Capítulo 12
Acabábamos de hacer el amor, nuevamente, después de tanto pasado recorrido y mucho futuro por venir. Situados en la mitad de la encrucijada, ya no había tiempo para retroceder y borrar lo hecho. Sinceramente, tampoco lo deseaba. Cada instante vivido con Virginia era intenso, hermoso y no tenía aristas filosas; excepto por su rostro reprochón apenas me vio llegar a casa.
Yo había escapado de Buenos Aires, casi 12 años atrás y sin decirle la verdad; quise protegerla, después de todo ella estaba en plena adolescencia, seguiría viviendo en nuestra casa mucho tiempo más. Y yo era el hombre, el más fuerte de los dos, el único capaz de soportar la distancia. O al menos eso creería.
La discusión con papá había resultado ser feroz. Todo encontraría definición una tarde en que mamá se iría con Lola al médico, a un chequeo general y Virginia estaba en la casa de una de sus amigas superpoderosas. Sería un 23 de octubre; el recuerdo continuaba presente y los escalofríos de aquel momento, también.
Con Virginia solíamos ser bastante cuidadosos con nuestros encuentros, lógicamente debíamos preservarnos. Dentro del torrente adolescente que nos arrastraba, yo, siendo el mayor, tenía que dar el ejemplo; me sentía culpable por haberla corrompido (cosa que el terapeuta me repetiría hasta el hartazgo que no sería así) y estaba en la obligación de protegerla, como si fuese de cristal.
Después de aquella noche, nuestra primera noche juntos y la primera vez sexual para ambos, estuvimos deambulando por un mar de confusiones unas cuantas semanas más.
Tras admitir que había sido algo alocado y erróneo, no quisimos que volviese a pasar; Virginia había estado un poco molesta físicamente y eso la atemorizó. Yo a mi modo trataba de consolarla diciéndole que era normal y a pesar de aceptarlo e insistir que lo que pasó había sido hermoso, se negó a que sigamos adelante con lo nuestro.
Me sentí furioso y no podía contenerlo. Estaba ansioso, en el club no rendía en absoluto, el colegio no me importaba...distraído, fuera de foco, era un idiota que pensaba en cómo seguir teniendo todo esto atravesado en mi pecho. No solo porque me torturaba pensando en lo que había hecho con Virginia, sino por lo mucho que me había gustado y mis ganas de más.
Verla durante los recreos, me dolía. Mis músculos se agarrotaban de la angustia. Papá solía llevarnos al colegio por la mañana a los dos juntos, pero durante esas eternas cinco semanas, ella quiso ir más tarde en colectivo, argumentando que deseaba ser más "independiente". Papá no quiso saber nada, pero mamá la apañó. Consintiéndola. Dejándose ganar por su insistencia de siempre.
En casa ni nos dirigíamos la palabra, cuando lo hacíamos no era más que para discutir por tonteras, gritándonos como nunca antes con el resultado, en más de una oportunidad, de ir a dormir sin cenar.
Mamá intentó por todos los medios averiguar qué me ocurría pero yo me negaba sistemáticamente a todas las opciones que me ponía por delante como posibles razones
Hasta que un noche, en la que mis padres salieron y Virginia no estaba, la gran casa estuvo a mi disposición. Mirando "Máxima velocidad" por enésima vez, divagué entre sus diálogos (algunos de los cuales conocía de memoria) cuando escuché el tintineo de las llaves abriendo la puerta de entrada a la casa. Mayúscula fue mi sorpresa cuando vi a una Virginia alegre, saludando con la mano efusivamente a los padres de su amiga y a Mariana, de espaldas al interior de la casa.
Se detuvo de golpe cuando vio que asomaba mi cabeza por detrás del sofá. Ella tampoco esperaba mi presencia, de seguro, imaginando que quizás yo saldría con mis padres y Lola.
─Pensé que te habías ido a lo de la tía─ dijo guardando el manojo de llaves en su mochila gigante y colorida, reafirmando mi sospecha.
