esperar que el queso estuviera dorado ─. Mi vida allá no es solo un departamento lindo, amoblado y grande; lamentablemente hay otras cosas en mi vida que no son sencillas de hacer a un lado.

─Sin embargo de acá te fuiste de un día para el otro sin importarte todo lo que dejabas─ lo que dije habría sido una expresión atravesada en mi garganta por años. Exactamente doce. Tanto vino en sangre estaba causando su efecto colateral como hablar de más, por ejemplo.

─Virginia, ya hablamos de esto ayer. Yo no tuve opción; y sí, fui un pendejo manipulado por su padre. No tuve los huevos para jugármela por vos. ¿Qué querés que hiciera? ─ levantó los hombros─. Vos tenías 16 años, ni siquiera habías terminado el colegio...eras una...nena. ─ balbuceó.

─¡No te parecí una nena cuando me cogiste!─ hostil en mis comentarios, no sólo hablaba de más, sino que también, caminaba por la cornisa.

─ No lo digas así ─sus ojos azules se nublaron ─nosotros nunca "cogimos" ─su tono fue amenazante ─. Nosotros hicimos el amor ─aseguró sin que me quedasen dudas. Aun teniendo ganas de matarlo, era extremadamente dulce, haciéndome retroceder con lo dicho al instante. ¿Cómo podía tener la capacidad de hacerme morir y renacer en el mismo momento? ─.Yo nunca te vi como una nena. Para mí eras una mujer en un cuerpo inmaduro, sí, pero con una mentalidad adulta. Eso es lo que me sedujo de vos, el poder hablar de cualquier tema y tener siempre una respuesta lista; poder ver las estrellas e inventarles nombres sin juzgar lo tontos que parecíamos, eras insistente aun en las causas perdidas. Fuiste muy rematar con semblante adusto ─ . Me volaste la cabeza Virginia.

Lo miré fascinada por la manera en que hablaba de aquellas cosas que lo enamoraron de mí; se oía genial y extraño al mismo tiempo. Siempre me había preguntado cómo un chico como él, con un levante tremendo y un cuerpo hermoso, se enganchaba con una piba esmirriada y parlanchina como yo.

─Cuando te oí de espaldas a mí apenas llegué a Buenos Aires, supe que quería volver a experimentar todas esas cosas. Tu lengua viperina era algo que extrañaba sinceramente ─se rió y no pude evitar hacerlo yo también─. Virginia...no tengo ni idea qué va a pasar conmigo en un par de días, ni siquiera sé qué va a pasar esta noche. Pero te ruego que no me pidas que resuelva las cosas ahora mismo.

─Está bien, tenés razón. ─dije admitiendo que era cierto, pero la ansiedad por conocer nuestro destino me taladraba el cerebro.

─Ahora comamos, quiero que mi comida te cause un orgasmo ─ guiñó el ojo y se volteó sacando la fuente del horno con gran cuidado.

─ Soberbio ─saqué mi lengua, juguetonamente

─Guardátela bien ─ sin haberme mirado siquiera, adivinaría mi gesto. Lograba meterse en mi cabeza, casi tanto como en mi corazón y eso era peligroso ─: la vas a tener que usar más tarde en otros menesteres, no es momento de malgastarla.

───

─ ¿Qué quisiste decir cuando me pediste que volvamos porque teníamos algo pendiente de terminar? ─ con la cabeza en su regazo, estábamos en el sillón, mirando una vieja serie de TV.

─Nada en especial. Quería que nos fuésemos de ahí porque Lisandro me pareció demasiado boludo.

─¡Amén!─sonreí absorbiendo las caricias que él le propinaba a mi pelo. Me encantaba que me lo peinase con los dedos.

─Parece un chico normal, no quiero subestimarte, descreo que hayas estado tanto tiempo con alguien que era una mala persona; pero que era un pelotudo...sí, lo reitero ─volví a sonreír por sus dichos ─. Tan pelotudo que te perdió.

A punto de contestarle, el celular de Joaquín vibró sobre la mesa ratona frente a nosotros, iluminando su visor.