─ No, no tuve ganas ─respondí enojado, regresando la mirada al televisor.
─ ¿Otra vez viendo "Máxima Velocidad"? ─ preguntó animada al ver la reposición de la película.
─No había otra cosa para ver─secamente disparé, tomando un sorbo de la cerveza bien fría que me acompañaba.
─Seguís enojado conmigo ¿no? ─ por fin retomaríamos el tema. Desde una breve charla en el pasillo de planta alta en la que nos saludamos por compromiso una tarde, sentí que habían pasado siglos. Dejó la mochila en otro sillón tras unos pasos más y se sentó a mi lado, escrutándome con sus brazos cruzados.
La miré indignado. Estaba demasiado enfadado con ella, pero más lo estaba conmigo por sentirme tremendo boludo. Acomodó su cabeza en su mano, apoyada en el respaldo del sillón. Lucía despreocupada como siempre. Tranquilo, su extenso pelo recorría su brazo libre y parte de su espalda en tanto que su espeso flequillo (y un tanto más largo que de costumbre) caía de costado sobre su frente. Llevaba un sweater bastante grueso, color azul y unos jeans claritos. Se sacó las zapatillas quedándose con sus medias rayadas, pisando el almohadón del sillón.
─No, no es enojo Virginia ─ admití todavía confundido ─ , es que no entiendo qué querés, qué te pasa. Me come la cabeza la incertidumbre.
─ ¿Que qué quiero? ─ se la veía sorprendida, parpadeando desconcertada. No debería olvidarme que tenía solo 16 años.
─Mirá, a mí me pasan cosas grosas con vos que jamás me pasaron con nadie. Y me molesta, mucho... ─ ante esto no pudo evitar una sonrisa complacida ─.Yo sé que somos dos pendejos inmaduros, que nos falta mucho por delante, pero yo quiero una vida normal. Tengo ganas de agarrarte de la mano, llevarte al cine...no sé...irnos con la moto a Barisidro a tomar un helado. Y me da mucha bronca no poder hacerlo.
─Podemos intentarlo Joaquín, el tema es bajo qué circunstancias lo hacemos─ un cachetazo de madurez movió mi mandíbula de lugar ─. ¿Vos te creés que yo no pensé en esto todo este tiempo? Sí, ya sé, fui una tarada al no hablar─ aceptó haciendo mea culpa levantando sus manos a la defensiva─, pero no sé cómo manejarlo. Es difícil para mí discernir que no somos hermanos...nunca sentí que lo fueras por más que nos hayan criado juntos. Te sentí un amigo, siempre tuve eso en claro. Y esa diferenciación semántica entre hermano y amigo, es la que hizo volverme loca. Estipular que la gente nos iba a tildar de enfermitos o que somos dos incestuosos me perturba. ¿Cómo querés que enfrente esto con 16 años? ¿No te parece injusto que tu enojo me excluya del padecimiento? ¿No te parece egoísta creer que solamente vos sufrís?
Virginia me daba una excelente lección. Algo que no esperaba, a decir verdad; parpadeé intentando despertar de su cacheteo deliberado y persistente.
─Me sorprende lo que decís...el modo en que lo hacés.
─Soy adolescente, pero no por eso tonta ─ se rió y me derretí por su desparpajo.
─ Ves mucha telenovela mexicana ─ aseguré revoleándole un almohadón, que le golpeó el antebrazo, para caer definitivamente en el piso.
─ ¡Salame! ─me devolvió el gesto con otro almohadón que impactó directo en mi cara.
─ ¿Ah sí? ¿Salame yo?─ como en los viejos tiempos y sin premeditación, me abalancé sobre ella, haciéndole cosquillas.
Sus carcajadas se esparcían como una epidemia en cada una de las células de mi cuerpo; lloraba de la risa e inmediatamente me sentí peor. Peor conmigo mismo. Peor, porque me gustaba cada vez más.
─¡Basta che!...nos vamos a caer al piso─consciente de que tenía algo de razón, abandoné mi ataque, arreglándome la chomba toda arrugada.
Me dio unas cachetaditas compulsivas al pecho, regañándome por mi actitud.
─¡Ahora me dejaste doliendo la panza de tanta risa, nene!
─Es lo mínimo que te merecés por ignorarme tanto tiempo.
─ ¡Sos un rencoroso! ─ clavó sus enormes ojos celestes en los míos levantando mi temperatura. Debería darme una ducha de agua fría en Alaska.
─Tal vez...─dispersé mi vista antes de quemarme vivo.
Retomando la posición inicial, miramos la TV hasta que terminó la película. Para entonces papá avisó que llegarían un poco más tarde, demorados porque Lola había hecho un escándalo terrible al subir al auto.
─Era papá ─comentó mientras venía para la cocina con el tubo del teléfono inalámbrico en la mano, mientras yo calentaba el agua para cocinar unas salchichas ─ Todavía están varados en lo de la tía.
─Ufff pobres...
─Sí, pensé lo mismo. ¿Pongo la mesa?
─Dale ─ descalza, paseándose con las medias puestas, agarró los vasos, las servilletas y cortó los panes.
─ ¿Mayonesa, no?
─ Sí ─contesté.
─Mariana está enamorada de vos ─me soltó sin más, sin esperarlo y sin procesarlo.
─¿Ah sí?
─Sí. Me hincha todo el día para que averigüe cosas tuyas.
─¿Y qué le dijiste?
─Lógicamente, no lo que pasó en tu cumple ─aclaró para mi tranquilidad ─ . Le conté que Clara, la de cuarto año te rondaba. Ingrid dijo que no es tu tipo.
─ Veo que me conocen todas más de lo que me conozco yo a mí mismo─ reí liberando un airecito por la nariz.
─¿Eso es cierto? ─ despertó la curiosidad en sus propios ojos.
─¿Qué cosa? ─ fingí hacerme el intrigante, yo sabía perfectamente bien lo que quería preguntar.
─Que Clara no es tu tipo... ─agregó poniendo los ojos en blanco, avergonzada por formular la totalidad de la pregunta.
Avancé unos pasos hacia la alta banqueta donde estaba sentada, notando que su espalda se tensó al aproximarme. Una vez frente a Virginia, clavé mis ojos en los suyos, a sabiendas del efecto que provocaba en ella, abusándome de esa estrategia.
─¿A vos te parece que es mi tipo?
─No sé qué tipo de tipo es tu tipo ─respondió cómicamente como un trabalenguas. Era bonita e inteligente, no tenía un pelo de tonta y eso me atraía aun más; no como Clara que era linda y hueca. Se la pasaba hablando de sus amigas ricachonas y de sus compras en Miami.
─ ¿No es evidente? ─ dije sin dejar de mirarla. La arrinconaba con mis brazos, uno descansando sobre el respaldo de la banqueta mientras que el otro, se apoyaba en la barra del desayunador. Ella entrelazaba sus dedos nerviosamente ─ . ¡Vos sos mi tipo, Virginia!
La dejé sin palabras, algo casi imposible.
─Yo no soy tu tipo, cuando lo hicimos vos estabas borracho ─ sus ojos me demostraban bronca, incomodidad. Entendí que se habría rehusado todo este tiempo a repetir nuestros encuentros porque creyó que no habían significado nada.
─No estaba borracho. Admito que con algo de alcohol encima, pero nada más. Estuve consciente y decidido que eso era lo que quería hacer.
─No te creo─ miró hacia un costado, ignorándome.
─No seas nena caprichosa. Si por mí fuera, ahora mismo te volvería a besar.
─¡Claro! ¡Porque estuviste tomando cerveza como aquella vez!─ frunció su boca y me dieron más ganas de comérsela.