El nombre "Krista" y la fotografía de su novia, aparecían en la pantalla. De reojo vislumbré que era una diosa: cuerpo escultural, dorado y un espeso cabello que se movía al compás del viento con la playa de fondo. Una punzada de celos me atravesó el bulbo raquídeo. Abandonando mi cómoda posición, me senté para que Joaquín tuviese acceso al teléfono y contestase con facilidad.

─Hola ─ respondió distante ─, sí...bien, ¿vos?─ extrañamente conversaba en castellano, pero rápidamente se puso de pie, en dirección a la cocina, para hablar en francés. Me arrepentí de no saber nada de idiomas.

Disimuladamente, con el control en la mano bajé el volumen intentando entender alguna palabra y sin prestarle atención a la televisión, observé por el rabillo del ojo su modo de ir y venir por la cocina. Parecía nervioso, hablaba poco, apoyaba los codos en la barra y retomaba la caminata.

Me detuve en su andar. Era elegante. Aun estando en jeans y remera parecía un modelo de pasarela. Se me hizo agua la boca. Ese hombre conocía hasta el último de mis rincones y yo de los suyos...pero saber que estaba hablando con la mujer con la que eligió compartir su vida, me sacó el aire de los pulmones.

Con ella tenía planes de futuro, con ella compartía su día a día, con ella se acostaba todas las noches.

Conmigo solamente compartía un amor prohibido y trunco que recorrería una primera fecha de vencimiento y estaba pronta a alcanzar una segunda.

Algo consternada por la claridad mental de la que gozaba en ese momento, me concentré en las ráfagas de color del plasma, creyendo que eso volaría de un plumazo las conclusiones que acababa de sacar. Miraba el aparato, sin observar.

─ ¿Qué estás viendo? ─ habló frente a mí, sorprendiéndome, sin notar el momento en que colgaría su teléfono.

─ Zapping ─ pensé, con velocidad.

─ Tenés el control remoto al revés... ¿cómo se te cambiaban los canales? ─ verificando que estaba en lo cierto, resoplé por mi idiotez─. ¡Te mando a Rusia de espía y sos capaz de tocar el timbre! ─ expulsó una carcajada regresando al sillón, tomando asiento a mi lado.

─ Muy gracioso señor Dorfmann...muy gracioso...─ fruncí mi nariz.

─ Era Krista ─ dijo, dando pie al inicio de mi curiosidad.

─ Lo leí cuando sonó el celular ─ acomodé mi brazo sobre el respaldo del sillón recostando mi cabeza en él, como en aquel viejo junio en que hicimos el amor por segunda vez.

─ Regresó de Milán.

─ Lola me dijo que tenía una producción de fotos allá... ¡muy...impresionante! ─ resolví.

─ No sé si "impresionante" es lo adecuado, pero si con eso querés decir que es muy importante, sí, lo es ─ me corrigió, sabiendo que me molestaba y mucho que lo haga. No le seguí la corriente, conocía sus vericuetos.

─ Quiere venir a Buenos Aires.

Mi sangre se heló como si hubiese puesto un pie desnudo en el Ártico. Abrí mis ojos, muy redondos, exaltados.

─ ¿Venir? ¿A qué? ─ desesperé al escucharlo.

─ Relajáte. De un modo bastante sutil le dije que no, que yo estaba muy ocupado con unos temas de papá y que eso me llevaba a estar mucho tiempo fuera. No le agradó mucho, pero me sirvió de excusa por ahora.

─ ¿De verdad no te gustaría verla? ─ en cierto punto me apenaba, él le estaba siendo infiel con su hermanastra, ni más ni menos.

─ No ahora. Serían más cosas en las que pensar y creéme que ya tengo suficientes.

Quería bombardearlo a preguntas, disparar a quemarropa, pero ya me habría pedido tiempo y yo estaba dispuesta a concedérselo.

____

*Mamadera: biberón.

*Tacho: bote

*Hacerse el canchero: expresión que indica fanfarronear.

*Horno: Elemento que se encuentra dentro del artefacto cocina propiamente dicho.

*Levante: expresión utilizada para indicar que es muy seductor

*Mesa ratona: mesa baja

*Plasma: TV de pantalla plana

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