─¡No, Virginia! Una botellita de mierda no va a hacerme sentir más o menos cosas por vos. ¿Qué parte no entendés que me re caliento cuando estoy cerca tuyo? ¡Que me muero de ganas por hacer con vos todas esas cosas que hace la gente cuando se pone de novio!
Sus ojos se abrieron como dos soles enormes ante mi confesión abierta; me enervaba que no me creyese.
─Perdonáme...no quise desconfiar de vos─se miraba las uñas, pintadas de rosa fuerte.
─Virginia ─me rasqué la nuca, dejando mi exasperación de lado ─: me siento un terrible cursi diciendo esto. No creas que no me cuesta asumirlo.
─Ya lo sé, no te destacás por ser muy efusivo a la hora de hablar de sentimientos.
─Más a mi favor... ¿por qué no me creés? No tengo necesidad de mentirte ni enroscarme en esta mierda. Si quisiera echarme un polvo la agarraría a Clara que está re interesada por mí y se me ofreció mil veces; o si me quisiera tirar a una virgen me agarro a tu amiga, la que decís que está muerta conmigo y no creo que me dijese que no, si se lo propusiera.
Bajó la cabeza, presumiblemente entendiendo mi punto de vista.
─Me siento horrible. Me siento un traidor y un pendejo hijo de puta calentón, incapaz de cerrar su bragueta. Y aun así, quiero estar con vos.
Levantó la barbilla, finalmente, con el miedo latente en su mirada.
─Te quiero Joaco...y a mí me encantaría también hacer esas cosas lindas y cursis que hacen los novios de verdad ─sonrió arrastrando mi enojo con ese gesto.
─Yo también─ suspiré ─, pero por favor, no desconfíes más de mí. Siempre te fui sincero, no tendría por qué dejar de serlo ahora.
─ Lo sé.
Inesperadamente extendió su cuello para darme un casto beso en los labios. Se sentía como el aleteo de una mariposa: suave, temeroso y delicado, como ella. Respondí a su contacto, abriendo mis labios, dándole la iniciativa.
Entendiendo mi actitud acunó mi cara entre sus manos, bajando de a poco de la banqueta hasta quedar de pie. Me besaba fuerte, desordenadamente al comienzo, hasta que sincronizamos nuestras lenguas. Mis manos sucumbieron ante la urgencia de tocarla, agarrándola por la cintura.
─El agua está hirviendo ─ masculló entre dientes, sin querer dejar de besarme, oyendo el chillido de las burbujas.
─Yo también ─ respondí, nunca más acertado.
A esa noche de confesiones, les seguirían otras, en la cuales también haríamos el amor. De a poco, Virginia se sentió más a gusto con su cuerpo y con el mío, adaptándonos ambos a nuestro contacto físico. Experimentaríamos juntos nuevas posiciones, nuevos besos; aprendimos a tocarnos, a saber qué caricia era la que más nos gustaba y cuáles no. Crecimos a la par en esa nueva aventura. Aprovechábamos cuando nuestros padres no estaban, o incluso, yo mentiría diciendo que iba a lo de Diego para volver antes y encontrarme a solas con Virginia.
Nos convertimos en dos pendejos adictos a nuestros cuerpos y se sentía espantoso no poder gritarlo a los cuatro vientos.
¿Cómo seguiríamos adelante? Éramos conscientes de que teníamos tres caminos: que el tiempo pase de este modo, en el cual nos arrebataríamos besos, robando momentos hasta que ella cumpliese la mayoría de edad; el número dos era decir la verdad ahora pase lo que pase o finalmente el último, proponernos que nada más sucedería entre nosotros: no más encuentros, no más besos...no más esperanzas de ser feliz a su lado.
Pero el destino, el mismo que nos había cruzado hace muchos años atrás, era el mismo que ingratamente nos torcería el rumbo.
─Joaquín, veníte al despacho, por favor ─papá habría dicho esa bendita tarde. Ese maldito 23 de octubre.
Él se había mostrado un poco nervioso los últimos días, estaba irritado conmigo más de la cuenta pero no supe si era un efecto residual de aquel momento de dispersión mental cuando estaba alejada de Virginia o si eran puras ideas mías.
─Sentáte─extendió su brazo y formalmente, como hacía con sus clientes o gente importante que venía a visitarlo a casa, me invitaba a tomar asiento. Supuse que sus gestos oscos y rígidos se deberían a que no estaba en sus mejores días.
Nunca estaría más acertado.
─Estoy bastante enojado ─ su cara estaba colorada, rabiosa, a punto de estallar de ira ─ enojado con vos, conmigo, con tu hermana....tanto que no sé por dónde arrancar.
Oh...oh... ¿qué habíamos hecho mal?...La respuesta inmediata fue: TODO. El hecho era saber ¿cuándo? O cómo se habría enterado... imaginarlo pescándonos infraganti casi me mata del susto. Con seguridad, debí haber empalidecido.
No quise sugerirle a modo de broma siquiera que empezara por el principio, no estaba para chistes. Opté por callar, sabiamente.
─No me interesa entrar en detalles ni ser muy extenso con el tema ─inclinó levemente su torso entrelazando sus manos, hurgueteando con sus ojos azules fríamente en mí─ pero a sabiendas de lo que está pasando ─un ligero movimiento similar al asco se adueñaría de su boca ─ tomé la decisión de que apenas termines el colegio, te mudes a París.
El mundo se derrumbaba sobre mis pies y yo no podía reaccionar. Me faltaba el aire, no podía respirar. París y mudanza en la misma oración, no significaban buen augurio.
─¿Qué? ─ frunciendo el ceño, busqué explicaciones con algo que estaba lo suficientemente claro─ , pero ¿por qué?
─¿Me estás preguntando de verdad el por qué? ─las aletas de su nariz se abrían buscando aire. Nunca había visto tan enfadado a mi padre.
─ No...bueno...no exactamente el por qué ─las piernas me temblaban, balbuceé intentando coordinar una puta frase ─, pero ...
─Como te dije, no me interesan y no quiero detalles. Ni siquiera puedo hacerme a la idea de hasta dónde fueron con todo esto. Pero te advierto que hasta acá llegaron. No más salidas a cualquier hora, no más quedarse solos viendo películas, no más agarraditas de la mano. Creo haber sido claro ¿no? ─ bajó su mano tras enumerar rápidamente aquellas cosas que solíamos hacer con Virginia. Mi cabeza procesaba a miles de kilómetros de velocidad de qué forma papá lo sabía.
─Si...pe..pe.. ¿pero por qué irme? ─ negar que sucedía algo sería estúpido y una pérdida de tiempo a la que mi padre no se sometería.
─¿Me estás cargando? ¡Porque es ella o sos vos! No hay chance. La diferencia es que vos estás terminando con tus estudios secundarios, ella todavía no. ¿Cómo le explico a su madre...a tu madre ─recalcaría el "tu" de un modo exagerado─que Virginia tiene que desaparecer por un tiempo porque se encuentra a escondidas con su hermanastro? Estoy terminando de arreglar el tema del alquiler allá. Uno de los muchachos del Haras La Trinidad tiene un departamento en pleno centro de París. Te va a venir bien para ir a la Universidad. Vas a estudiar, algo, no sé qué tenés pensado, pero si algún día volvés para acá, va a ser con un título bajo el brazo y la cabeza bien despejada.
Mi futuro estaba pasando por delante de mis ojos como una ráfaga. Yo no deseaba tener esa vida, lejos de acá, de mis amigos, de mi familia. De Virginia.
─ ¿Por qué Francia?─mi desesperación me jugaba una mala pasada ─. Si querés que me vaya de acá me puedo mudar a no sé...a otra localidad...a otra provincia─ le di opciones sin tener en cuenta que estaba todo decidido y cualquier cosa que dijera, no tendría cabida.
─Porque sí. Porque no confío en vos.
─Papá, soy tu hijo... ¿cómo que no confiás en mí? ─contuve mi llanto, estaba agobiado, rojo de la impotencia.
─Nos traicionaste a mí y a tu mamá.
─¡No es mi mamá! ─ intenté justificarme, vomitando mi frustración.
─ ¡Gabriela es tu mamá! Te guste o no, es la mujer que elegí para compartir el resto de mi vida; es la mujer que te dio el cariño que necesitaste cuando tu verdadera madre nos abandonó. Gabi te cuidó cuando estabas enfermo, te vistió cuando no sabías ni ponerte un puto zapato...¿aun así seguís pensando que ella no es tu mamá?─ sus ojos se salían de sus órbitas. No habría anteojos que los contuvieran.
─No quise decir eso ─meneé la cabeza con la sangre bombeando en mis oídos aceptando mi error.
─No existe justificación por lo que hicieron. Vos eras el encargado de protegerla; supuestamente sos el adulto, el responsable, quien podría haber puesto un freno a esta locura...y sin embargo te dejaste llevar por las idioteces de la adolescencia.
─¡Que a vos te haya salido mal el haberte casado con tu noviecita de la infancia no significa que a mí también! ─ su mano se tensó, convirtiéndose en un puño. Por primera vez temí que mi viejo me diese una buena piña. Una piña, que yo me había ganado en buena ley tras decir aquello.
─ ¡Tendría que cagarte bien a trompadas hasta que te des cuenta de las pelotudeces que estás diciendo!¡ Sos un pendejo de mierda...! ¿Con qué autoridad venís a hablar de mi pasado y de mi relación con Patricia? ¿Con cuál? ¡Decíme!
─Sé lo más importante, que nos abandonó para siempre. Que te dejó con veintipico de años solo, con una criatura que atender.
Papa enmudeció. Pero comprendí que había sido un gran error victimizarme yo, cuando sería él quien padecía por esta situación también. Yo lo había traicionado, de una forma básica y cruel y compararme con su pasado, era un modo cobarde de caer arrastrando a alguien conmigo.
─Gabriela no sabe nada de todo esto ─ intentó recuperar sus cabales. La vena de su frente palpitaba, al borde del estallido ─.Vos vas a decirle que te interesa irte a París, invéntate algo. Sos experto en crear historias paralelas, se te da bien─destiló su ponzoña, con razón.
Sin alternativa que continuar escuchándolo, asentí con la cabeza cada una de sus palabras, absorbiendo este maquiavélico plan.
─Virginia tampoco sabrá que te vas por esta situación. No quiero tener que soportarla taladrándome la cabeza. Está en una etapa muy temperamental en su vida ─dijo lo cierto ─; y mucho menos quiero que se pelee con su madre. Esto se convertirá en un conventillo.
─ ¿Te importa más el escándalo que mi felicidad?
─ ¡Qué inocente que sos Joaquín! ─se dejó caer en su silla con un resoplido de su nariz─ .Mi esposa me cagó con mi mejor amigo, me dejó solo con un nene de 3 años por cuidar y un montón de deudas que contrajo a escondidas...si eso no es escándalo ¿qué es? ¿Vos creés que a esta altura del partido me importa lo que dirá el resto? A mí me interesa tu madre, tus hermanas. Pero pretendo mantener la calma. Cosa que a las claras, a vos no te interesa en lo más mínimo.
Mi padre ganaba round tras round, tenía herramientas propias y yo le entregaba las mías también.
─¿Me hablás de que no me importa tu felicidad?─agregó ─. Busqué una mujer noble, estupenda, amorosa, pensando más en tu felicidad que en la mía. Agradezco que se haya cruzado en mi camino y nos haya aceptado, a vos y a mí.
Sus palabras calaban hondo en mí, todo lo que decía no dejaba de ser verdad; cada vez me sentía peor, quedando en ridículo constantemente y como un pendejo boludo delante de mi viejo, que daría la vida por mí, por nosotros.
─ Crié a Gigi como una hija...le di todo...les di todo─se agarraba la cabeza, sin poder contener su lloriqueo y malestar ─. Decíme, ¿qué hice mal Joaquín?¿Qué hice mal?
Deseé acercarme a abrazarlo, decirle que nada...pero tenía los pies clavados en el piso, permaneciendo inmóvil.
─Papá...no lo hicimos apropósito...pasó─elevé mis hombros, resignado.
─¿Pasó? Así como así... ¡no me creas tan ingenuo!
─No digas eso papá...me enamoré de Virginia, creéme.
─ ¡Basta ya! No me digas nada más ─ detuvo más explicaciones con sus palmas en alto. Iracundo, yo lo llevaba al límite.
─Mirá papá ─no me dejaba hablar y mi paciencia se colapsaba, empecé a gritarle, obligando con mi tono a que me escuchase ─ : yo no lo elegí. No tuve opción. Ojalá me hubiera enganchado con alguna pendeja del colegio, o del club, pero no fue así. A Virginia jamás la vi como mi hermana, porque no lo es. La quiero, de un modo diferente a como tendría que ser según tu visión...¿Decidiste que me vaya? ─desafiante, sostuve mi tono─ .¡Perfecto, me voy! Mándame a China si así lo preferís, pero lo que siento por ella no va a cambiar nunca─ las manos me temblaban y mis palmas estaban sudorosas. El corazón galopaba dentro de mí a punto del colapso; me sentía agitado, como si acabase de correr una maratón.
Nos debatimos en un duelo de miradas mezclando dolor, llantos contenidos y miles de sentimientos difíciles de explicar. Yo amaba a Virginia y amaba a mi viejo, que a su modo, elegía lo mejor para todos.
Durante años me adaptaría a la patética idea de creer que yéndome de Buenos Aires mi corazón viajaba conmigo; sin embargo nada lograría más lejos de eso porque mi corazón siempre quedaría en Acassuso, en esta casa. En esa niña que se convertiría en mujer, en la mujer que tenía a mi lado enredada a mis extremidades, apropiándose de mis músculos.
Por mi cabeza pasó la arriesgada y extrema idea de mandar todo al mismísimo demonio; estaba dispuesto a empezar a ser feliz por primera vez en mi vida.
Había prometido no decir nunca que papá sabía de lo nuestro y que mi exilio no habría sido casual; sino que por el contrario, todo había sido una decisión mía pura y exclusivamente. Pero no pude ocultarlo más.
Cómo pequeñas bombas que detonaban, esta sería una de ellas; era justo que Virginia supiese que papá eligió mi salida años atrás y que sin dudas, siempre estaríamos bajo su lupa juiciosa.
En shock durante unos instantes, asimiló todo aquello que le conté sobre la fatídica reunión 12 años atrás. Expliqué cada detalle, desde el enojo inevitable de papá hasta mi sumisión absoluta. No sé si comprendió del todo el por qué de mi actitud; sólo sé que yo tenía 18 años y mucho que perder...entre esas cosas, perderla a ella.
Acaricié la cabeza de Virginia, su cabello caía como un manto negro sobre su delicada espalda tocando su piel envidiablemente. Había logrado quedarse dormida después de lloriquear un rato, en pleno proceso de entendimiento.
Serena, respiraba con inevitable paz interior. Me contenté por ese gesto. Nunca podría cansarme de hacerle el amor, de recorrer su cuerpo centímetro a centímetro. Nunca me serían suficientes sus palabras, su extenuante persistencia ya me parecía simpática y hasta un poco divertida; adoraba su modo de degustar los bombones Ferrero Rocher, el brillo de sus ojos al comer helado...
Todo en ella me arrastraba a un estado límbico en el que querría permanecer eternamente.
Imaginé una vida junto a Virginia, en una linda casa, con perros...con niños correteando...
Desde luego difícil sería enfrentar a todo y a todos sin contar con el apoyo de nada ni nadie. Escapar no era la solución, pero sí una idea. ¿Inteligente? No lo sabía, solo el tiempo lo diría.
─Mmm buen día─ su voz dulce apaciguó mis temores. Me dio un beso cerca de la tetilla derecha y contuve la respiración.
─Buenos días, desastre, mi desastre─hice hincapié en el "mí" con un tono ronco; sonrió derritiéndome.
─¿Qué hora es? ─preguntó adormecida, pasándose la mano por los ojos.
─ Hora de levantarse...el despertador suena oficialmente en 10 minutos.
─Mmmm se pueden hacer muchas cosas en 10 minutos ─ revoloteando entre las sábanas se recostó sobre mí, comiéndome con la mirada y con el pelo desordenado.
─¿Sí? ¿Vos pensás que nos alcanzaría para algo?... ¿No es mejor dormitar? ─pregunté saboreando sus labios tiernamente.
─No sé si es mejor pero no es lo que tengo en mente en este momento.
Incorporando mi torso hasta quedar sentado, Virginia se ubicó a horcajadas sobre mis caderas. Estaba húmeda, bien preparada, lista para una buena sesión de sexo rápido y efectivo. No podía negarle nada a esa mujer que me cautivaba con tan solo respirarme cerca.
Estábamos desnudos y nuestros cuerpos parecían haber dejado atrás sus dudas para complementarse a la perfección, en una danza precisa. Sus pechos se adherían a mi torso y sus manos buscaban mi nuca, impulsándola a un beso más aguerrido y salvaje.
Anclado en su cintura, la movía como un títere, ascendiendo y descendiéndola con embates cortos, intensos, cargados de fuego como una antorcha. Su aroma exquisito a rosas nublaba mis sentidos, aniquilando mis fantasmas internos. Virginia volcaba la cabeza hacia atrás y una de mis manos sostenía su nuca, para jalar su cabello desde la base.
─Más...más... ─gemía con el encanto de una sirena, como aquellas que atraparían a Ulises en su expedición.
Mi mandíbula crujía con cada movimiento con la confusión de que pensar que mis molares me atravesarían el maxilar. Era delicioso poseerla tan fácil y tan rápido.
─ ¡Dale!¡Así...! ─ sus sonidos agudos encendían mi mar interno.
Respondiendo a su feroz melodía gutural, le di mi tan preciado tesoro. Y ella, me otorgaría el suyo. Con las arterias colapsadas por la intensidad de mi sangre, desearía nunca más irme de su lado.
Gruñí fuerte, ardiendo, extendiendo mis piernas semi flexionadas, entregándolas a los espasmódicos latigazos de un buen orgasmo. Unimos nuestras frentes con una leve capa de sudor. Nos sonreíamos al unísono, jadeantes.
─ Mmm ¿viste que te dije que en 10 minutos podíamos hacer muchas cosas...? ─exhaló con la poca fuerza que le quedaba, traviesa ─. Quisiera despertarme todas las mañana de este modo ─susurró a mi oído, encajando su cabeza entre mi hombro y mi cuello.
Apartándose de mí de mala gana, me dio un beso en la nariz, descendió de la cama y se fue rumbo al baño, entregándome la mejor postal de la mañana. Su sonrisa.
───
*Mochila: bolso generalmente destinado para guardar útiles escolares en él.
*Grosa: fuerte
*Pendejo: jovenzuelo
*Chomba: estilo de prenda similar a la remera, pero con cuello de camisa. /en otro países, polo.
*Hinchar: molestar.
*Piña: puñetazo.
*Conventillo: escándalo.
*Ferrero Rocher: marca de bombones de chocolate cuya presentación es redondeada como una trufa y envoltorio en color dorado.
lante. 6ݓ4
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro